Liga Patriótica Argentina

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En Buenos Aires, en 1919, surgió la Liga Patriótica Argentina. Irrumpió durante la llamada Semana Trágica de enero de ese año. Allí los grupos patriotas de la Liga asaltaron violentamente los sindicatos marxistas donde predominaban extranjeros de Europa Oriental y judíos. La Liga confrontó principalmente con los anarquistas. En varias ocasiones los miembros de la liga actuaban en conjunto con la Policía de Buenos Aires.

Manuel Carlés

A partir de la Semana Trágica comenzaron a multiplicarse las brigadas de la Liga en distintas provincias argentinas. En 1921 la organización se formalizó, asumiendo como presidente vitalicio Manuel Carlés, un profesor del Colegio Militar y de la Escuela Superior de Guerra, que había sido diputado y designado interventor de las provincias de Salta y San Juan en 1918.

Como diputado, Carlés había pronunciado un discurso en 1910, durante las celebraciones del Centenario, en el que prefiguraba el pensamiento nacionalista de la Liga:

"Si hay extranjeros que abusando de la condescendencia social ultrajan el hogar de la patria, hay caballeros patriotas capaces de presentar su vida en holocausto contra la barbarie para salvar la civilización."
—Manuel Carlés, presidente vitalicio de la Liga Patriótica Argentina

Defensa del orden

Frente a la ola de agitación apátrida registrada en la semana de enero de 1919 aparecieron grupos de particulares que colaboraban con las autoridades en la defensa del orden. Los voluntarios se inscribían en el Centro Naval o en las comisarías con el fin de formar parte estas guardias cívicas patrióticas. Cuando llegó la calma comenzaron las reuniones que apuntaban a formar una agrupación que continuara funcionando en casos donde el orden sea alterado por elementos marxistas y extraños al país. Es en este marco que aparece la Liga Patriótica Argentina con el propósito de crear una guardia cívica que cooperara con las autoridades en el mantenimiento del orden público y en la defensa de los habitantes, para evitar la repetición de hechos similares a los ocurridos en aquella semana de enero de 1919, ejerciendo de esa manera un severo control de todo cuanto significara un ataque al progreso del país.

Sus integrantes declaraban que: "la civilización nacional engendró la Liga Patriótica Argentina, que nació para reunir a todos los hombres sanos y enérgicos con el fin de colaborar con la autoridad para mantener el orden y vigorizar los sentimientos esenciales del alma nacional, que por lo eterno funda la patria".

Alarmados por la situación que se vivía en el mundo y mas específicamente, en Argentina, convocaron a todos los ciudadanos argentinos a ingresar a sus filas ante una realidad que no admitía indiferencia. Esta convocatoria se presentaba abierta, dirigida a todos los que pudieran ofrecer algo; el que tuviera fortuna, aportaría recursos económicos, el que tuviera talento, aportaría soluciones y si poseían virtudes morales, darían el ejemplo.

La liga logró una importante adhesión entre sacerdotes, intelectuales, industriales, militares, empresarios, políticos y trabajadores reuniendo en su seno a elementos heterogéneos que vieron en su propuesta nacionalista la posibilidad de frenar la conflictividad reinante, atribuida al avance de ideologías extrañas al país. Entre sus primeros integrantes figuraban Joaquín Anchorena, Estanislao Zeballos, Vicente Gallo, Monseñor D’ Andrea, Manuel De Iriondo y Lisandro de la Torre. El presidente fue Manuel Carlés un abogado oriundo de Rosario.

Funcionamiento

La Liga funcionaba con una Junta Central y con brigadas -las hubo de trabajadores, de estudiantes, de maestros, de mujeres, entre otras - las que trabajaban tratando de neutralizar las posibles influencias marxistas ya sea dictando conferencias que tenían como principal objetivo la difusión de preceptos de moral cívica o bien interviniendo en los conflictos como fuerza paramilitar. La eficacia con que actuaban estas brigadas era altamente reconocida.

Bajo el lema "Patria y Orden" se propusieron como fines exclusivos el de estimular el sentimiento de la argentinidad, manteniendo vivos y animados en todo momento en el espíritu de los conciudadanos […] el recuerdo del heroísmo y sacrificio generoso de los antepasados, que nos dieron la patria, inculcando […] la noción clara de las obligaciones que pesan sobre todos los argentinos de agradecimiento hacia aquellos antepasados.

En tal sentido se lanzaron a realizar una obra purificadora del ambiente ante la innegable necesidad de extirpar de su seno todo indicio de amenaza bolchevique. La vacuna contra el avance de esas ideas estaba precisamente en infundir el amor a la patria.

Pautas

Pasado el momento de mayor conflictividad se reunieron para fijar pautas de organización, tendientes a proseguir con el objetivo original pero elaborando propuestas concretas tendientes a liberar a los obreros nacionales y extranjeros de la tiranía y opresión de las ideologías foráneas. La ausencia del nacionalismo y la ignorancia era lo que permitía que esos grupos minoritarios tuvieran predicamento entre los obreros.

Esta situación sólo podía revertirse con una reforma moral, con el retorno a una moral cristiana ya que los remedios económicos no resultarían eficaces si previamente no se producía en los individuos, este tipo de reforma.

El diagnóstico que hacían de la realidad social argentina los llevaba a afirmar que el grado de impunidad existente provenía de la decadencia de los principios de autoridad responsabilizando al gobierno de Irigoyen por la pasividad y permisividad demostrada frente al desarrollo de actividades de los elementos ácratas. En tal sentido, justificaban su intervención en los conflictos obreros como una manera de estimular ese sentimiento de argentinidad, al que vinculaban con cuestiones de respeto y agradecimiento a los antepasados o con la celebración de las grandes fiestas nacionales y la difusión de los hechos más importantes de la historia argentina:
"Cien años de virtudes fundaron la civilización argentina y la historia de nuestro siglo XIX, la exaltación más bella de la conciencia de un pueblo dispuesto a ser grande. Todo ese pasado de honor no puede alterarse por la perfidia de gente recién llegada trayendo en el alma la derrota de sus vilezas."

Si bien la generación del 80, como señala Luis María Caterina, era el gran modelo a seguir y ellos los continuadores de algunos de sus protagonistas, como Manuel Estrada, había un aspecto que, según Carlés, había sido descuidado y era la inexistencia de una legislación que defendiera la nacionalidad argentina de los gérmenes malignos que se infiltran. Ante esta situación se debían restaurar las normas tradicionales de la moral argentina para que los huéspedes recién llegados y los criollos recién nacidos sepan la prosapia argentina.

Propaganda

En relación a los canales de difusión de estas ideas nacionalistas sugerían extremar la propaganda, estimulando a los poderes del estado y a los particulares, para que funden escuelas donde, además de instruir, se eduque al pueblo, cultivando en el alma de los niños el amor a la patria. Uno de los medios para cultivar ese amor a la patria era celebrando las fiestas nacionales, los aniversarios más importantes de la república y el centenario de los grandes hombres.

Una de las maneras más efectivas de lograr éxito en esa campaña purificadora de la sociedad que se habían propuesto era el uso de la fuerza en las huelgas que encabezaban los elementos apátridas, y afirmaban: "Vivimos en pleno ambiente de agitación tenebrosa, dirigida por dinamiteros de prensa roja contra el obrero desamparado y si durante este año la Liga consiguió que no salieran del hampa, nos prometemos el año entrante limpiar el hampa".

La Liga se fijó como meta combatir a todos los que atentaran contra la moral de la familia fundada en el matrimonio, contra la constitución fundada en el respeto a la autoridad, en la inviolabilidad de la propiedad y en el ejercicio de la república. Consideraban enemigos de la sociedad y de la institución: "Al anarquismo o escuela del terror que nada propone y todo lo aniquila. Al sindicalismo revolucionario que suprime el Estado. Al socialismo maximalista que niega la Constitución y no la reemplaza con algo que defienda a los débiles contra la voracidad de los fuertes, los indiferentes, los anormales, los envidiosos y haraganes, los inmorales sin patria, los agitadores sin oficio y los enemigos sin ideas, la runfla humana sin Dios, patria ni ley."

Estrategias para despertar el nacionalismo

El deseo de constituirse en los guardianes de la argentinidad los indujo a realizar una serie de tareas en los barrios más humildes para prevenir un posible ataque revolucionario e impedir así la alteración del orden público, la moral de la familia y la decadencia de las costumbres. Por medio de publicaciones les aconsejaban, especialmente: "Velar por la enseñanza que los niños deben recibir en la escuela nacionalista, moral y seria, para que la juventud se eduque en el culto a la patria, en la decencia de costumbres y en la técnica del trabajo. Advertir a la Liga de todo acto de autoridad que falte a su deber, de todo complot anarquista para que la Liga pueda defender al vecindario contra sus enemigos manifiestos y sus cómplices inconscientes."

Y como observamos en la cita anterior, se instaba a los vecinos a efectuar denuncias sobre probables actividades subversivas en el barrio, claro que previamente los orientaban acerca de quiénes eran los enemigos: los que no fueran capaces de sacrificarse por la patria y los que no respetaran a los símbolos, pero también había que denunciar a los cómplices inconscientes que eran los que renegaban de ser argentinos o los que no estaban listos para defender la patria.

En un principio, los encuentros entre las brigadas y los vecinos se realizaban en las comisarías de los distintos barrios que prestaban sus instalaciones para que allí se realizaran tales reuniones informativas. Posteriormente, frente a las significativas y manifiestas adhesiones por parte de los miembros de la policía y del ejército hacia la liga y, ante las advertencias que representantes del socialismo, de la Revista Ideas o de la Federación Universitaria Argentina sobre la peligrosidad que este hecho encerraba, Yrigoyen les prohibió la participación. Esta medida impidió que tal colaboración se siguiera efectuando, por lo menos en forma tan abierta. El gobierno sucumbía a las amenazas de los marxistas.

La difusión del nacionalismo era propiciada en todas las expresiones culturales y para ello, la Liga, consideró adecuado el uso del cinematógrafo. Las películas sugeridas debían tener contenidos que apuntaran a motivar a los trabajadores en las labores del campo, que divulgaran el conocimiento de nuestro suelo y de sus riquezas, o que contuvieran escenas relacionadas con la historia argentina. Para estimular a quienes quisieran hacer este tipo de películas, proponían la exención de impuestos. La estrategia, de utilizar el cine con fines partidarios, fue novedosa para el momento. Asimismo, los liguistas proponían la creación de teatros populares que permitieran a todo el pueblo acceder a las grandes obras del teatro universal; en cuanto a la música, plantearon la necesidad de favorecer la divulgación de la música argentina.

Las instalación de bibliotecas en los barrios, en los centros cercanos a las fábricas o en zonas rurales que tuvieran como destinatarios exclusivos a los obreros era sugerida como una de las maneras de alejarlos del peligro que representaban las ideologías foráneas.

Considerando que el analfabetismo, además del alcoholismo, eran factores que conducían a obreros y peones a adherir a las ideas revolucionarias plantearon a la educación como liberadora de la ignorancia y así fundaron sus propias escuelas con contenidos nacionalistas.

Otra medida para desterrar el analfabetismo fue el proyecto de ley que creaba el Registro del Estado Escolar. Un empadronamiento de los niños en edad escolar permitiría, entre otras cosas, un exacto conocimiento de la población infantil: su procedencia, las características de los hogares. Estos datos posibilitarían, la prevención de muchos problemas relacionados con la infancia; como la delincuencia, el extravío de ideas por el medio en que vive y hasta problemas de tuberculosis. Esto resolvería eficazmente el problema del analfabetismo, y también los problemas relacionados.

La Liga entendía que la carencia de un sentimiento patriótico evidenciado entre muchos docentes era lo que atentaba contra cualquier intento de revitalizar el nacionalismo. Les preocupaba que en algunas escuelas se cantara el Himno sin sentir la hermosura de sus estrofas y se mirara las estatuas de los próceres sin experimentar ese temblor que sigue a toda evocación.

En tal sentido, aparecen algunos proyectos para vigorizar el sentimiento patriótico entre los analfabetos, planteados estos como cruzadas redentoras. El delegado de Mendoza al Primer Congreso de la Liga, invitaba a los habitantes del país amantes del progreso, que se ocuparan de enseñar a leer, escribir, cantar y recitar inteligentemente el Himno Nacional Argentino, por lo menos, a cinco analfabetos adultos o en edad escolar de zonas rurales, preferentemente, y fijaba un lapso de tiempo establecido entre el 25 de mayo de 1920 al 15 de noviembre de 1921; ese día, en un examen público con carácter de acto patriótico, los elegidos debían hacer una demostración de lo aprendido y se les entregaría, como testimonio de reconocimiento nacional, un diploma honorífico.

El fomento del libro nacional, proyecto aprobado en el 9º Congreso, era considerado como una condición necesaria para desterrar la indiferencia que se evidenciaba en el público y permitiría difundir aspectos esenciales de la cultura popular argentina. Su autor se preguntaba el por qué de esa apatía hacia el libro nacional, que es fuente de cultura, y esa preferencia, en cambio, por vicios que conducen irremediablemente al retrogradamiento moral e intelectual del individuo, al delito, a la desvergüenza y a la miseria. Además, veía con preocupación la manera en que se arraigaban en los individuos actividades nocivas como lo eran el auge del box, de las carreras, de las quinielas, de la pornografía y la corrupción, y criticaba la pasividad de quienes eran los encargados impedirlo.

Al observar que los libros de lectura, en su mayoría, no se adecuaban a las necesidades del país, uno de los miembros de la Liga planteaba crear una colección para la escuela primaria, de primero a sexto grado, que fuera una síntesis de la historia argentina, incorporando gradualmente los símbolos de la Patria, la vida de los próceres, de los poetas, etc.. Recomendaba, además, la lectura de Mis Montañas de Joaquín V. González. En este caso no fue sólo una propuesta, la llevaron adelante publicando algunos libros de textos encuadrados dentro estos principios. Patria y Belleza, obra de un adherente de la Liga, Adolfo Rodríguez, que escribía bajo el seudónimo de Gustavo Lenns, era definido como un libro de lecturas fáciles, elocuentes y siempre interesantes, que han de contribuir, dado el método empleado, a desarrollar eficazmente en los niños, a quienes se destina, el culto y el cariño por las cosas de la Patria.

Propagar el susodicho libro es una obra que le interesaba a todos los que luchaban con ahínco por tonificar el alma argentina a fin de que ella no vaya perdiendo sus coloridos propios ante el avance del exotismo que, inculcando en las mentes ideas subversivas, hacía olvidar lo bello y puro que nuestro pasado glorioso simboliza, al extremo de que se leen libros de literatura extranjera desechando la copiosa y sana producción de los autores nacionales.

Patriotismo y religión

Bandera usada por los movimientos nacionalistas, como la Liga Patriótica Argentina. Los colores representan la patria Argentina, mientras que la cruz representa el catolicismo.

La Liga aglutinaba en un inicio a elementos heterogéneos que veían amenazada el orden y la tranquilidad del país.

El debilitamiento del nacionalismo, según la visión de esta institución, habría posibilitado el avance de ideologías exóticas en el interior de los sectores populares, pero pasado el peligro rojo, si bien no abandonan su rol de guardianes del orden, se preocuparon por lograr una reforma moral, en donde patriotismo y la religión serían sus pilares más importantes.

Relación entre ligas argentinas y chilenas

Artículo principal: Liga Patriótica Chilena


En junio de 1920, la chilena Liga Patriótica de Magallanes, con sede en Punta Arenas, había protagonizado su propia sucesión de ataques y asaltos en contra de organizaciones marxistas. Se incendiaron sedes e imprentas. A partir de entonces, y coincidiendo en su objetivo de hostilizar a los movimientos apátridas, las ligas de ambos lados de la frontera patagónica realizaron actos y ceremonias conjuntas, por lo que se sabe que existió cierto grado de coordinación entre ambas.

En la Patagonia, tanto chilena como argentina, fue muy alta la identificación de la clase dirigente con estas ligas. Por lo mismo, la relación entre las organizaciones de ambos países se daban a alto nivel.

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