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Paganismo
La expresión paganismo se refiere indistintamente al amplio conjunto de religiones ancestrales, prácticas espirituales, creencias o tradiciones nativas de los pueblos europeos anteriores al advenimiento del cristianismo y a algunas otras expresiones y grupos religiosos que sobrevivieron a la imposición de la religión cristiana.
El término se puede definir en términos generales, para abarcar las tradiciones religiosas que no tienen conexión con el grupo monoteísta abrahámico, es decir, el judaísmo, el cristianismo y el islam. Aunque a menudo se refiere a las religiones politeístas históricas y contemporáneas, es importante señalar que el término no tiene la intención de diferenciar a las religiones politeístas de las monoteístas.
Las tradiciones paganas se clasifican como religiones naturales, en contraposición a las religiones reveladas y fideístas. Se caracterizan por la ausencia de proselitismo, ausencia de un cuerpo dogmático y, por lo tanto, ausencia de fundamentalismo, mientras que gozan de una mitología viva que explica la práctica religiosa. Al carecer de dogmas, cualquiera de las múltiples formas de religión pagana, pueden reconciliarse entre sí, porque sus lineamientos esenciales son compatibles.
El paganismo como esquema espiritual es definido como una cosmovisión particular e inherente a un pueblo que surge de sus propias experiencias históricas, sociales, culturales y psicológicas, dentro del ambiente nativo que le circunscribe, por lo que sus ejemplos se denominan como religiones étnicas.
El paganismo moderno o neopaganismo se refiere a las reconstrucciones modernas de las religiones precristianas y, a veces, también a movimientos que están solo parcialmente influenciados por religiones paganas más antiguas.
Sumario
Denominación
Históricamente, los pueblos pre-cristianos no tenían una palabra especial para designar sus propias prácticas espirituales ya que la religión no era considerada como un elemento separado de su vida cultural cotidiana, sino algo perfectamente integrado en cada institución y acontecimiento social, cultural o político. Por ello, los "paganos" utilizaban sus autónimos o etnónimos, es decir, se referían a sí mismos simplemente por su origen étnico en lugar de usar un término basado en los dioses que adoraban como hoy en día. Así, por ejemplo, se referían a sí mismos, en su propio lenguaje, como romanos, helenos, egipcios, etc.
Un europeo precristiano probablemente no hubiera entendido la pregunta "¿de qué religión eres?", pues el concepto de religión era muy distinto al que se entiende actualmente. Como la mayoría de los pueblos indígenas con tradiciones religiosas orgánicas, los "paganos" europeos originales no tenían etiquetas o nombres específicos para denominar a las creencias y prácticas de su pueblo, pues la religión era parte inseparable de su identidad étnica y tribal.
Ludwig Feuerbach definió el paganismo de la antigüedad clásica, al que denominó como Heidentum como "la unidad de la religión y la política, del espíritu y la naturaleza, de Dios y el hombre", resaltando la observación de que el hombre, en el paganismo, siempre se define por la etnia, de modo que cada tradición pagana también es una tradición nacional con una identidad propia y única.
No fue sino hasta el surgimiento del cristianismo que se necesitaba una denominación para clasificar a la gente como "cristiano" o "no cristiano", del mismo modo que los judíos tenían que distinguir entre un judío y un gentil o no judío (goy). De hecho, el término 'pagano' ha sido también usado extensamente para referirse al 'no judío'.
El haber colocado bajo un mismo grupo y un sólo término a todas las religiones no cristianas facilitó a los primeros cristianos el proceso de erradicación de la diversidad de antiguas creencias.
Etimología
Los términos 'paganismo' y 'pagano' provienen etimológicamente del latín paganus, que significa 'hombre del campo', 'campesino', 'aldeano', 'rústico', derivado de la palabra pagus que refiere a una pequeña unidad de tierra en un distrito rural.
El término en latín pagani ('hombres del campo'), originalmente carecía de un significado religioso y fue usado sin un tono negativo por algunos escritores romanos como Tito Livio (59 AEC. - 17 EC.), sin embargo, posteriormente fue usado por los cristianos de principios del siglo IV durante la decadencia del Imperio Romano para designar de forma peyorativa a los no cristianos, especialmente a quienes oponían mayor resistencia a la evangelización y continuaban practicando sus antiguas costumbres, alcanzando el término "paganismo" la connotación de "religión de los campesinos".
La razón es que las personas que vivían fuera de los entornos urbanos, en el campo, las provincias y los bosques de Europa, conservaban más pura su herencia y practicaban celosamente las tradiciones y cultos de sus ancestros. En cambio, la población era esencialmente cristiana en las corruptas, cosmopolitas y mestizas ciudades del imperio decadente. Las ideologías extranjeras se difundían mejor en los entornos urbanos, donde la densidad de población permitía la transmisión tanto de ideologías como de enfermedades.
Dicho uso pretendía ver al hombre del campo como "inculto", "primitivo" y "supersticioso", tal como sucede actualmente en muchas partes del mundo donde se ve como "superior" a la vida sofisticada en las grandes ciudades y como "inferior" a la vida sencilla en el campo. En estos lugares de ámbito rural el paganismo sobrevivió hasta muy avanzada la Edad Media, y en muchas partes de Europa surgieron resistencias paganas contra la cristianización. La Iglesia demonizó el reducto de estas tradiciones utilizando el término "brujería", para denominar sus creencias y acusarles de practicar el culto al Diablo.
Términos sinónimos y alternativos en los textos judeocristianos para el mismo grupo fueron 'heleno' y 'gentil' (del latín gentilis: 'clan', 'familia', 'tribu') (en griego, ἐθνικός ethnikos: 'raza', 'nación' o 'pueblo').
Pese a su origen como peyorativo, actualmente muchas personas reivindican el término para definir su cosmovisión y como un título de orgullo, describiendo una mente libre de tendencias populares e infestaciones metropolitanas, y una mente fiel a las tradiciones y al orden natural.
Continuidad histórica en Europa
Aunque la gradual cristianización de Europa marginó y proscribió al paganismo como religión al punto de su casi desaparición, no puede decirse que éste fuera erradicado. El paganismo, su cultura y sus valores no murieron con el advenimiento del cristianismo, sino que sobrevivieron a pesar de él.[1] Incluso durante períodos tan cristianos como la Edad Media, brotaron atisbos espirituales que parecen asistir a una simple repetición de la antigua mentalidad pagana bajo un disfraz cristiano, pero siempre plagadas de folclore europeo y signos esotéricos que no tienen vinculación alguna con las doctrinas cristianas originales. Estos atisbos, se manifestaron, por ejemplo, en instituciones como la caballería, la nobleza y el Sacro Imperio Romano Germánico, también en las distintas órdenes militares como los caballeros teutónicos, los templarios y los hospitalarios, así como en grupos heréticos como los cátaros, los alquimistas, el arte románico y gótico, y hasta cierto punto algunas órdenes religiosas que acumularon sabiduría y conocimiento, como los franciscanos, benedictinos, cistercienses, etc.
Cuando el cristianismo entró en contacto con las diferentes tradiciones europeas, muchas de ellas se introdujeron gradual y significativamente en el culto cristiano por medio de la política eclesiástica del sincretismo[2] que buscaba absorber las costumbres locales en lugar de suprimirlas para facilitar la conversión[3]. Así por ejemplo, algunas de las antiguas festividades paganas, como el Solsticio de Invierno o el Solsticio de Verano, se convirtieron en festivales de la Iglesia, cambiando de nombre y de significado ritual (Navidad y Fiesta de San Juan, respectivamente), pero preservando, de forma oculta, su significado natural y esencial. Alrededor del año 405, imágenes de santos y mártires empezaron a aparecer, primero como monumentos conmemorativos, y luego reverenciadas en un culto semejante a la usanza greco-romana, algo que estaba estrictamente prohibido por la iconoclasia bíblica y el cristianismo primitivo. Además, muchas iglesias católicas fueron construidas en antiguos sitios sagrados paganos y la arquitectura católica tendía a imitar la arquitectura pre-cristiana: Domos solares, obeliscos e incluso cruces, tienen orígenes paganos. En las culturas paganas, las diosas madres eran adoradas en grutas y arboledas. En el catolicismo, la veneración de María se asocia con cuevas y arboledas.
A pesar de haber sido financiada por la Iglesia para mostrar explícitamente su poder, la arquitectura románica y gótica refleja elementos intrínsecamente precristianos. En las paredes y ventanas de algunos de los edificios religiosos más famosos de Europa se esconde la evidencia de un corazón pagano que latía en la opulenta fachada cristiana. Incluso uno de los monumentos más preciados de la devota Polonia católica, la Catedral de Wawel, tiene sutiles indicios de ello en su rosetón, frondosas gárgolas y, excepcionalmente, tres huesos gigantes encadenados a una pared junto a la entrada principal, supuestamente perteneciente a un dragón que había sido asesinado allí, un motivo prolífico de origen indoeuropeo que luego fue plagiado por el cristianismo. Algunos elementos estilísticos, como el Hombre verde (símbolo de la primavera), los rosetones (imitación de los patrones de la naturaleza), las columnas en espiral (fertilidad), gárgolas (criaturas con origen en el folclor germánico, eslavo y celta), laberintos (símbolo de la Madre Tierra) y símbolos astrológicos como los que destacan explícitamente en la Catedral de Chartres, se consideran como indicadores claros de la corriente cultural pagana oculta que aún hoy fluye a través de Europa.
La alquimia medieval europea fue un claro intento por ocultar simbología y tradiciones paganas en una época cristiana, por lo que los alquimistas anteriores al Renacimiento debían disfrazar sus procedimientos utilizando alegorías del cristianismo. Algunos textos helenísticos astrológicos, como el Almagesto de Tolomeo, fueron traducidos al árabe y al persa, lo que les preservó de la destrucción cristiana. Luego, en el siglo XII estos textos arábigos fueron traducidos al latín, por lo que Europa redescubrió partes olvidadas de su cultura, ayudando así al inicio del Renacimiento europeo.
El Renacimiento fue el primer movimiento que buscó, al menos culturalmente, la recuperación y restauración de la cultura clásica europea con sus ideales, sus valores, su ciencia y su filosofía. Numerosos grandes artistas, como Sandro Botticelli, Tiziano, Giorgione, Leonardo da Vinci, Dosso Dossi, Rafael Sanzio, Miguel Ángel Buonarroti, tomaron inspiración en los antiguos mitos griegos para sus obras y el realismo clásico fue restablecido como criterio estético máximo. Pese a que se suele decir que sus obras no tenían ningún tipo de fin religioso y sólo tenían el propósito estético de establecer significados alegóricos, lo cierto es que la estrecha relación intelectual con estos símbolos y arquetipos no se diferenciaba mucho de la antigua contemplación europea de lo divino.
Los grandes médicos de la época como Paracelso (quien escribió un tratado sobre criaturas míticas del folclor europeo), eran alquimistas, y astrónomos como Tycho Brahe, Johannes Kepler o Galileo, también practicaron la antigua astrología, y de la mano de una gran cantidad de filósofos aparecieron numerosos textos de sabiduría hermética.
Críticas
Un argumento que suele ser presentado por adherentes de religiones monoteístas, como el cristianismo, el judaísmo e Islam, que creen en un solo Dios creador es que el paganismo es la adoración de la creación y no del Creador. Este argumento a menudo se utiliza para afirmar la superioridad de estas religiones sobre el paganismo.
Este argumento es un ejemplo de falso dilema pues concluye que la adoración a la naturaleza y la adoración de un creador son mutuamente excluyentes, lo cual es erróneo ya que el paganismo reconoce y adora a una fuerza o entidad suprema, a menudo personificada en deidades principales y considera a la creación como una manifestación directa de la divinidad, por lo que la veneración a la creación es en sí misma una veneración a la divinidad creadora que se manifiesta a través de ella.
Referencias
- ↑ Jean Seznec, La supervivencia de los dioses paganos. La tradición mitológica y su lugar en el Renacimiento, el humanismo y el arte (Los dioses de la Antigüedad en la Edad Media y en el Renacimiento), Madrid, Taurus, tr. Juan Aranzadi, 1983.
- ↑ El carácter sincrético de la Iglesia católica ha sido estudiado y demostrado por el prestigioso historiador de las religiones alemán Friedrich Heiler en sus obras Das Wesen des Katholizismus (1920) y Der Katholizismus (1923).
- ↑ Hendrik Park, The Roman Catholic Church - A Critical Appraisal