Gaymonio

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Individuos homosexuales simulando un "matrimonio".

El gaymonio o falso matrimonio (mal llamado con los eufemismos de "matrimonio homosexual", "matrimonio gay" o "matrimonio igualitario") es una institución jurídica que regula la relación y convivencia entre dos personas del mismo sexo, con iguales requisitos y efectos que los existentes para los matrimonios entre personas de distinto sexo. La misma se ha establecido legalmente en muchos países, mediante la extensión de la institución ya existente del matrimonio heterosexual. Además se mantienen la naturaleza, los requisitos y los efectos que el ordenamiento jurídico venía reconociendo previamente a los matrimonios heterosexuales.

En algunos países donde aún no existe el gaymonio, estos pueden optar por otras figuras legales, tales como las "parejas de hecho" o "uniones civiles". Estas instituciones son rechazadas por el homosexualismo militante que las califica de "discriminatorias", aspirando a una unión legal equiparable al matrimonio heterosexual, para obtener los derechos que implica, tal como el derecho a adopción.

Terminología

Según la Real Academia Española, el matrimonio es "la unión de hombre y mujer concertada mediante determinados ritos o formalidades legales". Esta definición corresponde a su esencia objetiva, distinguiéndola del resto de pactos de protección mutua con carácter indefinido.

El término "matrimonio" para referirse a este tipo de uniones entre homosexuales es incorrecto porque conceptualmente el matrimonio constituye una unión de dos personas que tiene por finalidad procrear y construir una familia, y las uniones homosexuales son incapaces de procrear y necesitarían de medios externos para formar una supuesta "familia". Los homofílicos responden a esto que también una pareja heterosexual podría no ser capaz de concebir hijos debido a esterilidad, y en su lugar optarían por la adopción y aún siguen siendo un matrimonio, sin embargo, la diferencia es que la condición de esterilidad en parejas heterosexuales no es inherente a estas uniones, sino que es accidental, mientras que las uniones homosexuales son inherentemente estériles. La alteración de los fundamentos del matrimonio basándose en casos límites equivale a convertir la excepción (v.g., la esterilidad, la vejez, etc.) a la regla.

Etimológicamente, el término también es incorrecto pues la palabra deriva del latín matrimonium y éste de mater, matris: 'madre' y munium, muniens: 'cuidado', 'defensa' 'protección', "protección de la madre", es decir, se trata de una institución donde la figura de la madre debe ser protegida al poseer una posición fundamental respecto a la procreación y la crianza, y esto no se cumple especialmente en caso de una unión de varones.

El politólogo argentino Agustín Laje critica los términos "matrimonio" y "familia" usados para definir este tipo de conceptos "igualitarios" en base a la pérdida y degradación de significado que sufre el significante (la palabra) cuando se modifican las estructuras discursivas para que abarquen más situaciones o condiciones que aquella propia del concepto. De forma que al llamar "matrimonio" al casamiento de dos hombres, dos mujeres, dos transexuales, etc. el concepto en sí mismo sufre una degradación, lo cual es el objetivo real de esta modificación discursiva.[1]

Una figura jurídica absurda

El criterio afectivo para imponer conceptos erróneos

Mucha gente cree erróneamente que la institución del matrimonio sólo cumple un fin patrimonial y afectivo, cuando ello es solo una consecuencia de su génesis primordial. Aquí yace el primer error del gaymonio y he ahí la razón de la imposibilidad rotunda de otorgarse dicha prerrogativa.

Con la instauración de esta ficción jurídica, el lobby gay pretende convertir el mero afecto en un presupuesto de análisis jurídico, cuando el Derecho, la ciencia jurídica, para la construcción normativa utiliza criterios objetivos y de utilidad social. El Derecho no regula sentimientos ni afectos, tan simple como eso. La misma institución del matrimonio, con la Revolución Francesa, deja de ser vista según su naturaleza sacramental, considerándoselo a partir de ese entonces como un simple contrato.

La equiparación de uniones heterosexuales y uniones homosexuales en cuanto a su objeto sexual, sentimental o amoroso (subjetivo) da permiso de extender la institucionalización del matrimonio a cualquier otro tipo de relación sexual, sentimental o amorosa. Así por ejemplo, el abogado Chris Sevier señaló que "Si las parejas homosexuales "tienen el derecho de casarse con su objeto de deseo sexual, incluso careciendo de las correspondientes partes sexuales, entonces yo debería tener el derecho de casarme con mi objeto sexual preferido", que en su caso, utilizó el ejemplo de su ordenador portátil para exponer lo inequívocamente absurdo que representa el "matrimonio" homosexual.[2]

Lo mismo ocurre con el tema de la legalización de la pederastia. Es exactamente el mismo pensamiento equívoco y falaz, sin embargo, el caso del "matrimonio homosexual" es mucho más abordable, debatible y aceptable políticamente que el de la institucionalización de la pedofilia como "variante de la expresión de la sexualidad".

La igualdad y la discriminación como argumento

Véase también: Igualitarismo


Afiche publicado por un grupo en facebook que critica al homosexualismo militante: "Algunos lo han intentado, pero al final, nadie puede cambiar la naturaleza."

El argumento de la igualdad, los derechos humanos y la no discriminación ha sido utilizado de forma abusiva para establecer esta figura jurídica.[3][4][5]

Contrariamente a lo que pudiera desprenderse de una interpretación literal, que lamentablemente es lo que siempre se efectúa por los neófitos jurídicos, el derecho a la igualdad ante la ley no consiste en la facultad de las personas para exigir ser tratado igual que los demás, sino para ser tratado de igual modo a aquellos que se encuentran en idénticas condiciones.

Esto es, jurídicamente hablando, nunca se ha negado a los homosexuales ejercer el "derecho" al matrimonio, pues un varón homosexual bien puede contraer matrimonio con una mujer, y a su vez, una mujer homosexual bien puede contraer matrimonio con un hombre. El problema surge cuando se intenta modificar el concepto real de matrimonio para que éste sirva a fines distintos a los que originalmente fue concebido, en base a la atracción y afecto homoeróticos.

Para entender plenamente la figura de la igualdad, el más claro ejemplo es la imposibilidad de otorgar el trabajo de controlador de tráfico aéreo a una persona que es ciega. La igualdad, como tal, quiere decir que no toda discriminación constituye necesariamente una violación a los derechos fundamentales, pues no se prohíbe toda diferencia de trato en su ejercicio, sino que la igualdad solamente es violada cuando dichas discriminaciones están desprovistas de una justificación objetiva y razonable.

La base de la propia existencia a través de la unión sexual (no necesariamente a través del coito sino fundamentalmente a nivel celular entre espermatozoide y óvulo) justifica por sí misma la inflexibilidad y limitación de la figura jurídica del matrimonio, y su reservación exclusiva a personas de sexo distinto. No se trata, pues, de una discriminación injustificada como alega el homosexualismo militante, sino justificada en el Orden Natural. Un trato jurídico diferente es válido en derecho cuando la diferencia en cuestión es relevante para ameritarla, por lo que el "matrimonio" homosexual no representa un derecho sino un privilegio que atenta contra el orden natural, contra la familia, contra la sociedad y contra la civilización.

Las uniones homosexuales se encuentran incapacitadas para cumplir las características y los requisitos que el matrimonio exige como institución familiar. Es así que dichas uniones contradicen fundamentalmente el propósito del matrimonio, ya que se caracterizan por:

  • Imposibilidad de engendrar hijos biológicos comunes.
  • Imposibilidad de educar hijos con los roles de hombre y mujer diferenciados.
  • Incapacidad de la unión intersexual para la continuación de la especie.
  • Ineptitud para la transmisión de los valores culturales al no haber descendencia en común.

Una ficción jurídica para destruir al matrimonio y a la familia

El homosexualismo militante ha pretendido asociar la defensa al matrimonio "tradicional" con un trasfondo o fundamento específicamente religioso, y por ello intenta alegar que la figura jurídica homosexual al estar separada de un concepto religioso, y por lo tanto, subjetivo, se ajustaría más a un concepto objetivo. Aunque la defensa del matrimonio "tradicional" tiene una gran representación en los diversos colectivos religiosos, no es verdad que se sustente y justifique, de forma última, en conceptos o códigos morales y religiosos, sino en una base biológica y por lo tanto, objetiva.

El "matrimonio" homosexual representa una forma de parasitismo social ya que, siendo las uniones entre individuos del mismo sexo una oposición esencial al Orden Natural en cuanto a la perpetuación de la especie, instituir nuevos subsidios sociales significa atrofiar y minar los fundamentos en los que se basa la existencia natural y social.

En este sentido, siendo los homosexuales una minoría estadística, el cambio del Código Civil para legislar el "matrimonio" homosexual resulta innecesario y desproporcionado cuando no existe una demanda social relevante.

La homosexualidad siempre ha consistido en un fenómeno excepcional por la sencilla razón de que, de haber sido la norma, la especie humana hubiera desaparecido hace siglos de la faz de la tierra. En ninguna civilización ha tenido la misma consideración que el matrimonio y la familia, célula básica de la sociedad, instrumento de estabilidad y garante del relevo generacional. Incluir la unión homosexual en el mismo lote jurídico que el matrimonio equivale a destruirlo, ya que su naturaleza y sus fines son diferentes.

Proveniente de las tendencias izquierdistas y liberaloides, el homosexualismo militante siempre ha sentido desprecio por las instituciones tradicionales y patriarcales como el matrimonio. El verdadero propósito del "matrimonio" homosexual no es la "igualdad" ni "casarse" sino deteriorar y ridiculizar la figura del matrimonio y de la familia para crecer socialmente en poder e influencia.

Con los cambios en las legislaciones, el concepto de matrimonio cambia también de significado, desnaturalizándose. No tendrá su significado real de unión de un hombre y de una mujer, sino también la de dos hombres o dos mujeres. Lo cual implica pervertir la naturaleza de las cosas. No se trata de un asunto meramente semántico como se llega a argumentar, sino una cuestión de concepto esencial.

La riqueza antropológica y la efectividad social del matrimonio radican en su solidez. Está demostrado que cumple mejor sus fines -incluida la educación de los hijos- si es indisoluble y para toda la vida. Su figura se diluye si deviene en un experimento no basado en el compromiso. El divorcio exprés, por un lado, y el matrimonio homosexual, por otro, contribuyen a desdibujar aún más su papel.

En ese sentido, resulta oportuno hacer una comparación entre el gaymonio y la moneda falsa. Ésta nos afecta a todos, porque todos perdemos confianza y credibilidad en la moneda real. Del mismo modo, el matrimonio falso crea desconfianza en el compromiso interpersonal del matrimonio, en la solidez de la unión. Casarse se convertirá en un trámite frívolo, poco fiable, poco creíble, dada la inestabilidad de las uniones homosexuales.

Las legislaciones del gaymonio son injustas en sí mismas por atentar contra la célula básica de la sociedad e ir contra la recta razón atacando a uno de los pilares de la civilización. Lo correcto -incluso desde el punto de vista democrático- no sólo es no obedecerla, sino oponerse a ella.

Con esta ley, los poderes públicos abdican irresponsablemente de su obligación de apoyar a la familia, lo cual es un desprecio manifiesto hacia el papel económico y social que presta la familia a la sociedad. Toda la maquinaria del Estado (médica, asistencial, jurídica, educativa, de medios de comunicación) se pondrá al servicio de una fórmula que atenta directamente contra la civilización.

Al final, se trata de un pulso económico, una lucha por el poder. Los lobbies gays saben que el matrimonio estable y monógamo es el principal obstáculo para el crecimiento de sus actividades y sus lucrativos negocios -que abarcan desde la publicidad hasta la moda, pasando por el ocio, el turismo o la propia industria del sexo-. Cuanto más debilitado esté el matrimonio, cuantos menos matrimonios tradicionales haya, más demanda tendrá el mercado homosexual, porque existirá una clientela mucho mayor. Saben que los matrimonios gays, sobre todo si se aprueban las adopciones, se convertirán en un "caballo de Troya" en la sociedad, que hará crecer el número de homosexuales, ampliando así el radio de acción de los emporios económicos gays.

Libertades en riesgo

El matrimonio homosexual implicará multas y penas de cárcel para quien critique la actividad homosexual, lo cual irónicamente implicará un atentado contra la libertad de expresión, considerada como baluarte de la tan mentada "democracia". Esto ya sucede por ejemplo en Suecia y Canadá donde expresar cualquier punto de vista crítico está castigado penalmente. En Suecia un pastor protestante, Ake Green, fue a prisión por criticar las uniones homosexuales (que pueden adoptar hijos, desde 1995) y en Canadá, el obispo Calgary ha tenido problemas por manifestar su opinión al respecto.

La homofobia se ha convertido en una excusa en manos de los gobernantes o de los activistas homosexuales para limitar la libertad de expresión y perseguir a quien se atreva a disentir de lo políticamente homocorrecto.

Otra libertad esencial está en peligro: la de conciencia. Si se invocó esa objeción para oponerse al servicio militar, no menos legítimo resulta invocarla -como han hecho algunos alcaldes- para negarse a celebrar la farsa que implica que un hombre se "case" con otro. Pero, por ejemplo, la vicepresidenta del Gobierno de España ya ha advertido que todos los funcionarios deben cumplir obligatoriamente la ley, despreciando así un derecho fundamental en una democracia, que los homofílicos tanto dicen defender. El matrimonio homosexual se enseñará en las escuelas como dogma, y los medios de comunicación se harán eco de la mentira antropológica, el fraude de ley y la flagrante injusticia que comporta.

Por otro lado, se consumará no solo un agravio contra el matrimonio, sino contra aquellas personas que viven juntas sin relaciones sexuales (dos ancianas, tres hermanos, un tío y un sobrino) se verán privados de las ventajas legales del matrimonio homosexual, aunque tengan una relación con afectividad, compromiso y convivencia.

Perjuicio sobre la natalidad

El matrimonio homosexual agrava además el ya comprometido futuro demográfico de los países blancos, siendo un factor más dentro de la ingeniería social para el genocidio blanco. En primer lugar, porque por definición la natalidad de los homosexuales es cero; y en segundo lugar, porque las adopciones no suplen en número la natalidad natural.

La proliferación de matrimonios homosexuales se convierte así en un problema añadido para el futuro de cualquier país que, debido a la falta de niños, serán una minoría étnica en sus propios países para el año 2050.

Diferencias entre las uniones heterosexuales y homosexuales

Si conceptualmente la equiparación entre uniones heterosexuales y homosexuales resulta en un absurdo, pragmáticamente resulta en una imposibilidad estadística. Entre las diferencias de parejas heterosexuales y homosexuales se encuentra la duración, mientras un alto porcentaje de matrimonios heterosexuales dura más de 20 años, la gran mayoría de relaciones entre personas del mismo sexo tienen un periodo de vida muy corto y transitorio, "lo cual no tiene que ver con el factor de la presión social que hace la mayoría, sino la conducta propia de función de pareja"[6].

Probabilidad de divorcio

Es estudio de Patrones de Riesgo en "matrimonios" del mismo sexo en Noruega y Suecia indica que la probabilidad de divorcio en las parejas "hombre"-"hombre" es un 35% más alta que la de los matrimonios heterosexuales, en tanto que en las parejas entre mujer–mujer el índice es triple[6].

Las parejas del mismo sexo tienden a conformar uniones más inestables y de menor duración que las parejas heterosexuales. Un estudio de seguimiento en EE.UU, elaborado a partir de una encuesta sobre diversos aspectos de vida familiar, respondida por cerca de 5.500 parejas de distinto tipo, mostró que las parejas casadas hombre-mujer, mostraban promedios de convivencia cercanos a 10 años, en cambio aquellas formadas por hombres habían convivido durante 3.5 años y por lesbianas, 2.2 años[7].

En Holanda la duración media de una relación homosexual "estable" es de año y medio.[8]

Enfermedades de transmisión sexual

El estudio holandés La contribución de parejas estables y ocasionales en la incidencia del virus del VIH entre hombres homosexuales de Ámsterdam (The Contribution of Steady and Casual Parthership to the Incidence of HIV Infection among Homosexual Men in Amsterdam), indica que mientras tres cuartas partes de las parejas de sexo opuesto casadas permanecen fieles, las parejas entre personas del mismo sexo típicamente muestran un alto grado de promiscuidad y tienen un promedio de ocho parejas sexuales por año[6].

El promedio de parejas sexuales a lo largo de una vida en EE.UU. es de cuatro en el caso de heterosexuales frente a 50 en los homosexuales.[9]

Violencia

Gráfico que compara a las víctimas de violencia entre heterosexuales, lesbianas y gays.

Un estudio de la Oficina de Estadísticas del Departamento de Justicia Norteamericano, publicó un informe basado en una encuesta de seguimiento sobre una muestra de 49.000 hogares que se aplica periódicamente durante 3 años y que mide, entre otros aspectos, los niveles de violencia intrafamiliar en los hogares. Esto significa; maltrato y golpes, violación y abuso sexual cometidos por algún miembro de la pareja que conforma el hogar. Es importante constatar como resultado, que en los hogares con alguna pareja del mismo sexo, los niveles de violencia son mayores. Del total de encuestados, un 0.26% de las mujeres casadas y 0.05 de los hombres casados, reportaron ser víctimas de violencia de parte de su cónyuge en el último año. En las parejas del mismo sexo, este porcentaje alcanzó al 11.4% en el caso de lesbianas y 15.4% en homosexuales[7].

Según las estadísticas del FBI de 1999, en Estados Unidos se produjeron 1.317 incidentes de agresiones entre homosexuales, desde asaltos hasta injurias graves.[10]

Según datos de la Coalición Nacional de Programas Antiviolencia de 1999, hubo 3.120 incidentes de violencia doméstica homosexual registrados en San Francisco, Nueva York, Chicago, Boston, Los Ángeles, Colorado, Cleveland y Columbus.[10]

La revista Clinical Psychology Review revisó en 1999, 19 estudios sobre violencia doméstica homosexual: el 28% de las parejas homosexuales de ambos sexos registraron violencia física; en concreto se registró violencia en el 48% de las parejas lesbianas y en el 38% de las parejas de varones. En un estudio sólo de parejas lesbianas, se registraban maltratos psicológicos entre un 73% y un 90% de las parejas. Más de un 30% de las lesbianas habían estado en una relación donde al menos había sucedido una agresión física.[10]

Otro informe importante es el de los National Institutes of Health del año 2000: "los convivientes del mismo sexo registraron una violencia con la pareja íntima significativamente mayor que los convivientes de sexos opuestos". El 39,2% de las lesbianas declaró haber sido agredida físicamente, acosada o incluso violada por su pareja del mismo sexo. Entre los varones homosexuales, un 15,4% admitió haber sufrido estas agresiones.[10]

Estudio sobre parejas homosexuales de larga duración

En tanto, el estudio: La Pareja Masculina (The Male Couple) evaluó la calidad y estabilidad de las parejas homosexuales de larga duración, en base a datos aportados por 156 parejas de varones homosexuales cuyas relaciones habían durado de 1 a 37 años.

Sin embargo, sólo 7 de estas "parejas" fueron capaces de mantener la fidelidad sexual y en ningún caso la fidelidad duró más de 5 años.

Los autores del estudio The Male Couple, Mc Whirter y Mattison admiten que la actividad sexual fuera de la relación homosexual con frecuencia produce la pérdida de la confianza, de la autoestima y de la dependencia, esenciales para una unión sana de pareja[6].

Grupos de oposición

La legalización del gaymonio generó una polémica reacción ciudadana en Francia, cuya organización se ha denominado Manif Pour Tous, en oposición a la frase "Matrimonio para todos", esbozada por la izquierda socialista que le ha dado estatuto legal.

Judíos e Israel

El judío Evan Wolfson (fundador del grupo Freedom to Marry) ha sido descrito como el "padrino" del movimiento del matrimonio homosexual.[11][12]

Muchas personas y organizaciones judías prominentes apoyan el matrimonio homosexual en los países occidentales, pero han sido acusadas de hipocresía con respecto a Israel, que prohíbe el matrimonio homosexual. Además, los principales medios de comunicación occidentales han sido acusados ​​de no mencionar decisiones controvertidas en Israel con respecto a las uniones homosexuales, lo que causaría un gran revuelo si ocurriera en otros países.[13]

Referencias

Artículos relacionados

Enlaces externos