Exterminacionista

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Evidencia falsa plantada por la División de Guerra Psicológica del ejército de los Estados Unidos y presentada en Buchenwald. Se obligó a los civiles alemanes de localidades cercanas a asistir a una exhibición de estos artículos (presuntas cabezas reducidas de presos, tatuajes extraídos, lámparas de piel humana, etc). De este modo se generaron cientos de "testigos" que contarían a las futuras generaciones lo que supuestamente vieron "con sus propios ojos".[1]

Los exterminacionistas, también conocidos como exterministas, son aquellas personas, particularmente historiadores, que sostienen la teoría conspirativa (aceptada por la historia oficial) de que el Tercer Reich planificó e intentó llevar a cabo un exterminio o genocidio contra judíos y otras minorías en lo que décadas mas tarde se denominó Holocausto. También defienden y apoyan otras cuestiones derivadas del mismo como el empleo de cámara de gas y otros dispositivos de ejecución masiva, así como la cifra de seis millones de judíos víctimas.

El exterminacionismo se divide en dos corrientes: el intencionalismo, que supone que desde el principio existió un plan premeditado para el exterminio; y el funcionalismo que asume que tales acciones se decidieron solo cuando la carencia de recursos impuesta por la guerra habría hecho inviable los planes para la expulsión de los judíos.

Por su parte, los historiadores que cuestionan y critican la historia oficial sobre el particular, son denominados como revisionistas del Holocausto. Estos no niegan que individuos particulares pudieran llevar a cabo actos de esa naturaleza, pero debido a un profundo vacío documental consideran no probada la afirmación de que el estado alemán ordenó tales crímenes. Diversos historiadores occidentales alineados con la censura académica contra el revisionismo bajo la presión política del Lobby judío o en colaboración con éste, no aceptan dicho término y los denominan negacionistas, de manera peyorativa.

Antecedentes

La tendencia exterminacionista de reclamar un genocidio y cantidades exageradamente altas de muertos como resultado de una persecución de la que habrían sido víctimas, no es algo nuevo en la historia del pueblo judío. De hecho, ya desde los tiempos del Antiguo Egipto o de la ocupación romana de Palestina, podemos ver varios ejemplos en los textos sagrados hebreos como lo comenta el investigador y escritor estadounidense Arthur R. Butz:

El Talmud prosigue diciendo que el número de judíos muertos por los romanos tras la caída de la fortaleza fue de cuatro billones "o como alguien dijo" 40 millones, mientras que el "Midrash Rabbah" dice que hubo 800 millones de judíos mártires. Con la intención de corroborarnos que estas cifras son de la mayor seriedad, pasan a relatarnos las necesarias consecuencias: la sangre de los judíos muertos llegó hasta los orificios nasales de los caballos de los romanos y luego, como una riada, recorrió entre una y cuatro millas mar adentro.[2]

Ya mucho antes de que se publicara la primera versión del famoso Diario de Ana Frank, las inquietantes sagradas revelaciones del Talmud también nos hablan de la crueldad sin límites de sus enemigos y de su particular saña contra indefensos niños judíos.

Los niños judíos de los colegios de Bethar, según la literatura talmúdica, tampoco se libraron de los romanos quienes se dice que los envolvieron a cada uno en su pergamino y luego les quemaron, oscilando el número de estos escolares entre 64 millones y por lo menos, 150.000[2]

También desde tiempos antiguos, los cuerpos de los judíos asesinados no se desperdiciaban en absoluto, sino que habrían sido utilizados en forma macabra por los autores de la presunta exterminación.

Los romanos batieron a los alemanes en eficacia, pues los cuerpos de los judíos muertos se emplearon para construir una muralla en torno a los viñedos de Adriano, que se dice que tenían 18 millas cuadradas, y la sangre que pudo obtenerse de la riada se utilizó para abonar los viñedos durante siete años.[2]

Después de la Segunda Guerra Mundial los judíos volvieron a declarar que sus enemigos hicieron fertilizante con sus cuerpos, exactamente la misma acusación hecha contra los romanos. Pero además, en los Juicios de Núremberg se acusó a los alemanes de la elaboración de jabón de cadáveres humanos y otros artículos, como lámparas, guantes y cola.

Metodología

La metodología exterminista consiste principalmente en el establecimiento previo de una conclusión o concepto preconcebido que actúa como una lente mediante la cual el exterminista percibe y reinterpreta la realidad. Ante el dogma inamovible del exterminio, reformula de manera sesgada el significado de cada pieza de evidencia. Por ejemplo la falta de pruebas en favor del exterminio de pronto se convierte en prueba de que los asesinos encubrieron intencionalmente el genocidio.

De igual modo, los exterminacionistas dicen que su posición se apoya en millones de judíos sobrevivientes, aunque en realidad, como dice el IHR: "cada sobreviviente del Holocausto es una prueba viviente de que el Holocausto no tuvo lugar". Por ello, todos los elementos que apunten en contra de la conclusión, previamente establecida del genocidio, son "reinterpretados", ignorados o adulterados (ver Informe Gerstein). Un claro ejemplo de todo esto, es el Holocausto, donde prestigiados historiadores han hecho afirmaciones como esta:

no es preciso preguntarse como técnicamente tal muerte en masa ha sido posible. Ha sido posible técnicamente porque ha tenido lugar. Este es el punto de partida obligado de cualquier investigación histórica sobre el particular. Esta verdad es la que nos corresponde recordar simplemente: No hay discusión, no puede debatirse la existencia de las cámaras de gas.
Pierre Vidal-Naquet y León Poliakov, historiadores judíos.

Lo anterior son tres claras prohibiciones, tres tabúes y tres limitaciones definitivas para la investigación del Holocausto, mismas que fueron establecidas por los historiadores académicos Pierre Vidal-Naquet y León Poliakov, en una declaración que le hicieron firmar a otros 32 historiadores franceses[3] como garantía de lo que los exterminacionistas denominan "honestidad académica", eufemismo que pretende encubrir la censura y exclusión con la que se amenaza a los historiadores disidentes. Sin embargo estas prohibiciones son contrarias a lo que establece el método científico:

La ciencia no pretende ser ni absoluta, ni autoritaria, ni dogmática. Todas las ideas, hipótesis, teorías; todo el conocimiento científico está sujeto a revisión, a estudio y a modificación.[4]

Por eso el Holocausto, junto a otros temas históricos, está sujeto a revisión, a estudio y a modificación de las conclusiones en virtud de nuevas evidencias. Eso es científico, no lo contrario.

A pesar de todo esto, la crítica de los exterminacionistas insiste en que es al contrario: que son los revisionistas los que supuestamente parten de la conclusión preestablecida de la no existencia del Holocausto, para después seleccionar convenientemente datos que apoyen su postura, afirmación que nunca se ha podido demostrar, debido en parte al hecho de que generalmente los revisionistas asumen la existencia del Holocausto con el fin de poder contrastarla con hechos comprobados y comprobables.

Rechazo al debate abierto

Actualmente, numerosos estudiosos se niegan a discutir los argumentos del revisionismo del Holocausto, alegando que al hacerlo, se daría a los revisionistas del Holocausto una legitimidad injustificada[5]. Lo cierto es que no desean entrar en debate sobre "hechos ya inamovibles y establecidos".

En 1979, El historiador alemán Wolfgang Scheffler aceptó entrar en un debate con el profesor Robert Faurisson, que fue transmitido por televisión en Tesino, Suiza. Scheffler no pudo rebatir los argumentos de Faurisson y desde entonces ningún exterminista quiere volver a exponerse al ridículo. Los exterministas saben que en un debate sobre este tema, no tendrían la más mínima posibilidad de convencer al público de sus postulados.

Un ejemplo del rechazo del debate abierto es representado con el caso de la historiadora judía Deborah Lipstadt, quien ha creído denunciar los métodos y las motivaciones de los revisionistas, al tiempo que intenta restarles legitimidad:

No es necesario perder el tiempo o el esfuerzo en responder a las alegaciones de los negacionistas. Sería un nunca acabar de responder a los argumentos planteados por los que libremente falsifican los resultados, citan fuera de contexto y simplemente despachan resmas de testimonios. A diferencia de los verdaderos académicos, tienen poco, si alguno, respeto por los datos o evidencias. Su compromiso es con una ideología y sus "conclusiones" son la forma de apoyarla.
—Deborah Lipstadt.[6]

Sin embargo, los revisionistas nunca han considerado como pérdida de tiempo o esfuerzo responder a las diversas críticas y contra-argumentos planteados por los exterministas, porque al hacerlo, además de que así promueven el debate abierto y logran acercarse a verdades más exactas, también revelan los defectos argumentativos de sus detractores, cosa que éstos no han podido hacer sin recurrir a cuestiones legales o sentencias de juicios políticos promovidos por grupos de presión judíos, que no tienen nada que ver con la historiografía y en donde el acusado ni siquiera tiene derecho a a declararse inocente o a intentar defenderse demostrando que tiene razón, porque de hacerlo, él y su abogado estarían negando el Holocausto y serían objeto de una nueva acusación.

Técnicas retóricas usadas por los exterministas

Los exterministas políticamente motivados utilizan técnicas retóricas para respaldar sus argumentos que no siempre se perciben para los no especialistas. Los críticos del revisionismo del Holocausto, generalmente hacen extrapolaciones de sus propios defectos metodológicos hacia sus rivales con el fin de desprestigiarlos, por esta razón en fuentes como el Proyecto Nizkor se mencionan algunas falacias y técnicas retóricas, supuestamente usadas por los revisionistas,[7] que se asemejan a las que ellos en realidad utilizan.

Una pequeña omisión, una distorsión aquí y allá y qué fácil es reescribir la historia[8].
Walter Laqueur, historiador judío.

Las técnicas retóricas más comunes de los exterministas son las siguientes:

Falacias lógicas

  • Falacias ad verecundiam. Creer que algo es cierto por que lo afirma alguien o algo de prestigio.
  • Argumentum ad baculum. Defensa de un argumento con chantajes, amenazas o abusos de autoridad, o en general, abusando de la posición que se posee.
  • Falacias ad populum. Cuando se argumenta que como la mayoría de la gente está de acuerdo con una idea, entonces ésta es cierta.
  • Falacias y ataques ad hominem. Llamar nazis o antisemitas a los revisionistas o a cualquier persona que dude o que niegue el Holocausto.
  • Falacias de asociación como reductio ad hitlerum.
  • Falacias ad ignorantiam. Pretender que, por el hecho de que algo no se haya probado falso, entonces es verdad o viceversa.
  • Generalización inadecuada o también llamado error inductivo.
  • Falacias de irrelevancia.
  • Uso selectivo de hechos.
  • Afirmar constantemente que se posee infinidad de pruebas. Cuando los revisionistas piden ver esas innumerables pruebas, los exterministas son incapaces de presentarlas.
  • Invención de hechos
  • Ofuscación de hechos.
  • Suposición de hechos no probados.
  • Apelar a la emoción.
  • Ridiculización de la tesis con la comparación de tesis absurdas.
  • Falacia del hombre de paja. Tergiversación de las opiniones contrarias para refutarlas con facilidad. Por ejemplo, decir que el revisionismo es una teoría conspirativa.
  • Indiferencia o minimización de la importancia de hechos conocidos.
  • Establecer una serie de postulados aún más complicados que los que se proponen. Implica una cierta indiferencia crítica al principio de parsimonia o navaja de Ockham que propone que, en igualdad de condiciones, la explicación más sencilla es probablemente la correcta, o en otras palabras, que no ha de presumirse la existencia de más cosas que las absolutamente necesarias: El hecho mismo de afirmar que en la Solución Final las palabras "evacuación" o "emigración" significaban "asesinato" sin evidencia alguna que respalde esto, no sólo es invocar una teoría de conspiración dentro del análisis histórico, es también ir en contra del espíritu de la ciencia.
  • Uso indiscriminado y fuera de contexto, del postulado de la citada navaja de Ockham para rechazar rotundamente, aún con evidencias, posibles explicaciones sociológicas tales como conspiraciones políticas, comparándolas con hechos o leyes naturales. La navaja de Occam no es una regla y no implica la negación de la existencia de ningún tipo de entidad.
  • Indiferencia al sentido común, importante en el análisis histórico, ya que ayuda a interpretar eventos, entender contextos y evaluar causas y consecuencias de manera lógica y razonada.
  • Uso de ambigüedades y divagaciones como explicaciones, dando por hecho que son comprensibles.
  • Confundir al lector.
  • Uso de eufemismos. Términos atractivos o neutrales para disfrazar hechos desagradables que conciernen a su postura.
  • Uso de disfemismos. Palabras desagradables para describir los hechos opuestos.
  • Influencia de creencias y deseos personales.
  • Inversión de la culpa.
  • Uso de amenazas y violencia.

El primer análisis extenso del término pseudoescepticismo, categoría en la que puede clasificarse el exterminismo como respuesta al escepticismo del revisionismo, fue llevado a cabo por Marcelo Truzzi, catedrático de sociología en la universidad de Eastern Michigan, quien en 1987 postuló que los pseudoescépticos muestran las siguientes características:

  • La tendencia, más bien, a negar que a dudar. A diferencia de los revisionistas quienes no niegan sin antes cuestionar e investigar apropiadamente los hechos oficiales, los exterministas niegan constantemente no sólo cualquier afirmación revisionista que les contradiga, sino incluso la mera posibilidad de su veracidad, por lo cual, los postulados exterministas terminan convirtiéndose en dogmas.
  • Usar una doble vara de medir en sus análisis críticos.
  • Emitir juicios sin una completa investigación. Esto incluye la investigación de dos o más partes si sus postulados se contradicen entre sí.
  • La tendencia a desprestigiar más que a investigar.
  • Uso de ataques ad hominem.
  • Presentación insuficiente de evidencias o pruebas.
  • Referirse peyorativamente a los que proponen determinada disciplina como "promotores", "pseudocientíficos" o practicantes de "ciencia patológica". (Negacionismo, negacionistas, propagandistas del negacionismo)
  • Al censurar asumir que no es requerido el deber de la prueba.
  • Hacer contraargumentos no comprobados.
  • Contraargumentar basándose en lo que parece más razonable o plausible en vez de en la evidencia empírica.
  • Insinuar que una evidencia poco convincente es un fundamento para descartarla.
  • Tendencia a descartar "toda" evidencia.

Argumentos basados en falacias

Como si de un guión fijo se tratara, los detractores del Revisionismo repiten incansablemente una serie de argumentos cada vez que se presenta la oportunidad. Algunos se basan en una falacia lógica, mientras que otros combinan varias de ellas.

Ataques personales

Quizás el más común de los métodos contra el revisionismo es intentar desacreditar a los revisionistas por medio de ataques personales como ad hominem o reductio ad hitlerum. Al no poder refutar los argumentos, se ataca a la persona que los enuncia con descalificaciones tales como "nazis", "antisemitas", etc. Incluso si el argumento revisionista implica el uso de ciencias exactas, como matemáticas, la química o la estadística, los exterminacionistas utilizan la táctica del ataque personal.

Ad verecundiam

Para desprestigiar las investigaciones revisionistas, también suelen señalar que algunos revisionistas no son historiadores profesionales o titulados (apelando a falacias de autoridad), lo cual es cierto como en el caso del historiador David Irving, quien es un historiador aficionado, pero cuyas obras han sido elogiadas por diversos círculos académicos y ha sido considerado como el mayor especialista de la Segunda Guerra Mundial, por la gran cantidad de documentación de primera mano que posee y que ha utilizado para sus estudios, una característica inusual en historiadores de este período, quienes generalmente basan sus obras en fuentes de segunda y tercera mano.

La teoría conspirativa

Mediante la falacia del hombre de paja, afirman erróneamente que el revisionismo sostiene que existió una conspiración judía para inventar el Holocausto y luego dedican todos sus esfuerzos a ridiculizar esa supuesta teoría, olvidando que en Núremberg se acusó a los nazis de una conspiración secreta para el genocidio judío y que esto es parte documentada de la historia oficial.

Lo que se pretende es que el lector aceptará estas pequeñas discrepancias como la evidencia de una vasta y todopoderosa conspiración judía. Esto es absurdo...[9]
—Nizkor
"Hay miles de documentos, miles de testigos..."

Una de las tácticas más habituales es asumir que se posee una gran abundancia de pruebas donde en realidad ocurre exactamente lo contrario. Esta táctica es de gran utilidad cuando se está frente a un público que ignora el tema y lo único que conoce le ha llegado mediante películas o libros oficiales que explican la historia con los conocidos tabúes y límites legales. Se dice por ejemplo que la cámara de gas, o el Holocausto "está completamente documentado", por ejemplo, Elie Wiesel ha dicho que es "la tragedia más documentada de la Historia".[10]. Sin embargo cuando un revisionista les pide ver esas pruebas, son incapaces de proporcionarlas. No disponen de una orden de Hitler donde ordena el exterminio, ni planos de las cámaras de gas, ni nombres de personas o instituciones encargadas de llevar adelante el plan, ni un presupuesto asignado para ello, etc (véase también el apartado Vacío documental en el artículo Solución Final). En general los exterminacionistas acaban poniendo cualquier material relativo a la Segunda Guerra Mundial, como prueba de exterminio, incluso fotos de los prisioneros llegando a los campos de concentración. Pero lo que está a discusión no es si existió o no la Segunda Guerra Mundial, si existieron los campos de concentración, etc. Sobre los tres puntos que cuestiona el revisionismo (el plan de exterminio, el método y el número de judíos fallecidos) no aparecen las abrumadoras pruebas que anuncian los exterminacionistas. No obstante este argumento explota la ignorancia del público y resulta de enorme utilidad cuando un exterminacionista puede dirigirse al público sin tener que enfrascarse en un debate.

Otros le dirán que Suchomel y Münch estaban locos, o que alucinan, o que son fantasías. Pero donde están las fantasías es en las mentes de los que prefieren obviar la enorme cantidad de pruebas, y creen en cambio en una hipotética conspiración, apoyada nada más que por su imaginación.[9]
—Nizkor

Sobre la base de la "enorme cantidad de pruebas", debería ser fácil refutar los argumentos de quienes dudan. Pero el hecho de tener que crear leyes especiales que prohíban el revisionismo y la investigación histórica prueba justamente lo contrario.

"No importa cuántos judíos murieron, igual es un crimen"

Aunque la maquinaria propagandística del Lobby judío viene reclamando seis millones de víctimas judías desde hace muchísimo tiempo, en cuanto los exterminacionistas comprenden que no pueden hacer pasar a los deportados y fallecidos por causas naturales como "exterminados", optarán casi siempre por responder que "no importa cuántos murieron", "el crimen es el mismo", ignorando con ello la inexistencia de un plan o una intención criminal. Pero en muy poco tiempo volverán a repetir la cifra y el reclamo, porque como dice el político alemán Udo Voigt lo curioso es que para ellos el número sí importa, para decirse víctimas "del mayor crimen de la historia", por razones religiosas y hasta económicas.

Lo de los seis millones no puede ser correcto. Como mucho, 340.000 personas pudieron haber muerto en Auschwitz... Los judíos siempre dicen: "incluso si un solo judío murió, ya es un crimen". Pero evidentemente, no es lo mismo que les indemnicen por seis millones, que por 340.000 personas.
El revisionismo como sinónimo de mentira

Otra táctica de los exterminacionistas y los grupos de presión judíos es intentar desacreditar al revisionismo asumiendo mala fe. De manera que cualquier error en un documento o informe es presentado inmediatamente como un engaño deliberado. El propósito que se persigue a largo plazo es que el público deje de escuchar los argumentos revisionistas. De este modo, independientemente de lo sólidos y bien documentados de los mismos, el público asumirá mala fe de parte del revisionismo y dejará de escuchar, suponiendo que alguna explicación habrá al planteo revisionista y no molestándose siquiera en investigar los fundamentos. Además muchos exterminacionistas sostienen que los revisionistas no tienen derecho a expresarse porque sus planteos no son opiniones sino "mentiras deliberadas y motivadas por el antisemitismo". Obsérvese la generalización implícita que asume que no puede existir ninguna persona que honestamente crea en sus propias investigaciones revisionistas, o bien que honestamente cuestione o niegue el Holocausto en los términos definidos por el judaísmo (que incluyen, por ejemplo, los famosos seis millones de judíos, las cámaras de gas, etc). La presunción de que no existe una persona que honestamente dude o niegue el Holocausto, es la única forma de justificar las penas de cárcel y el atropello a la libertad de expresión de estos ciudadanos, un derecho "garantizado" por el artículo 19 de la Declaración de los Derechos Humanos. Lo cierto es que tanto revisionistas como negadores del Holocausto creen honestamente en sus propias opiniones. Existen infinidad de panfletos anti revisionistas que comienzan con una o dos líneas en las que inducen al lector a asumir mala fe. Olvidan, sin embargo, la cantidad de testigos falsos del Holocausto, documentos, diarios personales y fotografías falsificadas que ellos han presentado durante décadas. Estos, por su volumen, dejan en claro quién miente y en qué proporción se distribuyen las mentiras entre revisionistas y exterminacionistas.

Además, según afirma Nizkor, los planteamientos del revisionismo "son tan evidentemente absurdos", que es por ello que "sus intenciones no deben ser buenas, ellos son conscientes de esto y mienten deliberadamente":

El mero hecho de plantearse que el Holocausto nunca ocurrió es absurdo. Afirmar seriamente que no existe la más mínima prueba está más allá del absurdo, y es un claro ejemplo de las retorcidas intenciones del "revisionismo".
—Nizkor[9]
La manipulación de los testigos

A falta de pruebas físicas y documentos no desacreditados, los exterminacionistas basan su teoría de la conspiración alemana para el exterminio judío, en una serie de testimonios, entre los cuales resultan llamativamente escasos los relacionados con la cámara de gas, a pesar de los millones de personas supuestamente ejecutadas mediante ellas. No obstante hay testigos de atrocidades como el supuesto fusilamiento de civiles y prisioneros de guerra. Testimonios como por ejemplo el de Hans Friedrich, se presentan como prueba de exterminio[11] (aunque si los fusilamientos son prueba de genocidio, ¿qué se podría decir de los ataques aliados con bombas incendiarias a ciudades alemanas o las bombas atómicas sobre Japón?). Exterminacionistas como los del proyecto Nizkor, sugieren que no es posible que esas personas mientan habiendo pasado ya 40 o 50 años de lo ocurrido, porque entonces habría que explicar quién les amenaza para seguir diciendo que los nazis practicaron genocidio.

¿Qué coacciones podrían haber llevado al juez Konrad Morgen a testificar los crímenes de los que fue testigo ante el Tribunal de Núremberg en 1946, donde no se le acusó de ningún crimen? ¿Y para que luego volviera a testificar ante el juicio sobre Auschwitz celebrado en Frankfurt de 1963 a 1965? ¿Cómo se coaccionó al doctor de las SS Johann Kremer para que testificara en su propia defensa en 1947... ¿Qué coacciones podrían perdurar durante cuatro décadas para forzar al antiguo SS-Untersturmführer Dr. Hans Münch a conceder una entrevista, contra la voluntad de su familia, a la televisión sueca?[9]
—Nizkor

Este argumento ignora, sin embargo, todo el contexto político y legislación actual. Si algunos de los SS han admitido su participación en un genocidio, la gente en Alemania pregunta con razón: por qué no están en prisión. Por supuesto que si negaran el Holocausto irían a prisión inmediatamente, o luego de ser deportados a Alemania, como ya ha ocurrido en infinidad de casos. Pero de todos modos, ya que ellos mismos afirman haber participado en masacres: ¿por qué están libres? ¿Por qué no son acusados por el gobierno alemán, perseguidos o secuestrados por los famosos "cazanazis" del Lobby judío? La explicación más simple, o quizás la única, es que son útiles a la agenda política del gobierno alemán y el Lobby, que necesita apuntalar el Holocausto por todos los medios posibles. De manera que estos supuestos testigos asumen la única posición que los dejaría fuera de la cárcel y se nos dice que sus testimonios de ninguna manera son sospechosos. Es más, son presentados por los exterminacionistas como personas exentas de toda presión, que libremente nos revelan la verdad de lo ocurrido.

"Todos los testigos no pueden equivocarse"

Otro argumento, usado muy recurrentemente por exterminacionistas que acaban de descubrir el revisionismo, consiste en afirmar que, si bien puede que algunos testigos mientan o se equivoquen, no es posible que todos lo hagan. El problema con esta falacia ad populum es que hay ejemplos concretos que prueban que esto no es correcto. Podemos citar el caso de lo ocurrido en Alemania al final de la guerra, cuando se dijo que todos los campos de concentración eran campos de exterminio. Ahí surgieron cientos de testigos alegando haber visto gaseamientos en esos campos, pero luego se demostró que no había cámara de gas (véase por ejemplo el Documento Müller). Hoy en día es aceptado por la mayoría de los historiadores que no hubo campos de exterminio en toda Alemania y el debate se centra solo en los ubicados en Polonia. Este es un caso concreto en donde todos los testigos mintieron. De modo que sí es posible que todos mientan, al contrario de lo que sostiene la falacia del exterminacionismo.

"Los nazis no lo negaron"
En cuanto a los testimonios de posguerra de los nazis, ¿se torturó a todos y cada uno de ellos para que confesaran horribles crímenes que supuestamente no cometieron? Esto sería creíble si sólo se hubiera capturado a unos pocos nazis después de la guerra, o quizás si algunos se hubieran enfrentado al tribunal que les juzgaba, y hubieran confesado al mundo el intento de manipular sus testimonios. Pero cientos de ellos testificaron sobre el Holocausto, en juicios que van desde 1945 hasta los años '60.[9]

De hecho algunos sí lo negaron, como por ejemplo Hermann Göring, Otto Ernst Remer, Otto Skorzeny, Thies Christophersen, Lothar Rendulic, Hans-Ulrich Rudel, Wilhelm Stäglich, Herbert Schweiger, Helmut Sündermann; y otros como Julius Streicher, Oswald Pohl y Fritz Knoechlein, enfrentaron al tribunal, denunciaron torturas y el intento de manipular sus testimonios, como en el caso de Rudolf Höss. El creyente o activista del Holocausto puede elegir no creer en la veracidad de estas denuncias incluso cuando los torturadores admiten que son ciertas (como en el caso de Höss). Pero el hecho objetivo e innegable es que tales denuncias al menos existieron. Y recordando la frase de Nizkor, el argumento revisionista "sería creíble" si "algunos" de los acusados hubieran "enfrentado al tribunal" y revelado al mundo esta "manipulación". Una constante que el lector verá después de contrastar a Nizkor con otras fuentes, es que sacrifica la verdad en pos de lograr una argumentación con apariencia sólida, aunque efímera.

Por otra parte, la frase "no lo negaron" indirectamente da a entender que todos, o la mayoría, admitieron el exterminio. Pero es sutil, porque contiene únicamente las palabras "no lo negaron", en lugar de "lo admitieron", que es lo que se pretende hacer creer. Los fiscales en Núremberg presentaron el Holocausto como una realidad incuestionable respaldada por testigos presenciales y se dijo que hasta el mismo director de Auschwitz lo había confesado. Lo que la mayoría de los jerarcas del Tercer Reich declararon sobre el exterminio fue que no sabían, lo cual es la respuesta más lógica y natural asumiendo que no hubo exterminio.

Sin embargo, los exterminacionistas a veces argumentan que los militares de alto rango deberían estar al tanto del exterminio. Pero resulta que entre ellos, unos lo negaron, como Göring, y otros lo admitieron, pero muchos de estos últimos se demostró más tarde que sufrieron torturas, como es el caso de Rudolf Höss. Esto sin hablar de la llamada Jaula de Londres, donde según documentos desclasificados por los británicos, se torturó a miles de militares y civiles alemanes en forma sistemática y se firmaron más de mil confesiones.[12]

Por último, quién esgrime el argumento "los nazis no lo negaron" en referencia a un supuesto Holocausto, está haciendo caso omiso a toda la legislación internacional que penaliza la negación del Holocausto judío. Si un acusado por crímenes de guerra concretos niega el supuesto genocidio de los judíos en general, enfrentará cargos adicionales por negación del Holocausto, considerado hecho incuestionable que no necesita ser probado por la legislación de países como Alemania. Lo que significa que desde hace muchísimo tiempo existen poderosos motivos para no negarlo y aún así, por algún motivo muchos se atrevieron a hacerlo a costa de su libertad.

Apelar a la emoción
Véase también: Victimismo (Política)

Muchas personalidades y académicos se han pronunciado en contra del revisionismo y la negación del Holocausto, a la vez que dan opiniones que distan mucho de ser científicas y apelan solamente a la emoción. William Shulman, director del Centro de Investigación del Holocausto, describe la negación "como si las víctimas del Holocausto fueran asesinadas dos veces",[13] un sentimiento que comparte el teórico literario Jean Baudrillard, quien sostuvo que "olvidar el exterminio es parte del exterminio."[14]

En ocasiones, cuando los exterministas expresan este tipo de "argumentos", los revisionistas se preguntan entonces qué hay de los genocidios históricos olvidados, como el de la masacre de Dresde o los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki, auténticas atrocidades cometidas por los aliados que casi nadie recuerda y por las que nunca hubo un juicio por "crímenes contra la humanidad" hacia sus perpetradores.

Aquí los exterministas creen felizmente encontrar un punto débil en el revisionismo, acusándolo falsamente de relativizar el Holocausto o de reclamar un "contra-genocidio" al estilo de la falacia tu quoque, con el presunto fin de "hacer una confusión entre las víctimas y los verdugos y transformar así a los alemanes en víctimas y excluyéndolos de cualquier tipo de responsabilidad moral", porque, señalando acertadamente, "las auténticas atrocidades aliadas no justifican la negación del Holocausto".

Sin embargo, los revisionistas no señalan las atrocidades aliadas para justificar la negación del Holocausto, porque para eso es necesaria la evidencia, la cual es extensamente presentada. Los revisionistas señalan los "contra-genocidios" porque al parecer los exterministas prefieren obviar el hecho de que genocidios como la masacre de Dresde, a diferencia del Holocausto, son hechos más que comprobados y comprobables, y a pesar de eso son hechos que casi nadie conoce, y por lo que expresiones como la de Jean Baudrillard: "olvidar el exterminio es parte del exterminio.", son expresiones o ignorantes o hipócritas.

"No es lo mismo revisar que negar"

Respecto a la negación del Holocausto, otros escritores como Koenraad Elst señalan:

Negacionismo significa la negación histórica de los crímenes de lesa humanidad. No se trata de una reinterpretación de los hechos conocidos, sino la negación de los hechos conocidos. El negacionismo es mayoritariamente identificado con el esfuerzo de re-escribir la historia de tal manera que el hecho del Holocausto se omita.
—Koenraad Elst.[15]

En otras palabras, no es lo mismo revisar la historia que negar la historia. Pero los revisionistas nunca han equiparado tales conceptos, sino que la acción de negar ciertos hechos conocidos, de producirse, es como consecuencia directa y conclusión tras revisar exhaustivamente la evidencia. El desacreditar una falsedad histórica basándose en nuevos análisis físicos y químicos, documentos desclasificados, etc; no se trata por tanto de un negacionismo. Nótese además que, según este argumento exterminista, es imposible cualquier demostración científica dentro del revisionismo histórico que concluya la falsedad de un hecho. Según sea conveniente, disponen que "hechos de conocimiento tan generalizado y universal no pueden ser puestos en duda", lo cual es una falacia ad populum, y además olvidan que también conceptos tales como el de que la tierra es plana o de que es el centro del universo, o la existencia de seres mitológicos, fueron todos considerados hechos de conocimiento generalizado y universal en épocas anteriores y que siguiendo esa lógica, no podrían ser puestos en duda. La ciencia misma se origina a partir de la negación de esta clase de "hechos" aceptados universalmente, que pasan más tarde a considerarse mitos. Este proceso científico de cuestionar el conocimiento y evaluar nuevas evidencias es parte indiscutida del método científico. La negación del Holocausto es considerada peligrosa porque puede ser apoyada con evidencia científica, misma que ha logrado refutar importantes tesis oficiales. Una negación sin fundamento no sería peligrosa, y es posible refutarla fácilmente sin necesidad de prohibirla por ley. Fue una negación con fundamentos lo que derribó el mito del jabón de grasa judía establecido por los jueces en Núremberg, y de conocimiento generalizado y universalmente aceptado durante años.

Es un hecho que los Nazis nunca usaron los cuerpos de Judíos, y el de ningún otro, para la producción de jabón.[16]

Aunque la propia Lipstadt niega que se haya fabricado jabón con cuerpos humanos (o sea que según ella, el hecho jamás tuvo lugar), ella y otros exterminacionistas rechazan un debate con los revisionistas basado en argumentos, porque dicen que éstos niegan hechos conocidos o establecidos.

El exterminacionismo en defensa de la verdad histórica

Los exterminacionistas suelen negar sus motivaciones políticas para defender el Holocausto en beneficio de Israel y las organizaciones judías que cobran miles de millones en indemnizaciones. Mientras tanto piden censura y penas de cárcel con el argumento de que los revisionistas mienten deliberadamente y falsifican la historia. Sin embargo hay un detalle que revela las verdaderas motivaciones de estos grupos judíos: no es delito decir que murieron más personas de las que sostiene la versión oficial, o afirmar sin pruebas, que se utilizaron otros métodos para el exterminio además de la cámara de gas y tampoco van a prisión los falsos sobrevivientes del Holocausto. En pocas palabras, los exterminacionistas y grupos judíos no persiguen a quien falsifica la historia para magnificar el Holocausto (que son por lo general otros exterminacionistas) lo cual pone en evidencia la falsedad de que actúan en defensa de la verdad histórica. Por ejemplo, no es ilegal exhibir la película "Night and Fog" que sostiene que murieron 9 millones de personas en Auschwitz. Hay varios ejemplos que demuestran que poco importa realmente la defensa de la verdad para el exterminacionismo motivado políticamente, que es el caso de un sin número de historiadores judíos.

Activismo

Es igualmente notable el hecho de que los exterminacionistas acusan a los revisionistas de promover, apologizar, legitimar o justificar una postura política, en este caso, el nacionalsocialismo o el antisemitismo, cuando la proporción efectiva de éstos es considerablemente menor con respecto al número de los exterministas de origen judío, quienes tienen o podrían tener intereses más claros para defender la existencia del Holocausto.

"Su compromiso es con una ideología y sus "conclusiones" son la forma de apoyarla".
—Deborah Lispdadt, entrevista con Kenneth S. Stern[17]
En la siguiente lista se observa que el número de exterminacionistas de origen judío es significativamente mayor al de los revisionistas simpatizantes del nacionalsocialismo. De este modo, la acusación de que los historiadores revisionistas están siguiendo una agenda política es contradictoria y carece de fundamento, pues podría con mayor facilidad aplicarse a los exterminacionistas.

Exterminacionistas de origen judío:

Exterminacionistas no judíos:

Origen desconocido:

Revisionistas del Holocausto partidarios del nacionalsocialismo:

Revisionistas del Holocausto no partidarios del nacionalsocialismo:

Otra postura política:

(Ver también: Uso político del Holocausto)

Afirmaciones actuales de los exterministas

Las tres afirmaciones básicas de los exterminacionistas son:
  • Hubo una política oficial, un plan y una intención clara para el asesinato masivo de los judíos durante la Segunda Guerra Mundial.
  • Para llevar a cabo este plan, se construyeron cámaras de gas que funcionaban con Zyklon B y con motores Diesel en varios campos de concentración.
  • Murieron aproximadamente seis millones de judíos durante la guerra.

Entre otras afirmaciones se incluyen las siguientes:

  • Los procedimientos de corte de cabello se hacían antes de que los prisioneros entraran a las cámaras de gas.
  • Las cámaras de gas eran disfrazadas a veces como duchas para no levantar sospechas ni temor entre los prisioneros. Estas cámaras estaban tan perfectamente camufladas como duchas que hasta se construyeron sistemas de plomería y de drenaje, completamente funcionales. Pero nada relacionado con procedimientos de higiene preventiva contra epidemias como el tifus.
  • Las gasificaciones en las "cámaras de exterminio" eran técnicamente posibles porque tuvieron lugar.
  • Se realizaron crueles experimentos en prisioneros, totalmente inútiles, como los llevado a cabo por el Dr. Josef Mengele.
  • Uno de estos experimentos fue el Experimento de Danzig, en el cual se intentó producir jabón hecho de cadáveres humanos, no obstante, jamás se pudo producir ninguno.
  • En los campos de concentración existieron hornos crematorios para la incineración de los cadáveres de las víctimas de gaseamiento e incluso para arrojar seres vivos. Era completamente posible quemar los cadáveres de los millones de gasificados en los crematorios de la época dentro del período de tiempo referido.
  • El Vaticano, bajo el pontificado de Pío XII, la Cruz Roja y los servicios de inteligencia aliados pudieron haber denunciado el genocidio pero todos lo callaron.
  • No existe, o al menos no se conserva, ningún documento nacionalsocialista que ordene, decrete o manifieste el asesinato en masa por parte de los alemanes o que mencione siquiera las cámaras de gas.[18][19]
  • La denominada "Solución Final al problema judío" (Endlösung der judenfrage) significaba la decisión de exterminar al pueblo judío. Otros dicen que la Solución Final era en un principio el plan de desplazamiento y reubicación de los judíos en la isla de Madagascar,[20] pero que luego se optó por el asesinato.
  • La Conferencia de Wannsee del 20 de enero de 1943 se trató la cuestión judía, y de su Solución Final, es decir, de un programa de exterminio físico.
  • Las principales pruebas del genocidio se fundamentan en testimonios de supervivientes y en confesiones de oficiales nazis.
  • El trato de los alemanes hacia los judíos fue diferente al trato que daban los aliados a sus enemigos en la guerra.
  • Los judíos sufrieron los desastres de la guerra, la separación y deportación a campos de concentración, los consecuentes padecimientos y muertes por epidemias, las ejecuciones aisladas por ciertos motivos; y también padecieron represalias o hasta masacres. Pero aunque todos esos sufrimientos los padecieron también otras naciones o comunidades durante la guerra así como también los alemanes y sus aliados, el caso de los judíos es diferente porque además sufrieron el intento premeditado de su exterminio físico.

Bibliografía exterminista

  • Kuttner, Paul. Holocaust , Hoax or History? The Book of Answers to Those Who Would Deny the Holocaust. New York Dawnwood Press. 1996.
  • Lipstadt, Deborah E.. Denying the Holocaust: The Growing Assault on Truth and Memory, New York, Free Press. 1994.
  • Littman, Sol. Holocaust denial: bigotry in the guise of scholarship Series: A Simon Wiesenthal Center report Simon Wiesenthal Center. 1994.[21]
  • Seidel, Gill.The Holocaust denial: antisemitism, racism & the new right Leeds, England: Beyond the Pale Collective, 1986.
  • Shermer, Michael et al. Denying History : Who Says the Holocaust Never Happened and Why Do They Say It?. 2000.
  • Stern, Kenneth S. Holocaust Denial. New York: American Jewish Committee. 1993.; Antisemitism Today: How It Is the Same, How It is Different, and How to Fight It
  • Vidal-Naquet, Pierre 1994. Assassins of Memory: Essays on the Denial of the Holocaust, Columbia University Press: New York.

Referencias

  1. Cabezas reducidas nazis (en inglés)
  2. 2,0 2,1 2,2 Butz, Arthur. La fábula del Holocausto, AAARGH, 2003, Pg 191-192
  3. Le Monde, 21 de febrero de 1979
  4. Método científico.
  5. Wilhelm Heitmeyer y John Hagan, International Handbook of Violence Research, Springer: 2003
  6. Deborah Lipstadt, 1992, entrevista con Ken Stern del American Jewish Committee.
  7. Nizkor: Fallacies
  8. Esta cita es usada en sitios exterministas y además sionistas como este para acusar a los revisionistas de distorsionar y omitir datos históricos, pero una sencilla lectura de estos sitios puede fácilmente determinar en realidad quién distorsiona y omite los datos
  9. 9,0 9,1 9,2 9,3 9,4 Nizkor responde: pregunta nº1
  10. Millennium Evening with Elie Wiesel
  11. Auchwitz: victims and perpetrators
  12. La Jaula de Londres
  13. Sophia Chang Times Ledger, December 16, 2004
  14. Golsan, 130
  15. Koenraad Elst. Chapter One - Negationism in General, Negationism in India - Concealing the Record of Islam, The Voice of India, 2002.
  16. Vistas revisionistas: el jabón de judío
  17. Deborah Lipstadt, 1992, entrevista con Kenneth S. Stern del American Jewish Committee.
  18. Olga Wormser-Migot. Le Système concentrationnaire nazi. P. U. F. 1968, p. 544 y p. 13
  19. Poliakov, León, Bréviaire de la haine (Edición completa, edición de bolsillo de 1986, p. 124)
  20. Brechtken, Magnus (1997), Madagaskar für die Juden. Antisemitische Idee und politische Praxis 1885-1945, Munich: Oldenbourg. ISBN 3-486-56240-1
  21. En este libro, Littman intenta convencer al lector de cómo el revisionismo y la negación del Holocausto son cosas peligrosas para los judíos porque, según él, se trata de "antisemitismo".

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Enlaces externos