Antiarte

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The Connoiseur, de Norman Rockwell. Crítica magistral al antiarte: el autor es capaz de pintar ese cuadro estúpido y sin sentido al tiempo que crea una obra coherente, con mensaje y significado.

El antiarte[1], falso arte o hamparte[2] o es aquella forma de pretensión artística que no cumple con determinadas características propias y fundamentales del arte. Estas formas suelen hacer apología de aberraciones o inmoralidades (ver: marxismo cultural). Para los promotores de esta tendencia, la falta de talento artístico no es obstáculo para producir arte, y consideran como «obsoleto» al arte verdadero. Se suele identificar con el arte de mala calidad, así como con el arte degenerado (llamado así por el Tercer Reich) y el arte que se considera decadente.

Hay muchos ejemplos históricos que se pueden considerar antiarte, pero el antiarte como lo entendemos hoy nació en el siglo XIX. Su origen pudo estar en el rechazo a la noción de que el arte sólo lo podían realizar personas dotadas de una habilidad superior, innata y desarrollada (talento), mediante un lento proceso de aprendizaje y maduración (formación). El antiarte se ofrecería como algo menos exigente, tanto para el autor como para el espectador. Tras la Segunda Guerra Mundial, el antiarte se extendió hasta ser lo común que es hoy día.

Historia

En el siglo XIX, el principal lugar de exposición de pintura de Francia era el Salón de París, dependiente de la Academia de Bellas Artes. En 1874, una serie de pintores organizaron las llamadas Exposiciones Impresionistas, al margen de la Academia de Bellas Artes y de sus cánones de belleza tradicionales. Este hecho supuso un punto de inflexión en la Historia del Arte en general, y no sólo de la pintura, ya que fue un gesto rebelde que sirvió de precedente a posteriores movimientos artísticos rupturistas de distintas ramas.

Hay que decir que el impresionismo en sí no es antiarte, y que produjo obras de gran calidad con un estilo único y valioso. Artistas como Renoir en Francia, o posteriormente Sorolla en España, fueron genios de su ámbito a los que no se puede tachar de falsos artistas. No obstante, el rupturismo impresionista abrió las puertas de la degeneración posterior. Así, en el siglo XX irían surgiendo innumerables movimientos ya puramente degenerados, como el dadaísmo y distintas vanguardias en literatura y música.

El rechazo al anti-arte fue contundente desde el siglo XX, no sólo en los ambientes conservadores,​ sino entre intelectuales que se ocuparon muy seriamente de su análisis, como fueron los casos, en España, de Eugenio d'Ors, autor de la lapidaria frase: Todo lo que no es tradición, es plagio; o José Ortega y Gasset, que tituló una de sus obras: La deshumanización del arte.

El nacionalsocialismo rechazó y persiguió duramente al antiarte que estaba proliferando en aquellos años y lo denominó Entartete Kunst (arte degenerado), asociándolo a los dementes y a los individuos inferiores, en contraposición a los valores de la estética aria, es decir, la estética tradicional europea, y del arte nacionalsocialista que fue impulsado como símbolo de la elevación de la nación alemana. En cambio, el capitalismo estadounidense asumió con gran entusiasmo el antiarte.

Tras la Segunda Guerra Mundial, y en última instancia tras la imposición en todo Occidente del marxismo cultural y del consiguiente relativismo, el antiarte goza de aceptación en todos los ámbitos y niveles. En la sociedad moderna hay un deseo de «renovar» y reemplazar lo considerado «obsoleto». Esto crea el caldo de culto perfecto para la proliferación y la instauración definitiva del antiarte. Pintores como Miró y Picasso son considerados genios, se pagan enormes cantidades de dinero por obras tan absurdas como un vaso de agua sobre una repisa[3], y la música ofrecida por los grandes medios de comunicación es en gran medida degenerada, al igual que el cine.

Terminología

El término antiarte supuestamente fue inventado por Marcel Duchamp hacia 1914 para designar "formas revolucionarias de arte". La incorporación del propio Duchamp de una leyenda obscena y unos bigotes a una copia de la Mona Lisa de Leonardo da Vinci fue un ejemplo de antiarte.

El término antiarte sintetiza también muchos de los experimentos anárquicos de los dadaístas. Fue empleado después por los aceptos del arte conceptual de la década de 1960 para designar la obra de quienes afirmaban haberse retirado totalmente de la práctica del arte, o al menos de la producción de obras que pudieran venderse.

La exposición por parte de Baldessari de las cenizas de sus pinturas quemadas se consideró un gesto típico de antiarte.

Descripción

De acuerdo con la escritora y crítica de arte mexicana, Avelina Lésper, el antiarte, tal como lo conocemos hoy, es un gran fraude mediático, económico y cultural producto de una retórica ideológica sustentada en la falacia que afirma que "arte es aquello que el artista designa como arte" (en la línea de pensamiento de hampartistas como Marcel Duchamp, Joseph Kosuth, Donald Judd o Barnett Newman). Bajo esta idea intenta avalar cualquier objeto como arte, montando así un inmenso engaño que hace burla de la inteligencia humana. Con ello se logra colocar en el mercado objetos que no tienen valor real, que poseen un nulo nivel de calidad y que no pueden sustentarse ni teórica ni estéticamente. En este sentido, el anti-arte busca la degradación e infravaloración del arte verdadero con el fin de afirmar que cualquiera puede ser artista y que cualquier manifestación mediocre y banal puede llegar a ser arte. El anti-arte intenta fundamentarse mediante una serie de discursos teóricos dogmáticos y fraudulentos. En realidad su verdadero fundamento es únicamente el beneficio económico que puede producir.

El antiarte aprovecha su ininteligibilidad para evitar y acallar la crítica. Si cualquier cosa puede ser arte, y si sólo se puede entender una obra por medio de un intermediario, la crítica no puede ejercerse ya que no existen reglas que se lo permitan. Al no existir rangos de calidad, el antiarte no puede ser juzgado. Cuando las sociedades se vuelven acríticas, se vuelven conformistas y manipulables, así el antiarte puede perpetuar su falsa legitimidad ante la sociedad. Si alguien expresa cuestionamiento, rechazo o disgusto hacia una exposición de este tipo, se le argumenta que es "porque no lo entiende y que necesita estudiar más", de este modo la retórica es tratar como ignorante al crítico, y por ello, a menudo las personas temen criticar al anti-arte para no ser vistas como ignorantes. Para evitar la crítica, los museos que exponen anti-arte incluso han propuesto la expedición de "certificados de educación" para permitir la entrada a ellos, pese a que uno de los propósitos de un museo es precisamente proporcionar una experiencia educativa.

Los círculos productores de antiarte representan una mafia en la que participan las instituciones oficiales culturales y educativas, los museos, las galerías y las casas de subastas. La valuación que obtienen tales obras es completamente ficticia y caprichosa, y sus precios no sólo no obedecen a las leyes básicas de la oferta y la demanda, sino que las contradicen, ya que la facilidad de su producción las hace abundantes y esto ocasiona su rápida devaluación. En el mundo del arte lo que realmente adquiere valor es aquello que destaca por su calidad, su elaboración, por la destreza y técnica del autor, y por su capacidad de trascender a su época y mantener su vigencia a través del tiempo. A menudo el arte que no alcanza altas cotas de calidad es difícil de vender, por ello el anti-arte busca eliminar cualquier criterio de calidad con el fin de que pueda venderse sin estos límites, generando dinero sin regularización. Además, la producción de antiarte es un negocio que permite con facilidad la evasión de impuestos y el lavado de dinero, ya que las galerías pueden justificar ingresos ilegales aduciendo la venta de basura a precios exorbitantes.

Demarcación del arte

Muchas veces se dice que la definición del arte es necesariamente algo subjetivo, sin embargo se pueden identificar algunos criterios para definir lo que es arte y separarlo de lo que no lo es.

El arte es producto de la inteligencia, creatividad y sensibilidad humana: un proceso de creación razonado que ofrece una experiencia estética. El anti-arte no cumple con esto.

Se podría argumentar que el verdadero arte posee un significado, mientras que el falso arte no lo posee, no obstante, a menudo el falso artista intenta otorgar un significado (ficticio) a su pieza, pero para ello requiere explicarlo, es decir, su obra no se expresa por sí misma y no transmite nada directamente al observador (porque en realidad no tiene nada qué transmitir). En este punto, la primera diferencia entre el arte y el falso arte, es que el arte no necesita de un intermediario que explique el significado de una obra o las intenciones del autor. Eso no quiere decir que una obra de arte no pueda tener significados ocultos que escapen a la simple observación, muchas obras artísticas se caracterizan por incluir detalles y símbolos que sólo pueden entenderse mediante un análisis profundo, pero si la obra o la pieza requiere necesariamente ser explicada para que pueda expresar algo, es decir, si este supuesto significado, "contexto" o "argumento filosófico" es lo único que le da supuesto valor a la obra en cuestión, entonces no se trata de arte sino de anti-arte.

En segundo lugar, el arte implica un proceso creativo, el cual toma esfuerzo y una larga dedicación. El antiarte, en cambio, puede realizarse en minutos y no implica ningún esfuerzo inteligente. Una obra de arte sigue siendo arte fuera de un museo y fuera de la época en la que fue creada, en cambio el anti-arte no puede distinguirse entre objetos comunes fuera de un museo y es incapaz de trascender a su época y a su autor.

Por lo tanto, para distinguir el arte y el anti-arte, podemos establecer algunos criterios básicos y orientativos, en base a una serie de preguntas:

  • ¿La obra posee un significado? ¿Transmite un mensaje? ¿Consiste en algo que no se base en la aleatoriedad o la repetición de patrones sin sentido?
  • ¿La obra se expresa por sí misma, tiene un valor inherente y no necesita de un contexto o significado externo para poseer valor, ni requiere ser explicado por un intermediario? ¿Es discernible su significado o intención?
  • ¿Trata de suscitar una reacción, una emoción o un sentimiento en el receptor? ¿Lo consigue?
  • ¿La obra puede distinguirse claramente de entre otros objetos o estímulos comunes fuera de un museo?
  • ¿Son moralmente aceptables ese significado o esa intención?
  • ¿La obra está bien hecha desde un punto de vista técnico y formal? ¿Hay un trabajo intelectual detrás? ¿Están logrados los detalles, los matices y la técnica?
  • ¿Respeta las reglas de su disciplina artística?

Un autor que no responda afirmativamente a estas cuestiones, entonces no es un artista y su obra no merece ser llamada arte.

Que una obra sea realista o no, no determina si tiene o no valor artístico, o si es o no degenerada: pueden existir obras realistas y antiartísticas, como las famosas latas de sopa de Andy Warhol o las obras hiperrealistas de Antonio López. Asimismo, una obra que no es realista no va a ser degenerada sólo por ello (pensemos en los géneros de la fantasía y la ciencia ficción).

Por otro lado, el arte puede representar la fealdad y las sensaciones negativas, pero en ningún caso puede consistir en la producción de fealdad en sí misma: esa es otra forma de degeneración.

Hamparte

El pintor, profesor de arte y comunicador español, Antonio García Villarán, propuso el término "hamparte"[4] para denominar aquello que se hace pasar como "arte" pero que no lo es, y para poder diferenciarlo del verdadero arte, Proviene del término 'hampa' que se refiere a un conjunto de personas que viven de forma marginal cometiendo acciones delictivas de manera habitual. Villarán estableció siete puntos para poder distinguir el arte del hamparte:

  1. Si uno o varios objetos fabricados en serie, y que además están a la venta en el mercado común, son presentados como obra de arte, es Hamparte.
  2. Si la obra consiste simplemente en la elección de un objeto (objet trouvé, found art o ready-made) que es convertido mágicamente en obra de arte por el hecho de colocarlo en un espacio expositivo cualquiera, es Hamparte.
  3. Si no es necesario tener talento para realizar una obra como la que se muestra, si está llena de lugares comunes e ideas manidas, es Hamparte.
  4. Si el único valor que tiene la obra está sustentado fundamentalmente por un concienzudo texto teórico/filosófico/político que no encuentra su reflejo real en la obra, es Hamparte.
  5. La fantástica y mágica atribución de valores inexistentes a objetos que son comercializados en el mercado del arte con precios exorbitantes, es Hamparte.
  6. Un artista nunca se gana el derecho de ser artista. Tiene que demostrarlo continuamente. Aunque haya hecho una gran obra de arte, esto no significa que todo lo que haga sea arte. Puede hacer Hamparte consciente o inconscientemente. Si lo hace inconscientemente, será un hampartista puro. Si lo hace de manera consciente para evidenciar y denunciar lo que está ocurriendo en el mercado y en el mundo del arte, o bien por el simple placer de hacerlo; es un hampartista realista. Pero todas las obras que se creen bajo estos términos serán Hamparte.
  7. En definitiva, el arte de no tener talento es Hamparte.

Eufemismos

El anti-arte se ha apropiado de las expresiones "arte moderno" y "arte contemporáneo" las cuales se utilizan muy a menudo de forma totalmente intercambiable, incluso en la bibliografía especializada​ y el entorno institucional (museos y universidades).

El "arte moderno" en realidad se refiere a un periodo indefinido, que puede ir desde distintos momentos del siglo XIX hasta distintos momentos del siglo XX. Desde los prerrafaelistas como John William Waterhouse, hasta artistas como Konstantín Vasíliev, Víktor Vasnetsov y Arno Breker.

El "arte contemporáneo" es un término que posee una temporalidad y se refiere a todo el arte que se produce en el presente, excluyendo por supuesto al antiarte. En el caso de la pintura, se pueden mencionar a artistas como Howard David Johnson o Alan Lee.

También el llamado "arte conceptual" es un eufemismo para una manifestación del antiarte, según este movimiento, la conceptualización o la idea de una obra es más importante que la obra en sí. Otras manifestaciones de antiarte se dan en el minimalismo, el performance, el videoarte y la instalación.

Antiarte por rama

Pintura, escultura y fotografía

Esta es la rama artística a la que mejor se pueden aplicar los criterios de la demarcación del arte. Adicionalmente, se puede afirmar que toda obra visual debe respetar un patrón creativo de proporciones, perspectivas y volúmenes. No tiene que ser un patrón realista, pero tiene que haber uno. Pensemos en las caricaturas, que buscan ridiculizar o satirizar, o en las típicas ilustraciones infantiles que buscan adrede que los personajes tengan un aspecto muy adorable (jugando con elementos como la relación de tamaño entre cabeza y cuerpo, y las facciones de la cara). No son realistas, pero poseen un patrón creativo (el que haya querido elegir el autor), que aporta constancia a la manera de representar las cosas.

Si no existen patrones, y el autor es aleatorio en su forma de representar los elementos, la obra será degenerada. Y patrones al margen, una obra visual que no represente nada (el llamado arte abstracto) será igualmente degenerada.

Para entender bien el concepto de antiarte en este campo, nos ayudaremos de una comparación entre una obra degenerada y otra no degenerada. Tomaremos dos pinturas: una del ilustrador estadounidense Norman Rockwell, no degenerada, y otra del archiconocido Pablo Picasso, degenerada:

Checkup.Jpeg Picasso.jpg

La Revisión, de Norman Rockwell. Litografía sobre papel. 1957.

Las señoritas de Aviñón, de Pablo Picasso. Óleo sobre lienzo. 1907.

  • Armonía en proporciones y formas. Rostros, extremidades y cuerpos de aspecto coherente y natural (patrón creativo realista).
  • No se respetan proporciones ni formas: representaciones aleatorias (no se aprecia patrón creativo). Las tres mujeres de la izquierda tienen la nariz distinta. Algunos de sus pechos son redondeados, otros tienen perfil recto.
  • Nivel de detalle alto y cuidado. Representación fiel de la realidad. Ampliando la imagen se aprecia que hasta la dentadura de la niña pelirroja es anatómicamente correcta.
  • Formas vagas. Muy poco detalle en la representación. ¿Dónde están las manos de las mujeres de la derecha? ¿Por qué no tienen ombligo ni genitales?
  • Espacio bien definido, aunque la imagen no tiene fondo: la niña castaña es la más adelantada, seguida por la pelirroja, y por último la rubia. Volumen bien definido y representado.
  • Se distingue la disposición espacial de los personajes, pero los volúmenes no están claros. Figuras planas. Fondo y entorno vagos. No se discierne la ambientación de la escena.
  • Es un ejemplo de arte representativo, que es el característico europeo. Nos muestra a tres niñas blancas de aspecto bello y saludable.
  • Cuadro africanizado (las mujeres de la derecha llevan máscaras de inspiración africana). Las formas grotescas no permiten apreciar ni salud, ni belleza.
  • Nos evoca la infancia: la pelirroja acaba de perder un diente de leche en el dentista. Llevan material escolar. También nos evoca feminidad: las niñas van vestidas como niñas, y se comportan como niñas (la pelirroja lleva flores en la mano).
  • Motivos obscenos. Representa a unas prostitutas. El cuadro originalmente no se refería a la ciudad francesa de Aviñón, sino a la calle Avinyó, una calle de Barcelona llena de burdeles.

Galería

Vídeos

El buscador de historias en ARCO
Why is Modern Art so Bad? (Subtítulos CC)

Literatura

Para identificar la literatura degenerada, habrá que basarse casi exclusivamente en el mensaje, porque la literatura es un mensaje en sí misma. Por tanto, cualquier forma de literatura que no transmita ningún mensaje será degenerada. Esto sucede en ciertas formas de poesía moderna.

Cualquier obra artística literaria en la que se hagan apología de perversiones, aberraciones y degeneraciones, será degenerada.

Algunos ejemplos de literatura degenerada son:

Tu, tot, tothom Asir o no asir

Música

Véase también: Africanización musical

La música merece consideración especial, por ser muy distinta al resto de ramas artísticas. Es un arte muy abstracto, con un componente subjetivo e individual mucho mayor. Esto es especialmente acusado en los casos de música instrumental, sin letra.

Esencialmente, podríamos distinguir dos tipos de degeneración musical: la del mensaje y la del lenguaje musical.

La del mensaje es la más fácil de apreciar, y también es la más común. Es la degeneración con la que constantemente se bombardea a las masas desde los medios marxistas culturales. Se da sólo en canciones con letra, y en esos casos habría que considerar la música como literatura. Cualquier canción con letra que haga apología de degeneraciones y perversiones (marxismo cultural), será degenerada. Cualquier canción con una letra vacía o sin sentido, también será degenerada.

Ejemplos de este tipo de degeneración:

El Legionario Booty Pop Blanda Upp!

La dificultad de identificar la música no artística surge cuando no tiene letra, ya que no hay un mensaje concreto como tal. En esos casos, hay que preguntarse, primero, si el compositor tenía alguna intención al componer la música. Al componer música, el autor tiene que tener un sentimiento o una idea en mente, y tiene que tratar de transmitírsela a los oyentes a través del lenguaje musical, que es el conjunto de melodía, ritmo y otros elementos necesarios para crear una composición. Una sucesión de notas que no trate de expresar nada, será antiarte. También es degeneración si el autor usa los elementos del lenguaje musical de forma que lo que produzca no resulte coherente musicalmente para nadie más que para él. La música es un lenguaje, que se produce de forma que quien lo oiga, también lo entienda, lo siga y lo sienta. Un artista que use los elementos del lenguaje musical para producir cosas musicalmente ininteligibles, será antiarte. Incluso si el autor pretende lo contrario: lo importante es el resultado de cara a los oyentes. La música atonal del judío Arnold Schönberg es un ejemplo de anti-música.

Ejemplos de este tipo de degeneración son:

Helicopter String Quartet Six Little Piano Pieces Estructuras I y II

Cine y teatro

Habrá que considerarlos de forma semejante a la literatura, con las naturales consideraciones para los elementos visuales, fundamentales en estas artes. De todas formas, la degeneración en estas áreas será casi siempre debida al mensaje, por lo que hay que considerarlos más como si fueran literatura. No en vano el teatro es la representación del género dramático literario.

A continuación se listan y se describen algunas películas degeneradas:

Lisístrata

Película española de 2002, dirigida por Francesc Bellmunt, y basada en el cómic del homosexual Ralf König.

La película se ambienta en la Antigua Grecia. En el contexto de una larga guerra entre Atenas y Esparta, las mujeres atenienses deciden hacer una huelga de sexo, negándose a mantener relaciones sexuales con sus maridos hasta que se firme la paz con Esparta. Además, secuestran a todos los niños y se encierran en la Acrópolis.

Los hombres enloquecen por la falta de sexo, volviéndose al final todos homosexuales. La película contiene partes implícitas de lesbianismo, sodomía y masturbación entre hombres, entre otras. Los hombres heterosexuales son mostrados poco menos que como bestias salvajes e imbéciles, mientras que los homosexuales y las mujeres se muestran como superiores a ellos. La película es, en definitiva, un auténtico panfleto subliminal disfrazado de comedia contra la familia tradicional y los valores morales, y en favor del homosexualismo, el feminismo, el pacifismo y el marxismo cultural en general.

Las críticas coinciden en señalarla como una película muy mala, tan absurda que produce aburrimiento y vergüenza ajena, y con una trama en extremo disparatada y desconcertante por lo inverosímil.[5]

Ver fragmento:

El laberinto del fauno

Película hispano-mexicana del año 2006, dirigida por Guillermo del Toro. Ambientada en la posguerra española, en torno al año 1940. La historia transcurre en un acuartelamiento en las montañas, desde donde las tropas franquistas combaten a los maquis, los guerrilleros republicanos que resistieron tras la rendición de la república. La película comienza con la llegada al acuartelamiento de la protagonista Ofelia, de 13 años, y de su madre embarazada, que es la esposa del capitán del acuartelamiento, un franquista desalmado que no es el padre biológico de Ofelia.

Aparte del mensaje político anti-franquista, la película contiene muchos simbolismos degenerados: la protagonista entra en contacto con un mundo mágico subterráneo del que provienen criaturas grotescas y oscuras, y debe superar una serie de pruebas para descender a ese mundo. Nótese la simbología matriarcal y opuesta a los símbolos tradicionales de ascensión, belleza y luz. La película también menosprecia a la figura del padre. De hecho, al final, antes de morir el capitán, pide que le digan a su hijo (que aún no ha nacido) la hora a la que él, su padre, murió, a lo que su mujer contesta que el niño «ni siquiera sabrá el nombre de su padre» (característica básica del matriarcado).

Hampartistas y artistas degenerados destacados

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Referencias

Enlaces externos