Luis Barrantes Molina

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Luis Barrantes Molina (Alajuela, Costa Rica, 1885 - Buenos Aires, Argentina, 1949) fue un periodista y escritor costarricense que se nacionalizó argentino. Católico militante, combatió con la pluma a protestantes, judíos, masones y comunistas.

Biografía

Vida en Costa Rica

Barrantes Molina fue criado por una familia muy religiosa que le inculcó la fe católica. En algún punto de su juventud pensó en convertirse en sacerdote, pero la idea no terminó por convencerlo. Decidió entonces dedicarse a las letras.

Asumió el oficio de periodista y comenzó a colaborar con publicaciones como La Información, La Revista, Pandemónium, Boletín Bibliográfico y El Eco Católico. También participó de La Justicia Social, el periódico creado por Jorge Volio Jiménez para difundir en Costa Rica los fundamentos de la Doctrina Social de la Iglesia.

Errancia por Hispanoamérica

Barrantes Molina optó por dejar su país en 1905. Se estableció primero en Guayaquil, donde trabajó para el diario El Ecuatoriano. Posteriormente se mudó a Lima, consiguiendo empleo en la redacción del diario El Bien Público.

Más tarde desembarcaría en Santiago de Chile. En esas tierras colaboraría con los diarios El Chileno y El Mercurio.

Arraigo en Argentina

El escritor llegó a Buenos Aires en 1908. Allí trabajaría como redactor en los diarios El País, La Unión y El Nacional, y dirigiría la revista cristiana El Sembrador, además de ejercer la docencia y dedicarse a traducir textos de lenguas extranjeras al castellano (entre sus traducciones aparecen producciones de Giosuè Borsi, Édouard de Pomiane, Eugen Richter y Cesare Algranati entre otros).

Durante la Primera Guerra Mundial simpatizó con las Potencias Centrales.

Ganó fama de polemista tras replicar meticulosamente al sociólogo italiano Enrico Ferri después de que dictase en la Argentina su popular ciclo de conferencias de 1910. Años más tarde entraría en otra discusión notoria esta vez con el sacerdote Gustavo Franceschi a raíz de lo vertido por el presbítero en El espiritualismo en la literatura francesa contemporánea.

Obligado a vivir de su pluma, Barrantes Molina se dedicó a escribir folletines que fueron publicados por la revista La Novela del Día. Abordó géneros como la novela histórica, la novela psicológica, la novela religiosa, la novela romántica y el policial (quizás sus obras más interesantes sean El terror negro, acerca de los negros violadores de Renania, y La intriga del Sanedrín, sobre la perfidia de los hebreos). También compuso versos y elaboró biografías y hagiografías. E incluso llegó a redactar un manual de economía doméstica destinado a mujeres recién casadas.

Fue en el diario católico El Pueblo donde encontró su tribuna para ejercer la apologética cristiana, censurar las inmoralidades y opinar sobre política. A partir de entonces se dedicó a repudiar la expansión del laicismo en el contexto educativo, se opuso a los intentos por sancionar una ley que aprobase el divorcio, e hizo campaña para que más argentinos se afiliasen a la Acción Católica, organización a la cual pertenecía.

Si bien estuvo vinculado con la revista Criterio -la cual reunía a los intelectuales católicos de la época-, fue desde las páginas de El Pueblo que entró en polémica con los escritores Manuel Gálvez y Leopoldo Lugones, a quienes les reprochó que sus estilos y gestos no reflejasen con claridad a la ortodoxia religiosa que decían profesar. Distinta fue su relación con Hugo Wast, a quien siempre admiró y elogió profusamente.

Durante la década de 1930 su nombre se volvió muy popular entre los argentinos. Antiparlamentarista convencido, promovió la adopción de un régimen corporativo que salvase a la Argentina de la perniciosa politiquería. Por ello defendió a Benito Mussolini y a Francisco Franco, a quienes veía como dos ejemplos de liderazgo excepcional.

Barrantes Molina se enfrentó a los intelectuales socialcristianos que hacían campaña durante la Segunda Guerra Mundial para que la Argentina ingresase al conflicto bélico como parte de los Aliados. Su condena a Orden Cristiano -la revista que reunía a los antifascistas católicos- fue tan fulminante que prelados como Agustín Barrere, Audino Rodríguez y Olmos, Roberto Tavella, Antonio Caggiano y otros les prohibieron a su grey leer esa publicación.

Al producirse la Revolucion del 43, el periodista se convertirá en un defensor de la misma, celebrando la adopción de medidas como la enseñanza religiosa obligatoria en las escuelas, la inclusión de adolescentes en prácticas militares, la defensa del idioma y la intervención de las universidades nacionales. Posteriormente apoyaría a Juan Domingo Perón en su ascenso a la presidencia, más por su repudio a la Unión Democrática que por una verdadera simpatía con el líder populista.

Fallecio el 12 de noviembre de 1949.

Bibliografía

  • La intriga del Sanedrín. Buenos Aires: Escuelas Tipográficas, 1917.
  • Gemma Galgani. Buenos Aires: Librería del Colegio Pío IX, 1917.
  • Monseñor José Fagnano. Buenos Aires: Librería del Colegio Pío IX, 1917.
  • El maximalismo en marcha. Buenos Aires: Imprenta Marchesano, 1919.
  • Amor sublime. Buenos Aires: Bayardo, 1922.
  • Para mi hogar. Síntesis de economía y sociabilidad domésticas. Buenos Aires: Imprenta La Negra, 1923.
  • Un alma sacerdotal: Monseñor Dr. Nicolás Segundo Álvarez Arteta. Buenos Aires: Imprenta Baiocco, 1928.
  • El divorcio. Buenos Aires: El Pueblo, 1932.
  • El matrimonio indisoluble. Buenos Aires: El Pueblo, 1932.
  • Desde mi tonel. Buenos Aires: El Pueblo, 1933.

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