Rodolfo Martínez Espinosa

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Rodolfo Martínez Espinosa (Buenos Aires, Argentina, 1894 - Córdoba, Argentina, 1953) fue un pensador argentino, representante en su país del tradicionalismo filosófico.

Biografía

Martínez Espinosa cursó estudios de Derecho en la Universidad de Córdoba, siendo militante del Centro Católico de Estudiantes.

Fue un opositor a la Reforma Universitaria de 1918 por ser ésta una inciativa motorizada por subversivos de izquierda.

Apoyó a la Revolución de 1930, e integró un grupo de jóvenes intelectuales cordobeses antiliberales y anticomunistas que se aproximaron al interventor federal Carlos Ibarguren.

Junto a otros asistentes a las tertulias filosóficas que animaba Luis Martínez Villada, participó en 1932 de la creación del Instituto Santo Tomás de Aquino. Desde sus aulas más tarde surgiría la Unión Nacional Fascista como un instrumento para llevar a las ideas al campo de la acción; Martínez Espinosa adhirió a esa agrupación, que era liderada por el filósofo Nimio de Anquín.

La Revolución de 1943 también fue celebrada por Martínez Espinosa. De hecho en esa ocasión colaboró activamente con el nuevo régimen ocupando un puesto de funcionario estatal en la provincia de Tucumán durante la gobernación de Alberto Baldrich.

Dictó algunos seminarios como docente en los Cursos de Cultura Católica hacia mediados de la década de 1940.

Martínez Espinosa hizo una larga carrera como empleado bancario, llegando a ocupar puestos gerenciales en el Banco de la Nación Argentina. Sin embargo su trabajo de burócrata siempre fue secundario para él, ya que era la práctica religiosa lo que realmente lo motivaba. En su ancianidad ingresó como oblato a la Orden de San Benito.

Falleció el 5 de septiembre de 1953.

Pensamiento

La obra de Martínez Espinosa fue publicada de manera fragmentaria en algunas revistas como Tribuna Universitaria, Signo, Arx, Número, Ortodoxia, Arqué, Presencia y Dinámica Social. Sin embargo a muchas de sus ideas más relevantes las desarrolló de modo oral frente a sus amigos y discípulos. Algunas de esas reflexiones se conservan bajo el formato de intercambios epistolares, en donde aparecen en calidad de interlocutores personalidades como Charles Maurras y René Guénon, al igual que Leonardo Castellani, Audino Rodríguez y Olmos, Tomás Casares, Federico Ibarguren y Julio Irazusta.

La obra de Tomás de Aquino fue el eje de la reflexión del cordobés, ya que la encíclica Aeterni Patris establece que el tomismo debe ser la base doctrinaria de todo católico que se aproxime a la filosofía. Sin embargo Martínez Espinosa también fue un atento lector de Vladímir Soloviov, Joseph de Maistre, Gilbert Keith Chesterton, Léon Bloy, John Henry Newman y Juan Donoso Cortés, autores cuya huella se nota en las reflexiones del pensador argentino.

Restauración de la vida espiritual

El proceso de secularización es visto por Martínez Espinosa como la causa de la decadencia del mundo occidental. El racionalismo y el naturalismo han apartado a la humanidad de la Tradición, lo que se tradujo en una castración del espíritu que conduce a la cultura hacia el suicidio colectivo. El laicismo, por lo tanto, debe ser combatido y erradicado de todos los ámbitos a donde su infecciosa influencia ha llegado.

El pensador cordobés sostiene que frente a la vida heroica destinada a la acción debe anteponérsele la vida santa destinada a la contemplación. Decididamente escoge a Benito de Nursia como el arquetipo del cristiano y al modelo de vida monástica como ideal para una vida en la serenidad.

Como católico, Martínez Espinosa estaba a favor de una unificación de la humanidad, pero no motivada por principios masónicos como el de la fraternidad sino dentro de la Iglesia Católica y bajo la orden del Vicario de Cristo.

También rechazaba al existencialismo por considerarlo otro síntoma más de la enfermedad modernista.

La tradición y el simbolismo

Para Martínez Espinosa la Tradición es un orden de nociones inmutables, que, ni envejecen con el tiempo, ni son distintas entre varias razas humanas, ni dependen, en su validez, del consentimiento de las opiniones. Frente a ella surge el discurso cientificista, el cual es una versión adulterada del tradicionalismo, creada sólo con la pretensión de justificar la idea de progreso.

Como antídoto frente a ese vicio, el pensador propone entender al universo como un inmenso texto litúrgico, donde cada ente es, en realidad, un signo de la presencia de Dios.

Martínez Espinosa fue un crítico inclemente del arte degenerado contemporáneo, al cual lo entendía como una consecuencia de la desintegración de la persona y su naufragio existencial. Por el contrario, defendía la tesis de que el arte auténtico tiene como principal propósito manifestar el reino de las armonías ocultas.

Politeia

Luego del fracaso de la experiencia de gobierno de José Félix Uriburu, Martínez Espinosa se unió a la discusión acerca de la necesidad de reformar la Constitución Nacional haciendo su aporte a través de un trabajo al que tituló como "Politeia".

Aquí el autor propone restaurar la auténtica tradición política argentina, la cual fuese violentada por el pensamiento de Juan Bautista Alberdi, intelectual decimonónico que importó un modelo foráneo para que sirviese de base para la redacción de la carta magna. Como eje articulador parte de la premisa que sostiene que el catolicismo es el alma de la nación argentina, por lo que el orden jurídico del país no debe atentar contra ese hecho. Muy por el contrario, debe reconocer que el máximo soberano es Cristo y a partir de allí orientar todos los asuntos humanos para asegurar su reinado.

De allí se sigue que la sociedad argentina debe adoptar un sistema corporativista, que armonice las relaciones laborales, especialmente en el ámbito rural (al cual Martínez Espinosa consideraba el mayor tesoro nacional).

También propone erradicar a la casta partidocrática, desalentar la plutocracia, evitar el neocolonialismo, y repudiar la estatolatría.

Martínez Espinosa elogió a la Constitución Nacional de 1949 por considerarla muy cercana a sus ideas políticas.

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