Adolf Hitler y el arte

De Metapedia
Saltar a: navegación, buscar
Hitler frente al Discóbolo de Mirón en Munich. La obra es una réplica conocida como el Discóbolo de Lancellotti y fue adquirida por el en 1938.

Adolf Hitler, además de ser un gran líder político y pensador, tuvo un gran interés en el arte, realizando diversas obras tanto literarias como pictóricas. Este lado artístico del Führer ha pasado desapercibido en la historia o, por lo menos, sin darle la relevancia que merece.

De pequeño, Hitler era diferente del resto de los niños. Tenía una fuerza interior y era guiado por su espíritu e instintos. Podía dibujar con habilidad cuando tenía once años. Sus primeros dibujos y acuarelas, a la edad de 15, estaban llenas de poesía y sensibilidad. Uno de sus más notables obras de sus primeros tiempos Fortress Utopía ("utopía de fortaleza"), nos muestra que también fue un artista de una poco común imaginación. Su orientación artística tomó varias formas. Escribió poesía desde que era chico. Dictó una obra entera a su hermana Paula, que se sorprendió por su orgullo. A la edad de 16, en Viena, se embarcó en la creación de una ópera. Incluso diseñó el escenario, así como el vestuario; y, por supuesto, los protagonistas eran héroes wagnerianos.

Cientos de sus obras son notables, tanto por su habilidad en la pintura como por su talento en la arquitectura. Podía describir de memoria y con todo detalle la cúpula de una iglesia o las complejas curvas del hierro forjado. Fue, sin duda, su sueño de convertirse en un pintor lo que le llevó a Viena a principios de siglo. Cuando uno ve los cientos de dibujos, bocetos y pinturas que creó en dicha época, así como su dominio de las figuras tridimensionales, le parece sorprendente que los examinadores de la Academia de Arte le suspendieran por dos veces consecutivas. El historiador alemán Werner Maser, que no fue precisamente un amigo de Hitler, criticó a sus examinadores: Todos sus trabajos revelaban un extraordinario conocimiento y dominio de la arquitectura. El constructor del Tercer Reich dio motivos para que la Academia de Artes estuviese avergonzada.

¿Quién fue Hitler? Primero y ante todo fue un artista. Un artista desconocido que nos sería presentado como un mal embadurnador de edificios, cuando en realidad, ciertos cuadros suyos, sobre todo aquellos que pintó durante la I Guerra Mundial, en el frente de Flandes y en el frente francés, son obras de arte de equilibrio de ideas de serenidad, de transparencia de colores. No hay grandes hombres que no sean, primero y ante todo, grandes artistas. Toda obra, sea o no política, que no realce el esplendor de la belleza, no es mas que un árbol sin raíces, presto a ser desechado por el próximo vendaval.

Hitler en realidad solo tuvo una pasión: el arte. Uno de sus biógrafos, Joachim Fest, afirma en su biografía "Exceptuando el arte, para él realmente no existía nada".[1][2].

Poesía

Tu Madre

Klara Pölzl, madre de Adolf Hitler

Hitler era devoto de su madre, Klara Pölzl, por lo que su muerte, ocurrida el 21 de diciembre de 1907, le afectó mucho. Tal vez esa sea la razón por la que hizo este maravilloso poema dedicado a las madres. En él, intenta concientizar a las personas, cuyas madres aún siguen vivas, de los valioso que es eso. El poema fue publicado en el diario alemán "Sonntag-Morgenpost", el 14 de mayo de 1933.

Cuando tu madre haya ya envejecido,
Cuando sus amorosos y esperanzados ojos
ya no vean la vida como alguna vez lo hicieron,
Cuando sus pies, ya cansados,
No puedan ya sostenerla mientras camina

Entonces, entrégale tu brazo en apoyo,
Acompáñala con alegría,
Vendrá la hora en que, sollozando,
deberás acompañarla en sus últimos pasos.

Y si algo te pregunta,
entonces dale una respuesta.
Y si te pregunta de nuevo, ¡háblale!
Y si te pregunta aún otra vez, respóndele,
No impacientemente, sino con gentil calma.

Y si no puede ella entenderte con claridad,
explícale todo con gentil alegría.
Vendrá la hora, la amarga hora,
en que sus labios no preguntarán nada más.

—(Adolf Hitler, 1923)

El profeta de la Edad de Hierro

Hitler (izquierda) durante la Primera Guerra Mundial.

Durante la Primera Guerra Mundial, Adolf Hitler, escribió un poema donde se observa el simbolismo esotérico ario-pagano presente en la mitología nórdica que tanto amaba. A continuación se muestra el poema publicado en la página 90 de El profeta de la Edad de Hierro.

A veces, en las noches amargas, voy al roble de Wotan.
Rodeado de silencioso fulgor,
Para forjar una alianza con los poderes nocturnos.
Las letras rúnicas que hace la luna con su mágico hechizo
y todos quienes durante el día están llenos de impudicia,
¡Se vuelven pequeños ante la fórmula mágica!
Ellos arrojan lanzas de acero pero en vez de dar en el blanco,
Se solidifican en estalagmitas.
Así, los falsos son separados de los verdaderos.
Yo llego a un nido de espadas y doy entonces con mi fórmula
Bendiciones y prosperidad para los buenos y para los
justos.

El profeta de la Edad de Hierro (p. 90)

Se puede observar el simbolismo oculto, el árbol del mundo (el Yggdrasil), Wotan (También conocido como Odín en la mitología nórdica), las runas, la magia, los poderes de los astros y el cosmos, el deseo de justicia y de separar a los buenos y justos de los que son falsos. Cuando Hitler escribió esto estaba en plena batalla y tenia 26 años. Probablemente la obra de Richard Wagner lo inspiró fuertemente.

Ciego

Sala del hospital en la que Hitler se recuperó de sus heridas.

El 15 de octubre de 1918, poco antes del final de guerra, Adolf Hitler fue trasladado a un hospital de campaña, donde quedó temporalmente ciego por un ataque con gases tóxicos. Hitler expresó metafóricamente que durante aquella experiencia, al quitarse la venda que cubría sus ojos, fue cuando descubrió que "el objetivo de mi vida era lograr la salvación de Alemania". Esta experiencia también le inspiró a escribir un poema titulado Ciego el 14 de noviembre de 1918 en el Hospital Militar de la Reserva de Pasewalk.

Recientemente vi a un joven combatiente ciego
Tan sólo en la primavera de su vida, todavía casi un niño
Con noble rostro, de magnífica figura,
Sin embargo muertos y fríos sus pobres ojos,
Como cuando un niño da sus primeros pasos.
Parecía como si, riendo, soportara su destino,
¡Pero vaya una sonrisa! Aturdido, la mirada vacía
Como si estuviera oteando en la lejanía, -palpando
¡Porque es ciego!

Das una ojeada por sus juveniles rasgos, presurosamente,
y de nuevo te fijas en los ojos,
Muertos, cansados, que ya para nada sirven.
Fue un doloroso espasmo. Errante e interrogativo,
Deambula alrededor de la pálida boca, melancólico, acusadoramente.
Pocas cosas me llegan al corazón profunda y acaradamente,
Esa sonrisa ciega -esa, jamás la olvidaré.
Penosos forcejeos antes de orientarse.
¡Porque es ciego!

Calladamente se ha entregado a su destino
¡Cuán cruel es la guerra, cuan dura la vida!
Lejos ya el ímpetu desbordante de la juventud.
¡Qué pensamientos desfilarán tras esa blanca frente!
Ya que a partir de ahora cierto sueño nunca se va a cumplir,
y a partir de ahora esos ojos permanecerán velados
para lo que antes tan queridos les era: el esplendor de las flores,
el cordial saludo de las estrellas en la noche,
la luz del sol desparramada sobre los campos.
¡Porque es ciego!

El pajarillo que se mece en el ramaje,
el retrato de la novia, el rostro querido de la madre,
¡La nueva luz del día que despierta!
La noche eterna es ahora el destino desgraciado.
¿Existe todavía algún sacrificio de esta envergadura,
que pueda ofrecerse a la Patria?

En la primavera de la vida -¡y ya un hombre ciego!
¿Nosotros los videntes podemos darnos cuenta de lo ricos que somos?
La palabra, tan escueta, alberga una profunda tragedia:
¡Ciego!
Doy gracias al Señor de poder volver a ver.

Pintura


Desde pequeño, Hitler deseaba llegar a ser un pintor famoso, lo que lo llevó a crear diferencias irreconciliables con su padre Alois Hitler (Quien deseaba que su hijo llegara a ser funcionario como él). Su madre, sin embargo, alentaba a su hijo en el camino por cumplir su anhelado sueño.

Al cumplir diecisiete años, Hitler viajó a Viena por primera vez (una ciudad cosmopolita y multicultural), quedándose en la ciudad por dos meses gracias a la ayuda monetaria de sus parientes y de su madre. Durante su estadía, visitó la Academia de Bellas Artes de Viena, donde consultó los requisitos para ser admitido.

En octubre de 1907 regresó a Viena para concursar en la Escuela General de Pintura, de la Academia de Bellas Artes. Se llevó numerosos dibujos suyos, confiando en que llegaría a triunfar como pintor. Hubo 112 candidatos para el curso, de los cuales sólo 28 pasaron los rigurosos exámenes. Hitler no fue aprobado. Un sinodal le explicó que, a pesar de su notable talento, sus dibujos eran de edificios y que en ninguno figuraba la acción de personas o animales. El rector de la Academia le aconsejó intentar en el campo de la arquitectura, pues consideraba que tenía más talento para ser arquitecto. Después de este fracaso hizo gestiones para inscribirse en la Escuela de Arquitectura, pero fue rechazado por carecer del certificado de bachillerato.

Finalmente, Hitler decide abandonar temporalmente su sueño de convertirse en artista para servir a su patria en la Primera Guerra Mundial. Terminada la guerra, ocurren sucesos más importantes que dejan de lado este sueño [3][4].

Anatomía humana

Retrato de una mujer anciana (Lapiz grafito) nos muestra su habilidad para dibujar personas.
Véase también: Psicología del color


Aunque hay ejemplos en los que puede notarse una falta de técnica y defectos en la proporción de figuras humanas (nada que no pudiera ser pulido mediante una instrucción profesional) el mayor problema probablemente se origina debido al contraste entre sus extraordinarias pinturas arquitectónicas y sus dibujos humanos que no son tan excepcionales, dandole la sensación al observador de que estas últimas son "malas". Primeramente, es equitativamente imposible comparar una obra realizada con óleo o acuarelas con una obra realizada con lápiz, ya que los colores y texturas de los primeros materiales provocan diversos efectos en la percepción y la conducta humana [5].

Hitler y el arte en la Primera Guerra Mundial

Véase también: Primera Guerra Mundial


Pelotón de Hitler, con los nombres de cada uno de los integrantes, durante la Primera Guerra Mundial (Él es el tercero desde la izquierda).

Durante su destacado servicio en la Primera Guerra Mundial, Adolf Hitler retrató las diferentes escenas de destrucción que la guerra causó. Por esta idea podríamos llegar a compararlo con el famoso artista español Francisco de Goya, quien en su serie Los desastres de la guerra (1808–1814) grabó cruda e incontenidamente las catástrofes provocadas por la Guerra de la Independencia Española. Sin embargo, este artista grabó principalmente la crueldad y brutalidad del ser humano; a diferencia de Hitler, quien plasmó las consecuencias de dicha brutalidad humana (Es decir, el "producto").

Acuarelas inspiradas en personajes de Walt Disney

Véase también: Walt Disney


Pinocho, Sabiondo, Mudito y Tímido (Desde izquierda a derecha y de arriba a abajo)
Cuadro donde se encontraban ocultas las acuarelas con los personajes de Walt Disney.

En 1940, el Führer, pintó una serie de acuarelas sobre algunos de los populares personajes de las fábulas infantiles Blancanieves y Pinocho de las versiones de Walt Disney. Los personajes de Blancanieves que éste pintó fueron: Mudito, Sabiondo y Tímido. En cuanto a Las aventuras de Pinocho, solo pintó a su personaje principal. Se sabe que Hitler era un gran admirador del estadounidense Walt Disney y de su obra. En diciembre de 1937, el Ministro de Propaganda Joseph Goebbels le regaló 18 películas cortas de Mickey Mouse como regalo de Navidad. Cuando el Führer recibía la visita de los jerarcas del régimen y venían acompañados de sus familias, proyectaba aquellas cintas.

En el año 2007, el noruego William Hakvaag compró por tan solo 200 euros (300 dólares) una acuarela en una subasta en internet que mostraba una típica casa de estilo bávaro situada en un tranquilo ambiente romántico, rodeada de altos pinos, y estaba firmada por "A.Hitler 40″. Los compradores no parecían muy interesados en la obra. Y la propietaria de ella, dijo haberla encontrado en un ático cuando limpiaba la casa de sus abuelos (Al parecer, la acuarela había estado en posesión de la familia desde hacía dos generaciones).

Al cambiarle el marco, se topó con cuatro acuarelas ocultas: tres con dibujos basados en el clásico de dibujos animados de 1937 Blancanieves y los siete enanitos, todos firmados con las iniciales "A.H.", y otro de Pinocchio.

El hecho de que Hitler poseía la película de Blancanieves y estaba entusiasmado con ella está probado, entre otras cosas, con apuntes en el diario del ministro de propaganda Joseph Goebbels. Hakvaag asegura que eso lo averiguó tras el sorpresivo hallazgo en el marco del cuadro.

De todas maneras, la televisión noruega pidió la presencia del historiador especializado en arte Tommy Sorbo para acompañar la entrevista a Hakvaag. Y éste confirmó, en principio, que el papel utilizado es bastante antiguo y que las inciales podrían provenir de Hitler.

Las dudas de Sorbo se centran más bien en el hecho de que el caudillo alemán posiblemente tuviera otra cosa en la cabeza en 1940 que copiar personajes de dibujos animados. Junto con Hakvaag, investigó temas como cuándo comenzaron los temblores en las manos de Hitler, que hubieran hecho imposible la realización de los dibujos.

Pero ninguno de los dos llegó a alguna conclusión muy clara. El descubrimiento del falsificador alemán Konrad Kujau, quien escribió unos falsos Diarios de Hitler a principios de los 80', no altera a William Hakvaag. "No, yo sabía desde el principio que aquello era falso". En el caso de las acuarelas, en cambio, "todo encaja de alguna manera".

El descubridor de las acuarelas cree saber por qué Hitler las habría realizado: "Quería impresionar a su novia Eva Braun y decirle: mira lo que también sé hacer" [6][7].

Oratoria y declamación

Adolf Hitler dando un discurso en 1937.

Entre abril y noviembre de 1932, en pleno ascenso político y en vísperas de alcanzar el poder, Adolf Hitler recibió lecciones de declamación de un cantante de ópera alemán, Paul Devrient.

Este capítulo de la vida del Führer, queda plasmado en el diario que Devrient escribió durante este período y que el historiador Werner Maser, acaba de recuperar tras publicarlo sin demasiado eco, en 1975. Mi alumno Adolf Hitler es la narración minuciosa de los esfuerzos y los retos de un profesor para educar la voz y los gestos de un alumno díscolo, orgulloso de su oratoria.

Sus capacidades vocales innatas no son suficientes para su fatigante trabajo de orador, por lo menos a largo plazo. Unicamente mediante una instrucción y una práctica metódica conseguirá ser apto para ello, le dice el profesor a Hitler en una de las sesiones. ¿No le parece que exagera?, responde el alumno con su característico espiritu indomable, reacio a dejarse adiestrar, pero consciente de que necesitaba perfeccionar sus habilidades.

Hitler decidió tomar clases de dicción por consejo de un médico que le advirtió que tenía las cuerdas vocales agotadas y las fosas nasales deformadas. Su voz no rendía más.

En 1932, el caudillo alemán participó en cinco campañas electorales y llegó a realizar hasta cuatro discursos diarios en distintas ciudades. Fue entonces cuando Devrient acompañó al futuro führer de Alemania.

Las clases se desarrollaban en los tiempos muertos de la campaña, en hoteles o al final de los discursos. Con frecuencia, Hitler se enfadaba y cuestionaba el método del profesor. Pero en otros momentos se aplicaba disciplinadamente [8]. He aquí algunos fragmentos de los diálogos registrados en el diario del tenor.

La irritación del Führer. Estoy aquí sentado, esperándolo, y usted sólo espera no haberse retrasado demasiado. Me ha hecho esperar y se me han quitado las ganas de trabajar. ¿Qué derecho tiene usted de robarme el tiempo? ¿Qué me obliga a mí a hacer estas clases? ¿Por qué tengo que ocupar mis momentos de descanso con esto? (Hitler)

Impurezas. Usted parece capaz de convencer a la audiencia. Me ha demostrado que podría ser un gran orador... Si logro liberar su lengua y sus movimientos de algunas impurezas, lo conseguirá. (Devrient)

Aprendizaje difícil. Me parece casi imposible bailar al son de varias melodías al mismo tiempo: tener en cuenta a la vez las técnicas de dicción, la audiencia, a la que no puedo dejar de mirar ni un segundo, el texto y la indispensable fuerza de convicción de mi discurso. (Hitler)

Voluntad de mejorar. Quiero ser independiente de la técnica. ¿Cuánto tiempo necesita hasta que yo pueda llenar con mi voz sin esfuerzo un gran espacio, sin la ayuda de estos micrófonos, altavoces y cables en los que uno no puede confiar? (Hitler)

Gesticulación excesiva. Al principio sus gestos y ademanes son casi adecuados. Pero entonces sucede la desgracia: percibe el entusiasmo del público y se olvida de sí mismo. Al público deja de interesarle el discurso, porque tanta gesticulación cansa. El efecto deseado se pierde. (Devrient)

Reprimenda. Aunque su voz por naturaleza es fuerte, ya no suena ni sana ni potente. El efecto es débil y enfermizo. Los oyentes sienten que no le queda aire y que su voz está comprimida. (Devrient)

El alumno se defiende. ¡Lo hago lo mejor que puedo! Piense en los grandes aplausos que recibo... ¡Conmuevo a miles de almas! No lo puede negar. Esto es lo que cuenta. (Hitler). ¿Usted quiere conmocionar o quiere vencer? (Devrient) [9].

Salvador del arte europeo

Entre 1943 y 1945, se llevó a cabo una medida ideada por Adolf Hitler para asegurar la perpetuidad y salvar de la guerra las obras artísticas de Europa (Sin importar si perdiera o ganara). Para ello, se registraron por medio de fotografias a color (Que suman un total de 40.000, sin contar las dañadas tras la caida del III Reich) más de 480 edificios y otras obras artísticas.

La idea de Hitler era garantizar la reconstrucción de las obras de arte que resultasen dañadas durante la posguerra. Para ello, en la primavera de 1943, encargó al Ministro de Propaganda, Joseph Goebbels, que formara un equipo de profesores universitarios, fotógrafos e historiadores, que realizaran un inventario exhaustivo de todo aquello que artística o históricamente tuviera alguna importancia. Las bombas que cayeron sobre territorio alemán y los incendios destruyeron un 60 % de la obra documentada fotográficamente.

El Instituto Central de Historia de Arte, en Múnich, y el Archivo de Fotografía de Marburg guardaban las imágenes desde hacía 50 años y podían ser consultadas por el público. Ambas instituciones han creado recientemente una página web (www.zi.fotothek.org) , que permite conocer a través de Internet el estado de frescos, murales, estucos, altares y tablas de iglesias, monasterios, castillos y otros edificios que desaparecieron con la guerra.

Stephan Klingen, director del archivo fotográfico del Instituto de Múnich, aseguró que la conservación de las imágenes y su exposición para su consulta en la página web es de "gran importancia porque permite visionar detalles de un material que ha sido destruido. Algunos murales se pueden ver por primera vez en color".

Los nacionalsocialistas querían documentar cerca de 2.000 espacios, pero el fin de la guerra paralizó el trabajo de los fotógrafos que realizaban sus instantáneas en plena contienda. El Ministerio de Propaganda del Tercer Reich, dirigido por Goebbels, redactó la lista de las obras que había que fotografiar. Se calcula que este trabajo realizado en secreto costó varios millones de reichsmark (un trabajador especializado ganaba unos 200 reichsmark al mes). Cada fotógrafo recibía 35 reichsmark por foto.

El banco de datos que se ofrece en la web servirá, sobre todo, para que los historiadores especializados en el Tercer Reich puedan revisar con mayor rapidez algunos aspectos de su política cultural [10].

Capital Cultural en Linz

Adolf Hitler ideó un ambicioso plan: Convertir a la ciudad alpina de Linz, donde pasó grán parte de su juventud, en una megalópolis cultural del III Reich.

Desde el 17 de septiembre de 2008, el Schlossmuseum de Linz, tiene una exposición dedicada a analizar la relación de la localidad de Linz con la política cultural del III Reich. La exposición, titulada La Capital Cultural del Führer, analiza los monumentales planes que Hitler tenía para esta ciudad, para la que previó la construcción de museos, teatros e incontables instituciones culturales, que desafortunadamente nunca llegaron a concretarse.

La exposición exhibe planos de las monumentales obras previstas, como un teatro diseñado a semejanza del de Budapest; el Puente de los Nibelungos; o una calle de la magnificencia en la que se levantaría la Ópera y el Museo del Führer, al que estaban destinadas las obras de la llamada Colección de Linz (Compuesta de aproximadamente 4.371 que actualmente están al cuidado del gobierno alemán y que son patrimonio de la humanidad) [11].

Fue el propio Hitler quien influyó en estos planos y esbozos y en los que dejó su impronta.

Pese a ello, el visionario proyecto involucró a los más famosos arquitectos de la época y ocupó la mente de Hitler aun durante las primeras etapas de la Segunda Guerra Mundial [12].

Referencias

Artículos relacionados

Enlaces externos

Videos