Matriarcado

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Venus de Willendorf, un ídolo matriarcal de la Cultura Danubiana que representa una figura femenina con obesidad, senos prominentes y caídos, ausencia de rostro y caderas anchas. Todo un testimonio a la "bucólica", "pacífica" y "armoniosa" cultura primitiva matriarcal que tanto admiran los "progresistas".

Un matriarcado es una sociedad en la que la influencia predominante en el carácter colectivo del pueblo es la femenina, la idiosincrasia de la sociedad en su conjunto presenta más afinidad con la feminidad que con la masculinidad y todos los elementos sociales se dirigen a la mujer. En un matriarcado, las madres o las mujeres mayores son quienes encabezan las familias.

Contrariamente a la vulgar creencia feminista, un matriarcado no necesariamente es una sociedad regida por mujeres, pues esto se denomina como 'ginarquía' o 'ginecocracia'. Sociedades de ese tipo raramente se dieron, constituyendo excepciones muy exóticas en los pueblos más primitivos, atrasados y débiles del mundo, como algunos del Amazonas o de Indonesia. Y si no encontramos ginarquías en el mundo moderno, es porque tales sociedades perecieron a manos de sociedades no-ginecocráticas, lógicamente más fuertes y guerreras.

El uso del término 'matriarcado' no es incorrecto al referirse a sociedades matrilineales, matrilocales y matrifocales, pues la matrilinealidad, la matrilocalidad y la matrifocalidad son características del matriarcado. En general, cualquier sistema no-patriarcal es matriarcal.

Etimológicamente, el término matriarcado, proviene del latin mater, 'madre', y del griego αρχειν (arjéin): 'gobierno', que literalmente significa "gobierno de la madre". Es un concepto utilizado en las ciencias sociales, particularmente en la antropología y la sociología.

En el presente artículo se analizará al matriarcado en su segunda acepción según la RAE [1]. Como ya se ha dicho más arriba, un matriarcado no implica necesariamente una ginecocracia.

Orígenes

Robert Graves habla de que antes de la llegada de los pueblos patriarcales indoeuropeos, existía en Europa el culto a la Diosa Madre a la cual el hombre respetaba a la vez que temía.

El Matriarcado se corresponde originalmente con las antiguas sociedades primitivas y con lo que Julius Evola denomina "Civilización de la Madre". Hablamos de pueblos igualitarios en los que la primacía de culto religioso corresponde a la Madre Tierra —a la Gran Madre— y en los que se rinde culto a las fuerzas de la naturaleza en todas sus formas.

Se pueden encontrar vestigios de matriarcado en los habitantes pre-arios de Europa, y en las razas orientales. Por ejemplo, en los etruscos, en los vascones, en los pelasgos o en los minoicos, o incluso en zonas de influencia céltica donde acabó por predominar el carácter pre-indoeuropeo. También se observan signos matriarcales en los turcos otomanos, que tienen origen en un pueblo mongoloide proveniente de las estepas de Asia Central.

Para la cultura matriarcal la diosa madre era una engendradora de cientos de hijos, todos ellos iguales y por lo tanto sin que destaque una personalidad. Como "todos somos hijos de la tierra" y "todos son iguales para la madre", no hay aristocracias, ni jerarquías.

Espiritualidad

Mujer obesa sentada de Çatalhöyük.

Culto

La primacía del culto religioso le corresponde a la Madre Tierra y a la fertilidad femenina y todo en la sociedad matriarcal tiene una orientación ctónica y terrestre. Se ve como fuente de vida exclusivamente al agua y a la tierra. En la cosmogonía religiosa matriarcal de la Naturaleza, la vegetación no nace por ser regada por el Cielo y guiada por el Sol (y, naturalmente, albergada por la Tierra), sino que el Cielo, el Sol y cualquier símbolo ascendente o viril son excluidos y la vegetación es exclusivamente empujada desde abajo por fuerzas ctónicas procedentes del submundo. En esta misma línea, los terremotos son considerados como "la ira de la Tierra". Los calendarios toman como referencia el ciclo lunar de 28 días que corresponde con el ciclo menstrual de la mujer.

Los lugares de culto religioso solían ser cavernas, catacumbas y otras cámaras internadas en la matriz de la Tierra (representaciones del útero materno), por lo que se conocen como "cultos subterráneos". En estos lugares la matriarca se reunía con sus hijos y amantes. Las sacerdotisas matriarcales son hetairas que ofrecen servicios de "prostitución sagrada" y que se dedican a acumular dinero. Los sacerdotes a menudo son eunucos como los sacerdotes del Templo de Éfeso, los de Cibeles, los de Astarté o como en los Misterios de Atis.

El culto generalmente posee prácticas de oscuros y sangrientos sacrificios humanos, particularmente el sacrificio de una víctima pura e inocente. Así, en los pueblos semíticos de Fenicia y en Canaan, el primogénito recién nacido era quemado vivo, ofrecido a Moloch, y algo similar sucedía en Cartago. Los etruscos tenían fijación con el sacrificio de un varón adolescente, y los judíos con el de niños arios, o bien especímenes adultos robustos (Ver: Asesinato ritual judío). Robert Graves menciona también que dentro de estas culturas se realizaban ritos caníbales en los que se comía al rey o en el que los reyes practicaban el travestismo para honrar a la diosa.

Rito funerario

En el matriarcado, los muertos se entierran, con lo cual simbólicamente son devueltos, y atados, a la matriz de donde se considera salieron. En el caso de los pelasgos, los muertos se enterraban en mausoleos comunitarios donde se mezclaban los huesos de todos, no resaltando ninguna individualidad, ya que "todos los hijos son iguales para la madre", contrario a los indoeuropeos que incineraban a sus muertos de forma individual respetando su identidad.

Tanto en Grecia como en Roma, los plebeyos (descendientes de pueblos matriarcales pre-indoeuropeos) eran llamados precisamente "Hijos de la Tierra" en contraposición con las castas dominantes, que eran de origen indoeuropeo helénico (Grecia) o itálico (Roma) y se autodenominaban "Hijos de los Dioses". La filosofía matriarcal de fondo era "de la Tierra procedes y a la Tierra volverás", "Porque eres polvo y al polvo volverás" (Génesis 3:19) con lo cual se negaba cualquier ascensión, cualquier trascendencia, cualquier esencia superior enlazada al Cielo y cualquier responsabilidad de tener que rendir cuentas por los actos. Tal filosofía es la que invita "a gozar, que la vida es corta", y actúa como redención para las mentes de quienes son incapaces de obedecer ningún dictado que provenga de lo alto.

Mitologías

Como ejemplos de divinidades típicamente matriarcales, tenemos a Cibeles, Perséfone, Ceres/Deméter (Dea Mater: "Diosa Madre"), Astarté, Tanit, Gea o Isis. Tales diosas, mayormente de mitos agrícolas, a menudo se hallan complementadas por un compañero masculino castrado como Osiris o Atis, en un oscuro culto religioso. El mito griego de medusa se originó a partir de una de las caras de la diosa, con un rostro monstruoso para alejar a los profanos en sus misterios.

Pelasgo era, para los arcadios, un hijo de Gea, la Tierra, que fue el primer hombre que habitó en la Arcadia. Pelasgo, además, es el nombre de varios personajes que hacen referencia a los pelasgos, término usado por los helenos para aludir a los pueblos pre-helénicos matriarcales que habitaron Grecia antes que ellos.

La Antigua Serpiente Primordial retratada en las diversas cosmogonías indoeuropeas, en remembranza de las deidades pre-indoeuropeas, reside en el Inframundo, que es muchas veces descrito como un océano subterráneo, un abismo oscuro, primigenio, un vacío cósmico, una masa confussa, caótica e informe, de la cual fue creado todo el Universo. Algo semejante a un útero materno.

Por ejemplo, en Mesopotamia, destaca la diosa sumeria Tiamat (del sumerio Ti: 'Vida' y Ama: 'Madre'), que era una mujer serpiente, monstruosa, reina y madre de diversos dioses y criaturas que engendró con su contraparte masculina, Apsu, el Abismo.

En Mesoamérica, destaca la diosa Coatlicue que recibía los nombres de Tonāntzin 'nuestra madre venerada', y Teteōīnān 'madre de los dioses' y era representada como una madre-serpiente-monstruo usando una falda de serpientes, con los pechos caídos, y un collar de manos y corazones humanos que fueron arrancados de las víctimas de sus sacrificios, y tenía garras en vez de manos y pies. En Sudamérica, destaca la diosa inca Pachamama.

Muchas de estas figuras maternas, tanto en Europa como en otras partes del mundo, fueron reemplazadas por la figura de la Virgen María en el proceso de cristianización.

Símbolos

Los símbolos matriarcales son telúricos y tendientes a lo lunar, a lo acuático y al Inframundo. Abundan las líneas curvas más que las rectas, aspecto que puede observarse en los alfabetos hebreo y árabe. Como ejemplos, tenemos los laberintos, los ríos, los lagos, las cuevas, las serpientes, los pantanos, las estrellas y la noche.

Arte

Predominan las formas de arte grotescas y deformes: máscaras desproporcionadas, figuras totémicas demoníacas, escenas de sacrificios humanos o de orgías en las que se come, se bebe, se practica sexo y se duerme. Las antiquísimas figuras de "Venus" son el arquetipo por excelencia de la "Gran Madre" en la que estos pueblos veían su ideal de "fertilidad y feminidad". Los cantos propios del Matriarcado son los lamentos (pensemos en la música árabe del desierto, o en el flamenco con influencias gitanas y árabes).

La familia y las relaciones entre los sexos

Los mosuo son una comunidad matriarcal moderna que habita en China.

Los individuos viven en grandes hogares comunes, sin habitaciones y donde duermen todos juntos, como las cuevas prehistóricas o las grandes casas de la Cultura Danubiana. Prima la procreación de grandes números, sobre la calidad física y espiritual de cada individuo. Las familias no son sólidas ni definidas. Hay tendencias homosexuales e incestuosas. El ambiente matriarcal fomenta la pederastia y las violaciones, como en tantas sociedades primitivas de hoy en día, por ejemplo, en tribus africanas y amerindias en las que la hija o el hijo se somete a un matrimonio ritual con el padre o madre como una forma de iniciación. Hay tendencia a la disgenesia: abundan los individuos deformes y defectuosos. El matriarcado subhumano convierte a la mujer en el objeto de un culto de abominación, deformación y promiscuidad.

Los individuos, debido a que nacen del vientre de la madre, son considerados como apéndices y extensiones de ella, de ahí deriva la noción de que los nonatos son propiedad de la madre o parte del cuerpo de ésta, y que, por lo tanto, "pueden hacer con su cuerpo lo que quieran" lo que en tiempos modernos ha desencadenado las tendencias abortistas.

Los hijos de un matriarcado

Si actualmente la sociedad Occidental vive en un matriarcado y no en un patriarcado, es principalmente porque las familias tienden a estar encabezadas por madres solteras, asumiendo ellas la autoridad política de la familia.

La ausencia del padre de familia de su hogar ha traído como resultado niños creciendo con una madre que funge como ambas figuras (paterna y materna), esto tiene como consecuencia madres de familia que no tienen idea de cómo criar o qué enseñar a un hijo varón. El resultado de estas familias cuasi-matriarcales bajo un entendimiento femenino de la vida serán hombres sin rumbo, perdidos y psíquicamente emasculados y tendrán problemas para relacionarse afectivamente con mujeres, mientras que las mujeres tenderán a la promiscuidad y a los embarazos no deseados.

Los hijos de una madre soltera, con un padre ausente (o un padre sin carácter, o neutralizado de tal forma que no le es permitido reprender a los hijos) tanto si son niños como si son niñas, quedarán dañados, crecerán de una forma disfuncional y con susceptibilidad a diversos trastornos psíquicos (como depresión, ansiedad o trastorno bipolar). La madre puede enseñarles ciertas cosas y hará lo mejor que puede con sus posibilidades pero nunca podrá aportarles la experiencia viril que necesitan para funcionar exitosamente y sobrevivir en la hostilidad de la sociedad y de la naturaleza.

La madre ama profundamente a sus hijos y su papel es ver por su bienestar, para que nada les falte y para reconfortarlos cuando lo necesiten, pero con ese mismo amor tiende a ser indulgente, permisiva, sobreprotectora, no establece límites y con frecuencia cede a los caprichos del niño tan sólo para pacificarlo.

En un matriarcado los niños son excesivamente mimados y sobreprotegidos, hasta el punto de mermar su iniciativa y su espíritu emprendedor. En nuestros días se tiende a no enseñar a los niños el valor de la autonomía y la autosuficiencia, con lo que crecen malcriados, sin saber lo que es la responsabilidad. A los niños se les sobre-alimenta, o se les abriga en exceso, incluso cuando no hace frío en absoluto. Las madres les reprimen cuando muestran iniciativa o independencia, espíritu emprendedor, o cuando se arriesgan. Los hijos varones continúan viviendo con su madre y dependiendo de ella, aún siendo adultos.

Es por ello que los modelos "nuevos" de "familia no tradicional" promovidos intensamente por el marxismo cultural, el feminismo y la ideología de género están condenados al rotundo fracaso, puesto que ignoran por completo la evolución biológica humana y no están acordes a la psicología de los humanos como los mamíferos y primates que son.

Matrilinealidad y matrilocalidad

En las sociedades matriarcales, el matrimonio es un fenómeno inexistente, si acaso excepcional. En estas sociedades encontrar el amor no es significativo, especialmente para las mujeres que afirman que no necesitan de los hombres para su desarrollo personal como mujer y las relaciones se dan sin ningún tipo de compromisos. No hay la menor intención de hacer coincidir en la misma persona afecto, familia y hogar. El sexo y el amor no son conceptos que se complementan en un todo, sino que son percibidos como cosas separadas. La promiscuidad es regla general.

En un matriarcado no existe el concepto de paternidad. No hay conocimiento sobre quién es el padre de un individuo, que puede ser cualquier miembro varón de la familia. Los nombres y apellidos son matronímicos, es decir aquellos que provienen del nombre de la madre y el apellido y los bienes se transmiten por vía materna (matrilinealidad). En la tradición judía, si bien existe el concepto de "Patriarca", la condición de judío es matrilineal. Incluso en los casos en los que hay matrimonio, el hombre a menudo toma el apellido de la mujer y se muda a vivir a casa o la tribu de la mujer (matrilocalidad), como sucedía antiguamente entre los vascones. En contraste con el patriarcado, el cual garantiza la pureza de la sangre y la preservación de un pueblo, el matriarcado garantiza su mestizaje y la degradación genética.

La sociedad y la idiosincrasia

El Matriarcado se distingue por el hedonismo, el libertinaje, la promiscuidad, la concupiscencia, la indulgencia, la narcosis, la pasividad, la pereza, la embriaguez, la indisciplina y una recargada, opulenta y barroca sensualidad.

La risa floja de las mujeres corrompidas y de los hombres afeminados, la indulgencia y los miramientos, la mirada burlona, triste y vacía de los débiles, las toses de los enfermos, el lloriqueo, las depresiones, los caprichos y berrinches de los niños mimados, el lamento de los desconsolados, los quejidos, la aberración y la neutralización de los instintos potentes y vitales, son rasgos característicos del Matriarcado y de una sociedad despojada de orden y de la influencia de hombres luchadores.

  • El Matriarcado es enemigo de las jerarquías. Todo tiende a difuminarse en la presencia del tótem colectivo y de la masa. Se pierden los instintos de conservación de la raza. Se odia a muerte al nacionalista.
  • La influencia espiritual corresponde a las matriarcas. Las mujeres tienen una desproporcionada influencia en la sociedad gracias a la sugestión sexual y al acaparamiento de la educación de los hijos lejos de los padres.
  • Se otorga gran valor a las posesiones materiales y a las riquezas, por encima de las cualidades individuales.
  • El tiempo libre está acaparado principalmente por danzas, comilonas, fiestas, orgías, saltimbanquis y bailarines.
  • Se valoran los adornos corporales: maquillaje, vestidos, tintes, perforaciones... Se tiende a la codicia, a la búsqueda del lujo y al materialismo en general.
  • El matriarcado mima a los débiles. Florecen las colectividades pacíficas y débiles, demasiado arraigadas a su terruño e incapaces de conquistar, explorar, ser pioneros o soportar el desarraigo y la soledad. El matriarcado arquetípico es una sociedad timorata, dócil, humanitaria, antiheroica, pacifista y pusilánime. Se ensalza la paz y todos fornican con todos. "Haz el amor y no la guerra" es un lema muy típicamente neo-matriarcal (hippie).
  • Se aprecia al hombre sin carácter, por su docilidad. El cobarde y débil es protegido como uno más del grupo. Nadie tiene derecho a castigar ni a recriminar, la autoridad se disuelve.
  • Se valora todo aquello que conserva la vida individual, sea cual sea, y lo que tiende a hacer la existencia más llevadera a los débiles. Se extirpa la dureza y todo se suaviza. Se tiene en mente como meta el gozo de una vida larga y llena de placeres y comodidades. Todo está impregnado de "libre albedrío".
  • En el matriarcado se tiende a disfrutar tranquilamente sin consecuencias ni compromisos, y se atrapa el placer al vuelo tan pronto como se presenta, en una mentalidad bastante pseudo-tropical. El "playboy", el "dandy" y el gordo son productos típicos del Matriarcado, e imposibles en una sociedad patriarcal de verdad. La búsqueda del placer fácil marca el tempo de los pueblos matriarcales.
  • Se busca proteger y conservar toda vida, incluso si ello implica aislarla de lo que es la crudeza del mundo real. Se buscan el bienestar, la seguridad y la comodidad.
  • Los saludos son elaborados y con un toque promiscuo. Los modales son nerviosos, se tiende a la indiscreción, al manoteo y a acercarse demasiado al interlocutor. La voz se eleva en situaciones absurdas, pero se tiene miedo de gritar cuando la situación lo requiere.
  • Julius Evola escribe que el Matriarcado es portador de formas sociales igualitarias de carácter anarquista o comunista. Las hormigas y las abejas viven en matriarcados pseudo-comunistas, aunque en ellos sí existen castas. La "Madre Iglesia", con sus sacerdotes castrados de virilidad y sexualidad, es otra figuración matriarcal.
  • Se obedecen reglas y preceptos de carácter dogmático y materialista. Tienen lugar un pragmatismo y un utilitarismo excesivos.

Modernidad


La judía Andrea Dworkin (1946-2005), fue una de las más prominentes feministas.

En el siglo XX el feminismo se ha esforzado en tergiversar tanto los conceptos de matriarcado y patriarcado y en demonizar la figura masculina. Suele afirmar que el patriarcado ha "anulado" o "suprimido" la otra mitad de la historia humana, la "historia de la mujer": que ha "oprimido" y "limitado" a la mujer, y que el patriarcado es culpable de todos los problemas del mundo y que la única manera de solucionarlos, es abolirlo, lo que deviene en el establecimiento de un matriarcado. La tergiversación más atroz es la que afirma que el matriarcado es un "equilibrio" entre lo masculino y lo femenino, cuando históricamente siempre ha sido al contrario: el patriarcado constituye el verdadero equilibrio, acorde con las leyes naturales y biológicas del ser humano.

La cultura europea en su totalidad ha sido eminentemente patriarcal, pero incluso en el seno de Occidente es posible observar el enfrentamiento entre la mentalidad patriarcal y la matriarcal, expresada en las naciones poseídas por estos conceptos. Así, Francia, Italia y Canadá como naciones modernas representan tradicionalmente una mentalidad suave y decadente tendiente al matriarcado, mientras que Rusia, Alemania, Inglaterra y Estados Unidos representaron la tendencia más patriarcal y agresiva. En el seno de la civilización occidental se debaten los dos principios. Actualmente, desde el marxismo cultural se ha tratado de anular al patriarcado poco a poco en favor de un matriarcado.

Como signo del "complejo de Edipo" que azota a nuestra civilización, tenemos las pasiones y temores que suscita la palabra "fascismo" en el mundo moderno. Lo que los comunistas, marxistas, progresistas, demócratas y demás ralea, realmente odian y temen del "fascismo" es la severidad organizadora de una sociedad patriarcal que coloque a cada uno en su sitio.

El actual aborto de matriarcado está condenado a desaparecer en cuanto se desencadene el más mínimo tumulto. Por un lado, ha producido una sociedad débil e incapaz de defenderse a sí misma, y será arrollado por quienes no hayan caído en su lacra (por ejemplo, el mundo islámico). Por otro lado, la actual sociedad matriarcal está condenada a extinguirse por la simple razón de que quienes la profesan no predican la necesidad de tener hijos, cayendo en la más inmensa contradicción, pues una sociedad como la actual que cree estar indiscutiblemente en posesión de la verdad absoluta, debería predicar la descendencia con el fin de eternizarse y asegurarse un futuro a toda costa, frente a las sociedades que piensan de modo distinto, que son la mayoría. Con el tiempo, su utopía surrealista irá perdiendo posiciones en favor de la despiadada dureza de los tiempos venideros y finalmente, será reemplazado por una reacción patriarcal más amoldada a la realidad del mundo y del hombre, que es la necesidad de tener una descendencia abundante y fuerte.

El despertar de la raza blanca vendrá, necesariamente, acompañado de una reelaboración del antiguo Patriarcado ario. Teniendo en cuenta la decadencia pasada y la situación catastrófica en la que la Raza Blanca se encuentra gracias a la bajeza moral y espiritual, la reacción venidera deberá ser exactamente todo lo contrario.

Fuentes

Referencias

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