Gerardo Salvador Merino

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Gerardo Salvador Merino, nacido el 8 de septiembre de 1910 en Herrera de Pisuerga (provincia de Palencia) y muerto el 31 de julio de 1971 en Barcelona, fue un notario español, antiguo militante socialista, el único alto cargo de Falange Española de las JONS a quién se le confió una función administrativa de gran importancia durante el franquismo sin haber sido ministro: fundar el Sindicato Vertical. Uno de los personajes más ocultos y con un sentido social más atractivo del doctrinario Nacional-sindicalista, soñaba con formar una Organización Sindical Española masiva de todos los trabajadores españoles, que fuera el núcleo de poder dentro del nuevo Estado.

Biografía

Sus padres, Gerardo y Claudia explotaban un molino familiar en Herrera de Pisuerga y tuvieron siete hijos. Uno de ellos, Eusebio Salvador Merino, fue alcalde en los años cincuenta de su localidad natal y también procurador en Cortes, elegido por los representantes de municipios de la provincia de Palencia.

De filiación socialista y perteneciente a su ala más radical, deserta tras el asesinato de su madre en el mes de mayo de 1933 por sus camaradas del PSOE cuando intentaban matar a su padre, miembro destacado de la CEDA.

A finales de ese mismo año en una de las tertulias del Café Lyón de Madrid conoce a José Antonio Primo de Rivera, con el que empieza a tener una cordial relación que le animó a su ingreso en Falange Española.[1]

En este grupo formada parte del ala más radical y revolucionaria, poniendo especial interés en potenciar la rama sindical y obrerista del falangismo.

Licenciado en derecho, en octubre de 1935 aprobó la oposición a Notarías estableciéndose en la localidad de Puentes de García Rodríguez.

Casado con Maria Fermina Coderch de Sentmenat, hermana del arquitecto José Antonio Coderch.

Guerra Civil

Al comenzar la Guerra Civil Española forma parte de las columnas del frente Asturiano donde fue herido dos veces. Durante el periodo de convalecencia, en 1938, fue nombrado Jefe Provincial de La Coruña, en sustitución de Germán Álvarez de Sotomayor, antiguo cenetista (CNT) y fundador de la Central Obrera Nacional-Sindicalista. En estas fechas se adscribe al grupo más radical de la Falange, conocido como el grupo de Burgos, aquellos cuya idea era que urgía contrapesar en la organización la importancia de la masa derechista asimilada a lo largo de la guerra.[2]

...encuadrados en nuestros Sindicatos existen una gran cantidad de empresas y de productores que no se encuentran en su sitio. Que están con nosotros por las circunstancias a disgusto. Su incorporación a nuestros Sindicatos ha sido su mal menor. Expresado en dos palabras: están incómodos. Denotan su casta judía y caciquil, siguen haciendo política cobarde y destructora y quieren hacer cundir en otros la desanimación; pero no saben cuan lejos están de esto...
—Boletín que publicaba la Delegación Provincial de Barcelona, julio de 1940

Durante este período ganó una buena reputación tanto por su labor de organización como por su retórica radical. Así, en abril de 1938 convocó en la plaza de toros coruñesa a 14 000 falangistas, invitando al general Yagüe como orador quien reclamó con insistencia la revolución nacional-sindicalista. Los ecos de este acto supuso el cese de Gerardo por parte de Raimundo Fernández Cuesta, entonces Ministro Secretario General del Movimiento:

...en mayo de 1938 sus trabajos habían avanzado bastante y consideró posible convocar una gran concentración popular en la plaza de toros de La Coruña y tuvo la idea atrevida de ofrecer la tribuna del acto al general Yagüe, que encontraba así la manera de sacarse su espina extremeña...

Sustituido por un carlista, Julio Muñoz Aguilar, rechaza un nuevo nombramiento incorporándose a filas con los galones de sargento ganados como méritos de guerra.

Delegado Nacional de Sindicatos

Una vez acabada la Guerra Civil Española y tras varios tira y afloja con Serrano Suñer fue nombrado por el entonces Ministro Secretario General del Movimiento, Agustín Muñoz Grandes, delegado nacional de Sindicatos, encargándole la misión de fundar un nuevo sistema sindical. En este puesto inicia una actividad de alto contenido social de Sindicalismo Falangista.[3]

Rodeado de relevantes camisas viejas y gentes de su confianza, radicaliza su proyecto con la reestructuración total recogida en la Ley de Unidad Sindical de 1940 en la que se aseguraba el predominio de los Sindicatos frente a las asociaciones profesionales y empresariales que al quedar fuera deben integrarse.[4]

...En 1940 promulga la Ley de Unidad Sindical por medio de la cual acerca los trabajadores a los órganos de poder, lo que promueve los temores de las clases más poderosas económicamente del régimen y un gran sector conservador del ejército, tachándole de “peligrosamente revolucionario”...
— Carlos Rodríguez, Gerardo Salvador Merino (La Revolución Pendiente).

En octubre de 1940, Salvador Merino afirmaba "ha de advertirse que, dentro de muy pocos días, los Sindicatos Nacionales tendrán de hecho y por derecho atribuciones de enorme trascendencia y responsabilidad respecto a la ordenación económica nacional, con vistas a una unidad, siquiera de instrumentación, de la política económica del Estado."

En diciembre de ese mismo año se promulga la Ley de Bases de la Organización Sindical saludada con alborozo por las jerarquías sindicales. En este sentido, el Delegado Provincial de Barcelona, Pío Miguel Izurzun, que controlaba una provincia con más de medio millón de afiliados, declaraba:

... la Ley termina con la libertad de los jerarcas irresponsables del capitalismo, anula las fuerzas ocultas y mágicas del poderío financiero. En una palabra, comienza solemnemente la verdadera Revolución Nacional contra toda una serie de siglos de orden antiespañol y anticatólico, de orden judaico, capitalista y marxista...
—Aportes hacia el estado sindical. Salvador Merino.

El discurso sindical se radicaliza con un claro y concreto objetivo: la implantación del Estado Sindical Totalitario. Altamente ambicioso fue considerado en su época como un nacionalsocialista ardiente cuyo objetivo era levantar un sistema sindical poderoso y relativamente autónomo como elemento decisivo del nuevo régimen. Por este motivo crece el rumor de una conspiración por parte de Salvador Merino junta a los Generales Juan Yagüe y Agustín Muñoz Grandes, entre otros, para formar un gobierno de militares y falangistas favorable a la entrada de España en la Segunda Guerra Mundial al lado de las potencias del Eje.

...Salvador Merino continuó con sus ambiciosos proyectos, con lo cual despertó una gran atención sobre él. El 31 de marzo de 1940, primer aniversario del final de la Guerra Civil, consiguió que un gran número de trabajadores participara en el gigantesco desfile de Madrid, con lo que despertó las iras del ala derecha del régimen, especialmente en los militares...

Según Pío Moa, crecía la inquina entre la falange y otras familias. La nueva Ley Sindical, aprobada el 26 de enero, disgustó a los obispos, por cuanto imponía la sindicación obligatoria y eliminaba las organizaciones católicas.[5]

...El 3 de junio del mismo año tiene lugar el segundo Consejo Nacional de Sindicatos, en el que Salvador apuesta claramente por tres cosas: la primera, poner las bases para la definitiva mejora de la vida del campesinado, segunda, la autonomía sindical dentro del Falangismo sin otra intervención de poder y tercera, que la prensa Falangista no tuviera otra censura que ella misma. La Ley de Arrendamiento, la intensificación social de colonización agraria, el Instituto de Crédito Sindical Agrícola y un sinfín de medidas para la mejora y participación del trabajador en las instituciones, son lo que coloquialmente se conocería como Ley de Bases, que organizaba a la sociedad por medio de la Central Nacional Sindicalista (CNS) vertebrada en 24 Sindicatos de Productores Nacionales...
— Carlos Rodríguez, Gerardo Salvador Merino (La Revolución Pendiente).

Prensa y propaganda

Durante su breve periodo al frente de la Delegación Nacional de Sindicatos crea, en abril de 1940, un diario sindical, que acabaría configurándose definitivamente dos meses después, bajo el nombre de Diario Pueblo, esta fue quizás la decisión más importante en materia propagandística durante los años 40. Una futura Orden de noviembre de 1942 garantizaba una importante autonomía del aparato de propaganda sindical y un control efectivo sobre él de la Delegación Nacional de Sindicatos, práctica que se había iniciado bajo Salvador Merino pero que ahora recibía sanción legal.[6]

Pensamiento

Reconociendo la hostilidad con el sindicalismo vertical, y siendo consciente de su papel como una de las instituciones fundamentales del régimen, centra su labor en demostrar a los trabajadores su eficiencia en defensa de los intereses obreros. Consideraba también, en contradicción con sus sucesores, como la afiliación voluntaria reforzaba el poder y la autonomía de los sindicatos.[7]

Entre 1939 y 1941 la política económica había tendido a privilegiar a los sindicatos falangistas, concediendo al mismo tiempo un papel aún mayor a la iniciativa empresarial privada en la reconstrucción.

Fruto de su amistad con Pedro Laín Entralgo es la obra titulada Los valores del Nacionalsindicalismo basada en la conferencia pronunciada en el año 1941 en el Congreso Sindical.[8]

Pronunciamiento Falangista

(Artículo principal: Crisis de mayo de 1941)

En abril de 1940 Merino es invitado por el Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán a visitar el Tercer Reich con objeto de coordinar la colaboración laboral entre los dos países, causando una grata impresión entre las autoridades alemanas. Salvador Merino ofrecía 100.000 trabajadores al Frente del Trabajo Alemán.[9]

A su regreso de Alemania afronta, con idéntico discurso al que mantenía desde 1937, el II Consejo Sindical, en su alocución al Caudillo para ofrecerle los resultados del Consejo y utilizando un tono que en nada parecía presagiar que el Delegado supiese que fuera a ser cesado en pocas semanas, se atrevió a exigir más poderes para sus Sindicatos y su aplicación con inmediata fuerza coactiva para toda la Nación española y que se dictase la inmediata y solemne proclamación de la más terminante unidad política en el campo español bajo el mando de la Organización Sindical.

El rumor de un próximo y rápido pronunciamiento falangista sirve de excusa a los intereses británicos para difundir como Salvador Merino era un alto cargo de la masonería. Por querer hacer reformas sociales, se le culpa de masón, diciéndose que habían encontrado una carta de presentación y recomendación para visitar las logias.

Proceso

El 7 de julio se casa en Barcelona partiendo de luna de miel a Baleares, donde recibe noticia de la acusación por parte del Tribunal Especial para la Represión de la Masonería y el Comunismo que dispone de unas cartas en las que éste promete su presencia en todos los actos que celebrasen las logias en España. Salvador no se asusta y dice ya saber de la existencia de esos documentos que, además de falsos, eran producto de la Embajada Británica y de los anglófilos españoles. El Tribunal le impone la pena de 12 años. Salvador recurre la sentencia alegando entre otras muchas cosas que “jamás había sido masón y que su acusación era una canallada, mucho más, sabiendo que su madre había sido asesinada por marxistas defendidos por masones”. Expulsado de FET y deportado a Baleares.[10]

Veamos ahora con detalle los pasos que siguieron sus adversarios para deshacerse de él. El 11 de septiembre de 1939, sólo dos días después de su nombramiento el Conde de Mayalde preguntaba a Marcelino de Ulibarri si en los archivos de Recuperación de Documentos existían antecedentes. Los esfuerzo del carlista acabaron por dar fruto y el 5 de diciembre comunicaba al conde como había encontrado dos cartas en las que Salvador era mencionado, ambas databan de 1934. Su amigo Antonio de Correa Veglison le advierte y también lo comunica a Ramón Serrano Súñer. [11]

El dirigente agrario Antonio Monedero afirmaba en 1940 que la campaña por el control de las agrupaciones católicas del campo era completamente coincidente con las instrucciones de la masonería.

Últimos años

Tras cumplir el destierro se aparta de la política estableciéndose como notario en Sardañola del Vallés y en los años sesenta y setenta es director gerente de la empresa Motor Ibérica. El 1965 bajo su presidencia da entrada a la multinacional canadiense Massey Ferguson, al mismo tiempo que construye la nueva factoría en la Zona Franca de Barcelona.

Fallece el 31 de julio de 1971 a los 69 años.

Referencias

  1. SINDICATO TNS - Gerardo Salvador Merino (La Revolución Pendiente). Por Carlos Rodríguez - COMUNICADOS Y COLABORACIONES
  2. José Alsina Calvés, La disidencia falangista y el «grupo de Burgos», El Catoblepas 61:11, 2007
  3. Era el mes de septiembre de 1939 y, su cargo, dependía exclusivamente del Vicesecretario General, Pedro Gamero del Castillo y del Secretario General de FET y de las JONS, General Agustín Muñoz Grandes
  4. Azul Mahón - La Falange y lo social. El movimiento obrero en la Falange
  5. Pío Moa, Los años de hierro. españa en la posguerra 1939-1945. La Esfera de los Libros, Madrid, 2007, página 186.
  6. Àlex Amaya Quer, La Voz Social: 25 años de fallida apuesta propagandística de la Organización Sindical Española, 1951-1976
  7. Carme Molinero y Pere Ysás, Productores disciplinados: control y represión laboral durante el franquismo (1939-1958)
  8. Jorge Lombardero Álvarez, Laín liberal, El Catoblepas 2:12, 2002
  9. Luis Togores, Yagüe, el general falangista de Franco, La Esfera de los Libros, Madcrid , 2010, página 659
  10. El Consejo de Ministros, donde Girón ya ha tomado posesión como Ministro de Trabajo, acuerda por unanimidad su destitución inmediata por su pertenencia a la masonería y a círculos socialistas durante la II República a la vez que, junto a sus más inmediatos colaboradores, se les expulsa de FET y de las JONS. Manuel Valdés Larrañaga es nombrado Delegado provisional y acometerá la tarea de depurar la Organización Sindical de Merino.
  11. Juan Domínguez Arribas, La utilización del discurso antimasónico como arma política..., Hispania, 2006, vol. LXVI, nº 244, página 1128

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