Religión étnica

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Una religión étnica, religión nativa o religión nacional, es una religión que está directamente relacionada con un grupo étnico o racial y que forma parte de una cultura y de la identidad de un pueblo o nación. Incluso generalmente se admite a cualquier practicante que sea perteneciente a esa etnia indistintamente de su país de procedencia. Se diferencian de las religiones universales que son practicadas por cualquier persona de cualquier identidad racial, cultural, nacional o étnica.

Ejemplos de religiones étnicas son las modernas reconstrucciones del religiones indoeuropeas como la religión germánica (odinismo), celta (druidismo), romana (romanismo), helénica (helenismo), eslava (rodismo) o báltica (romuva y Dievturība). También el hinduismo, el sijismo, la religión tradicional china, el yazidismo kurdo, el shintoísmo japonés, las religiones amerindias, las religiones africanas y afroamericanas, el politeísmo y chamanismo propio de los pueblos indígenas. Hay dudas sobre si el mazdeísmo puede considerarse una religión de este tipo.

Cada religión, en su sentido originario, refleja el carácter y la psique particular de un pueblo, de una cultura en su conjunto, siendo la expresión espiritual y colectiva de ese conjunto que se va desarrollando en la historia. Aunque la doctrina que se profese dependa generalmente de la cultura, el individuo estará espiritualmente más en armonía con las tradiciones originarias de sus antepasados que con tradiciones de pueblos ajenos.

Características

Algunas características de las religiones étnicas son:

  • En general pertenecen al grupo de religiones naturales y no reveladas.
  • Ausencia de proselitismo y, en el caso de las no abrahámicas, de fundamentalismo.
  • Generalmente no aceptan conversiones o no están interesadas en ellas, especialmente cuando se trata de gente de distitno origen étnico, ya que es necesario nacer dentro de determinado grupo étnico para pertenecer.
  • En otros casos, sí admiten conversiones, pero por regla general las religiones étnicas no son proselitistas y no predican su religión, e incluso definen parámetros muy específicos para determinar quién es un converso legítimo, como es el caso de los tribunales judiciales de Israel e India, que han establecido criterios judiciales para determinar quién clasifica como judío ó hindú (respectivamente).
  • Muy frecuentemente son la religión tradicional de un pueblo o nación específica, lo que no evita que coexistan con otras religiones "extranjeras".

En 1998 se fundó el Congreso Mundial de Religiones Étnicas.

Expresión cultural y espiritual de un pueblo

Históricamente, la mayoría de las religiones de la antigüedad eran étnicas, ya que el concepto de una religión universal (abierta todos los seres humanos) es relativamente temprano. Después de la conversión del emperador Asoka del Imperio Maurya de India se convirtió al budismo, envió misioneros budistas a predicar la doctrina de Buda en todas las direcciones convirtiéndola en una de las religiones más difundidas y numerosas de Asia y el mundo. Lo mismo ocurrió con el cristianismo, pues originalmente, los cristianos primitivos consideraban que para ser cristiano era necesario ser judío y que era una religión propia del pueblo judío. Fueron, en gran medida, las prédicas de San Pablo las que permitieron que el cristianismo se abriera a los gentiles. El Islam también se extendió entre muchos pueblos a partir de la conquista islámica. Sin embargo, este concepto de religiones internacionales no existía en la antigüedad, en donde cada pueblo tenía sus propios dioses.

Pensadores como Carl G. Jung o Alain de Benoist, concuerdan en considerar a las religiones como originalmente expresiones culturales de la espiritualidad particular de cada pueblo:

Con el comienzo de la diferenciación racial, se han desarrollado también diferencias esenciales en la psique colectiva. Por esta razón no podemos trasplantar el espíritu de una raza extranjera de un modo global a nuestra propia mentalidad, sin lesionar ésta.
—Carl Gustav Jung, Collected Works, Vol. 7, p. 149.
Un error corriente consiste en creer que se puede aislar un sistema de creencias de los datos antropo-sociales. Separada de su matriz cultural, la «religión» se convierte en un conjunto abstracto de símbolos y mitos, de enseñanzas y ritos, que casi no tiene relación con lo que significa para aquellos que la viven en su existencia concreta. Tal es el principio mismo de la conversión. La idea subyacente es que se puede adherir (o hacer adherir) a cualquier creencia sin tener que habituarla a la particularidad propia. La «religión» es en realidad indisociable de un modo de vida general, de una manera de ver el mundo inherente a cada una de las culturas. La diversidad de las «religiones» remite a la diversidad de los pueblos.
—Alain de Benoist.

El caso del judaísmo

Se ha pretendido incluir también al judaísmo en la categoría de religiones étnicas por su asociación directa a un "pueblo judío" o "hebreo", como en efecto lo fue en sus orígenes. Sin embargo, el hecho de que las conversiones a esta religión admitan a personas de cualquier raza y origen, junto a la existencia del noajismo y las dos religiones de raíz abráhamica (cristianismo e islam) a las que el judaísmo considera necesarias para el adoctrinamiento monoteísta, coloca en tela de juicio esta inclusión. Aunque por lo general se considera que no busca el proselitismo directo, mantiene la esperanza de que el mundo entero se someta al judaísmo como única religión universal, reconozca algún día al "único dios" y abandone la idolatría. Asimismo, ha ejercido una gran influencia ideológica sobre el mundo basada en sus particulares concepciones religiosas y supremacistas, como la misión de ser "luz para las naciones", heredando a otras religiones conceptos como lo pueden ser el pecado, o la figura del Mesías.

De hecho, al contrario de lo que popularmente se cree, el judaísmo fue la primera religión proselitista de la historia. Con la dinastía de los asmoneos (134-63 AEC.), anexionaron Samaria, Galilea e Idumea, y forzaron a los idumeos a convertirse al judaísmo.

Los escritos de Flavio Josefo no son el único testimonio del ardor proselitista de los judíos. De Horacio a Séneca, de Juvenal a Tácito, muchos escritores latinos expresaron sus temores. La Mishná y el Talmud autorizan esta práctica de la conversión, aun cuando, frente a la creciente presión del cristianismo, los rabinos expresaran reservas al respecto.

De hecho, el cristianismo empujó el proselitismo judío a los márgenes del mundo cultural cristiano. En el siglo I, el reino de Adiabene (en el actual Kurdistán) se convirtió al judaísmo, y no fue el último reino en "judaizarse": otros lo hicieron más tarde. En el siglo V apareció así, en el actual territorio de Yemen, un reino judío vigoroso con el nombre de Himyar, cuyos descendientes conservaron su fe tras la victoria del islam y hasta los tiempos modernos. Del mismo modo, los cronistas árabes dan cuenta de la existencia, en el siglo VII, de tribus bereberes judaizadas: frente al avance árabe, que alcanza África del Norte a fines de ese mismo siglo, aparece la figura legendaria de la reina judía Dihya­el­Kahina, quien intentó frenarlo. Bereberes judaizados participaron de la conquista de la casi isla ibérica, y establecieron allí los fundamentos de la particular simbiosis entre judíos y musulmanes, característica de la cultura hispano­árabe. En el siglo VIII el imperio de los jázaros también se convirtió al judaísmo y según Shlomo Sand, estos judíos conversos son los antepasados de los judíos ashkenazim.

Véase también

Referencias