Alberto Baldrich

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Alberto Baldrich Elordi (20 de enero de 1898, Buenos Aires, Argentina - 19 de diciembre de 1982, Buenos Aires, Argentina) fue un académico, juez e intelectual argentino que gobernó a la Provincia de Tucumán entre agosto de 1943 y abril de 1944, desarrollando políticas de corte nacionalista.

Juventud

Alberto Baldrich era hijo de Alonso Baldrich y sobrino de Amadeo Baldrich, dos militares de pensamiento argentinista.

Parte de sus estudios elementales los hizo en el Imperio Alemán, ya que su padre fue enviado allí para capacitarse.

Se formó como abogado en la Universidad de Buenos Aires. Debido a que durante esos años había cobrado auge el movimiento reformista universitario, Baldrich participó de aquellas discusiones. Fue miembro del grupo Concordia que encabezaban Adolfo Korn Villafañe y Carlos Cossio, y que era heredero del Colegio Novocentista. Desde esa plataforma combatió por la implementación de una pedagogía nueva que sirviese para forjar una mentalidad nacionalista, la cual debía a su vez proteger a los estudiantes de la seducción de las ideas liberales y comunistas. Por ese motivo el grupo de intelectuales miró con entusiasmo el ascenso al poder en Italia de Benito Mussolini.

Intelectual nacionalista

En 1929 fue nombrado juez del fuero penal en la ciudad de Rosario. Ese mismo año se incorporó como profesor de sociología en la Facultad de Ciencias Económicas, Comerciales y Políticas de la Universidad Nacional del Litoral. Allí, difundiendo una sociología fenomenológica inspirada en la obra de Max Scheler y Hans Freyer, se enfrentó a José Oliva, representante de la sociología positivista a la que el abogado siempre criticó.

Muy activo en la vida cultural rosarina, fue miembro del Centro de Estudios Internacionales Estanislao Zeballos y acompañó al historiador Julio Marc en la creación del Museo Histórico Provincial en 1939.

Interesado en impulsar una transformación del sistema educativo, participó del Frente de Afirmación del Nuevo Orden Espiritual que había creado Saúl Taborda en 1932.

En su opúsculo El problema de nuestros territorios nacionales de 1935 señala que el gobierno federal debía iniciar una urgente acción de argentinización de aquellas áreas subpobladas de la geografía nacional, puesto que todas estaban en la mira de fuerzas extranjeras interesadas en arrebatárselas al país. Sin embargo allí también destaca que no alcanzaba con enviar más gente a habitar aquellos territorios para evitar que los imperialismos avanzaran sobre la Argentina: era fundamental además cambiar la mentalidad de las siguientes generaciones y lograr la autarquía económica.

La iniciativa de Baldrich más importante de ese periodo fue la creación de la Fundación Argentina de Educación y Cultura en 1936. Esa organización nació con el fin de difundir el pensamiento nacional entre los habitantes del país. Con ella colaboraron destacadas personalidades como Carlos Astrada, Jordán B. Genta, Homero Guglielmini, Ángel Guido, Vicente Fatone, Alfredo Franceschi, Julio Pastor Rey y José María Paz Anchorena entre otros. Manuel Fresco, durante su paso por la gobernación de la provincia de Buenos Aires, los convocó para que capacitasen a los docentes del sistema escolar y estimulasen el cambio pedagógico.

A partir de 1940, luego de dejar Rosario y reinstalarse en Buenos Aires para ejercer la docencia en la universidad local, se volvió cercano a los jóvenes del grupo de vanguardia nacionalista nucleado en torno a la revista Nueva Política.

Hombre de la Revolución de 1943

Moralización de las Fuerzas Armadas

Baldrich era oficial de reserva del Ejército Argentino, lo que le permitió frecuentar el Círculo Militar, dictar cursos en la Escuela Superior de Guerra y colaborar con la Revista Militar. Desde allí divulgó su programa nacionalista entre muchos de los hombres que luego protagonizarían la Revolución de 1943, a la que, lógicamente, adhirió con gran entusiasmo. Su principal tesis era que las Fuerzas Armadas debían constituirse en custodias de la tradición hispánica y del espíritu católico que conformaban la identidad argentina, haciendo su contribución para que el pueblo adoptase una mentalidad nacionalista que evitase que el país fuese arrastrado hacia el padecimiento de una revolución socialista.

Interventor Federal de Tucumán

Baldrich se trasladó a la Provincia de La Rioja en junio de 1943 para asistir al Coronel Rafael Ortiz, que era el interventor federal designado por el presidente Pedro Pablo Ramírez. Al mes siguiente se instaló en la Provincia de Tucumán para asumir la conducción de ese territorio.

Atento a la posibilidad de construir un modelo de gestión de la cosa pública que estuviese sustentado sobre los principios de la doctrina nacionalista, convocó a hombres de profunda conciencia patriótica para desempeñarse como funcionarios de su gobierno. Así Héctor Bernardo, Federico Ibarguren, Ramón Doll, Adolfo Silenzi de Stagni, Antonio J. Benítez, Carlos Correa Ávila, Cecilio J. Morales y Rodolfo Sustaita Seeber ocuparon los puestos administrativos más importantes, siendo a su vez Nimio de Anquín y Santiago de Estrada los encargados de reformar al sistema educativo; la seguridad ciudadana quedó en manos de los militares Orlando Roumieu y Raúl Chacón Dorr, quienes condujeron una campaña para perseguir a maleantes y reprimir a facinerosos de ultraizquierda. Carlos Aguilar, un tucumano que era miembro de la Alianza Libertadora Nacionalista, fue designado como director del estratégico Departamento Provincial del Trabajo, en tanto que los miembros del partido local Defensa Provincial-Bandera Blanca se plegaron masivamente a Baldrich, pasando a ocupar cargos menores en la estructura estatal de toda la provincia.

Anhelando conseguir la unidad nacional que instauraría el reinado de la paz social, el interventor fomentó la adopción de un sistema corporativo. Para ello el gobierno desplegó una política social orientada a beneficiar a los sectores obreros, mejorando el sistema de salud pública, proyectando la construcción de viviendas baratas, y convocando a las patronales y a los sindicatos a resolver sus disputas de manera armoniosa. También se prohibió terminantemente a la práctica de la usura, lo que fue interpretado por gran parte de la comunidad judía provincial como un acto persecutorio en su contra. Y Baldrich aconsejó a la prensa local abandonar el sensacionalismo y usar su poder para ilustrar al pueblo en el conocimiento de las artes, las ciencias y la religión.

Ante la crisis del sector azucarero se convocó a una mesa de diálogo destinada a reorganizar a la industria, respetando a los grandes industriales pero apoyando a los pequeños productores y protegiendo a los obreros. Fruto de ello fue la constitución de la entidad gremial Unión General de Trabajadores de la Industria Azucarera y la estatización del ingenio Ñuñorco del que dependían cientos de familias.

Frente a la inepta casta partidocrática Baldrich dispuso que se clausurase el parlamento local y se procediese a crear una comisión para investigar todas las tropelías en las que habían incurrido. Así se develó la existencia de una trama de corrupción que involucraba a empresarios y políticos. En consecuencia varios dirigentes fueron encarcelados y se procedió a expropiar a la Compañía Hidroeléctrica del Norte, entidad manejada por useños que, gracias a la entrega de sobornos, controlaba sin supervisión al sistema de energía eléctrica y a la red tranviaria de la provincia. Al mismo tiempo el interventor federal mantuvo una excelente relación con el Poder Judicial local -encabezado por los jueces Juan Heller, Rafael García Zavalía y Víctor A. de la Vega- y con el obispo Monseñor Agustín Barrere, quienes si bien no eran nacionalistas habían comprendido que Baldrich era un hombre de concordia.

Como parte de sus esfuerzos por formar a una generación de argentinos en valores nacionales y cristianos el gobierno auspició la creación de la Asociación de Deportes de Tucumán que -siguiendo un plan adaptado del programa eugenésico que Nicola Pende había diseñado para la Italia Fascista- se propuso promover el desarrollo de la cultura atlética entre los varones y las mujeres para manifestar la importancia del autodisciplinamiento.

Un gesto de gran impacto simbólico que Baldrich se ocupó de realizar siendo interventor fue organizar los actos cívicos por la celebración del aniversario del triunfo patriota en la Batalla de Tucumán, episodio acaecido en 1812 en el cual, según Manuel Belgrano, intervino Dios a través de la intercesión de la Virgen María para beneficiar a los justos. Allí se conjugaba el militarismo y el catolicismo como elemento fundacional del nacionalismo argentino, razón por la cual se postulaba que toda la Argentina debía participar de los festejos de esa fecha patria.

La administración de Baldrich tuvo que lidiar con algunas fricciones internas, luego de que a principios de 1944 el gobierno nacional rompiera relaciones con algunos países pertenecientes al Eje y un grupo de funcionarios cuestionara a la presidencia por la decisión.

Ministro de Justicia e Instrucción Pública

A pedido del presidente Edelmiro Julián Farrell, en los primeros días de mayo de 1944 Baldrich dejó la gobernación de Tucumán para regresar a Buenos Aires y asumir la dirección del Ministerio de Justicia e Instrucción Pública en remplazo de Gustavo Martínez Zuviría. Tan pronto fue investido se dedicó a poner en marcha la tan esperada revolución educativa, que gravitaba sobre la introducción de la enseñanza religiosa en las escuelas públicas, acabando así con sesenta años de nocivo laicismo.

El nuevo ministro promovió a José Ignacio Olmedo y Juan Ramón Sepich en puestos claves para depurar al plantel docente que cultivaba ideas subversivas y sustituirlo con gente patriota. Algunos masones como Juan Cassani, que trabajaba como inspector escolar, fueron cesanteados.

El plan de Baldrich era construir un nuevo paradigma pedagógico que fuese supervisado por la Iglesia Católica para que en las escuelas argentinas no se enseñara nada que fuese contrario a la doctrina cristiana.

La tenaz resistencia a la cruzada por la renovación educativa protagonizada por docentes y padres cristianofóbicos hizo que, finalmente, fracasara el intento por catolizar a la escuela argentina. En consecuencia Baldrich se vio obligado a dar un paso al costado y su puesto lo ocupó Rómulo Etcheverry Boneo.

Acompañamiento al peronismo

Tras la asunción de Juan Domingo Perón como presidente, Baldrich retomó sus tareas en la UBA como docente e investigador en el campo de la sociología, procurando posicionar a la disciplina como una derivación de la filosofía moral. Por ese motivo el intelectual nacionalista participó del Primer Congreso Nacional de Filosofía que se desarrolló en Mendoza durante 1949.

Al año siguiente colaboró con la fundación de la Academia Argentina de Sociología junto a Alfredo Poviña, Rodolfo Tecera del Franco, César Pico, José Enrique Miguens, Alicia Eguren y Julio Soler Miralles entre otros.

Nuevamente sería honrado con el cargo de juez en el fuero penal, desde el cual procuraría combatir a la delincuencia y estudiar el comportamiento asocial para erradicarlo.

Intelectual del peronismo

Incorporado en el Movimiento Nacional Justicialista, fue uno de los creadores del Centro de Estudios Argentinos junto con José María Rosa en 1957 y el principal impulsor del frustrado Instituto de Estudios Latinoamericanos en 1961.

Actuó como asesor de la Confederación General del Trabajo y director de la sección bonaerense de la Escuela Superior de Conducción Política. A su vez ejerció la docencia en la Universidad Provincial Bonaerense, cuya sede estaba en la ciudad de Mar del Plata.

Sus opiniones políticas fueron difundidas a través de las páginas de revistas como Dinámica Social, Huella, Patria Libre, Patria Bárbara y Frontera 67. En su libro Imperialismo y liberación nacional de 1967 sintetiza lo esencial de su pensamiento social y político: allí sostiene que el homo oeconomicus contemporáneo, con su mentalidad materialista y utilitarista, es un producto creado por fuerzas sinárquicas para extender su dominio; además denuncia a la Internacional Capitalista y a la Internacional Comunista como espadas del imperialismo estadounidense y del imperialismo soviético para lograr el sometimiento de los pueblos, y propone una interpretación de la historia argentina que deje en evidencia la existencia de una tradición del liderazgo nacional encarnado en las figuras de José de San Martín, Juan Manuel de Rosas y Juan Domingo Perón (también sugiere que Hipólito Yrigoyen, más allá de sus errores, fue parte de esa tradición). La encíclica Populorum Progressio fue elogiada por el intelectual como un brillante documento destinado a promover la justicia social en todo el mundo.

Fue miembro honorario de la Comisión Nacional pro Repatriación de los Restos del Brigadier General Don Juan Manuel de Rosas que Manuel de Anchorena crease en 1969.

En mayo de 1973 el gobernador Oscar Bidegain, que acababa de ser electo para conducir los destinos de la provincia de Buenos Aires, nombró a Baldrich como Ministro de Educación. Detrás de esa designación estaba el deseo de Perón de ver al reconocido intelectual ocupando esa cartera.

El principal problema que tuvo que enfrentar Baldrich en esa ocasión fue el tener que mediar en la guerra faccionalista que se llevaba a cabo entre la derecha peronista y la izquierda peronista. El principal escenario de ese enfrentamiento fue la sede de la Universidad Provincial Bonaerense. El ministro nombró a Julio Aurelio al frente del rectorado para que equilibrase a los grupos en pugna, pero los izquierdistas rápidamente coparon los puestos estratégicos. La Concentración Nacional Universitaria, ante semejante peligro, le exigió a Baldrich que interviniese, cosa que el funcionario no hizo.

Cuando finalmente Oscar Bidegain fue removido de su cargo y sustituido por Victorio Calabró en enero de 1974, el ministro Baldrich continuó en su puesto durante unos meses más hasta renunciar a favor de Tomás Bernard.

Últimos años

Ya septuagenario, Baldrich se retiró de la vida pública en épocas en que la violencia política había crecido significativamente a causa de la entrada a una nueva fase de la guerra contra la subversión en Argentina.

Una de las últimas obras que publicó fue Manuelita Rosas, la Reina del Plata, un guión cinematográfico para una película basada en la vida de Manuela Rosas.

Bibliografía

  • El problema de nuestros territorios nacionales. Santa Fe: UNL, 1935.
  • Las instituciones armadas y la cultura. Buenos Aires: Revista Militar, 1937.
  • Introducción a la sociología de la guerra. Buenos Aires: Escuela Superior de Guerra, 1937.
  • La ascendencia espiritual del Ejército Argentino. Buenos Aires: Nueva Política, 1940.
  • La libertad y el determinismo en la sociología de Max Scheler. Buenos Aires: Coni, 1942.
  • La juventud argentina y la Revolución del 4 de Junio. Buenos Aires: Penitenciaría Nacional, 1944.
  • Misión de la universidad argentina. Buenos Aires: Penitenciaría Nacional, 1944.
  • Misión del profesorado argentino. Buenos Aires: Penitenciaría Nacional, 1944.
  • Libertad y determinismo en el advenimiento de la sociedad política argentina. Buenos Aires: UBA, 1949.
  • Sentido heroico y sentido económico de la vida. Buenos Aires: Escuela Naval Militar, 1950.
  • La clase social política. Mendoza: UNCUYO, 1952.
  • La oligarquía capitalista extranjera en Latinoamérica. Mendoza: UNCUYO, 1955.
  • Imperialismo y liberación nacional. Buenos Aires: Huella, 1967.
  • Seis expresiones del ser nacional argentino. La Plata: Ministerio de Educación de la Provincia de Buenos Aires, 1973.
  • Manuelita Rosas, la Reina del Plata. La Plata: Ramos Americana, 1980.

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