Consejo de Relaciones Exteriores

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El Consejo de Relaciones Exteriores es la versión norteamericana del Real Instituto de Asuntos Internacionales consituída oficialmente en 1921 con el nombre de Council on Foreign Relations (CFR). La dirección de este organismo recayó en el ínclito House, cuyas especiales relaciones con los magnates de la banca neoyorquina explican el hecho de que se rodease en la plana mayor del Consejo de elementos reclutados entre los asociados de la banca J.P.Morgan, en los despachos jurídicos que trabajaban para dicha firma, y en los círculos tecnocráticos vinculados a la Alta Finanza.

Inicio

Entre los miembros de la alta finanza ligados al CFR figuraban John y Allen Dulles, Otto Khan, Isaías Bowman, Norman Davis, Paul Crawath, Whitney Shepardson, Philip Jessup y Charles Seymur.

Desde entonces hasta hoy, el CFR ha venido siendo uno de los más eficientes instrumentos del Establishment, que a través de este organismo determina el curso de la vida pública estadounidense en todos los ámbitos, y muy especialmente en el relativo a la política exterior, como iremos viendo a lo largo de las páginas sucesivas.

Entre la firmas multinacionales y Fundaciones "filantrópicas" que contribuyen a costear los ingentes gastos de este poderoso club figuran:

  • Carnegie Corporation of New York,
  • IBM World Trade Corporation,
  • General Motors Corporation,
  • Morgan Guaranty Trust Company,
  • Citybank,
  • Chemical Bank,
  • Citicorp,
  • International Minerals and Chemical Corporation,
  • Association of Radio and Television News Analysts,
  • The Ford Fundation,
  • The Rockefeller Fundation,
  • Rockefeller Brothers Fundation,
  • The Andrew Mellon Fundation,
  • The Commonwealth Fundation.

Eso no impide, más bien todo lo contrario, que el CFR sea el organismo donde mejor se ha operado la síntesis fabiana entre el capitalismo y uno de sus hijos bastardos, el marxismo, que de esta forma, una vez ultimada la labor de disolución cultural y espiritual para la que fue diseñado, se reintegra a la matriz burguesa de la que surgió. Dicho de otro modo, el CFR ofrece el más preclaro exponente de la dialéctica hegeliana, y en su seno los dos supuestos antagonistas se funden en la síntesis deseada

No tiene nada de extraño, por tanto, que este Club oligárquico patrocinado por el Gran Capital haya servido de tribuna para la difusión de la "cultura" izquierdista y contado entre sus miembros con innumerables gentlemen filomarxistas. Además del ya citado Henry Kissinger (presidente en su día de este organismo) y de su equipo de colaboradores pro-soviéticos, son abundantes los ejemplos de oligarcas progresistas que han destacado en sus filas. Entre algunos de los más conocidos figuran Alger Hiss, Herbert Matthews, John Fairbank y Harry Dexter White, todos ellos agentes activos de la Inteligencia soviética durante la época de la "confrontación".

El caso de Alger Hiss merece especial significación, entre otras razones porque ilustra bastante bien la naturaleza del régimen de Franklin Delano Roosevelt y de su equipo de colaboradores íntimos (Baruch, Morgenthau, Lehman, Frankfurter, Hopkins, Rosenmann, Bloch, Cullmann), todos ellos miembros del CFR y de la Round Table, todos ellos acaudalados plutócratas, y todos ellos simpatizantes y benefactores del régimen estalinista. Pues bien, entre esos colaboradores de Roosevelt figuraba también Alger Hiss, cuya importancia viene dada por el decisivo papel que, en su calidad de asesor especial del Departamento de Estado, desempeñó en los acuerdos de Yalta, tan provechosos para la Rusia soviética.

Alger Hiss

Nacido en el seno de una familia de la alta burguesía, Alger Hiss cursó estudios en Harvard, feudo fabiano donde fue captado para su equipo de cerebros por el financiero Frankfurter, uno de los ideólogos del New Deal. Tras prestar servicios como abogado en una firma de Wall Street, entró en contacto con otro destacado militante de la izquierda del New Deal, Lee Pressmann, quien le introdujo en la organización WARE, una red de espionaje al servicio del Komitern. Aunque la trayectoria de Hiss suscitó frecuentes sospechas, no sería hasta tiempo después, con motivo de las imputaciones formuladas contra él por un ex-camarada de la red WARE, Whittaker Chambers, cuando quedaron al descubierto sus vínculos con los servicios secretos soviéticos y su intensa labor de penetración y reclutamiento en las altas esferas de la Administración estadounidense. Pero lo más esperpéntico de este asunto sería su desenlace, ya que, una vez desenmascarado, Alger Hiss fue retirado del servicio estatal, recibiendo por toda sanción la presidencia del Carnegie Endowment for Peace, una de las principales entidades patrocinadoras de las Conferencias Bilderberg.

Averell Harriman

Otro de los "camaradas" americanos que desempeñó un importante papel en los acuerdos de Yalta fue Averell Harriman, embajador especial de Roosevelt en la Conferencia, miembro de una poderosa saga de banqueros y socio del CFR. Este sujeto, conocido tanto por su pertenencia a todos los círculos oligárquico-mundialistas como por sus deferencias hacia la antigua URSS, fue señalado por Anatoli Golitsin, ex-agente del KGB, como uno de los más activos integrantes de la red filomarxista de la Administración estadounidense.

Naturalmente, el CFR no es el único espacio en el que se ha operado la síntesis ideológica señalada, aunque sí el más notorio. Los núcleos iluministas radicados en las Universidades de Oxford y Yale, de los que se hablará más adelante, se han mostrado igualmente activos en esa misma labor, si bien dentro del más absoluto hermetismo. Igualmente digna de mención a este respecto es la Universidad de Cambridge, bastión fabiano del que salieron los dandis británicos Philby, McLean, Blunt, Burgess y Cairncross, cuyos eficientes servicios al régimen estalinista han sido minuciosamente recogidos en una obra escrita por el que fuera su enlace soviético, el oficial del KGB Yuri Modin.

Foreign Affairs

El órgano oficial del CFR es la revista Foreign Affairs, una publicación trimestral abierta a todos las opiniones "progresistas" en la que vierten sus análisis los iniciados en los discretos círculos del Poder. Dado su carácter "abierto", la revista reitera en cada uno de sus números que no asume oficialmente ninguna de las tesis expuestas en ella por sus colaboradores, añadiendo que tan sólo se ofrece como un foro de reflexión en el que confluyan ideas "divergentes", por estimar que de esa forma se facilita a sus lectores una mejor información que adscribiéndose a una sola escuela de pensamiento (sic).

A pesar de esa "disparidad" de criterios que se observa leyendo las opiniones de individuos de la misma cuerda oligárquica (el Poder es su denominador común) e ideológica (todos ellos participan en lo esencial de una misma mentalidad), resulta sumamente instructivo ojear las páginas de esa publicación. Y es que leyéndola resulta fácil prever el curso que van a seguir ciertos acontecimientos, especialmente cuando las colaboraciones literarias llevan la rúbrica de un capitoste del CFR o de algún iniciado en los círculos más influyentes del Establishment. Así, en el número correspondiente a julio de 1990, uno de los analistas del CFR, Barry Rubin, exponía la necesidad de "tomar medidas especiales y urgentes para acabar con el poder militar y nuclear de ciertos Estados", indicando a continuación que tales medidas "debían aplicarse a las ambiciones de Irak". Unos meses después se desencadenaría la guerra del Golfo Pérsico. No menos ilustrativos fueron los análisis realizados en 1982 sobre la evolución interna de los regímenes marxistas de Polonia y la URSS por William Hyland, editor del Foreign Affairs, ex-analista de la CIA y miembro del Bilderberg Group, de la Comisión Trilateral, de la Pilgrims Society y de la Round Table. Análisis que, cuando menos, pusieron de manifiesto las portentosas dotes "proféticas" del susodicho Hyland, ya que todas sus previsiones se han ido cumpliendo con asombrosa precisión.

Pero el vehículo idóneo para hacer llegar a la gran masa de la población las opciones decididas en los laboratorios del CFR no es el órgano oficial de éste, de carácter y alcance restringidos, sino los grandes medios de comunicación estadounidenses. Después, los diversos tributarios mediáticos del Sistema esparcidos por las provincias del Imperio se aprestarán a desempeñar su papel habitual de caja de resonancia de las consignas elaboradas en el centro emisor, que es donde se decide qué asuntos deben pudrirse en el silencio y cuáles otros han de convertirse en temas de candente actualidad, marcando asimismo las pautas del modo en que deben tratarse éstos.

Para hacerse una idea de la presencia del Consejo de Relaciones Exteriores en los más influyentes medios de comunicación estadounidenses, he aquí una breve relación de algunos de los capitostes de tales medios adscritos a dicho organismo:

  • New York Times: Richard Gelb, William Scranton, John F. Akers, Louis Gerstner, George Munroe, Donald Stewart, Cyrus Vance, A.M.Rosenthal, Seymur Topping, James Greenfield, Max Frankel, Jack Rosenthal, John Oakes, Harrison Salisbury, H.L.Smith, Steven Rattner, Richard Burt.
  • Washington Post/Newsweek: Katherine Graham, N.Katzenbach, Robert Christopher, Osborne Elliot, Philipp Geyelin, Murry Marder, Maynard Parker, George Will, Robert Kaiser, Meg Greenfield, Walter Pincus, Murray Gart, Peter Osnos, Don Oberdorfer.
  • Time Inc.: Ralph Davison, Donald Wilson, Henry Grunwald, Alexander Heard, Sol Linowitz, Thomas Watson.
  • Public Broadcast Service: Robert McNeil, Jim Leher, C.Hunter Gault, Hodding Carter, Daniel Schorr.
  • Associated Press: Stanley Swinton, Harold anderson, Katherine Graham.
  • Wall Streett Journal: Richard Wood, Robert Bartley, Karen House.
  • ABC: Thomas Murphy, Barbara Walters, John Connor, Diane Sawyer, John Scall.
  • NBC/RCA: John Welch, Jane Pfeiffer, Lester Crystal, R.Sonnenfeldt, John Petty, Tom Brokaw, David Brinkley, John Chancellor, Marvin Kalb, Irving Levine, Herbert Schosser, P.G.Peterson, John Sawhill.
  • CBS: Laurence Tisch, Roswell Gilpatric, James Houghton, Henry Schacht, Dan Rather, Richard Hottelet, Frank Stanton.
  • CNN: W.T.Johnson, Daniel Schorr.

Winston Lord

Todo esto no es más que una pequeña muestra de la incidencia del CFR en la vida pública norteamericana; y no será necesario explicar el peso de ese país en el escenario internacional. De ahí las declaraciones efectuadas en el W Magazine (4-8-78, Fairchild Publications) por Winston Lord, presidente por entonces del CFR y miembro de la sociedad The Order: "La Comisión Trilateral no dirige el mundo entre bastidores; es el Consejo de Relaciones Exteriores quien lo hace". Palabras que, siendo certeras, no reflejaron sino una parte de la realidad, ya que este organismo no es la la última instancia o el núcleo central del organigrama oligárquico-mundialista, como más adelante podremos comprobar.

Antes de pasar a ver las relaciones que ha venido manteniendo la izquierda occidental con el CFR, no estará de más dedicar una breve reseña al papel desempeñado por este poderoso club en el alumbramiento de la ONU, de la que últimamente se ha puesto de moda deplorar su inoperancia, lo que no deja de ser una maniobra más de intoxicación, ya que este organismo ha dado buenas muestras de su eficacia cuando los intereses de quienes lo manejan lo han exigido así. Recuérdese, si no, la Guerra del Golfo y todo lo que ha sobrevenido después, entre otras cosas el embargo criminal decretado por tan humanitaria institución contra la población iraquí, que es la que está pagando sus consecuencias.

Pues bien, los avances preparatorios para la constitución de las Naciones Unidas, cuyo edificio, dicho sea de paso, se levantó en unos terrenos cedidos al efecto por el clan Rockefeller (tan filantrópica donación se vería largamente compensada por la revalorización del suelo colindante propiedad de la familia), fueron elaborados por un Comité Secreto (Secret Steering Committee) instituído en 1943 por el Secretario de Estado norteamericano, Cordell Hull.

Dicho Comité estaba formado, además del citado Hull, por cinco asesores del presidente Roosevelt: Taylor, Davis, Bowman, Pasvolski y Welles, todos ellos miembros del CFR.

Edward Stettinius

En diciembre de 1943 se incorporó al grupo Edward Stettinius, recién nombrado Subsecretario de Estado y miembro también del CFR. Hijo de un asociado de la banca Morgan, y antiguo ejecutivo de la United States Steel, este sujeto había gestionado, antes de acceder a su nuevo cargo, la Ley de Préstamo y Arriendo dictada al final de Segunda Guerra Mundial por el gobierno estadounidense. Una ley cuyos beneficiarios no sólo fueron los grandes consorcios industriales norteamericanos, que recibieron a precio de saldo las modernas instalaciones construidas por el Estado durante la guerra, sino también la Unión Soviética, a la que el susodicho Stettinius entregó, a fondo perdido, equipamientos por valor de 10.000 millones de dólares que, por supuesto, nunca fueron pagados.

Posteriormente se irían añadiendo al Comité en cuestión nuevos miembros, la inmensa mayoría procedentes del CFR: Green, Cohen, Hornbeck, Hackworth y Dunn entre ellos. Finalmente, el borrador definitivo para la constitución de la ONU fue redactado por un equipo de juristas socios en su mayoría del CFR (Hughes, Taylor, Davis y Miller entre ellos).

Pero vayamos ya con el tema apuntado líneas atrás, esto es, las relaciones mantenidas por la izquierda occidental y su foro más prestigioso, la Internacional Socialista, con ese sólido baluarte del poder plutocrático que es el CFR.

Antes de nada convendrá recordar que el proyecto de crear una Internacional Socialista se planteó por primera vez en la Conferencia de Claton-on-Sea de 1946, a propuesta de los ministros fabianos del gabinete británico. Dicho proyecto no respondía sino a la doctrina formulada por el CFR para el escenario post-bélico europeo, doctrina que se basó en la conveniencia de crear un frente de contención al comunismo que, al mismo tiempo, no fuera anticomunista. Se trataba, pues, de frenar el expansionismo político y territorial de la URSS, pero sin cercenar la expansión ideológica del marxismo y de las tesis izquierdistas. Un planteamiento, como podrá verse, en la línea de la más pura dialéctica hegeliana, y sin duda el más idóneo para alcanzar la síntesis ya comentada.

La idea esbozada en Claton-on-Sea no tardó en fructificar. Poco después se constituía en Londres el Comité Socialista Internacional, integrado por socialistas alemanes y británicos; y éstos fueron quienes, a su vez, se encargaron de preparar el Congreso Internacional de 1951 celebrado en Frankfurt con la participación de treinta y cuatro delegaciones socialistas, la mayoría de las cuales procedían de los países integrados en la OTAN. La Internacional Socialista nacía así como el instrumento más idóneo para lograr los objetivos marcados.

En las postrimerías de la década de los setenta surgieron dos nuevos organismos que vinieron a completar la estructura de la Internacional Socialista:, de la que bien podrían considerarse como una prolongación: La Comisión Palme y la Comisión Brandt.

Entre los integrantes de la primera en el momento de su creación figuraban, además del propio: Olof Palme, socio del Bilderberg Group, individuos como David Owen (Comisión Trilateral), Egon Bahr (Grupo Bilderberg), Cyrus Vance (Trilateral, Bilderberg, CFR, Pilgrims), Georgi Arbatov (director del Instituto de Relaciones Internacionales de Moscú, equivalente soviético del CFR) y Emma Rothschild.

De parecido corte era la nómina de miembros de la Comisión Brandt, nacida a finales de 1977 bajo los auspicios de Robert McNamara (Trilateral, Bilderberg, CFR, presidente del Banco Mundial).

La presidencia de la Comisión recayó, lógicamente, en Herbert Karl Frahm, más conocido como Willy Brandt, al lado del cual figuraban Edward Heath (Bilderberg), Peter Peterson (director de la banca Lehman-Kuhn&Loeb), Edgard Pisani (Bilderberg), Eduardo Frei (líder democristiano chileno), Katherine Graham (Trilateral, Bilderberg, CFR, propietaria del Washington Post y de la revista Newweek) y algún que otro sindicalista de relleno, incluido en la lista para conferir el oportuno toque proletario a la comisión.

A esta distinguida organización Internacional y Socialista pertenece el Partido Socialista Obrero Español, uno más de los muchos clubs de izquierdistas incendiarios, devenidos en férvidos apagafuegos, tan pronto como sus ambiciones de pequeño-burgueses resentidos encontraron la debida satisfacción. Veamos, pues, sin más preámbulos, algunas de las peregrinaciones efectuadas por sus más destacados dirigentes a las dependencias del CFR y a otros santuarios del Gran Capital.

Tales peregrinaciones, iniciadas ya en la época en que los líderes socialistas vestían de pana progre, comenzaron en agosto de 1975, con la visita de una delegación del PSOE a Israel, donde la poderosa socialdemocracia judía, entonces en el poder, y su organización sindical, la no menos poderosa Histadrut, brindaron a sus homólogos españoles ayuda económica y formación de cuadros a cambio de silenciar o poner sordina a las tropelías israelíes en la zona.

Dos años después, en noviembre de 1977, Felipe González viajaba a los Estados Unidos para entrevistarse con Walter Mondale, vicepresidente norteamericano, Cyrus Vance, secretario de Estado, y otros altos cargos gubernamentales, encuentros que serían ampliamente reflejados en los medios de comunicación. Lo que, sin embargo, no obtuvo el menor comentario fue su visita a la sede del CFR, donde el líder socialista pronunció una conferencia que, de acuerdo con los hábitos de ese organismo, fue seguida del correspondiente coloquio-interrogatorio, cuyos resultados debieron ser plenamente satisfactorios para los cancerberos del Gran Capital a juzgar por la ulterior trayectoria política de su invitado. Acto seguido el futuro presidente acudió a una cena organizada por otro feudo del Establishment, el Carnegie Endowment for International Peace, donde también puso de manifiesto que estaba en condiciones de satisfacer las expectativas de sus distinguidos anfitriones. La primera romería a la meca plutocrática, que concluyó con una visita a David Rockefeller, no pudo ser, por tanto, más satisfactoria para ambas partes, y de ella regresó Isidoro el revolucionario con el placet de los patrones y una pequeña donación de doce millones de dólares para las arcas del partido.

En marzo de 1978 eran Enrique Múgica, entonces presidente de la Comisión de Defensa del Congreso, y Luis Solana, futuro cacique de las comunicaciones, quienes viajaban a Nueva York. En su agenda oficial figuraban entrevistas con Harold Brown, secretario de Defensa, con altos cargos del Consejo Nacional de Seguridad y con los rectores de la multinacional ITT. De todo ello se hicieron eco los medios. Nada se publicó acerca de su asistencia al correspondiente desayuno-sondeo celebrado en los despachos del CFR.

Michel Blumenthal

Por aquellas mismas fechas viajó también a la metrópoli el entonces ministro socialdemócrata de la UCD, y futuro ministro del PSOE, Francisco Fernández Ordóñez. Oficialmente, el objetivo de su visita, ya elocuente de por sí, era contrastar con las autoridades norteamericanas la idoneidad de la política económica del Gobierno español. A tal efecto se entrevistó con Michel Blumenthal, secretario del Tesoro y miembro del CFR, Artur Burns, presidente de la Reserva Federal y miembro del CFR, William Dale, vicepresidente del Fondo Monetario Internacional y militante del CFR, y Robert McNamara, presidente del Banco Mundial y asimismo socio destacado del CFR. La visita de Fernández Ordóñez finalizó, según la norma, con una sesión a puerta cerrada en las oficinas del CFR, de la que tampoco se informó.

Mientras tanto, el profesor Tierno Galván multiplicaba sus esfuerzos para recabar el apoyo de personalidades influyentes (Brandt, Schell, Hoffman) que le permitieran ingresar en la Comisión Trilateral, cosa que no logró debido a que sus gestiones en ese sentido fueron sistemáticamente saboteadas por Felipe González, quien por aquellas fechas estimaba inconveniente para la buena imagen del PSOE el ingreso de uno de sus dirigentes en esa entidad. Tales remilgos no tardarían mucho en disiparse, y en 1985 el presidente de la Compañía Telefónica y militante del PSOE, Luis Solana, ingresaba en la Trilateral, siendo seguido un año después por Julio Feo, entonces fontanero mayor de la Presidencia del Gobierno y miembro en la actualidad del Comité Ejecutivo de la sección europea de dicha organización plutocrática.

En marzo de 1981, Felipe González emprendía otra gira, esta vez a Gran Bretaña, invitado por el Instituto de Estudios Europeos, una especie de apéndice del Saint-Anthony College de la Universidad de Oxford. Ese centro escolar, dominado por la Round Table y la Fabian Society, ha sido objeto de frecuentes peregrinaciones por parte de diversos líderes socialistas, entre los que se encuentran Fernando Morán, Narcís Serra, Alfonso Guerra, Pascual Maragall y José Borrell. El viaje de González concluyó con una comida de trabajo en la sede de la Fabian Society.

En diciembre de 1982, con el sonado triunfo electoral del PSOE aún caliente, Alfonso Guerra asistía a una reunión convocada por el European Management Forum, un organismo en la órbita de Davos. Allí manifestaría públicamente la disposición del Gobierno socialista a colaborar con las empresas multinacionales "por la confianza en el futuro de España que han demostrado en los tiempos difíciles".

Una vez en el poder, los contactos socialistas con los centros de dominio plutocrático se prodigaron aún más. En abril de 1983, David Rockefeller giraba una visita a España de regreso de una cumbre de la Comisión Trilateral, siendo recibido en la Moncloa por González y Boyer, dada su condición de "miembro de primera fila del mundo económico internacional", según palabras del comunicado emitido al respecto por el Gabinete de Prensa de la Presidencia.

En mayo de ese mismo año Miguel Boyer, Fernández Ordóñez y Guillermo de la Dehesa, máximos representantes del equipo económico gubernamental, emprendían un viaje a Nueva York para entrevistarse con varios dirigentes de la banca estadounidense. En el curso de esa gira Miguel Boyer asistió a una cena convocada por el Metropolitan Club neoyorquino durante la cual se dirigió a los presidentes y directores de los principales bancos comerciales estadounidenses para transmitirles "el mensaje del Gobierno español, que es un gobierno socialista, pero moderado y pragmático, en la línea de la tradición socialdemócrata y fabiana".

Poco después, en junio de 1983, Miguel Boyer se desplazaba de nuevo a los Estados Unidos, pero esta vez como segundo del jefe de la comitiva, el presidente González. En el curso de esa importante gira la delegación española se entrevistó con las más altas instancias politicas y económicas estadounidenses, actuando David Rockefeller como introductor de González en la entidad más representativa del capitalismo nortemericano, la Century Association. En aquel viaje se ultimaron, entre otras cosas, los últimos retoques y el visto bueno definitivo del Gran Capital al proyecto económico socialista, todo ello dentro del mejor ambiente, dada la disposición del presidente español, reiteradamente expresada por éste, de "fomentar ante todo la inversión del capital extranjero en España como la mejor vía para su desarrollo económico". También fue sometido a un último examen el plan cuatrienal de Boyer, cuyo elemento básico, la reconversión industrial, respondía a los designios de la CEE y, en última instancia, a los esquemas económicos trazados por la Comisión Trilateral. En virtud de tales directrices, España entraba en la calificación de nación semiperiférica, lo que suponía el desmantelamiento de su industria pesada y la consideración de apta únicamente para el desarrollo de industrias auxiliares y subsidiarias de las grandes multinacionales.

Tras aquella visita crucial, de la que el órgano oficial del PSOE no se dio por enterado, resulta perfectamente lógico que otros viajes más discretos pasasen desapercibidos. Así, en septiembre de 1983, Fernado Morán acudía a la sede del CFR para contrastar con ese organismo la política exterior del Gobierno socialista, viaje que repetiría exactamente un año después. Durante los años sucesivos habrían de prodigarse las visitas al CFR y a otros foros mundialistas de los dos principales asesores de González, Roberto Dorado y Juan Antonio Yáñez, que de esa forma le mantenían al corriente de los últimos designios trazados por los árbitros de la economía y la política internacional.

Giovanni Agnelli

En marzo de 1987 David Rockefeller giraba una nueva visita a España, en el curso de la cual se entrevistó con el subgobernador del Banco de España, con el jefe del Estado y con el presidente del Gobierno, sin que nada de ello mereciera la más breve reseña en los medios de comunicación. En noviembre de 1988 Felipe González recibía a una delegación de la European Round Table encabezada por Giovanni Agnelli, patrón de la multinacional FIAT y figura de primera fila de la Comisión Trilateral. Y así ininterrumpidamente hasta hoy.

Antonio Garrigues Walker

A modo de colofón, bien podría cerrarse este asunto con las andanzas por los mismos circuitos oligárquicos de otra celebridad de la izquierda española, Santiago Carrillo, quien también protagonizó una singular peregrinación a la meca del capitalismo atendiendo los requerimientos de la Universidad de Yale, centro del iluminismo yanqui y feudo de la logia The Order. Antes de partir, el camarada Carrillo se reunió a cenar con Antonio Garrigues Walker, principal asociado en España del trust Rockefeller, quien le instruyó acerca del modo en que debía comportarse ante sus distinguidos anfitriones. En su gira americana, el dirigente comunista pronunció una conferencia en Yale, donde adelantó la renuncia del PCE al leninismo, acudiendo a continuación a una cena convocada en su honor por la revista Time, uno de los medios emblemáticos de la plutocracia norteamericana.

En el curso del ágape, Santiago Carrillo realizó una serie de declaraciones que luego serían ampliamente difundidas por Radio Europa Libre y Radio Libertad, dos emisoras controladas por la CIA. Pero entre los numerosos actos a los que asistió el incalificable personaje, todos ellos organizados por entidades vinculadas a los núcleos oligárquicos norteamericanos, merecen destacarse las entrevistas a puerta cerrada que mantuvo en las dependencias del Institute for International Affairs y en la sede neoyorquina del CFR. También en esta ocasión el mutismo de los medios fue absoluto.

Fuentes

  • Martín Lozano, El Nuevo Orden Mundial (extractos)

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