Moloch

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Generalmente Moloch es representado como una figura humana con cabeza de toro, carnero o becerro, con los brazos extendidos, con las manos juntas dispuesto a recibir el sacrificio.

Moloch (fenicio 𐤌𐤋𐤊‎, hebreo: מֹלֶךְ‎ mōlek, griego Μολόχ, también transcripto como Moloc o Molech) es el nombre dado por la Biblia a una antigua divinidad cananea, asociada con los sacrificios de niños por medio del fuego. Fue adorada por fenicios, cartagineses e israelitas.

Los antiguos mitógrafos griegos lo identificaron con Cronos (Saturno), el rey de los titanes que devoró a sus hijos.

Características

Generalmente Moloch es representado como una figura humana con cabeza de toro, carnero o becerro, sentado en un trono y con una corona u otro distintivo de realeza, como un báculo. Era considerado el símbolo del fuego purificante, que a su vez simboliza el alma. Para agradar a Moloch se solía realizar un sacrificio de fuego denominado Holocausto que consistía en quemar bebés o niños pequeños vivos como ofrenda, a cambio de los favores otorgados por dicha deidad. Según el Antiguo Testamento los hebreos primitivos solían hacer sus sacrificios de sus primogénitos en un lugar en las afueras de Jerusalén al que llamaban Tofet. No obstante esta práctica es reprendida posteriormente por Yahvé en varios pasajes de la Biblia[1].

Era el dios supremo y protector de la ciudad de Cartago. Los navegantes fenicios exportaron, a través del comercio, los cultos a varios dioses representados como deidades-toro tal como Moloch.

Otro interesante enfoque lo aporta Mario López Ibañez, al sostener que el demonio Moloch no es ni mas ni menos que otra faceta del sanguinario dios judío que aparece también como Jehová o Yahvé en diferentes pasajes de la Biblia[2][3].

En la Biblia

Según la Biblia, el rey hebreo Salomón edificó altares donde posteriormente eran sacrificados los niños en honor de los ídolos, de entre los cuales el que más veces aparece en la Biblia es Moloc, símbolo de este culto infanticida.

Por aquel tiempo, Salomón construyó, en el monte que está al oriente de Jerusalén, un santuario a Quemós, ídolo repugnante de Moab, y a Moloc, ídolo repugnante de los amonitas.
—1 Reyes 11:7
Porque los hijos de Israel y los hijos de Judá no han hecho sino lo malo delante de mis ojos desde su juventud; porque los hijos de Israel no han hecho más que provocarme a ira con la obra de sus manos, dice Jehová. (...) Antes pusieron sus abominaciones en la casa en la cual es invocado mi nombre, contaminándola. Y edificaron lugares altos a Baal, los cuales están en el valle del hijo de Hinom, para hacer pasar por el fuego sus hijos y sus hijas a Moloc; lo cual no les mandé, ni me vino al pensamiento que hiciesen esta abominación, para hacer pecar a Judá.
—Jeremías 32: 30, 34, 35

Sacrificios humanos

Los sacrificios preferidos por Moloch eran los niños, especialmente los bebés, por ser los seres más impregnados de materia, característica que los adultos perdían con el tiempo al desarrollar su espíritu.

En los templos en los que se rendía culto a Moloch se encontraba una enorme estatua de bronce del dios la cual estaba hueca, y la figura de Moloch tenía la boca abierta y los brazos extendidos, con las manos juntas y las palmas hacia arriba, dispuesto a recibir el holocausto. Dentro de la estatua se encendía un fuego que se alimentaba continuamente durante la ceremonia del sacrificio. En ocasiones los brazos estaban articulados, de manera que los niños que servían de sacrificio se depositaban en las manos de la estatua, que por medio de unas cadenas se levantaban hasta la boca, introduciendo a la víctima dentro del vientre incandescente del dios.

Durante el sacrificio, los sacerdotes del templo hacían sonar tambores, trompetas y tímbalos, de manera que no oían los llantos de los niños. Asimismo a las familias de las víctimas les estaba prohibido llorar.

Antes de que la estatua fuese llenada se inundaba la zona con un fuerte ruido de flautas y tambores, de modo que los gritos y lamentos no alcanzaban los oídos de la multitud.
Plutarco, De Superstitiones, 171
Había en la ciudad una imagen de bronce de Cronos con las manos extendidas, las palmas hacia arriba y cada niño que era colocado en ellas era subido y caía por la boca abierta dentro del fuego.
—Diodoro Sículo (Diodorus Siculus) (20.14)

También lo relata Clitarco de Alejandría en un comentario sobre La República de Platón:

Al ver venir al Sumo Sacerdote de Moloch vestido de túnica púrpura, color de pureza, le pregunté cual es el origen del culto. Me contestó que en los tiempos primordiales hubo una gran catástrofe y hoy en día si no fuera por los sacrificios para fertilizar la tierra, serían piedras lo que encuentren. Entonces, en medio de una plataforma había una estatua de Cronos, con las manos extendidas sobre un brasero de bronce, las llamas que engullen a los niños. Cuando las llamas alcanzan el cuerpo, sus miembros se contraen y la boca abierta casi parece reír, hasta que el cuerpo contraído se desliza resbalando al fondo del brasero. Así es que esta mueca se conoce como risa sardónica, puesto que ríen al morir.
—Clitarco de Alejandría

Moloch aparece en el Primer Libro de los Reyes 11:7:

Entonces Salomón hizo construir un gran edificio para Quemos, la abominación de Moab, en la montaña que hay frente a Jerusalén, y mlk, la abominación de los hijos de Ammon.

Y en Levítico 18.21:

Y no entregarás a nadie de tu descendencia a Molech, ni profanarás el nombre de tu Dios: yo soy el Señor.

Holocausto

Algunos estudiosos opinan que después de la Segunda Guerra Mundial los judíos eligieron la mítica palabra Holocausto para simbolizar el sacrificio mediante el cual los judíos debían expiar sus pecados antes de "retornar" a Israel. Alegaron que seis millones de almas fueron ofrecidas en el fuego de los hornos crematorios del Tercer Reich para ajustarse a una supuesta "profecía bíblica oculta" en Levítico 25:10.

Referencias

Bibliografía

Artículos relacionados

Enlaces externos