Joaquín Sáenz y Arriaga

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Joaquín Sáenz y Arriaga (12 de octubre de 1899, Morelia, México - 28 de abril de 1976, Ciudad de México, México) fue un sacerdote católico mexicano. Especialista en teología, ganó fama internacional por sus críticas a las conclusiones anticatólicas del Concilio Vaticano II, lo que lo llevó a promover la tesis del sedevacantismo.

Formación sacerdotal

Sáenz y Arriaga descubrió su vocación religiosa desde muy temprano y a partir de 1916 empezó su formación como sacerdote católico. Al igual que su hermano Luis Sáenz y Arriaga, escogió ingresar a la Compañía de Jesús. Estudió durante años en diversas casas jesuitas en España, Nicaragua, El Salvador y EEUU. En 1930 el Arzobispo de Guadalajara, Monseñor Francisco Orozco y Jiménez, lo consagró sacerdote.

Trabajó en diversas parroquias, siendo también asesor espiritual de la Unión Nacional de Estudiantes Católicos. Ocupando ese puesto, conoció a varios jóvenes vinculados a Tecos y al movimiento Organización, Cooperación y Acción, que años más tarde serían activos hombres de la política, la justicia y la economía mexicana.

En 1934 tradujo y publicó el libro Rebuilding a Lost Faith, en el que el escritor John Lawson Stoddard cuenta su abandono del agnosticismo y su conversión al catolicismo.

Director de las Congregaciones Marianas

En 1936 su superior en la Compañía de Jesús lo envió a EEUU para impartir cursos de español a misioneros norteamericanos. Al año siguiente regresaría a México y, después de pasar por Chihuahua y Torreón, se instaló en el Distrito Federal.

Propuso crear la Confederación Nacional de las Congregaciones Marianas en 1939, acción que fue posible gracias a que el presidente Lázaro Cárdenas había tenido que moderar su discurso anticatólico por presiones internacionales. Posteriormente, en 1942, se convertiría en el asesor espiritual de la Unión Femenina de Estudiantes Católicas.

Fundó y dirigió la revista Sodálitas, la cual estaba destinada a catequizar a los jóvenes mexicanos y explicarles la Doctrina Social de la Iglesia -muchos de los textos que allí escribió fueron recogidos más tarde en el libro Nuestros jóvenes: ellos y ellas de 1945. Tradujo también el libro Jesus and I de Aloysius Heeg, S. I., un libro de evangelización para niños.

El padre Sáenz y Arriaga le dio la extremaunción al Teniente Antonio de la Lama y Rojas, luego de que este intentará asesinar al presidente Manuel Camacho Ávila en 1944 y fuese atacado en prisión mientras esperaba su juicio.

Ruptura con los jesuitas

En 1947 a Sáenz y Arriaga sus superiores, por las intrigas políticas de la época, le clausuraron Sodálitas, lo destituyeron de la Confederación Nacional de Congregaciones Marianas y lo alejaron de la Unión Femenina de Estudiantes Católicas. Consecuentemente lo enviaron a Puebla para trabajar como docente en el Instituto de Oriente y dirigir Forja, su boletín de informaciones. Se adaptó a su nuevo destino rápidamente y se ganó el aprecio de sus alumnos. Preocupado por la creciente penetración del comunismo en su país, comenzó a predicar con una gran vehemencia en contra de los enemigos de la Iglesia Católica. Creó también el Centro Cultural Scintia para generar un espacio de discusión intelectual y promover las artes.

El sacerdote sufrió un grave accidente automovilístico en julio de 1948 que lo dejó convaleciente. Mientras se recuperaba en una cama de un hospital, fue trasladado a un manicomio bajo la sospecha de sus superiores de que sufría de paranoia. Sin embargo se comprobó que esto no era así y al cabo de un tiempo pudo volver a ejercer su ministerio.

En 1950 viajó al Vaticano junto a un grupo de peregrinos y llegó a mantener una reunión con el Papa Pío XII.

El año 1952 fue muy duro para Sáenz y Arriaga, puesto que se vio obligado a tolerar una amarga disputa con colegas de simpatías modernistas en el lugar en el cual trabajaba. Y, en diciembre de ese año, volvió a padecer un accidente automovilístico que hizo que nuevamente lo hospitalizaran. El maltrato que sus compañeros jesuitas le dispensaron mientras estaba en el hospital lo terminaron de convencer de que era mejor abandonar a la Compañía de Jesús, la cual ya estaba entrando en una sintonía ideológica con lo que se avecinaría después en el mundo católico.

Rechazo del Concilio Vaticano II

Fuera de la organización jesuita, Sáenz y Arriaga se dedicó por unos años a misionar a lo largo y ancho de México, dando charlas y conferencias, organizando retiros espirituales, dirigiendo ejercicios ignacianos e impartiendo sacramentos. Fue especialmente cercano a los jóvenes universitarios, llegando a conocer a Ramón Plata Moreno, a quien no le tuvo mucho aprecio. También publicó a través de la editorial Jus un libro sobre el matrimonio: La vida conyugal y sus problemas.

En 1958 fue incardinado en la Arquidiócesis de México por orden de Monseñor Miguel Darío Miranda.

A principios de la década de 1960 las noticias que llegaban a México acerca del desarrollo del Concilio Vaticano II comenzaron a preocupar a muchos. Sáenz y Arriaga, hombre de fuerte talante tradicionalista, se trasladó a Europa para averiguar sobre lo que los laicos y clérigos mexicanos podían hacer ante la avanzada progresista en el interior de la Iglesia Católica.

Estando en el Viejo Continente escribió el texto de su "Carta de información a los obispos de España, Portugal y América", en el cual señala que la masonería estaba moviendo los hilos del Concilio Vaticano II, por lo que urgía organizarse para detener a la nefasta influencia de los enemigos del cristianismo. También preparó una biografía sobre Giovanni Battista Montini que distribuyó entre prelados de habla hispana, advirtiendo el carácter siniestro de ese personaje que luego sería convertido en Papa.

Sáenz y Arriaga estuvo en Italia, Francia y España, y tuvo tiempo de visitar Tierra Santa, llegando incluso a trabar amistad con Elias Bandak, el famoso alcalde cristiano de la ciudad de Belén.

Sus ensayos "El antisemitismo y el Concilio Ecuménico" y "¿Qué es el progresismo?", publicados para el público en general en el año 1964, se focalizaron en explicar como el lobby judío había presionado a la Iglesia Católica para conseguir mejorar la imagen del pueblo deicida. Esos textos generaron malestar entre muchos prelados mexicanos, especialmente en Monseñor Miranda. Sin embargo Sáenz y Arriaga no se detuvo allí y mandó a imprenta otros trabajos en los que arremetía con una gran fuerza en contra de los católicos postconciliares que estaban dispuestos a aceptar todas las injurias propuestas desde el Vaticano a la religión verdadera.

Cruzada antiprogresista

Sáenz y Arriaga publicó Cuernavaca y el progresismo religioso en México en 1967. En ese texto se denunciaba que Monseñor Sergio Méndez Arce, asesorado por dos personajes perversos como Gregorio Lemercier e Iván Illich, estaba llevando a cabo un experimento de tergiversación religiosa destinado a desorientar a los fieles y facilitar así la penetración de ideas comunistas. Esa obra causó un malestar enorme en la curia mexicana, al punto tal de que se decidió castigar a Sáenz y Arriaga no renovándole sus licencias sacerdotales, lo que le impedía cumplir sus tareas como ministro religioso.

Con la sanción a cuestas, el sacerdote tradicionalista siguió con la parresía: tradujo al español el libro La tunica stracciata de Tito Casini y los textos de Contra una dialéctica conciliar de Georges de Nantes, explico que el nuevo ritual que sustituía a la misa tridentina era de evidente inspiración luterana, y atacó a José Porfirio Miranda de la Parra por su promoción del comunismo cristiano. Pero lo que lo destacó fue su trabajo La Nueva Iglesia Montiniana, en el cual sostiene que la Segunda Conferencia General de la CELAM fue un punto de quiebre para el catolicismo en Hispanoamérica, ya que representó la instalación de la teología de la liberación que habría de confundir y corromper a miles de cristianos en esta parte del mundo. Ese texto fue muy apreciado en Sudamérica por su lucidez, lo que llevó a que católicos de fuerte compromiso con la defensa de la religión verdadera como Carlos Disandro y Antônio de Castro Mayer lo reconocieran como un referente del apologismo católico.

Su postura frente a los cambios eclesiásticos fue usada como excusa por el Cardenal Miranda para excomulgarlo en 1971. Cuando se conoció la decisión del episcopado mexicano, muchos católicos progresistas festejaron el hecho, mientras que los católicos tradicionalistas se solidarizaron con el sacerdote ante manifiesta injusticia. En ese último grupo se encontraban personalidades como René Capistrán Garza, Moisés Carmona, Antonio Rius Facius, Gloria Riestra, Jesús Ochoa y Vicente Echeverría del Prado. También hubo un grupo de católicos piadosos nucleado alrededor del editor Salvador Abascal Infante que juzgó al decreto de Miranda como la lógica consecuencia por colocarse en una posición tan extrema ante el Papa (con esos católicos, la mayoría también nacionalistas, Sáenz y Arriaga venía discutiendo en términos más amistosos que con la pandilla progresista acerca de la inconveniencia de no desconocer contundentemente la falta de autoridad de los Papas postconciliares).

En enero de 1972 participó en Roma de la Asamblea de los Defensores de la Tradición representando a México. Al enterarse de la situación del sacerdote, muchos fieles católicos italianos fueron hasta la Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe y San Felipe Mártir con el propósito de descolgar el escudo cardenalicio de Miranda, y luego se dirigieron hasta la Embajada de México para vandalizar su frontispicio con pintadas a favor de Sáenz y Arriaga.

Sedevacantismo

En compañía de Moisés Carmona y Abelardo Rodríguez Díaz, el sacerdote lanzó la revista Trento a mediados de 1972 para difundir sus críticas al Vaticano y sus propuestas para detener la decadencia de la religión católica. De allí surgiría la Sociedad Sacerdotal Trento.

Sáenz y Arriaga, con una salud cada vez más debilitada, publicó Sede Vacante en 1973, obra que continuaba con sus denuncias contra el masón Montini. Allí aclara que hablar de una Iglesia "acéfala" sería cometer un error muy burdo, puesto que al frente de la Iglesia siempre estará Cristo. Por ello sugiere que los católicos tomen conciencia de la situación de vacancia en la que se encuentra el vicariato terrenal del Señor al haberse sentado en el trono pontificio a un Papa ilegítimo.

Con una gran solvencia teológica, una documentación abundante y una lógica arrolladora, el autor logró convencer a miles de lectores de la importancia de repudiar a los falsos pontífices instalados después de la muerte de Pío XII. También sugirió que podía organizarse un cónclave de defensores de la tradición católica para elegir a un hombre que fuese realmente merecedor de la dignidad papal.

En los últimos dos años de su vida viajó varias veces a Europa, en parte para contactarse con católicos tradicionalistas de allá, y en parte para recibir el tratamiento contra el cáncer próstata que había comenzado a herirlo. Falleció en su hogar de la Ciudad de México en 1976.

Bibliografía

  • Nuestros jóvenes: ellos y ellas. Su formación y sus problemas. México: Buena Prensa, 1945.
  • Donde está el Papa allí está la Iglesia. Mexico: Buena Prensa, 1945.
  • La vida conyugal y sus problemas. México: Jus, 1954.
  • Dos ensayos: El antisemitismo y el Concilio Ecumenico y ¿Qué es el progresismo?. Buenos Aires: La Hoja de Roble, 1964.
  • El progresismo en la Iglesia. Buenos Aires: Nuevo Orden, 1965.
  • Los frutos apetecidos por el progresismo en el Concilio Vaticano II. México: Autoedición, 1965.
  • Cuernavaca y el progresismo religioso en México. México: Autoedición, 1967.
  • La nueva misa: documentos de controversia. Madrid: Autoedición, 1970.
  • La apostasía del jesuita José Porfirio Miranda y de la Parra. México: Autoedición, 1971.
  • La Nueva Iglesia Postconciliar o la Iglesia Montiniana. México: Autoedición, 1971.
  • La Nueva Iglesia Montiniana. México: Editores Asociados, 1972.
  • ¿Cisma o fe? ¿Por qué me excomulgaron?. México: Autoedición, 1972.
  • Sede Vacante: Paulo VI no es legitimo Papa. México: Editores Asociados, 1973.

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