Vittorio Valdani

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Vittorio Valdani (Milán, Italia, 1870 - Buenos Aires, Argentina, 1964) fue un destacado empresario ítalo-argentino. Abrazó la causa fascista, convirtiéndose en un promotor de la doctrina en Sudamérica. Posteriormente ayudó a muchos perseguidos políticos a conseguir asilo en la Argentina y apoyó a Juan Domingo Perón como impulsor de la Tercera Posición.

Juventud

Valdani era hijo de un matrimonio de trabajadores. Gracias a su inteligencia pudo asistir al Liceo Clásico Cesare Beccaria primero y luego al Liceo-Gimnasio Alessandro Manzoni, dos instituciones milanesas de gran prestigio.

Obtuvo una beca para estudiar ingeniería en el Colegio Ghislieri de Pavía, completando su formación en 1894 en el Instituto Politécnico de Milán.

Consiguió trabajo en la Sociedad Anónima Ing. L. Vogel, una fábrica situada en Bovisa y dedicada a la fabricación de productos químicos. En ese lapso experimentó en el desarrollo de procedimientos para extraer oro a partir de piritas.

Trabajo en proyectos mineros

Contratado por la General Gold Extracting Company, Valdani viajó en 1895 a los EEUU para conducir proyectos de investigación minera. Recorrió gran parte de la zona occidental de ese país, llegando incluso hasta Alaska.

Regresó a Europa después de tres años de trabajo en Norteamérica. La Mining Exploration Company lo reclutó para enviarlo, primero, al Imperio Ruso y, más tarde, al Imperio Austro-Húngaro. Culminadas esas misiones, le ofrecieron también viajar a Siam, pero el ingeniero rechazó la oferta.

Éxito empresarial en la Argentina

En 1899 ingresó como empleado a Pirelli. En la década siguiente la empresa experimentó un amplio y veloz crecimiento, lo que hizo que Valdani escalara rápidamente a puestos gerenciales. La expansión de Pirelli lo obligó a viajar a diversos países alrededor del mundo. Al visitar la Argentina entendió que esa nación estaba en condiciones de convertirse en una potencia si se industrializaba. Por ende decidió aprovechar las oportunidades que había para hombres como él y, en 1908, aceptó ocupar la gerencia de la Compañía General de Fósforos.

Después de diez años de trabajo, Valdani no sólo consiguió modernizar a las fábricas que la CGF tenía en la provincia de Buenos Aires, sino que además procuró invertir en otras partes del país para obtener la materia prima con la que elaboraban sus productos (de ese modo terminó siendo uno de los más entusiastas impulsores de la industria algodonera en la provincia de Chaco).

Retornó a Italia a mediados de 1918 por pedido de Alberto Pirelli, pensando en servirle a su patria como colaborador del Comité de Armas y Municiones que el empresario dirigía. Sin embargo poco después de su arribo la Primera Guerra Mundial llegó a su fin. De todos modos Valdani permaneció varios meses en Europa ayudando al gobierno italiano a resolver asuntos económicos.

Ya de regreso en la Argentina fundó la Sociedad Ítalo Argentina de Aviación Civil, la cual importó aeroplanos y pilotos italianos para desarrollar la industria aeronáutica en el país. También ingresó al directorio del Banco de Italia y Río de la Plata, el cual era una de las empresas financieras más importantes de la época.

Promotor del fascismo

A partir de la década de 1920 el empresario comenzó a vincularse más estrechamente con los gobernantes argentinos. Para la época era una de las máximas autoridades tanto de la Unión Industrial Argentina (UIA) como de la Federación General de Sociedades Italianas de Socorros Mutuos, Culturales y Recreativas de la República Argentina (FEDITALIA). La primera era una organización que agrupaba a quienes apostaban por la industrialización del país, mientras que la segunda era el principal órgano de coordinación de la importante colectividad italiana instalada en la región. Por ello Valdani era considerado un hombre de gran influencia.

Con Hipólito Yrigoyen mantuvo una relación cordial, señalándole la importancia de regular y controlar al mundo obrero para evitar el ascenso del comunismo, garantizando así una convivencia pacífica entre patrones y empleados que minimizase los conflictos. Sin embargo fue el presidente Marcelo Torcuato de Alvear quien lo incorporó al directorio de la empresa estatal Yacimientos Petrolíferos Fiscales, cargo que ocupó hasta 1930 alineándose con la conducción de Enrique Mosconi.

La conquista del poder por parte de Benito Mussolini en Italia dividió a los italianos que habitaban en la Argentina. Valdani mantuvo una distancia inicial con el nuevo régimen, pero a partir de 1924 -cuando en todo el mundo se acusaba equivocadamente al Duce de haber ordenado el asesinato del izquierdista Giacomo Matteotti- el empresario pidió afiliarse al Partido Nacional Fascista. En consecuencia, por casi cuatro años, obró como coordinador de los fascistas que habitaban fuera de Italia, ocupándose de promover la causa patriótica que estaba acabando con la crisis social en el país y revalorizando a la identidad nacional.

Valdani se alejó momentáneamente del proselitismo fascista en 1928 para dedicarse a reestructurar a la CGF, que para esa época había alcanzado una dimensión considerable. Se creó así la Compañía General Fabril Financiera, la cual, además de la producción de fósforos, tenía divisiones que competían en la industria del papel, del algodón, del aceite y de la grasa. Sus plantas de producción estaban distribuidas en diversas partes del territorio argentino y uruguayo, dándole trabajo a miles de personas. Para evitar que la infiltración comunista ganara terreno, implementó en sus empresas una estructura similar al Dopolavoro italiano, la cual fue replicada por otros empresarios de la época.

En 1930 invirtió una importante suma de dinero para lanzar el diario Il Mattino d'Italia, una publicación dirigida a los ítaloparlantes que habitaban la Argentina. El propósito de esta empresa era contrarrestar la campaña de desinformación sobre la realidad italiana que conducían los periódicos antifascistas La Patria degli Italiani y L'Italia del Popolo. El periodista Mario Appelius fue designado inicialmente como director, siendo más tarde sustituido por Michele Intaglietta. El diario apoyaría a la Revolución del 6 de Septiembre de 1930, confiando en que el nuevo gobierno que de allí surgiese ayudaría a encaminar a la Argentina hacia la grandeza.

José Félix Uriburu convocó a Valdani en 1931 para que colaborase con el gobierno, dándole el cargo de asesor en la Dirección General del Impuesto a los Réditos y las Transacciones. Se mantuvo en ese puesto hasta 1935, año en que debió renunciar para organizar la adquisición de la empresa Celulosa Argentina, que había sido fundada por Umberto Pomilio. Ello hizo que los sectores bursátiles del país comenzaran a llamar a la CGFF como el "Grupo Italiano", lo que fue replicado por la prensa nacional. La CGFF promovió el acercamiento ítalo-argentino hasta que estalló la Segunda Guerra Mundial y la empresa llamó la atención de las Potencias Aliadas, quienes sospechaban de que la misma fuese parte del esquema de financiación de los fascistas.

La creación en 1938 de los Talleres Gráficos Bodoni para imprimir Il Mattino d'Italia sólo alimentó los rumores de que Valdani estaba detrás de algún tipo de conspiración para imponer un gobierno pro-fascista en la Argentina, ya que desde su sede se producían los ejemplares de los periódicos La Fronda, El Federal y Cabildo (el Blue Book on Argentina sugiere que había una conexión entre el empresario y el político Manuel Fresco). Asimismo su cercanía a la asociación Amigos de Italia -en la que participaban hombres como Carlos Ibarguren, Juan P. Ramos y Daniel Videla Dorna- hacía a muchos especular con una eventual maniobra sustentada por Valdani que catapultase al poder a un nacionalista más dispuesto a incorporar al país al Eje que a mantener la neutralidad ante la guerra.

Colaborador del peronismo

Hacia fines de 1944, después de que el gobierno clausurara Il Mattino d'Italia -que, de hecho, había recibido con alegría a la Revolución del 4 de Junio de 1943-, Valdani decidió renunciar a los directorios de todas las empresas que controlaba para que dejasen de asociarlas al fascismo italiano y evitar así una posible sanción si la Argentina ingresaba al conflicto bélico internacional.

Cuando se desató la persecusión contra los fascistas en Europa, el empresario se acercó al recientemente electo presidente Juan Domingo Perón para que apoyase un plan de inmigración especial tendiente a darle asilo a quienes lo necesitasen. Gracias a ello pudieron desembarcar en Sudamérica personalidades como Vittorio Mussolini, Piero Parini, Carlo Scorza, Giuseppe Spinelli, Tullio Tamburini y muchos más. Con varios emigrados, asilados y descendientes de italianos creó la Asociación Patriótica Italiana (la CIA más tarde lo sindicaría como uno de los principales organizadores de la rama argentina del Movimento Sociale Italiano).

La amnistía que el gobierno italiano concedió a los fascistas a mediados de 1946 ayudó a normalizar las cosas, permitiendo tanto el regreso de muchos emigrados como el reposicionamiento de Valdani como líder industrial.

En 1948 reasumió el control de sus empresas y relanzó FEDITALIA con el objetivo de que los italianos que habitaban el país pusieran al lado sus viejas diferencias ideológicas y se dedicaran a colaborar con el peronismo en su cruzada por convertir a la Argentina en una potencia mundial.

Fue uno de los principales financistas de Dinámica Social, revista que defendía la Tercera Posición ante el escenario de Guerra Fría que comenzaba a dominar al mundo.

En 1954 el empresario prologó La Grande Parola, una antología de célebres discursos de Mussolini en donde hace un elogio del Duce al considerarlo un guía espiritual de la nación italiana, un maestro para los jóvenes de las generaciones futuras y un mártir de la causa fascista. Ese mismo año el gobierno de la República de Italia lo nombró Caballero del Trabajo.

Últimos años

Valdani siguió administrando sus empresas hasta 1961, momento en que decidió retirarse. En sus últimos años de actividad empresarial incursionó en el ámbito de la industria agrícola y forestal argentina.

El empresario fue toda su vida un activo protector de las tradiciones italianas y benefactor de sus compatriotas emigrados. Formó parte de la Sociedad Italiana de Beneficencia y del Círculo Italiano, así como también financió generosamente a la Asociación Dante Alighieri y al Hospital Italiano. En Milán, después de la guerra, erigió un importante orfanato para contener a quienes hubiesen perdido a sus padres en esos años.

Murió en Buenos Aires en 1964. Sus restos mortales fueron repatriados a Italia al año siguiente.

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