Yahveh

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El tetragrámaton en alfabeto hebreo. A veces al dios judío se le representa con las cuatro letras hebreas de su inefable nombre. De derecha a izquierda, las letras: Yod, He, Waw, He.

Yahveh (en hebreo יהוה), también conocido como YHWH o YHVH, es el nombre personal del dios de los judíos y cristianos, aunque sus variantes representan una imposibilidad lingüística y nadie sabe su pronunciación, entre estas encontramos a Yahweh, Yahvé, Yavé, también se le intentó pronunciar con sus letras junto a las vocales de (Adonai, אֲדֹנָי 'Mis Señores'; plural de Adón) por lo que también se le conoce como Iehová, Jehovah y Jehová, sin que ninguna de las anteriores sea su pronunciación real.

El judaísmo prohíbe cualquier intento de pronunciar la palabra y se le atribuyen poderes mágicos a todo aquel que la pronuncie o la use correctamente. La palabra no tiene vocales lo que a su vez imposibilita cualquier intento de pronunciación. La religión del Antiguo Israel prohibió también cualquier representación de su deidad suprema.

Según el Antiguo Testamento, el nombre se le dio a conocer a Moisés en una visión en el monte Sinaí.

Se le conoce también como Tetragrámaton (del griego: τετραγράμματον), que significa "palabra de cuatro letras".

En el judaísmo, también se utiliza el título HaShem (en hebreo: השם‎ hšm, literalmente "el nombre"; a menudo abreviado como ה׳) para referirse a su dios, así como HaKadosh Baruj Hu (del hebreo: הקדוש ברוך הוא) "El Santo Bendito es él".

Descripción

La palabra Yahveh procede del hebreo, una lengua semítica, y proviene de la raíz de cuatro letras YHVH, en origen el nombre propio de Yahwi, una deidad edomita o madianita.

Yahveh era una antigua deidad levantina adorada primero en Edom, y más tarde en la amplia Canaán como el dios tribal de los hebreos y luego dios nacional de los antiguos israelitas y judaítas, es decir, de los reinos de la Edad de Hierro de Israel y Judá. Los orígenes de su adoración se remontan al menos a principios de la Edad del Hierro, y probablemente a la Edad del Bronce Final, si no un poco antes. Las primeras menciones plausibles se encuentran en textos egipcios que lo ubican entre los nómadas del sur de Transjordania.

En la literatura bíblica más antigua posee atributos típicamente asociados a deidades del clima, la tormenta y de la guerra, fructificando la tierra y dirigiendo el ejército celestial contra los enemigos de Israel.

Los primeros israelitas eran politeístas y adoraban a Yahweh junto con una variedad de dioses y diosas cananeos, incluidos El, Asherah y Baal. En siglos posteriores, El y Yahweh se fusionaron y los epítetos vinculados a El, como El Shaddai, se aplicaron solo a Yahweh, y otros dioses y diosas, como Baal y Asherah, fueron absorbidos por la religión yahvista.

Hacia el final del cautiverio babilónico, se negó la existencia de otros dioses y se proclamó a Yahvé como dios supremo del universo, deidad creadora y única divinidad que se debía adorar, adquiriendo todas las cualidades positivas previamente atribuidas a los otros dioses.

Durante el período del Segundo Templo, pronunciar el nombre de Yahvé en público se convirtió en un tabú y, en cambio, los judíos comenzaron a sustituirlo por otras palabras, principalmente adonai (אֲדֹנָי‎, "mi Señor"). En la época romana, tras el asedio de Jerusalén y la destrucción de su templo, en el año 70 EC, la pronunciación original del nombre del dios se olvidó por completo. Yahweh también es invocado en Papyrus Amherst 63, y en textos mágicos judíos o greco-egipcios con influencia judía del siglo I al V EC.

Las cuatro letras del vocablo, leídas de derecha a izquierda, son yód (י), he (ה), waw (ו) y he (ה‏). Si bien no hay consenso sobre la estructura y la etimología del nombre, la forma Yahweh o Yahveh está aceptada en la actualidad como la pronunciación original del Tetragrámaton. Anteriormente en los medios cristianos desde fines de la Edad Media hasta el siglo XIX se empleó la pronunciación latinizada Iehovah, ya abandonada por los eruditos.

Significado y etimología

El nombre del dios estaba escrito en paleohebreo como 𐤉𐤄𐤅𐤄 (יהוה en escritura en bloque), transcrito como YHWH; la erudición moderna ha llegado a un consenso para transcribir esto como Yahvé.

Las formas abreviadas "Yeho-", "Yo-" y "Yah-" (en hebreo: יה, 'YH')‎ aparecen en nombres personales (Yehohanan, Yehoshúa, Yeshúa) y en frases que usan el imperativo plural 'HLL' (הלל "alabar, glorificar") como "¡Aleluya!" (הללויה, Hallelu Yah: "¡Alabad a Yah!") Este apócope es el único que aparece individualmente en la Biblia, por ejemplo en Éxodo 15:2. Generalmente aparece también en cierto género de salmos bíblicos.

La sacralidad del nombre, así como el Mandamiento contra "tomar el nombre 'en vano'", llevó a prohibiciones cada vez más estrictas de hablar o pronunciar el término por escrito. Las fuentes rabínicas sugieren que, en el período del Segundo Templo, el sumo sacerdote pronunciaba el nombre de Dios solo una vez al año, en el Día de la Expiación.

El significado del Tetragrámaton ha sido interpretado de diversas maneras. Casi no hay acuerdo sobre los orígenes y el significado del nombre de Yahvé; no está atestiguado más que entre los israelitas.

Según la Biblia hebrea, en el encuentro con la zarza ardiente (Éxodo 3:14) Moisés pregunta qué debe decir a los israelitas cuando le preguntan qué dioses ('Elohiym) les han enviado, y Yahvé les responde: "Yo soy quien soy", y agrega: "Di esto al pueblo de Israel: 'Yo soy me ha enviado a vosotros'". Esta frase ehyeh ašer ehyeh (אֶהְיֶה אֲשֶׁר אֶהְיֶה‎ "Yo soy el que soy"), parece ser una glosa teológica tardía inventada en un momento en que se había olvidado el significado original.

William Foxwell Albright propuso en la década de 1920 que el nombre "Yahweh" se basa en la raíz hebrea HYH/HWH, que significa "causa de existir" y es una abreviatura de la frase "yahweh (él hace existir) ašer (lo que) yihweh (existe)". En esta interpretación yahweh sería la tercera persona singular masculina del aspecto causativo del verbo hawah (forma arcaica del verbo hebreo hayah), y yihweh la correspondiente parte de la forma simple del mismo verbo. La Enciclopedia Británica de 2020 dice que muchos estudiosos se han adherido a esta teoría, pero no todos.

Frank Cross, discípulo de Albright conserva la interpretación verbal causativa del nombre, pero dice que la frase de la que es una abreviatura es yahweh ṣĕbaot (él hace existir a las huestes/ejércitos celestiales), frase que aparece más de 200 veces en la Biblia hebrea y que tradicionalmente se traduce con "Yahweh (o Señor) de los ejércitos", traducción que Moore considera errónea. Esta sería la forma abreviada de ˀel ḏū yahwī ṣabaˀôt, "El (Dios), que crea las huestes", pero esta frase no está atestiguada en ninguna parte ni dentro ni fuera de la Biblia.

David N. Freedman, otro discípulo de Albright, dice que "Yahweh" podría ser una forma abreviada de nombres-frases como ēl yahweh yiśrāʾēl ('Dios hace que Israel exista') y ʾēl yahweh rûḥôt ('Dios hace que los vientos existan').

En los nombres teofóricos, el Tetragrámaton no aparece nunca en su forma completa (YHWH).​ De los que contienen formas cortas, generalmente como primera sílaba, raramente como última, nunca en el medio del nombre, el Reallexikon der Assyriologie proporciona la siguiente lista de los más antiguos (a partir de alrededor 950 a.C.) ejemplos arqueológicos. Los más antiguos designan a israelitas (Reino del norte) y judaítas (Reino del sur), pero desde 500 AEC. los encontrados en Elefantina podían ser nombres también de persas y egipcios.

Forma corta Primera evidencia extrabíblica (AEC.) Lugar Ejemplos bíblicos
YW- 950 Reino del norte Jonatán
-YW 950 Reino del norte
YHW- 900 Reino del sur Josué
YHH- 900 Reino del sur
YH- 700 Reino del sur
YW- ≈600 Egipto Joel
-HYW 500 Elefantina
-YHW 300 Edfu Elías
-YH 200 Transjordania Zacarías (profeta), Zacarías (padre de Juan el Bautista), Isaías, Ezequías

Historia

Véase también: Yahvismo


Sus orígenes exactos están en disputa, aunque se remontan a la Edad de Hierro e incluso al Bronce Tardío. Philip King y Lawrence Stager dividen la historia de Yahvé en los siguientes períodos:

  • Bronce tardío: 1550-1200 a. C.
  • Edad del Hierro I: 1200-1000 a. C.
  • Edad del Hierro II: 1000–586 a. C.
  • Neobabilónico: 586–539 a. C.
  • Persa: 539–332 a. C.

Otros términos académicos que se usan a menudo incluyen el Período del Primer Templo (desde la construcción del Templo en 957 a. C. hasta su destrucción en 586 a. C.), Exilio (para el período del exilio de 586 a 539 a. C. e idéntico al Neobabilónico), Post-Exilio (para períodos posteriores) y el Período del Segundo Templo (desde la reconstrucción del Templo en 515 a. C. hasta su destrucción en 70 d.)

Bronce tardío (1550-1200 a. C.)

La mayoría de los estudiosos cree que el culto de Yahvé apareció primero en alguna zona del Levante sureño. Al principio, Yahvé no era uno de los dioses del panteón hebreo, pero parece haber llegado a Judá, probablemente desde Madián o Edom, bastante temprano. Aunque no es conocido entre las otras sociedades semíticas del noroeste (excepto quizás los moabitas), rápidamente se convirtió en el dios nacional tanto de Judá como de Israel.

El consenso actual es que Yahvé era una deidad guerrera de la tormenta originaria de la región del sur (Seir, Edom, Parán y Temán). Existe un apoyo considerable, aunque no universal, para este punto de vista, pero plantea la cuestión de cómo Yahvé se abrió camino hacia el norte.

La ampliamente aceptada hipótesis cenea sostiene que los comerciantes llevaron a Yahvé a Israel a lo largo de las rutas de las caravanas entre Egipto y Canaán. La fuerza de la hipótesis cenea es que ata varios datos, tales como la ausencia de Yahvé desde Canaán, sus vínculos con Edom y Madián en las historias bíblicas, y los vínculos ceneos o madianitas de Moisés, pero sus principales debilidades son que la mayoría de los israelitas estaban firmemente arraigados en Palestina, mientras que el papel histórico de Moisés es muy problemático. De ello se deduce que si se mantiene la hipótesis cenea, entonces se debe suponer que los israelitas se encontraron con Yahvé (y los madianitas/ceneos) dentro de Israel a través de su asociación con los primeros líderes políticos de Israel.

En la literatura bíblica más antigua, Yahvé es un dios de la tormenta típico de los antiguos mitos del Cercano Oriente, que marcha desde una región al sur o sureste de Israel con la hueste celestial de estrellas y planetas que componen su ejército para luchar contra los enemigos de su pueblo Israel:

No hay como el Dios de Jesurun (Israel),
Quien cabalga los cielos en tu ayuda,
Y por los cielos en su majestuosa gloria.
El Dios eterno es tu refugio y tu morada,
y debajo en los brazos eternos;
Echó de delante de ti al enemigo, Y dijo: "¡Destruid!"
Así que Israel habita en seguridad,
la fuente de Jacob sola y apartada,
En la tierra del grano y del vino;
Sus cielos también destilan rocío.
—Deuteronomio 33:26-28

Una inscripción egipcia de la época de Amenofis III (1402-1363 AEC.) menciona: "la tierra de los nómadas shasu de YHW" (egipcio: 𓇌𓉔𓍯𓅱 yhwꜣw) en una lista de localidades que habla también de otros grupos étnicos nombrados por sus dioses. Este registro describe grupos de nómadas ganaderos semíticos conocidos como shasu, de Midian y Edom en el norte de Arabia, organizados en clanes bajo un jefe tribal, y descritos como bandoleros activos desde finales de la Edad del Bronce hasta principios de la Edad del Hierro o el Tercer Período Intermedio de Egipto.

En este caso, una etimología plausible para el nombre podría ser la de la raíz HWY, que significaría "él sopla", apropiado para una divinidad del clima y las tormentas.

En otra lista de la época de Ramsés II (1279-1213 AEC.) el área donde vivían estos nómadas se especifica como S-rr, es decir Seir, región montañosa al sureste de Palestina. Dado que algunos pasajes bíblicos hablan de Seir como el lugar de donde sale YHWH, se supone que YHW y YHWH sean idénticos. En los papiros de Elefantina de entre 495 y 399 AEC. con las formas cortas YHW y YHH se representa YHWH adorado en un templo (destruido en 410 AEC.) dedicado a él en la colonia militar judía de Elefantina en el sur de Egipto. Algunas de las fórmulas de juramento usadas en estos documentos son sincréticas, como "la Anat de YHW" o "por YHH y Jnum"

Yahvé, cuando saliste de Seir,
cuando saliste del campo de Edom,
la tierra tembló, el cielo también se desplomó.
Sí, las nubes soltaron agua.
Los montes temblaron ante la presencia de Yahvé,
hasta el Sinaí ante la presencia de Yahvé, el Dios de Israel.
...
Desde el cielo lucharon las estrellas.
De sus cursos, pelearon contra Sísara.
—Jueces 5:4-5, 20

Edad del Hierro I (1200-1000 a. C.)

Restos de un altar construido por Jeroboam en 931 AEC., donde se adoraba a YHWH en forma de estatua de toro.
Imagen del dios cananeo Ēl venciendo a dos leones, tallado en el mango del cuchillo ceremonial de Gebel el-Arak. Se lo conocía como «padre de todos los dioses», el Dios supremo, «el creador», «el bondadoso». A veces se representa como un toro, con o sin alas. También se lo llamaba Eloáh o Elah. Gran parte de los atributos de esta figura fueron absorbidas por Yahvé. Los israelitas utilizaban a menudo el término El para referirse a Yahvé, dado que ese término significa "dios". A veces usaban la variante Elohim (אֱלׂהִים).

La Edad del Hierro I corresponde aproximadamente al período de los Jueces de la Biblia. Durante este período, Israel era una confederación de tribus, cada una de las cuales era (para entonces) una entidad territorial con fronteras y derechos. Aunque el relato bíblico establece una clara distinción entre israelitas y cananeos en este período, y esto fue seguido en los primeros estudios, el consenso moderno es que no hubo distinción en el idioma o la cultura material entre estos grupos. En consecuencia, los eruditos definen la cultura israelita como un subgrupo de la cultura cananea. Con la notable excepción del propio Yahvé, las deidades adoradas por Israel también eran cananeas. Estos incluían a Ēl, el gobernante del panteón, Asera, su consorte, y Baal.

El nombre de Yahvé pudo haber comenzado como un epíteto del dios El, jefe del panteón cananeo de la Edad de Bronce. Luego Yahvé se sincretizó con El o tomó atributos de éste.

Algunos documentos anteriores a la compilación de la Biblia mencionan una deidad con un nombre similar. En las tablillas de barro del siglo XV AEC. encontradas en Ugarit se habla de un dios "YW hijo de Ēl". Yaw (YW) era una deidad extraña para el resto de los cananeos, púnicos, fenicios, babilonios y otras religiones mesopotámicas no semíticas.

En el panteón cananeo, Ēl era el "Padre de todos los dioses", y Yahvé fue originalmente descrito como uno de los hijos de Ēl en Deuteronomio 32:8-9, pero esto fue eliminado por una enmienda posterior al texto. El pasaje originalmente decía “según el número de los hijos de El”, pero fue modificado a “según el número de los hijos de Israel” por sus connotaciones politeístas obvias. El original se conserva en los Rollos del Mar Muerto”, donde explica cómo Ēl Elyon ("Dios Altísimo") dividió las naciones entre los setenta hijos de Ēl, y Yahweh recibió su parte. Cuando el Altísimo repartió a las naciones su herencia, y separó a los hijos de Adán, fijó los límites de los pueblos según el número de los hijos de Israel. Porque la porción de [Yahweh] es su pueblo; Jacob es la porción de su herencia.

A medida que los israelitas se enfocaban más en la adoración de un dios importante con virtual exclusión de los demás, Yahweh se sincretizó con Ēl (hebreo: Elohim) para convertirse en un solo Dios.

Edad del Hierro II (1000–586 a. C.)

Mapa teórico de la región alrededor del 830 a. C. Edom se muestra en amarillo.
Imagen en un pithos que se encuentra en Kuntillet Ajrud bajo la inscripción «Yahweh y su Asherah»,​ representando a los dos como toros con la andrógina deidad egipcia Bes/Beset. Las dos figuras de pie se ven a veces como una representación de la pareja divina, mientras que el tocador con lira sentado detrás de ellas es un artista (c. 800 AEC).​

La Edad del Hierro II vio el surgimiento de estados semíticos nacionales en el sur de Levante, incluidos Israel, Judá, Filistea, Moab, Amón, Edom y Fenicia. Cada reino tenía su propio dios nacional: Quemos era el dios de los moabitas, Milcom el dios de los amonitas, Qaus el dios de los edomitas y Yahvé el dios de los israelitas. En cada reino, el rey era también el jefe de la religión nacional y, por lo tanto, el virrey en la tierra del dios nacional.

Yahvé desempeñó el papel de dios nacional en el reino de Israel (Samaria), que surgió en el siglo X a. C.; y también en Judá, que surgió probablemente un siglo después (ningún "Dios de Judá" se menciona en ninguna parte de la Biblia). Durante el reinado de Acab (c. 871-852 a. C.), y particularmente después de su matrimonio con Jezabel, Baal pudo haber reemplazado brevemente a Yahvé como el dios nacional de Israel (pero no de Judá).

En el siglo IX a. C., hay indicios de rechazo al culto a Baal asociado con los profetas Elías y Eliseo. La religión de Yahvé comenzó así a separarse de su herencia cananea; este proceso continuó durante el período de 800 a 500 a. C. con condenas legales y proféticas de los asherim, la adoración del sol y la adoración en los lugares altos, junto con prácticas relacionadas con los muertos y otros aspectos de la antigua religión. Las características de Baal, El y Asherah fueron absorbidas por Yahvé. El (hebreo: אל) se convirtió en un término genérico que significa "dios" en oposición al nombre de un dios específico, y epítetos como El Shaddai llegaron a ser aplicado sólo a Yahvé.

En este ambiente surgió una lucha entre los que creían que solo a Yahvé debía adorarse y los que lo adoraban dentro de un grupo más grande de dioses; el partido de Yahvé solo, el partido de los profetas y deuteronomistas, finalmente triunfó, y su victoria está detrás de la narración bíblica de un Israel que oscila entre períodos de "seguimiento de otros dioses" y períodos de fidelidad a Yahvé.

El más antiguo registro reconocido del uso del Tetragrámaton se encuentra en la inscripción de la Estela de Mesa de alrededor de 840 AEC., en la que el rey Mesa de Moab, describe su victoria sobre el Reino de Israel y la liberación de su pueblo de la opresión israelita y la posesión de los vasos de YHWH para ofrecerlos al dios nacional moabita Quemos a quien agradece por su triunfo. Pertenecen al mismo siglo dos menciones de YHWH en inscripciones encontradas en Kuntillet Ajrud que hablan de "YHWH y su Asera". De los siglos VII y VI AEC. son las llamadas Cartas de Tel Arad y de Laquis que también contienen el nombre YHWH.

Según el arqueólogo Scott Stripling, el texto hebreo protoalfabético más antiguo que incluye el nombre YHWH, es la llamada "tablilla de maldición" que fue encontrada en 2022 en el monte Ebal, cerca de la bíblica Siquem y la actual Naplusa, conocido por el libro del Deuteronomio 11:29 como un lugar de maldiciones. Este sería el primer uso atestiguado del nombre del dios hebreo en la Tierra de Israel. Stripling y su equipo datan la tablilla de maldición alrededor del XI o X AEC. por lo cual representa a los grupos primitivos que establecieron el reino de Israel (el Reino del Norte) en el siglo X AEC. Según los investigadores, el texto dice:

"Maldito, maldito, maldito – maldito por el Dios YHWH./ Morirás maldito./ Maldito seguramente morirás./ Maldito por YHWH – maldito, maldito, maldito".[1]

Períodos neobabilónico y persa (586-332 a. C.)

Una moneda de plata del siglo IV a. C. de la provincia persa de Yehud Medinata, que posiblemente representa a Yahvé entronizado en una rueda alada. La moneda muestra sentado, etiquetado como "YHW" (Yahu) o "YHD" (Judea).

En 587/6 a. C., Jerusalén cayó ante los neobabilonios, el Templo de Salomón fue destruido y los líderes de la comunidad fueron deportados. Los siguientes 50 años, el exilio babilónico, fueron de importancia fundamental para la historia de la religión israelita. Como los sacrificios tradicionales a Yahvé no podían realizarse fuera de Israel, otras prácticas, como la observancia del sábado y la circuncisión, adquirieron un nuevo significado. En la escritura del segundo Isaías, Yahvé ya no se consideraba exclusivo de Israel, sino que extendía su promesa a todos los que guardaban el sábado y observaban su pacto. En 539 a. C. Babilonia a su vez cayó ante el conquistador persa Ciro el Grande, se dio permiso a los exiliados para regresar (aunque solo una minoría lo hizo), y alrededor de 500 a. C. se construyó el Segundo Templo.

Hacia el final del período del Segundo Templo, pronunciar el nombre de Yahvé en público se convirtió en un tabú. Al leer las escrituras, los judíos comenzaron a sustituir el nombre divino con la palabra adonai (אֲדֹנָי), que significa "Señor". Al Sumo Sacerdote de Israel se le permitió pronunciar el nombre una vez en el Templo durante el Día de la Expiación, pero en ningún otro momento ni en ningún otro lugar. Durante el período helenístico, las escrituras fueron traducidas al griego por los judíos alejandrinos (diáspora egipcia), dando como resultado la Septuaginta. Las traducciones griegas de las escrituras hebreas traducen tanto el tetragrámaton como adonai como kyrios (κύριος), que significa "el Señor". Después de que el Segundo Templo fuera destruido al final del Sitio de Jerusalén (70 EC), la pronunciación original del tetragrámaton fue olvidada.

El período del gobierno persa vio el desarrollo de la expectativa de un futuro rey humano que gobernaría al Israel purificado como representante de Yahvé al final de los tiempos: un mesías. Los primeros en mencionar esto fueron Hageo y Zacarías, ambos profetas del período persa temprano. Vieron al mesías en Zorobabel, un descendiente de la Casa de David que parecía, brevemente, a punto de restablecer la antigua línea real, o en Zorobabel y el primer Sumo Sacerdote, Josué (Zacarías escribe de dos mesías, uno real y el otro sacerdotal). Estas primeras esperanzas se desvanecieron (Zorobabel desapareció del registro histórico, aunque los Sumos Sacerdotes continuaron siendo descendientes de Josué), y a partir de entonces solo hay referencias generales a un Mesías de David (es decir, un descendiente). De estas ideas surgiría más tarde el judaísmo del Segundo Templo, de donde surgirían el cristianismo, el judaísmo rabínico y el islam.

Evolución teológica

Henoteísmo

Los hebreos primitivos no creían en un único dios. Su teología no era monoteísta sino henoteísta: creían en varios dioses, pero sólo adoraban al dios de su tribu. El motivo era supersticioso: si no adoraban al dios con el que "se aliaban", éste los aplastaría sin misericordia.

Las evidencias textuales del henoteísmo hebreo inicial son patentes. Algunas muestras de esto se pueden observar en fragmentos del Antiguo Testamento como los siguientes:

  • Y dijo Dios: “Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza. (Génesis 1:26)
  • "¿Quién como tú, Yahvé, entre los dioses? ¿Quién como tú, glorioso y santo, terrible en tus hazañas, autor de maravillas?" (Éxodo 15:11).
  • "El mal que hicieron se volvió contra ellos y, en esto, reconozco que es el Dios más grande" (Éxodo 18:11).
  • "No tengas otros dioses delante de mí" (Éxodo 20:3).
  • "No te postres ante esos dioses, ni les des culto, porque Yo, Yahvé, tu Dios, soy un Dios celoso. Yo castigo hijos, nietos y bisnietos por la maldad de los padres cuando se rebelan contra mí" (Éxodo 20:5).
  • "No adorarás a ningún otro dios, ya que el Señor, cuyo nombre es Celoso, es Dios celoso." (Éxodo 34:14).
  • "Porque grande es el Señor, y digno de suprema alabanza; terrible sobre todos los dioses." (Salmos 96:4).
  • "Porque Tú eres el Señor, el Altísimo sobre toda la tierra, Muy excelso sobre todos los dioses." (Salmos 97:9).
  • "Alabad al Dios de los dioses, porque para siempre es su misericordia." (Salmos 136:2).
  • "¿Qué Dios como tú, que perdonas la maldad, y olvidas el pecado del resto de su heredad? No retuvo para siempre su enojo, porque es amador de misericordia." (Miqueas 7:18).

Textos como "Dios se levanta en la reunión de los dioses; en medio de los dioses juzga" (Salmo 82,1) presentan a Yahvé como la deidad principal en una asamblea de dioses menores. En la misma línea, y a pesar de los intentos de los traductores modernos para camuflarlo, el primer mandamiento tiene una perspectiva perfectamente henoteísta: "No tendrás dioses ajenos delante de mí" (Éxodo 20,3).

En la misma línea está: "No vayáis detrás de dioses ajenos, de los dioses de los pueblos que están en vuestros contornos, porque Yahvé, tu Dios, que está en medio de ti, es un Dios celoso; su furor se inflamaría contra ti y te haría desaparecer de sobre la tierra" (Deuteronomio 6:14-15). Aquí no sólo no enseña la inexistencia de otros dioses, sino que los acepta pero advierte sobre no seguirlos pues Yahvé es el dios de un solo pueblo y es celoso y vengativo.

Los dioses eran territoriales, su poder cubría un territorio determinado así como el de los reyes sobre la Tierra. El concepto de un único dios que con su poder alcanza a todo el universo es muy posterior, de la época de los profetas, quienes denostaron a los otros dioses como ídolos que "tienen ojos y no ven, tienen boca y no hablan". En ese período, el primitivo henoteísmo hebreo se transformó en el riguroso monoteísmo judío actual.

Entre muchos de los nombres que aparecen en el Antiguo Testamento o Tanaj para nominar al dios hebreo se encuentra el nombre Elohim (אֱלֹהִ֔ים), siendo una palabra en plural de El (אֵל) o Elohá (אֱלהַּ), que se traducen como "Dios". Es de notar que ambas palabras son utilizadas tanto en referencia a dioses paganos como a un solo dios pagano, sin discriminar su uso para el dios hebreo al mismo tiempo. Su uso para referirse a Yahvéh ha llevado a los eruditos a indicar que dicha expresión es utilizada en los textos como un plural mayestático, o el superlativo de Dios.​ A veces, la misma expresión es utilizada para referirse al conjunto de entidades consideradas divinas, pero distintas de Yahvé, como en Éxodo 20:3.

Las primeras representaciones de Yahvé como la deidad principal a quien "se le debía el poder de bendecir la tierra" aparecen en las enseñanzas del profeta Elías en el siglo IX a. C. Esta forma de adoración probablemente estaba bien establecida en la época del profeta Oseas en el siglo VIII a. C., en referencia a las disputas entre Yahvé y Baal. Los primeros partidarios de esta facción son ampliamente considerados monolatristas en lugar de verdaderos monoteístas; no creían que Yahvé fuera el único dios que existía, sino que creían que era el único dios al que el pueblo de Israel debería adorar.

Monoteísmo

No está claro cuándo comenzó la adoración única de Yahvé, pero la monolatría hebrea primitiva con el tiempo evolucionó en un monoteismo estricto hacia el siglo VII o VI AEC.

En la crisis nacional del exilio, los seguidores de Yahvé dieron un paso más y negaron rotundamente que existieran otras deidades además de Yahvé, considerándolas falsas, y marcando así la transición del monolatrismo al verdadero monoteísmo. La noción de que Yahvé "debe ser venerado como el dios creador de toda la tierra" se elabora por primera vez en el Segundo Isaías, una obra de exilio del siglo VI a. C., aunque el caso de la doctrina teológica nuevamente se basa en el poder de Yahvé sobre otros dioses. en lugar de un razonamiento monoteísta independiente.

Esta fase del concepto hebreo de Dios es la más conocida y hay centenares de textos que la demuestran. Esta divinidad era todopoderosa: todo ocurría según su deseo; bien y mal eran creados por él. Un residuo textual de esta fase teológica se encuentra en un texto de Isaías muchas veces "suavizado" por los traductores modernos: "Yo formo la luz y crío las tinieblas, hago la paz y crío el mal. Yo Jehová que hago todo esto" (Isaías 45:7). A partir de esta fase, la religión judía y sus descendientes cristianas e islámicas, han buscado constantemente explicar el bien y el mal en el mundo. Siguiendo los lineamientos básicos de Bart Ehrman[2], las fases siguientes de este proceso explicativo quedaron plasmados en la Torá y la Biblia cristiana.

Tras sus triunfos militares iniciales con David, el pueblo de Israel creía que una deidad todopoderosa los había elegido como protegidos y los había librado de su esclavitud en Egipto[3]. Después de asentarse en la "tierra prometida", establecieron su reino alrededor del Templo en la época de Salomón, pero con el paso del tiempo, Israel fue víctima de tremendos reveses militares, siendo el Exilio en Babilonia tal vez el mayor de ellos. Al buscar explicación de por qué el pueblo elegido era víctima de sus enemigos, apareció otra fase de desarrollo teológico: el movimiento profético.

Movimiento profético

En esta concepción, los males experimentados por Israel eran el resultado de su idolatría: al abandonar la fe verdadera, Yahvé mismo habría enviado castigos para regresar a su pueblo por el camino recto. A esta mentalidad, poco importaba que niños inocentes fueran estrellados contra el piso, que mujeres embarazadas fueran asesinadas haciéndolas abortar a punta de espada, que bebés de pecho murieran de inanición y sed, y que mujeres justas del pueblo idólatra terminaran cocinando y comiéndose sus propios hijos,[4] la "bondad" de Yahvé era incuestionable, pues lo que a primera vista "parecían" actos abominables enviados por un demonio celeste aborrecible e injusto, en realidad eran "Justicia Divina" para corregir la idolatría de su pueblo.

Movimiento sapiencial

Luego de la deportación, los hebreos comenzaron a experimentar otro tipo de mal: adversidades terribles debidas a su observancia de la Ley de Dios. Por ejemplo, dos siglos antes del nacimiento de Jesús, el gobernador Sirio de Palestina persiguió a los hebreos por seguir la Ley de Yahvé. ¿Cómo era posible entonces que siguieran sufriendo, si cumplían con su parte del pacto, y si Dios había prometido bendiciones por ello? La respuesta dio origen a una nueva fase teológica: el movimiento Sapiencial. En éste se reconoció que el mal del mundo no siempre era un castigo sino que era inherente a la existencia: los ricos abusaban de los pobres, los ejércitos extranjeros aniquilaban pueblos, la adversidad diezmaba sin contemplaciones.

¿Pero cómo se podía entender esto si Yahvé era bueno? La respuesta aún subsiste en nuestra cultura: el mundo estaba en guerra debido a un ser malvado, opositor a Yahvé: Satán. Esto limpió la faceta negativa de Dios como creador de la maldad[5] pero puso un nuevo aprieto teológico: ¿Cómo podría ser que Dios permitiera estos males si era justo? La respuesta fue una evasiva desesperada: seguro la situación injusta de ese entonces no iba a durar para siempre. Yahvé intervendría muy, muy pronto para acabar para siempre el mal y restaurar la perfección en la Creación, arruinada por el Opositor.

El cristianismo y el movimiento apocalíptico

Ese fue el origen del pensamiento apocalíptico, del cual Jesús de Nazaret fue el exponente más famoso (Mateo 24:34; Marcos 13:30; Lucas 21:32). De las pocas predicciones atribuibles con seguridad a él, están los pequeños apocalipsis sinópticos en los que pronosticó fallidamente un fin del mundo inmediato. Pablo de Tarso hizo eco a estas ideas apocalípticas del Nazareno y garantizó incluso en "Palabra de Dios" que él no moriría antes del fin. (1 Tesalonicenses 4:13-18).

Entonces, ¿cómo se podría interpretar esto? ¿Por qué el buen Dios no arreglaba su creación perfecta? Una actitud fue la que siguió el cristianismo actual: estableció Iglesias, mantuvo su adoración, deificó a Jesús, y siguió creyendo que algún día llegará el Reino de Dios, así sea post-mortem.

La parte final de esta historia es bien conocida: a punta de sangre y fuego, las facciones cristianas originales lucharon por posicionarse, y la versión triunfadora del mito declaró "hereje" a las versiones restantes (la historia la escriben los triunfadores), los gnósticos terminaron exterminados en la hoguera por sus "amorosos" hermanos cristianos a lo largo de todo el medioevo. La promesa de Jesús de un reino de Dios con justicia, paz, amor, y bienestar para toda la humanidad, se transformó en una Institución Eclesial policial, que seguiría eternamente, en un mundo cada vez más podrido, injusto e inhumano. Y la venida inminente del Reino que se daría en el Siglo I, siguió demorándose durante dos mil años, y seguirá atrasándose "per secula seculorum". Por último, de la versión Paulina del cristianismo, emanaron el catolicismo, la ortodoxia y protestantismo) y centenares de ramas secundarias. Cada una de estas innumerables ramas de la doctrina del desierto reclama el privilegio que sólo su dios es el verdadero, el auténtico, el indiscutible, el único, y todos los demás dioses son falsos dioses, y es un obra piadosa el luchar contra ellos y aplastarlos.

Posible deidad metalúrgica

De acuerdo con el investigador de estudios bíblicos en la Universidad Ben-Gurion, Nissim Amzallag, la Biblia contiene pistas que apuntan a una identidad original para Yahvé como una deidad metalúrgica-volcánica. Su teoría no es ampliamente aceptada, pero recientemente ha estado ganando terreno.

Hace unos 3.200 años, los grandes imperios que rodean el Mediterráneo y el Medio Oriente de repente implosionaron. Los egipcios se retiraron de Canaán y las minas de cobre de Timna en el Negev, regresando a las orillas del Nilo. Y en los desechos áridos del sur de Canaán, surgió un nuevo poder.

Las minas de Timna fueron tomadas por tribus seminómadas que establecieron una operación minera que empequeñeció a la industria egipcia anterior.

Este nuevo reino del desierto dejaría su marca en el edificio principal de Timna: el templo egipcio de Hathor, protector de los mineros. Los nuevos maestros destrozaron la efigie de la deidad egipcia, cuyos fragmentos fueron encontrado más de 3.000 años más tarde, y establecieron sobre las ruinas del templo un santuario de tiendas de campaña, a juzgar por los restos de la pesada tela roja y amarilla que se encontraron en los años setenta.

Ese dios de los mineros, según Amzallag, no era otro que la deidad conocida por las cuatro letras hebreas YHWH, que se convertiría en el Dios de los judíos y, por extensión, de los cristianos y musulmanes.

Mucho antes de convertirse en la deidad de los israelitas, Yahvé era un dios de la metalurgia en el antiguo panteón cananeo, adorado por fundidores y trabajadores metalúrgicos en todo el Levante, no sólo por los hebreos.

En la Biblia, la apariencia de Yahvé suele ir acompañada de fenómenos volcánicos. Cuando él desciende sobre el monte Sinaí revelando la Torá a los judíos, la montaña estalla en fuego, arrojando lava y ondulantes nubes acompañadas de terremotos y tormentas eléctricas (Éxodo 19: 16-19).

En la antigüedad, las deidades metalúrgicas como el griego Hefesto o su equivalente romano Vulcano, se asociaron con descripciones volcánicas, que reflejan el humo, el fuego, la escoria negra y el metal rojo fundido producidos en el proceso de fundición.

La metáfora poética a lo largo de la Biblia describe a Yahvé como una deidad ardiente que hace que las montañas fumen (Salmos 144: 5) y las derrite (Isaías 63: 19b), al igual que las fundiciones funden el mineral para obtener cobre y otros metales, señala el investigador. De hecho, en el Salmo 18:18 Yahvé está representado como un horno antropomorfizado: “el humo se levantó de sus narices; el fuego consumido salió de su boca, quemando carbones ardiendo fuera de ella.

Para la gente antigua, el proceso de derretir rocas para extraer metal "habría aparecido completamente preternatural y requería una explicación divina", dijo Amzallag a Haaretz.

Los atributos metalúrgicos de Yahweh también se exhibieron en la columna de fuego y humo por la cual guía a los hebreos en el desierto (Éxodo 13:21) y la nube que acompaña sus visitas a la Carpa de la reunión (Éxodo 33: 9-10) una versión más simple del Tabernáculo en la que Moisés habla cara a cara con Dios.

La descripción de esta tienda de campaña guarda notables similitudes con el santuario de Timna, y sugiere que hace 3.000 años, este lugar puede haber estado dedicado a la adoración de Yahvé, sostiene Amzallag.

Culto

Fiestas

El centro de la adoración de Yahvé estaba en tres grandes festivales anuales que coincidían con los principales eventos de la vida rural: Pesaj con el nacimiento de los corderos, Shavuot con la cosecha de cereales y Sucot con la cosecha de frutos. Estos probablemente son anteriores a la llegada de la religión de Yahvé, pero se vincularon con eventos en el mito nacional de Israel: Pesaj con el éxodo de Egipto, Shavuot con la promulgación de la ley en el Monte Sinaí y Sucot con la vagancia en el desierto por 40 años. Las festividades celebraban así la salvación de Israel por parte de Yahvé y el estatus de Israel como su "pueblo santo", aunque el significado agrícola anterior no se perdió por completo.

Sacrificios

Véase también: Moloch

Su adoración presumiblemente implicaba sacrificio, pero muchos eruditos han llegado a la conclusión de que los rituales detallados en Levítico 1–16, con su énfasis en la pureza y la expiación, se introdujeron solo después del exilio en Babilonia, y que en realidad cualquier cabeza de familia podía ofrecer sacrificio según lo exija la ocasión.

En los libros de Levítico y Deuteronomio, se establecen leyes detalladas sobre los sacrificios y qué partes de los animales pueden comerse o no. En general, se permitía comer la carne de los animales sacrificados que debían ser "animales puros" o kosher (Levítico 11 y Deuteronomio 14). Esto incluía animales como vacas, ovejas, cabras y ciertos tipos de aves. Los animales impuros no eran aceptables para el sacrificio en el Templo ni para el consumo.

Las partes principales que estaban prohibidas para consumirse eran la sangre y la grasa de animales sacrificados en ofrendas ya que eran consideradas especialmente sagradas y reservadas para consumo de Yahvé. La sangre debía ser derramada en el suelo y cubierta con tierra, o debía ser derramada en el altar para la expiación de los pecados (Levítico 17:11). Ofrecer la sangre a Yahvé simbolizaba entregar la vida misma, ya que se consideraba que la vida estaba en la sangre (Levítico 17:14). La grasa se consideraba la mejor parte del animal y era quemada en el altar como una ofrenda a Dios. En Levítico 3:16, se menciona que "toda la grasa es de Yahvé", y al quemarla en el altar, se ofrecía como "una ofrenda de aroma grato a Dios". La grasa de animales no ofrendados en sacrificios especiales podía ser usada en otros casos pero no consumida (Levítico 7:22-25).

En algunos sacrificios, como el holocausto, el animal se quemaba entero, por lo que no se consumía ninguna parte del mismo (Levítico 1).

Varios eruditos también han llegado a la conclusión de que el sacrificio de niños, ya sea para la deidad del inframundo Molech (probable epíteto de Yaw) o para el mismo Yahvé, era parte de la religión israelita/judaíta hasta las reformas del rey Josías a finales del siglo VII a. C. Presuntamente, el sacrificio se complementaba con el canto o la recitación de salmos, pero nuevamente los detalles son escasos. La oración jugó un papel pequeño en el culto oficial.

El relato de Génesis 22 en el cual el patriarca Abraham estuvo dispuesto a sacrificar a su hijo Isaac por orden de Yahvé, refleja tanto la antigua práctica del sacrificio de primogénitos entre los israelitas como su posterior prohibición. No obstante, relatos como el de Éxodo 12:29 o de Gedeón contra los madianitas en Jueces 6-8, muestran que la práctica habría sido modificada, aboliendo el sacrificio de israelitas en preferencia del de extranjeros, considerados como "primogénitos", es decir, nacidos antes que los israelitas y, por lo tanto, hijos del Caos Primordial de Génesis 1:1.

Templos

La Biblia hebrea da la impresión de que el templo de Jerusalén siempre tuvo la intención de ser el templo central o incluso el único de Yahvé, pero no fue así. El lugar de culto israelita más antiguo que se conoce es un altar al aire libre del siglo XII a. C. en las colinas de Samaria que presenta un toro de bronce que recuerda al cananeo Toro-El (El en forma de toro) y los restos arqueológicos de otros templos han sido encontrado en Dan en la frontera norte de Israel, en Arad en el Negev y Beerseba, ambos en el territorio de Judá. Shiloh, Bethel, Gilgal, Mizpah, Ramah y Dan también eran lugares importantes para festivales, sacrificios, la realización de votos, rituales privados y la adjudicación de disputas legales.

Representación

La adoración a Yahvé era famosamente anicónica, lo que significa que el dios no estaba representado por una estatua u otra imagen. Esto no quiere decir que no estuviera representado en alguna forma simbólica, y el culto israelita primitivo probablemente se centró en las piedras erguidas, pero según los textos bíblicos, el templo de Jerusalén presentaba el trono de Yahvé en forma de dos querubines, cuyas alas interiores formaban el asiento y un palco (el Arca de la Alianza) como escabel, mientras que el trono mismo estaba vacío. No existe una explicación universalmente aceptada para tal aniconismo, y varios eruditos recientes han argumentado que Yahvé estaba representado antes de las reformas de Ezequías y Josías a fines del período monárquico: para citar un estudio, "[un] aniconismo temprano , de facto o no, es puramente una proyección de la imaginación post-exílica". Otros eruditos argumentan que no hay evidencia cierta de ninguna representación antropomórfica de Yahvé durante el período anterior al exilio.

Consorte

Artículos principales: Shejiná y Asera


El Lugar Santísimo en un templo en ruinas en Tel Arad, con dos columnas de incienso y dos estelas, una a YHWH y otra muy probablemente a Asera. El templo probablemente fue destruido como parte de las reformas de Josías.

En el yahvismo, la deidad más comúnmente adorada junto a YHWH era Asera, venerada como consorte​ o madre de YHWH, y que luego en el judaísmo llegó a derivar el concepto de Shejiná ("la presencia de Dios" o "el Espíritu Santo"), con un carácter eminentemente femenino. En el panteón cananeo, Asera era la consorte de El. Si bien otros dioses (como Baal) solían ser adorados junto a YHWH, esta no siempre fue una práctica constante ya que Baal, por ejemplo, vio una verdadera prominencia solo en el tiempo de Elías y nunca más a partir de entonces. Varios pasajes bíblicos indican que se guardaban estatuas de Asera en sus templos en Jerusalén, Betel y Samaria.​ Fuera de Israel, YHWH fue considerado también como consorte de la diosa egipcia Anat; en los registros del siglo V AEC. de la colonia judía en Elefantina (Egipto) describen a una diosa «Anat-Yahu» era adorada en el templo del asentamiento dedicado a YHWH. Una diosa llamada «Reina del Cielo», probablemente una fusión de Astarté y la diosa mesopotámica Ishtar,​ posiblemente un título de Asera, también fue adorada.

El arqueólogo sirio-palestino William G. Dever, en su libro ¿Tenía Dios una esposa?: Arqueología y religión popular en el antiguo Israel presenta la la evidencia conocida desde hace mucho tiempo por los arqueólogos con respecto a la antigua religión israelita: a saber, que el dios israelita de la antigüedad (antes del 600 AEC.), Yahvé, tenía una consorte, que su nombre era Asera a quien el Libro de los Reyes sugiere que fue adorada junto a Yahvé en su templo en Israel. Dever describe la religión politeísta en el antiguo Israel, que era la realidad en la vida religiosa de la mayoría de las personas y concluye que el monoteísmo bíblico es un fenómeno artificial, producto de la élite, los partidos nacionalistas, quienes escribieron y editaron la Biblia hebrea durante el exilio babilónico como respuesta al trauma de la conquista, y posteriormente la impusieron en su tierra natal durante el período persa temprano. Dever también señala que la religión popular y el papel de la diosa no desaparecieron bajo el yahvismo monoteísta oficial, sino que pasaron a la clandestinidad para encontrar un hogar en la magia y el misticismo del judaísmo posterior (la cábala)

Sincretismo greco-romano

Yahvé se invoca con frecuencia en los textos mágicos grecorromanos que datan del siglo II a. C. al siglo V d. C., sobre todo en los papiros mágicos griegos, bajo los nombres Iao, Adonai, Sabaoth y Eloai. En estos textos, a menudo se le menciona junto con las deidades grecorromanas tradicionales y las deidades egipcias. Los arcángeles Miguel, Gabriel, Rafael y Uriel y los héroes culturales judíos como Abraham, Jacob y Moisés también son invocados con frecuencia. La frecuente aparición del nombre de Yahvé probablemente se debió a que algunos magos griegos y romanos buscaban la invocación de una prestigiosa deidad extranjera para sus hechizos.

Una moneda emitida por Pompeyo para celebrar su exitosa conquista de Judea mostraba una figura barbuda arrodillada agarrando una rama (un símbolo romano común de sumisión) subtitulada BACCHIVS IVDAEVS, que puede traducirse como "El Baco judío". Se ha interpretado que la figura representa a Yahvé como una variedad local de Baco, es decir, Dioniso. Sin embargo, como las monedas acuñadas con tal iconografía normalmente representaban a personas sometidas, y no a los dioses de un pueblo sometido, algunos han asumido que la moneda simplemente representa la rendición de un judío llamado "Bacchius", a veces identificado como el rey asmoneo Aristóbulo II. quien fue derrocado por la campaña de Pompeyo.

En cualquier caso, Tácito, Juan el Lidio, Cornelio Labeo y Marco Terencio Varrón identifican de manera similar a Yahvé con Baco-Dioniso. Los propios judíos usaban con frecuencia símbolos que también estaban asociados con Dioniso, como cílicas, ánforas, hojas de hiedra y racimos de uvas, una similitud que Plutarco usó para argumentar que los judíos adoraban una forma hipostasiada de Baco-Dionisio. En sus Quaestiones Convivales, Plutarco señala además que los judíos saludan a su dios con gritos de "Euoi" y "Sabi", frases asociadas con el culto a Dionisio. Según Sean M. McDonough, los hablantes de griego pudieron haber confundido palabras arameas como Sabbath, Halleluia, o incluso posiblemente alguna variante del mismo nombre Yahweh, con términos más familiares asociados con Dionisio.

Otros escritores romanos, como Juvenal, Petronius y Florus, identificaron a Yahvé con el dios Caelus.

Culto a Saturno

El hexágono en el polo norte del planeta Saturno descubierto entre 1981 y 1982, la Kaaba en La Meca, el tefilin judío, y las figuras hexagonales como la estrella de David, son algunas figuras que asocian a Saturno con un cubo negro y algunas de ellas atestiguan la supervivencia del culto a esta oscura deidad.

El día más sagrado de la semana de los judíos es el sábado (en hebreo, שַׁבָּת, Shabat) que está consagrado al dios hebreo, Yahvé[6]. Destacados historiadores romanos como Tácito (56–120 EC) y Dion Casio (165–229 EC), así como padres de la Iglesia como Agustín de Hipona (354–430 EC), reconocieron un vínculo especial entre el dios Saturno (Cronos) y el sábado, llamado Diēs Saturnī (día de Saturno) en latín y Kronía en griego clásico. La sociedad judía del período talmúdico reconoció la misma asociación como demuestra el hecho de que el Talmud de Babilonia (Shabat 156a) se refiere al planeta Saturno como Shabbetai, es decir, la estrella de Shabat. La astrología griega y árabe, sin embargo, consideraba a Saturno como el más maligno de los siete planetas; y así los judíos, gobernados astrológicamente por Saturno, eran considerados contaminados por la naturaleza perversa del planeta.

El sábado es el séptimo día de la semana, y Saturno es el séptimo de los siete planetas de la antigüedad, por lo que el número 7 está también asociado a Saturno, asimismo, en la astrología, Saturno entra en exaltación en el séptimo signo zodiacal, Libra. En el calendario hebreo, el séptimo milenio se espera que coincida con el comienzo de la era de Acuario, regida por Saturno, por lo que el Mundo Venidero es el equivalente a la restauración de la edad de oro de Saturno.

En las religiones de Mesopotamia, Saturno era adorado como el dios sumerio Ninurta, y en las religiones semíticas, el cananeo El y el fenicio Baal-Moloch, a quien se le ofrecía sacrificios de niños, fueron identificados con el griego Cronos y el romano Saturno, la deidad que devoró a sus hijos para evitar ser derrocado por uno de ellos. Yahvé era una de varias deidades semíticas que con el tiempo fue sincretizado con El, le atribuyeron características saturninas y finalmente los israelitas lo convirtieron en una figura del monoteísmo.

Numerosos elementos residuales del culto a Saturno y su simbología sobreviven en mayor o menor medida a través de las religiones abrahámicas: el judaísmo, el cristianismo y el islam. Entre estos elementos, destacan el hexágono y el cubo negro, siendo el negro el color asociado a Saturno. La silueta de un cubo o hexaedro (de tres dimensiones) en perspectiva se ve como un hexágono (de dos dimensiones) y el famoso hexagrama conocido como Estrella de David se deriva de este patrón geométrico. Muy sorprendentemente, en el polo norte de Saturno se puede observar un fenómeno atmosférico en forma de hexágono, cuyos lados miden cada uno 13,800 km y que fue descubierto durante la misión Voyager entre 1981 y 1982.

Según el Antiguo Testamento, cuando Salomón construyó el Templo de Jerusalén, el lugar más sagrado, el sanctasanctórum, tenía una forma cúbica, con 20 codos de largo, 20 de ancho y 20 de alto, y allí se colocó el arca de la alianza, donde Yahvé habitaría:

Entonces preparó el santuario interior dentro de la casa, para colocar allí el arca del pacto de Yahvé. Y el santuario interior tenía veinte codos de largo, veinte codos de ancho y veinte codos de alto, y lo revistió de oro puro; y el altar lo recubrió de cedro.
—1 Reyes, 6:19-20.

También se describe que este espacio cúbico estaba envuelto en oscuridad, es decir, un cubo negro:

Entonces dijo Salomón: Yahvé ha dicho que él habitaría en la oscuridad. Yo, pues, he edificado una casa de morada para ti, y una habitación en que mores para siempre.
—2 Crónicas 6:1-2 y 1 Reyes 8:12-13

Por ende, el dios de los israelitas es un dios de la oscuridad que reside en espesas nubes oscuras ("la gloria de Yahvé") que son la expresión de la "santidad" (קדושה, kedushá) en el judaísmo:

Entonces el pueblo estuvo a lo lejos, y Moisés se acercó a la espesa oscuridad en la cual estaba Dios.
—Éxodo 20:21
Y la gloria de Yahvé reposó sobre el monte Sinaí, y la nube lo cubrió por seis días; y al séptimo día llamó a Moisés de en medio de la nube.
—Éxodo 24:16
Y cuando los sacerdotes salieron del santuario, la nube llenó la casa de Yahvé. Y los sacerdotes no pudieron permanecer para ministrar por causa de la nube; porque la gloria de Yahvé había llenado la casa de Yahvé.
—1 Reyes 8:10-11

Una práctica judía relacionada con determinados pasajes de la Torá en los que Dios exige a los hebreos que porten sus palabras como recuerdo de la salida de Egipto, consiste en el uso de los tefilín (תפילין‎), que son dos pequeñas cajas cúbicas negras de cuero unidas a unas correas, cada una de las cajas contiene un pergamino con fragmentos de la Torá. Una de ellas se coloca sobre el brazo izquierdo (para estar cerca del corazón) y la correa se ata dando siete vueltas al mismo y el otro cubo negro se coloca sobre la cabeza, por encima de la frente (para estar cerca del cerebro) simbolizando la sumisión a Yahvé. Según la Halajá, los varones judíos a partir de los trece años deben colocárselos diariamente, con excepción de Shabat y demás festividades judías. En el árbol de la vida de la cábala, este cubo negro se encuentra en la sefirot oculta denominada Da'at.

En la Arabia preislámica politeísta, la Kaaba (en árabe: الكعبة, al-ka‘ba, 'el dado' o 'el cubo') ya era un centro de culto donde existía una enorme estatua del dios El. En el año 630, Mahoma destruyó esta estatua junto con otros 360 ídolos y a partir de entonces, Alá (El) se estableció como el único dios de los árabes. Mahoma decidió no destruir la Kaaba, la cual es una construcción de piedra en forma de un prisma cúbico y cubierto por una tela negra. Considerada como "la casa de Dios", actualmente es el lugar sagrado y de peregrinación religiosa más importante del islam, ubicado al centro de la gran mezquita Masyid al-Haram de La Meca. Cada año, millones de peregrinos acuden a la ciudad y dan siete vueltas (circunvalación) alrededor de la Kaaba en sentido contrario a las manecillas del reloj. La multitud girando forma un conjunto que evoca a los anillos alrededor de Saturno. En una de sus esquinas se encuentra la Piedra Negra, una reliquia que hace la función de un betilo: un meteorito de origen indeterminado y que la tradición dice que fue un regalo del arcángel Yibril (Gabriel) a Ibrahim (Abraham).

Asimismo, el libro del Apocalipsis, describe la ciudad de la Nueva Jerusalén como un enorme cubo, en el cual habita "la gloria de Dios":

Vi además la ciudad santa, la Nueva Jerusalén (...) Oí una potente voz que provenía del trono y decía: «¡Aquí, entre los seres humanos, está el santuario de Dios! (...) Se acercó uno de los siete ángeles (...) y me mostró la ciudad santa, Jerusalén (...) Resplandecía con la gloria de Dios (...) El ángel midió la ciudad con la vara y midió doce mil estadios: su longitud, su anchura y su altura eran iguales.
—Apocalipsis 21

En el Tarot, Saturno es asociado al arcano mayor El Mundo, y rige al signo de Capricornio, que está asociado, a su vez, al arcano mayor El Diablo, asimismo, representa al creador original del mundo material, el plano físico (un demiurgo), por ello los judíos le rinden culto, para reinar sobre este plano en el Mundo Venidero, exterminando y esclavizando a los demás pueblos. La única razón por la que los judíos tienen poder en este mundo es porque adoran al dios de este mundo, adoran la materia, y por eso dominan todo lo que tiene que ver con lo material. Eso no significa que ese dios sea maligno, pero si se le considera como un "dios único" entonces se limita la realidad a sólo uno de sus aspectos, dando preeminencia a la materia sobre el espíritu. Solo una visión equilibrada entre materia y espíritu traerá verdadero progreso y propósito a la humanidad.

Cronos/Saturno es el padre de los dioses olímpicos, pero no es un olímpico sino un titán. Los olímpicos son más poderosos que los titanes, a quienes vencieron en la titanomaquia, y encerraron a Saturno y a otros titanes en las profundidades del Tártaro.

La circuncisión es vista a veces también como un elemento residual del culto a Saturno, como un rito que rememora y representa la castración de Urano por su hijo Cronos.

Debido a su impresionante sistema de anillos, el más extenso y espectacular de todos los planetas del sistema solar, Saturno es a veces conocido como el "señor de los anillos". Es posible que J.R.R. Tolkien, estudioso de mitologías y simbolismos, pudiera haber reflejado, consciente o inconscientemente, algunas de las asociaciones de Saturno al crear a Sauron en El Señor de los Anillos. Sauron, al forjar el Anillo Único, busca ejercer un dominio absoluto e ilimitado, sometiendo a la Tierra Media en una tiranía, lo que recuerda las ideas de autoridad, control, restricción y poder de Saturno. El Anillo Único lleva una inscripción en lengua negra, el idioma creado por Sauron para los seres de Mordor:

Un anillo para gobernarlos a todos, un anillo para encontrarlos, un anillo para atraerlos a todos y atarlos en las tinieblas.

En el Antiguo Testamento, numerosos textos (tales como Miqueas 4:2-3; Zacarías 14:9, Salmos 2:8-9, Salmos 22:27-29 y Salmos 47:3) expresan el deseo de Yahvé de someter a todas las naciones bajo su dominio y de ser reconocido como el único Dios verdadero.

Y Yahvé, el Señor, será rey sobre toda la tierra. En aquel día Yahvé será uno, y uno su nombre.
—Zacarías 14:9.

Lecturas rabínicas

La palabra también fue usada en abundancia tanto por los rabinos como los cabalistas. Ya que el nombre de YHVH es considerado como el único verdadero, en un principio en los textos rabínicos se le conoció sólo como "El nombre" como "Shem ha-Meyuḥad" (El nombre extraordinario) como "Shem ha-Meforash" (El nombre distinguido) como "Shem ben Arba' Otiyyot" (tetragramatón o Nombre Quadriliteral) o como "Yod He Waw He" (Deletreando las letras de la palabra).

La pronunciación del nombre sólo se realizaba una vez al año en el Yom Kipur, dentro del tabernáculo y luego en el Templo de Jerusalén, afuera de esté era usada la palabra Adonaí.

YHVH y Jesús como mago

En el talmud se sostiene que Jesús se las ingenió para encontrar la pronunciación de la palabra. Como ésta estaba custodiada por dos perros guardianes que asustaban al perpetrador y le hacían olvidar la palabra, Jesús se hace una cortada y se introduce la palabra en un pedazo de papel, luego la pronuncia y su herida sana. Éste es asustado por los perros, pero luego de volver a abrir su herida encuentra el pedazo de papel donde había escrito la palabra.

Es así como Jesús es catalogado como una especie de brujo o mago y sus poderes provenían de prácticas oscuras y el uso de YHVH.

Según el Sefer Toldot Yeshu HaNotzri, Jesús poseía poderes mágicos que adquirió por medio del Nombre Inefable. Una de las manifestaciones de este poder fue la ascensión de Jesús al cielo. También menciona unos milagros de Jesús: "(Dijo) traedme barro, modelado en forma de pájaros, y así lo hicieron. Él pronunció el Nombre Inefable sobre ellos, y cobraron vida y se pusieron de pie sobre sus patas y volaron en el aire".

Uso Cabalístico

Los cabalistas le dan gran importancia al YHVH y agregaron otras variantes siendo la más importante Ein Sof (Infinito o Interminable) que está más allá del Sefirot.

El nombre de las 42 letras, fue añadido por los cabalistas a su vez como equivalente en valor a (YHVH=45).

Dios andrógino

De acuerdo con la cábala, Yahvé es llamado Elohim ('dioses') no en su sentido mayestático tradicional sino en su sentido plural literal referido a la triada suprema del panteón cananeo: El (Padre) Asera (Madre) y Baal (Hijo); luego renombrados como Yahvé (Padre) Shejiná (Madre) y Adam Kadmon (Hijo). En el cristianismo, esta triada derivó en las tres personas de la "Santísima Trinidad" como "Padre", "Hijo" y "Espíritu Santo" (Madre).

Cuando creó al primer ser humano (Adam), no creó a un ser masculino llamado Adán, sino un ser andrógino (parte masculino y parte femenino) "a su imagen y semejanza", llamado Adam Kadmon ('Humano Primordial'). Cuando extrae una costilla del Adam Kadmon, separa de él su parte femenina para crear a la mujer.

Identificaciones con el Diablo

Algunas interpretaciones religiosas han tenido la noción de que el dios bíblico, Yavé, es en realidad el Diablo o la misma persona. Varios autores religiosos a lo largo de la historia han propuesto la noción del 'Dios de Abraham como el Diablo'. Dan la razón de que el "dios" bíblico es una fuerza divina que causa sufrimiento, muerte y destrucción y que tienta o dirige a la humanidad a cometer violencia y genocidio.

Algunos de los autores cristianos critican sólo el concepto de dios que se encuentra en el Tanaj, en contraste con el "verdadero dios" que aseguran ver en el Nuevo Testamento. Sin embargo, otros autores aplican su condena a la deidad entera del judaísmo, el cristianismo y el islam.

Los autores afirman sus críticas al hacer referencia a ciertos pasajes en la escritura bíblica describiendo acciones de Dios como malvadas o diábolicas.

El filósofo estadounidense del siglo XVIII Thomas Paine escribió:

Cada vez que leemos las historias obscenas, la corrupción voluptuosa, las ejecuciones crueles y tortuosas, la venganza implacable, con lo que más de la mitad de la Biblia está llena, sería más consistente que la llamáramos la palabra de un demonio, antes que la Palabra de Dios.
The Age of Reason.
Todas nuestras ideas sobre la justicia y la bondad de Dios se rebelan ante la crueldad impía de la Biblia. No es un Dios, justo y bueno, sino un diablo, bajo el nombre de Dios, lo que la Biblia describe.
—Una respuesta a un amigo sobre la era de la razón, The Prospect, 12 de abril de 1804.

En el gnosticismo, especialmente entre los marcionistas y los ofitas, el dios de los judíos es visto como una deidad maligna, creadora de la materia y del universo físico, a la cual denominan Demiurgo o Yaldabaoth, mientras que el verdadero Dios es Abraxas. Según esta doctrina, la materia creada por el Demiurgo funge como una prisión para el espíritu. Entre los ofitas, se consideraba que la serpiente del Edén había dado a Adán y Eva la facultad del conocimiento a través del fruto que Yahvé les había prohibido puesto que éste deseaba mantenerlos en la ignorancia. Por ello, los ofitas tenían a la serpiente como un símbolo de sabiduría e iluminación. El hecho de que el nombre de Lucifer significara "Portador de la luz" y que esta figura del panteón grecorromano fuese presentada como antagonista del dios judeocristiano, también contribuyó a considerar a Yahvé como "el dios de la oscuridad".

Yahvé también ha sido asociado con Moloch, dios mesopotámico adorado por diferentes pueblos semíticos como fenicios, cananeos y hebreos. A Moloch se le adoraba sacrificándole niños vivos que eran lanzados en una imagen de metal de él que era encendida al rojo vivo por una hoguera. Los niños y bebés eran lanzados a su enorme bocaza y morían lentamente. El aspecto de Moloch era el de un toro, animal asociado a antiguos cultos lunares-telúricos semíticos como el del dios Sin en la ciudad de Ur. Los romanos asociaron a Moloch con Saturno, dios-titán devorador de niños de carácter predominantemente maléfico. Saturno (el Cronos griego) a su vez, es asociado por los gnósticos con el Diablo. El día de Saturno es el sábado, mismo día del dios judío, a quien estos consagran el Sabbath.

Además, existen escrituras del Antiguo y Nuevo Testamento que pueden interpretarse de manera en que Yahvé no es otro más que el Diablo. Así por ejemplo en varios libros del Tanaj se afirma que varios patriarcas vieron a Dios cara a cara:

Y Jacob se quedó solo. Luego un hombre luchó con él hasta el amanecer. Este, viendo que no lo podía vencer le dio un golpe a Jacob en la ingle, mientras luchaban, y le dislocó la cadera. Dijo el hombre: Suéltame, que raya el alba. Y Jacob contestó: No te dejaré hasta que me hayas bendecido. El otro preguntó: ¿Cuál es tu nombre? Y él respondió: Jacob. Y él dijo: En adelante ya no te llamarás Jacob, sino Israel, porque has luchado con Dios y con los hombres, y has vencido. Entonces Jacob le dijo: Dime ahora tu nombre. Pero él respondió: ¿Para qué quieres saberlo? Y lo bendijo allí. Jacob le puso a aquel lugar el nombre de Penuel (פְּנוּאֵל), es decir, Cara de Dios, pues dijo: He visto a Dios cara a cara, y mi vida ha sido preservada. Al amanecer, cojeando, dejó este lugar.
—Génesis 32:25-32
Yahvé habló a Moisés para decirle: "Yo soy Yahvé, que me aparecí a Abraham, a Isaac y a Jacob como Dios Todopoderoso, pero en cuanto a mi nombre Yahvé, no lo di a conocer a ellos".
—Éxodo 6:2-3
Yahvé hablaba con Moisés cara a cara, como habla un hombre con su prójimo.
—Éxodo 33:11

Pero el evangelio de Juan contradice todo ello afirmando:

A Dios nadie le ha visto jamás.
—Juan 1:18

A su vez mientras en 2 Samuel 24:1 se cita a Yahvé como quien ordena a David a hacer un censo de Israel, en 1 Crónicas 21:1 relatando el mismo hecho se cita a Satanás como el que da dicha orden:

Yahvé se enojó de nuevo contra los israelitas e incitó a David a que hiciera el censo de Israel.
—2 Samuel 24:1
Satanás se levantó contra Israel e incitó a David a que hiciese el censo de Israel.
—1 Crónicas 21:1

Finalmente se encuentra lo que dice Jesús contra los fariseos:

Vosotros sois de vuestro padre el Diablo, y los deseos de vuestro padre queréis hacer. Él ha sido homicida desde el principio, y no ha permanecido en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando habla mentira, de suyo habla; porque es Mentiroso, y Padre de la Mentira.
—Juan 8:44

Referencias

  1. Archaeologist claims to find oldest Hebrew text in Israel, including the name of God The Times of Israel
  2. Ehrman, Bart. Cristianismos Perdidos: los credos proscritos del Nuevo Testamento. Ares y Mares, 2004. p 176ss.
  3. La leyenda de la Liberación de Egipto es un mito fundacional que carece de evidencia arqueológica y posee tremendos anacronismos históricos
  4. Véase un ejemplo de estas barbaries en: Oseas 13,16; Deuteronomio 28,54-58, y compárese éste con Lamentaciones 4,10-11.
  5. Pese a que en Isaías, 45:7 se lee: "Yo formo la luz, y creo las tinieblas; hago la paz y creo el mal. Yo soy el Señor, que hago todo esto."
  6. Génesis 2:3, Éxodo 20:8-11, Deuteronomio 5:12-14, Ezequiel 20:19-20, Isaías 58:13-14

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