Legión Cívica Argentina

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...Y la legión que construyó la nacionalidad, nos alentó, nos dirigió desde la eternidad. Entrelazados vio avanzar la capital del sur, soldados y tribunos, linaje y multitud.

—"¡Viva la Patria!" interp. por Carlos Gardel septiembre de 1930 (letra de Francisco García Jiménez)

La Legión Cívica Argentina (LCA) fue una organización nacionalista argentina creada en mayo de 1931 y disuelta en agosto de 1944. Aunque nació como un grupo apolítico de apoyo ciudadano al presidente José Félix Uriburu, terminó evolucionando en un grupo anticomunista y opositor a la corrupción política.

Origen

La LCA fue gestada pocos días después de consumada la Revolución del 6 de Septiembre de 1930. Varios civiles, a través de agrupaciones como la Liga Republicana y la Legión de Mayo, habían acompañado a los militares que derrocaron al presidente Hipólito Yrigoyen. Sin embargo Emilio Kinkelin y Juan Bautista Molina le plantearon al presidente José Félix Uriburu la idea de crear una organización verticalista de civiles que respondiera directamente a su mando y le brindase apoyo político al régimen, propuesta que fue finalmente aceptada.

Aunque inmediatamente se sumaron numerosos hombres y mujeres interesados en colaborar con el nuevo régimen, recién en mayo de 1931 estuvo listo el decreto que reconocía oficialmente su existencia. Allí se fijaba que el objetivo de la LCA era reunir a ciudadanos patriotas dispuestos a brindarle apoyo moral y material al gobierno para contribuir con la reconstrucción de las instituciones republicanas deterioradas por la demagogia y la corrupción yrigoyenista. Allí también se imponía el carácter apolítico de la LCA, se establecía que sus miembros obrarían de acuerdo a las leyes vigentes y se anunciaba que afiliarse a la organización era similar a cumplir con el servicio militar obligatorio, motivo por el cual los legionarios deberían recibir instrucción militar en instalaciones del Ejército Argentino y de la Armada Argentina.

Historia

Durante la presidencia de Uriburu

El primer presidente del Consejo Superior de la LCA fue el médico Floro Lavalle. El movimiento estaba estructurado según una lógica militar, por lo que habían adoptado a la Ley 4707 -que regulaba el funcionamiento de las Fuerzas Armadas en el país- como su modelo organizacional. Debido a ello la LCA contaba inicialmente también con un Comando Supremo, cuyo jefe de estado mayor fue el oficial de infantería Alfredo Argüero Fragueyro.

La organización creó ramas en todo el territorio argentino.

Entre sus miembros más notorios figuraban los periodistas Juan E. Carulla, Guillermo Gallardo, Santiago Díaz Vieyra y Guillermo Lasserre Mármol, los abogados Juan P. Ramos, Alberto Uriburu y Santiago Rey Basadre, el escribano Juan Manuel Tobio, el banquero Federico Gerónimo Leloir, el empresario Marcelo de Lezica, el médico Juan B. Llosa, los militares Filomeno Velazco, Nicolás Accame, Alberto de Oliveira Cézar, Jacinto Hernández, Ricardo Harriague Castex, Juan R. Jones, Arturo Brinkmann y Horacio Röttjer, y el político Benjamín Villafañe. También adherirían a la organización un conjunto de jóvenes que luego se destacarían en la militancia nacionalista como Arturo Palenque Carreras, Juan Queraltó, Emilio Samyn Ducó, Luis F. Gallardo y Luis María de Pablo Pardo.

Las primeras acciones de la LCA estuvieron orientadas a manifestar públicamente el sentimiento patriótico, por lo que participaron de actos y desfiles portando banderas y cantando canciones nacionalistas.

Se creó una Agrupación Femenina dentro de la LCA la cual estaba encabezada por Josefina Meyer de Lavalle, Adela Gramajo de Patrón Costas y Magdalena Bustamante de Paz Anchorena. Ese grupo se constituyó como una verdadera sociedad de beneficencia, asistiendo y educando a familias carenciadas.

En enero de 1932, un mes antes de que Uriburu abandonara el gobierno, a la LCA se le otorgó personería jurídica.

Durante la presidencia de Justo

Con el ascenso de Agustín P. Justo al poder, la organización perdió sus vínculos con el gobierno. En consecuencia muchos militantes civiles se desafiliaron para unirse a las fuerzas partidocráticas y los militantes militares se vieron obligados a dejar de entrenar a los legionarios. Se produjo un debate interno sobre la actitud que debía guiar a los miembros de la organización: salir a las calles para combatir frente a frente a los comunistas, anarquistas y radicales que empujaban a la Argentina hacia el caos, o realizar un trabajo de transmisión de los valores nacionales a través de la promoción cultural.

Lavalle, Ramos y Uriburu lideraron al segundo grupo, motivo por el cual rompieron con la LCA y optaron por crear la Acción Nacionalista Argentina. Carlos R. Ribero, por consiguiente, asumió la conducción de la organización. Una de las primeras cosas que hizo el nuevo líder fue proponer la creación de la Federación Obrera Nacionalista Argentina (FONA), como una central sindical que frenase el avance de las izquierdas entre los trabajadores. Al frente de la estructura quedaron Carlos Navarro Otero y Luis Lado Vidal, quienes impusieron un furioso discurso anticapitalista. FONA terminaría adquiriendo cada vez más autonomía hasta desentenderse del mando de Ribero unos años más tarde.

En 1933 los hombres de la LCA se sumaron a la iniciativa para crear la coalición Guardia Argentina que agruparía a las fuerzas nacionalistas opositoras al gobierno que operaban descoordinadas. Pese a que el movimiento contó con el padrinazgo de dos figuras de gran relevancia en la época como Leopoldo Lugones y Abel Renard, no se pudo consensuar un plan de acción coherente y pocos meses después todo se terminó diluyendo.

La sensación de naufragio en los planes para reconquistar el poder provocaron la ruptura de algunos miembros disconformes con el liderazgo de Ribero: así nacería la Milicia Cívica Nacionalista que encabezaba Hernández y la Legión Nacionalista que comandaba Oliveira Cézar.

Los violentos enfrentamientos callejeros contra los izquierdistas motivaron a la prensa progresista a afirmar que los hombres de la LCA eran importadores y embajadores del fascismo italiano y del nacionalsocialismo alemán, algo que desde la organización se ocuparon de desmentir (incluso el escritor Manuel Gálvez los acusó de imitar un militarismo como el europeo al que juzgaba estéril para el bienestar nacional). Los diputados Uberto Vignart, Abraham de la Vega y Manuel Fresco se ocuparon desde el Congreso de la Nación de defender a la LCA ante los intentos de algunos parlamentarios de prohibir su existencia.

La organización se puso a las órdenes de Accame para apoyarlo ante un futuro golpe de Estado contra Justo, pero dicha conspiración finalmente no se produjo.

En 1935 los legionarios acudieron a la defensa de Federico Martínez de Hoz, el gobernador de la provincia de Buenos Aires que había decidido oponerse al régimen corrupto de Justo. Por ello Ribero terminó ingresando brevemente como funcionario al gobierno bonaerense. Unos meses más tarde la LCA, por influencia de Molina, se integró a la Junta Provisional del Nacionalismo Argentino con el objetivo de intervenir en las maniobras que civiles y militares desplegarían para derrocar al presidente, pero los planes fallaron.

Desde el interior de la organización Queraltó crearía la Unión Nacionalista de Estudiantes Secundarios como brazo juvenil, pero la formación terminaría por alejarse de la LCA para crear su propio movimiento de referencia denominado Alianza de la Juventud Nacionalista.

Carulla también abandonaría a la LCA, acusándola de no apostar por la creación de una unión patriótica con fuerzas de la derecha que frenase lo que veía como una inminente ofensiva del comunismo sobre el país.

Durante las presidencias de Ortiz y Castillo

La evolución de las ideas nacionalistas en la década de 1930 produjo la aparición de nuevas agrupaciones, lo que le quitó impulso a la LCA, la cual, hacia 1938, era percibida mayormente como un grupo de nostálgicos uriburistas que buscaban revivir un régimen que no llegó a imponer nada de lo que proponía.

El inicio de la Segunda Guerra Mundial revitalizó a la organización, puesto que sus militantes se unieron a la campaña para que la Argentina mantuviese la neutralidad ante el conflicto bélico internacional -pese a que en los años anteriores venían manifestando públicamente sus simpatías con la Italia de Mussolini y la Alemania de Hitler.

La LCA apoyó abiertamente en 1941 al Consejo Superior del Nacionalismo, lo que la puso nuevamente bajo el escrutinio del Congreso de la Nación, que había creado la Comisión Especial Investigadora de Actividades Antiargentinas como órgano para la persecución y censura del nacionalismo.

Disolución

Hacia 1943 los escasos militantes con los que contaba la LCA apoyaron al nuevo gobierno de Pedro Pablo Ramírez.

A mediados del año siguiente el gobierno nacional, ahora liderado por Edelmiro Farrell, le solicitó a los líderes de la LCA que informasen sobre su patrimonio, sus recursos y sus militantes. Al no responder al llamado, se decidió quitarle definitivamente la personería jurídica.

Ribero intentó durante algunos años mantener vigente a la organización, pero la falta de adherentes desembocó en su desaparición definitiva del escenario político argentino.

Medios de prensa

LCA editó diversas revistas que sirvieron de órgano oficial de prensa de la organización: Combate, Tacuara y Voz Nacionalista. Sin embargo también recibieron una importante cobertura por parte de la prensa nacionalista de la época, especialmente de Bandera Argentina y Crisol.

La organización registró dos canciones como su himno: "¡Por la patria!" de José Arenas en 1931 y "Legión Cívica Argentina" de Ernesto Nucci en 1936.

Bibliografía

  • Hernán Capizzano. Legión Cívica Argentina: del uriburismo al nacionalismo. Buenos Aires: Santiago Apóstol, 2007.
  • Hernán Capizzano. Vive peligrosamente. Apuntes y crónicas sobre el fascismo argentino, 1930-1945. Buenos Aires: MA, 2009.

Artículos relacionados

Enlaces externos

  • [1] "¡Viva la Patria!" por Carlos Gardel (25 de septiembre de 1930)