Luis Carrero Blanco

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El almirante, Luís Carrero Blanco
Luis Carrero Blanco (Santoña, 4 de marzo de 1904 ​- Madrid, 20 de diciembre de 1973) fue un militar y político español, presidente del gobierno de 1967 a 1973. Fue asesinado por la organización terrorista marxista ETA, con colaboración de la CIA y del entonces secretario general de la casa blanca, el judío Henry Kissinger. Carrero Blanco tenía unos deseos políticos, económicos y militares ajenos y por lo tanto preocupantes e incómodos para los Estados Unidos y la alta finanza internacional judía.

Biografía

Nació en Santoña (Santander) el 3 de marzo de 1903. Ingresó en la Escuela Naval en 1918. Tomó parte en la guerra de Marruecos, donde conoció personalmente a Franco.

En julio de 1936 se hallaba en Madrid, donde buscó refugio en las embajadas de México y Francia. En 1937 consiguió pasar a la zona Nacional. Como enlace naval del Ejército del Norte, actuó a las órdenes del general Dávila en las operaciones del frente de Santander, mandando el destructor "Huesca" y el submarino "Sanjurjo".

Jefe de Estado Mayor de la División de Cruceros. En mayo de 1940 fue designado subsecretario de la Presidencia del Gobierno. Consejero nacional de FET y de las JONS. En 1956, con Laureano López Rodó, comenzó a planear la "Operación Príncipe" que había de culminar en 1969 con la designación de Juan Carlos de Borbón, como sucesor de Franco a título de rey.

En 1963 ascendió a vicealmirante y en 1966, se le confió el empleo de almirante. El 22 de septiembre de 1967, Franco le nombró vicepresidente del Gobierno y en 1973, presidente del Gobierno. El 20 de diciembre de 1973 fue asesinado en Madrid por la banda terrorista de ideología marxista y separatista ETA.

A título póstumo, Franco le nombró capitán general de la Armada y le concedió el título de duque de Carrero Blanco. Escribió varios libros, entre ellos: "España y el mar", "Arte naval militar", "Victoria del Cristo de Lepanto" con el que ganó el Premio Nacional de Literatura. Bajo el seudónimo de "Juan de la Cosa", publicó "Gibraltar, Comentarios de un español".

El proyecto nuclear de Carrero Blanco

Durante dos décadas España estuvo coqueteando con el arma más potente creada por el ser humano: la bomba atómica. En 1963, el entonces director de la Junta de Energía Nuclear, el ingeniero y almirante de la Armada José María Otero Navascués, encargó un estudio sobre las posibilidades reales que tenía nuestro país de construir una bomba atómica sin alertar a la comunidad internacional. Esta responsabilidad recayó en el catedrático de Física Nuclear y general de Aviación, Guillermo Velarde.

Los primeros resultados fueron un fiasco. Los especialistas españoles no conocían los detalles técnicos para la fabricación del artefacto . Poseer la capacidad técnica para fabricar la bomba, significa detentar un estatus superior en el mundo. Y Franco lo sabía. Con espinas clavadas como el mantenimiento de la posesión británica de Gibraltar o las aspiraciones marroquíes de invadir nuestro territorio, los sucesivos gobiernos se negaron a firmar el Tratado de Proliferación Nuclear (TNP) que obliga a los países signatarios a renunciar indefinidamente a las aplicaciones militares de la energía nuclear.

Tres años después, tras el conocido incidente de Palomares que llevo a Fraga Iribarne a bañarse en las aguas, el accidente de un avión norteamericano en la localidad almeriense perdiendo sobre territorio español cuatro bombas de hidrógeno, supuso un nuevo impulso al proyecto. Los técnicos españoles, encabezados por Velarde, encontraron en la zona restos de la bomba , los detonadores que les permitieron resolver las muchas dudas que albergaban. Rápidamente copiados se volvieron a depositar en el lugar los restos que más tarde hallarían los norteamericanos tras su operación de búsqueda, Broken Arrow.

En 1968 se instala en la sede de la JEN, en la Ciudad Universitaria de Madrid, el primer reactor rápido nuclear español, el Coral-1, con capacidad para trabajar con plutonio de grado militar. Estos reactores rápidos funcionan con este material o con uranio enriquecido al 90% (U-235) Los primeros gramos de plutonio, los únicos en el mundo que no fueron fiscalizados por la OIEA (Organismo Internacional de la Energía Atómica, encargada de velar por la no proliferación), vieron la luz 12 meses más tarde, en 1969, en el más absoluto de los secretos.

En 1971, el Centro Superior de Estudios de la Defensa Nacional (CESEDEN), elaboró un informe confidencial en el que señalaba en sus conclusiones que "España podía poner en marcha con éxito la opción nuclear militar". Según este estudio, nuestro país podía dotarse rápidamente de su propio armamento nuclear utilizando las instalaciones de las que ya disponía. Se subraya la importancia de la central de Vandellós como fuente de plutonio militar. Por último, el estudio indicaba la posibilidad de realizar la primera prueba nuclear en el desierto del Sáhara, con un coste aproximado de 8.700 millones de pesetas de entonces. La obtención del plutonio suficiente para construir la bomba (6 kilos), en un país cuyo subsuelo contenía las segundas reservas de uranio natural de Europa, ya no era una utopía.

Se daba la particularidad de que la central de Vandellós I, la misma que sufrió un accidente en 1989, era de tecnología francesa y utilizaba uranio natural. Además, sus residuos eran ideales para ser reprocesados y obtener más combustible. En aquella época Francia, como potencia atómica, no permitía a la OIEA inspeccionar sus instalaciones nucleares. La central se inauguró después de un acuerdo de colaboración firmado entre Carrero Blanco y su admirado general De Gaulle. José María de Areilza, entonces embajador español en París, fue el encargado de negociar los términos de la cesión del uso de la central a espaldas de Estados Unidos.

Antes de ser asesinado, Carrero Blanco mantuvo una entrevista con el secretario de Estado norteamericano, Henry Kissinger, sobre este tema. El almirante siempre mimó este proyecto. Según algunos informes confidenciales desclasificados por el Servicio de Inteligencia Militar de EEUU, España estaba almacenando plutonio para fabricar una bomba nuclear, desviándolo de los controles de la OIEA. El secretario de Estado americano, que no consiguió que España firmase su adhesión al TNP, sí se llevó clara una idea: la confirmación de la voluntad nuclear con fines militares de España hacía necesario un "estrecho control" sobre estas actividades.

Muerte

Imagen impactante de las consecuencias del atentado. La tremenda explosión lanzó el vehículo a más de 20 metros de altura hasta caer a una terraza interior. Carrero y otras dos personas resultaron muertas. Ni los propios terroristas creyeron que el atentado iva a resultar tan efectivo. Según algunas investigaciones los etarras utilizaron C-4 americano.

El 20 de diciembre de 1973, meses después de que Franco hubiera nombrado a Carrero como presidente del Gobierno, ETA atentaba en pleno Madrid acabando con la vida del militar. A los pocos días, la policía identificaba a varios miembros del comando Txikia, autores del atentado. Entre ellos, Javier María Larrateguí Atxulo, José Miguel Argala (asesinado en diciembre de 1978), José Igancio Múgica Arregui Ezquerra, o Pedro Ignacio Pérez Wilson, también conocido como el inglés.

La víspera del crimen, Carrero y Kissinger habían pactado explícitamente que el contenido de su conversación lo mantendrían secreto, incluso entre los altos cargos de sus respectivas administraciones. El diálogo giró entorno al comunismo y la guerra fria, según figura entre los documentos desclasificados por la Administración norteamericana, lo mismo que el borrador y la nota secreta que el Secretario de Estado envió a la Casa Blanca. La conversación, en teoría transcrita en su integridad y calificada de secreto sensible muestra a un secretario de Estado muy interesado en hablar del problema de Oriente Medio y a un Carrero muy preocupado con el comunismo: "Los rusos son los que más están sacando de esta situación. No sé qué piensa usted, pero creo que los comunistas son iguales hoy que hace 50 años. Sus objetivos no han cambiado. Están intentando debilitar a los países no comunistas para su propio beneficio...".

Tras la entrevista Carrero Blanco transmitió la sensación de que había sido amenazado. Los estadounidenses le ofrecieron todo tipo de ayuda si España olvidaba su pretensión de convertirse en potencia nuclear y suscribía el TNP. La conversación entre ambos subió de tono, Kissinger afirmó: "España se está convirtiendo en una nación peligrosa", a lo que Carrero replicó, rebajando el tono: "lo que sucede es que España se está convirtiendo en una nación importante". Kissinger sentenció: "Si pero es que cuando España es importante, es peligrosa" 24 horas después de esta tensa entrevista y de la negativa española de ceder en sus pretensiones Carrero era asesinado, su muerte a manos de un incipiente grupo marxista guarda mucha relación con la del presidente italiano Aldo Moro secuestrado, torturado y asesinado por las Brigadas Rojas tras una entrevista con Kissinger.

Aldo Moro, entre sollozos contó a su mujer que fue amenazado por el secretario de estado americado. Ninguna de las teorías para explicar el asesinato del presidente español han aportado pruebas suficientes. Treinta años después del magnicidio de ETA, existen informes que circularon entre los servicios de espionaje españoles, según los cuáles la CIA pudo ayudar a los terroristas etarras. Uno de los documentos apuntaba que los americanos trajeron desde Fort Bliss varias minas para potenciar el explosivo que los etarras pusieron en la calle Claudio Coello. Aquella mañana del 20 de diciembre en Madrid, el presidente Carrero Blanco se dirigía a su domicilio después de oír misa en la iglesia de San Francisco de Borja, como era su costumbre. Su coche, un Dodge Dart negro, llegó a la calle Claudio Coello y una tremenda explosión lanzó al vehículo a más de 20 metros de altura hasta caer en una terraza interior de la residencia del provincial de los Jesuitas. Carrero y otras dos personas resultaron muertas.

Desde la calle sólo se percibía un gran cráter que rápidamente se llenó de agua y un intenso olor a gas que en un primer momento hizo pensar a los periodistas que allí acudieron que había sido un accidente. Kissinger comunicó de inmediato lo sucedido al presidente Richard Nixon y lo hizo en el memorándum secreto 6720 que escribió con el apoyo del Consejo de Seguridad Nacional de Estados Unidos. "El presidente español (Primer Ministro), Luis Carrero Blanco, ha sido asesinado" comenzaba el texto y del que hoy conocemos tanto el borrador como el texto definitivo transmitido a Washington. "La muerte del presidente Carrero Blanco esta mañana elimina la mitad de la doble sucesión que Franco había organizado para sustituirle."

Carrero iba continuar como el jefe del gobierno y el príncipe Juan Carlos, que había sido designado heredero en 1969, iba a convertirse en jefe del Estado después de la muerte o incapacidad de Franco, escribió inicialmente Kissinger que luego tachó la palabra presidente. Luego escribió: "Si el incidente de hoy diera como resultado una actividad terrorista generalizada", Franco podría inclinarse por mirar hacia los militares en busca del siguiente Primer Ministro. "...Franco tendrá dificultades para encontrar a otra persona en la que pueda depositar tanta confianza".

Tres días más tarde la CIA emitía un boletín de máximo secreto en el que tranquilizaba a la Casa Blanca al informar que "la atmósfera general (española) se ha vuelto más normal después del funeral del primer ministro Carrero. La policía ha identificado a seis terroristas vascos como los asesinos y están dando los pasos para detenerlos". En los servicios de espionaje españoles circuló la tesis avalada por un informe entregado al Fiscal del Tribunal Supremo Fernando Herrero Tejedor, acerca de la supuesta implicación de la CIA y la DIA (servicios civiles y militares norteamericanos, respectivamente).

Curiosamente Herrero Tejedor, que era también ministro Secretario general del Movimiento, murió año y medio después en un extraño accidente de tráfico cuando un camión se echó encima de su vehículo en el kilómetro 108 de la carretera de Madrid a La Coruña, en el término de Adanero. En el citado informe que fue entregado al Fiscal General se daba cuenta de "la llegada a la base entonces norteamericana de Torrejón (Madrid) de diez minas terrestres anti-tanque procedentes de Fort Bliss" en EE UU. La particularidad de estas minas era que iban provistas de sensores acústicos y electrotérmicos extremadamente sensibles, capaces de ser manejadas por control remoto tras detectar determinado calor o sonido. Estas minas, extremadamente sofisticadas para la época no precisaban cables, y ya habían sido empleadas, aunque en una versión menos avanzada, en la defensa de Quang Tri (Vietnam).

Tras su llegada a Torrejón de Ardoz el paradero de los artefactos fue confuso, y a ciencia cierta nadie sabía donde se encontraban. El informe especulaba sobre la posibilidad de que fuesen destinadas para atentar contra algunas "altas personalidades", incluido el Jefe del Estado, general Francisco Franco. Sin embargo, en ninguno de los documentos que circularon antes del magnicidio se insinuaba la posibilidad de que el destinatario fuese el Presidente del Gobierno, Carrero Blanco. Después del asesinato del Almirante en los servicios secretos se especuló con que una o dos de las minas anti-tanques pudieron haber sido colocadas la noche anterior en el túnel que los etarras habían excavado en la calle madrileña de Claudio Coello 104.

En esa época responsables de los servicios de información militares y de la Policía sostuvieron que la luz verde de hacer "volar" a Carrero la dio el propio Kissinger, cuando constató la divergencia de fondo entre el diseño de transición política impuesta por Washington y la pensada por el Almirante. La propia organización terrorista ETA no ha contribuido precisamente a dilucidar el misterio del atentado. Siempre ha aludido a que estaba en posesión de una "garganta profunda", un "tercer hombre", del que nunca se supo la identidad, y que pudo haber trabajado para uno o varios servicios a la vez. Fue éste quien informó a ETA de los hábitos e itinerarios del Almirante, que facilitaron la organización del atentado. Un año más tarde los autores del atentado, que en su mayoría se refugiaban en el País Vasco-francés, publicaron un libro, Operación Ogro, bajo el pseudónimo de Eva Forest, en el que exponían su versión de la historia, en él detallan cómo la posibilidad de acabar con Carrero, les fue sugerida por personas fuera de la organización, alguna de ellas extranjera.

La mayoría de ellos se benefició de la amnistía de marzo de 1977. Lo que es evidente es que la lucha del separatismo vasco contra la energía nuclear y los intereses de Washington son coincidentes. ETA iniciará una cruzada en especial contra la central de Lemoniz, atentando y asesinando a ingenieros y trabajadores en diversos atentados hasta lograr su cierre. Según los documentos desclasificados tras los 25 años de la muerte de Carrero seria en esta central donde España estaría elaborando su arma definitiva.

El asesinato de Carrero Blanco no deja de tener, curiosamente, parentesco con el del ya citado Aldo Moro (presidente de Italia) y el ostracismo de De Gaulle (Presidente de Francia).

Ideología y posiciones políticas

Luis Carrero Blanco no pertenecía ninguna familia del régimen, su identificación era con la obra del propio Francisco Franco y su inquebrantable lealtad al Caudillo, pudiéndosele considerar un franquista puro.​

Era igual de crítico que Franco con el comunismo, el judaísmo y la masonería, enemigo del liberalismo y de la democracia parlamentaria, Carrero parecía un hombre con una gran claridad de ideas, apto para seguir preservando los principios originales del franquismo y la cultura española. Su modestia vital le valió fama de honesto, y todavía hay quien le califica de poco ambicioso, pese a la evidencia de su inamovilidad en el poder durante más de treinta años. A los ojos de los reformistas y aperturistas, Carrero resultaba para ellos el principal enemigo debido a su tenaz oposición a cualquier posible reforma democratizadora dentro del régimen y el más genuino valedor del franquismo después de Franco.

Lo propio de Carrero era la contrarrevolución, el conservadurismo, el nacionalcatolicismo, el anticomunismo y la oposición al judaísmo y la masonería a ultranza. No obstante, a pesar de su nacionalismo, Carrero era bastante reaccionario y conservador, motivo por el que no veía con buenos ojos al nacionalismo revolucionario, en España encarnado por la Falange. Por lo que en su labor dentro del régimen procuró limitar la influencia de los falangistas, promovió la modernización económica y administrativa del Estado, aunque siempre dentro del franquismo, y apoyó la planificación de la sucesión monárquica del régimen, en la figura de Juan Carlos I.

Católico integrista imbuido de un antijudaísmo radical, consideraba al reformismo, ateísmo, liberalismo, masonería, marxismo, separatismo e internacionalismo como herramientas que eran empleadas por la Judería internacional para destruir, aniquilar y envilecer todo cuanto representa Civilización Cristiana, para edificar sobre sus ruinas el utópico Imperio Sionista del "Pueblo Elegido".

Carrero, que albergaba una visión paternalista a la hora de valorar positivamente la presencia española en África, mostró reticencias a la aceptación del proceso de descolonización. Sostuvo que el Sahara Occidental «no fue jamás dominado por el imperio marroquí» y que era «tan territorio español como la provincia de Cuenca».

A petición del ministro de Marina Salvador Moreno Fernández, redactó en el año 1940 un famoso informe recomendando la neutralidad de España en la Segunda Guerra Mundial. El ministro enseñó dicho informe a Franco, que quedó tan impresionado que convirtió a Carrero en uno de sus hombres de confianza desde entonces, hecho que quedó especialmente ratificado tras la caída de Ramón Serrano Suñer en 1942. A pesar de su oposición a la entrada española en la guerra mundial Carrero Blanco fue abiertamente germanófilo y pro-nacionalsocialista y durante la primera parte de la Segunda Guerra Mundial, en sus artículos en la revista Mundo arremetía duramente contra los aliados occidentales, aunque tras el cambio de tendencia en el conflicto en contra de las fuerzas del Eje en 1943, moduló en dichas publicaciones su discurso hostil hacia los aliados occidentales; finalmente, tras la derrota del Eje, había reemplazado el mensaje contrario a las democracias liberales por uno meramente anti-soviético.​ Defensor de la idea de que la victoria de la España Nacional en la Guerra Civil había ocurrido a pesar de una gran conspiración judía en su contra, años más tarde, en la década de 1950 insistiría en que: "Este es precisamente el problema español, España quiere implantar el bien, y las fuerzas del mal, desatadas por el mundo, tratan de impedírselo". En sus charlas de Radio Nacional de España (en las que ocultaba su identidad bajo el seudónimo de Juan de la Cosa) criticó duramente a los infames juicios de Núremberg, calificándolos inequívocamente de venganza y de crimen.

Hasta el final de sus días se mostró hostil a la democracia liberal. El 1 de marzo en su discurso al Consejo Nacional del Movimiento, hizo una declaración programática en la que reiterando su apoyo incondicional al Caudillo, su propuesta de aumento de la participación política de los ciudadanos, tenía como punto de partida eliminando todo enmascaramiento de partidismo disgregador.

Fuentes

  • "El precio del trono". Pilar Urbano. Editorial Planeta 2011.
  • "La Transición". 1986, El Arma del Pueblo.