La Revolución Juliana (Ecuador)

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Gral. Francisco Gómez de la Torre, uno de los máximos líderes de la Revolución Juliana que en 1925 derrocó al gobierno del Dr. Gonzalo S. Córdova, y como tal, fue miembro de la Junta de Gobierno Plural. Influidos e inspirados por la mística marcha sobre Roma y el nacionalismo de Benito Mussolini

"No podemos perder con los votos, lo que hemos ganado con las armas" (Lema oficial de los liberales – tan democráticos ellos-)

"La revolución de julio fue recibida con júbilo por el país, éste deseaba terminar con una suerte de cosas envejecidas y caducas en que la dictadura de un grupo político, mal disfrazado con verbalismo democrático y liberal, conducía lamentablemente los destinos patrios". (Jorge Luna Yépes, autor revisionista ecuatoriano)

Contexto socio-histórico y hechos que llevaron a la Revolución

Desde 1895 se instala en el Ecuador una feroz dictadura jacobina pluto-oligárquica-usuraria, -que reemplaza y extermina a la antigua, respetada y respetable aristocracia de la sangre y del espíritu- auspiciada por la banca costeña, la finanza internacional -no olvidemos que a partir de esta fecha el capitalismo hace su entrada triunfal a nuestras tierras- y las fuerzas ocultas detrás del telón de la "historia oficial". (Nunca olvidar, que la historia la escriben los que vencen).

La dominación liberal radical tuvo todos los caracteres de un régimen totalitario: se vivió prácticamente el absolutismo del Estado al servicio de una oligarquía doctrinaria de tipo masónica, anticlerical y anticatólica, copia del viejo jacobinismo francés. La oligarquía creo una fuerza pública del mismo espíritu que impedía de hecho y con medidas frecuentemente sangrientas toda reacción, no solo de los elementos no liberales, sino aún de los liberales que no estaban con la línea de la camarilla dominante. Las elecciones eran un mito; los electores eran disueltos con cargas de caballería o con la intervención de garroteros más o menos remunerados; quienes votaban eran los policías y soldados, multiplicando el sufragio hasta el número ordenado y colaboraban con los miembros de las juntas electorales, designadas por el Ejecutivo, para destruir u ocultar los votos que ingenuos ciudadanos, irreductibles al desaliento, depositaban, desafiando el fraude o la violencia. Las reuniones de carácter político eran perseguidas como si se tratara de delitos de conspiración y la prensa no podía vivir sino cuando seguí las directivas del régimen imperante. Era una verdadera dictadura de partido, sostenida por la fuerza de las armas y del dinero.

Todo este sistema de política sectaria, agravado por el odioso control de la economía y la administración que beneficiaban sólo a quiénes rendían pleitesía al grupo dominante –léase los banqueros apátridas de la costa, como Urvina Jado-, acabó por poner frente a frente al régimen y a la enorme mayoría del país.

Podía sostenerse un estado de cosas así a cambio de ciertas obras o actuaciones de carácter fundamental. Pero al terminar el primer cuarto del siglo XIX se había agotado y todo el contenido creador, bueno o malo, del liberalismo radical ecuatoriano. Su laicismo empezaba a producir socialistas antes que liberales y el sentido católico reaccionaba pese a 30 años de campaña totalitaria hostil.

Para financiar el presupuesto nacional, los gobernantes recurrían a la banca privada a la que exigían empréstitos so pena de ser clausurados o sus fondos confiscados. Y esto tenía una razón de "gran peso": en esa época no existían instituciones financieras como el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, el Banco Interamericano de Desarrollo, la Corporación Andina de Fomento y muchas otras que en la actualidad financian al Estado ecuatoriano y que hacen las veces de la añeja y también usurera plutocracia local. Así hoy en día el poder del dinero internacional directo reemplazo al de sus testaferros locales. En esos años, para poder "construir" carreteras, puentes, hospitales, etc. los gobernantes ecuatorianos debían recurrir a los bancos privados, que fueron, en definitiva, quienes aportaron con sus capitales para empezar a "construir" la infraestructura del país.

Con esos antecedentes, al llegar 1925 las deudas que el Estado había adquirido con la banca costeña -y especialmente con el Banco Comercial y Agrícola que presidía Francisco Urvina Jado- se habían convertido en impagables. Con dineros de la banca privada se financiaba la obra pública, se pagaba los sueldos de la burocracia, y se cubrían todos los gastos que el Estado realizaba o debía realizar. Y ese dinero, en su mayor parte, era dinero de Guayaquil. La situación económica del Estado se agravaba entonces por la gran emisión de billetes sin respaldo "en oro", ni en culalquier otra cosa, que -para poder cubrir estos empréstitos- había emitido dicho banco con autorización del gobierno de turno, contando para el caso con una ley monetaria que lo favorecía en todos los aspectos. Situación similar a la que se viviría posteriormente con las emisiones inorgánicas que de tanto en tanto haría -con el mismo propósito- el Banco Central del Ecuador, que nacería precisamente de la revolución Juliana –ironías de la vida-.

El ejemplo del Banco Comercial y Agrícola fue seguido por otras instituciones bancarias del país, que comprendieron que no había negocio más lucrativo que emitir billetes y concedérselos en préstamo, inmediatamente, al gobierno. Se abrieron entonces las llaves crediticias de la banca privada de todo el país que empezó a emitir sus propios billetes, desde el valor de un sucre en adelante.

Pero esta situación de financiamiento económico también le había dado a Guayaquil -y especialmente a Francisco Urvina Jado- un gran poder político que se reflejaba en el hecho que, desde las candidaturas para Presidente de la República, para senadores y diputados, hasta los nombramientos de los Ministros de Estado, generalmente impuestos desde las altas esferas del gobierno, debían ser conocidos y aprobados previamente por el poderoso banco.

Así estaba la política financiera del Ecuador, cuando el 1 de septiembre de 1924 ascendió a la Presidencia de la República el Dr. Gonzalo S. Córdova R., quien llegó al poder en momentos en que el pueblo ecuatoriano empezaba a sentir los efectos de una desestabilización económica de características alarmantes, producto del exceso de circulante que no tenía el "debido respaldo de oro"-como era usual, y lo peor no tenia respaldo en nada- y lo que es peor, cuando el pueblo estaba resuelto a no soportar más una elección presidencial basada en el apoyo de las bayonetas, el oficialismo y el poder económico.

En estas circunstancias, el pueblo organizado desató una fuerte y constante oposición al gobierno reclamándole mayor atención a los problemas laborales y exigiendo sustanciales reformas al sistema económico imperante.

Pero el Estado no podía resolver los problemas económicos que había heredado, pues "lo primero" que debía hacer era cancelarle a la banca privada los créditos que esta le había otorgado –no olvidemos que el gran negocio de todo buen usurero es el de hacer que su victima nunca llegue a pagar su deuda-, y definitivamente no había dinero.

Era necesario encontrar una fórmula para eliminar a la banca acreedora -de manera especial a la guayaquileña, que era la más sólida y en base a eso ejercía gran poder económico y político- eliminando de paso la obligatoriedad de pagar las deudas contraídas. Solo así sería posible hacer desaparecer una deuda que a principios de 1925 ascendían nada menos que a la cantidad de 36 millones de sucres, cifra que excedía en mucho a la suma de las reservas de todos los bancos guayaquileños.


Perdido el antiguo espíritu combativo idealista de la época heroica, el liberalismo por haberse trocado en grupo explotador de las ventajas del poder, habría necesitado de jefes de capacidad extraordinaria para poder hacer frente al doble impacto de la reacción nacional hostil y de la agonía interna, encubierta con la apariencia lozana del aparato estatal de burócratas y militares. Y vino el colapso.

Así las cosas, el 9 de julio de 1925 estalló en Guayaquil una sublevación de militares jóvenes quienes, bajo la jefatura del Myr. Idelfonso Mendoza Vera, apresaron a las autoridades y constituyeron una Junta Militar de Gobierno. No se derramó ni una sola gota de sangre, pues los generales y oficiales mayores no opusieron resistencia y el pueblo, entusiasmado, se lanzó a las calles para aplaudir y respaldar ruidosamente a los ideólogos de dicho movimiento. En Quito el golpe fue dirigido por el Gral. Francisco Gómez de la Torre, el único de esa graduación que había tomado parte activa en la conspiración.

Pero atrás de este movimiento se ocultaba la figura del Ec. Luís Napoleón Dillon, hombre disgustado con la banca guayaquileña y la "corrupta plutocracia costeña (guayaquileña)"en sus propias palabras y de manera especial con Francisco Urvina Jado.

Culminado el movimiento revolucionario, se conformó una primera Junta de Gobierno Plural que estuvo conformada por los gestores de la misma y notables personalidades políticas y económicas de la época, como Julio E. Moreno, Francisco Arízaga Luque, Modesto Larrea Jijón, Luis Napoleón Dillon, José Rafael Bustamante, Francisco J. Boloña, Pedro Pablo Garaicoa y Gral. Francisco Gómez de la Torre.

Culminado el movimiento revolucionario, se conformó una primera Junta de Gobierno Plural que estuvo conformada por los gestores de la misma y notables personalidades políticas y económicas de la época, como Julio E. Moreno, Francisco Arízaga Luque, Modesto Larrea Jijón, Luis Napoleón Dillon, José Rafael Bustamante, Francisco J. Boloña, Pedro Pablo Garaicoa y Gral. Francisco Gómez de la Torre

Génesis, influencias y desarrollo de la Revolución Juliana

Para suceder al doctor Tamayo, fue escogido el doctor Gonzalo Córdoba, indudablemente la figura más brillante con que contaba el liberalismo radical a la sazón. Sin embargo este estaba ya viejo y enfermo y tenía contra si no solo la terrible carga de l reacción nacional contra su partido ya la decadencia de este, sino la especial angustia que se apoderó de los elementos católicos por la creencia de que este dirigente representaba más que cualquier otro liberal radical los intereses y mandatos de la Masonería. Además la elección del Dr. Córdoba se había hecho con una imposición sangrienta en que se usó no solo el sable y la lanza sino de la bala y el fraude.

El país comenzaba a conspirar. El eje fue Coronel Juan Manuel Lasso, pero al no estar a la altura de las circunstancias, pasó la llamarada un intelectual eminente, hasta entonces ajeno a la política, que aceptó la responsabilidad: Jacinto Jijón y Caamaño –titular de la Condal Casa Gijón, mas sin ostentar el titulo de Conde, que si lo llevaría su hijo Manuel- quién con un grupo de intelectuales católicos organizó la campaña en las provincias de Imbabura y Carchi y sostuvo el combate de San José del Ambi, donde fue desbaratado, en septiembre de 1924.

Pero la cosa no quedó allí. Ambientado por la decadencia de la dictadura liberal radical sostenida por las bayonetas, en las mismas filas del ejército fue formándose una generación de oficiales jóvenes, que ya no sentían las viejas y caducas fórmulas jacobinas y que habían abierto su espíritu a las nuevas ideas de los nuevos movimientos de post guerra acaudillados por el Gral. Francisco Gómez de la Torre quién servía a la patria con fidelidad desde la época de Gabriel García Moreno, y que fundó la ¨Liga Militar" frente a la "Liga de la Banca"… "tomando el camino de las dictaduras, siguiendo como Chile, el ejemplo de Italia y de España" "influidos e inspirados por la mística marcha sobre Roma(1922) y el nacionalismo de Benito Mussolini", junto con las ideas nacionales de Luis N. Dillon de una economía soberana y sin manejos plutocráticos, ni usurarios. Ellos no comulgaban con la prostitución de las fuerzas armadas a las que se las había convertido en guardia pretoriana del partido liberal radical y en agente de fraudes electorales. Ellos anhelaban algo nuevo grande. Ellos fueron los que gestaron la Rev. Del 9 de Julio de 1925, que da el golpe de gracia al partido liberal radical, iniciando un nuevo período en la historia de la Patria.

Se persiguió implacablemente a Francisco Urvina Jado "sin duda el símbolo mayor de la plutocracia", quien fue desterrado a Lima - Perú, dónde felizmente murió, dejando un infame rastro de traición a la Patria como lo había hecho su padre el Gral. José María Urvina; al Banco Comercial y Agrícola –el mayor banco emisor de billetes hasta esa fecha, propiedad de Urvina- no solo no se le canceló sus haberes sino que se le impuso una multa de más de dos millones de sucres, conduciéndoselo irremisiblemente a la liquidación.

Para entonces fue creada la Caja Central de Emisión y Amortización que tuvo como funciones la de recoger todos los billetes emitidos por los bancos privados y proceder a su correspondiente anulación con excepción de unas cuantas denominaciones que fueron reselladas para su uso. Posteriormente, la misma Caja se encargó de incinerar todos los billetes circulantes, recogiendo a su vez un importante porcentaje de las reservas de oro de cada banco para formar con ella el fondo que permitiera el correcto respaldo y funcionamiento de dicha Caja.

La Caja Central de Emisión y Amortización fue la semilla de la que en 1927 nacería el Banco Central del Ecuador, luego de la aplicación de las medidas sugeridas por la Misión Kemmerer.


Mas los militares jóvenes fracasan por su falta de preparación y las poderosas fuerzas ocultas que conspiraban contra ellos. Aunque inteligentes e ilustrados varios de ellos, no estaban aún en capacidad de dirigir al país y tienen que entregar el Poder a políticos liberales más o menos nuevos, hasta que asume la Presidencia un liberal independiente, hombre de ciencia, el doctor Isidro Ayora.

Consecuencias de la Revolución Juliana.

La época que inicia con el 9 de Julio de 1925 y que va hasta la caída de Ayora, en octubre de 1931 se caracteriza por tres realidades: la reestructuración del Estado y de las entidades públicas, la iniciación de una reacción organizada del Catolicismo, frente al pertinaz jacobinismo del Gobierno; y la aparición en la vida nacional del Socialismo organizado como partido marxista dependiente de la III Internacional.

El Estado se reestructura con la aparición de nuevos organismos e instituciones. Sobre todo entes reguladores de la economía nacional y de los bancos privados que tanto daño habían hecho al país. Se legisló con todo tipo de leyes, y se marcó con su lema "Construir, ordenar y disciplinar", a futuras generaciones de militares valiosas que darían fruto en los Gobiernos del Gral. Alberto Enríquez Gallo –quién tuvo parte activa en la Rev. Juliana- y del Gral. Guillermo Rodríguez Lara y su gobierno "Nacionalista y Revolucionario".

Fuentes

  • "Síntesis Histórica y Geográfica del Ecuador". Jorge Luna Yépes. Escuela Tipográfica Salesiana. Primera edición, Quito, 1944.
  • "Presidentes del Ecuador". Simón Espinosa. Editores Nacionales S.A., Quito, 1995.
  • "Historia de la República", tomo III. Alfredo Pareja Diezcanseco.
  • Enciclopedia del Ecuador.

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