Mesías

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La palabra Mesías (del hebreo מָשִׁיחַ Māšîaḥ; pronunciado: mashíaj) significa, literalmente, 'ungido'. Es una figura político-religiosa y supremacista de las religiones abrahámicas, y se refiere concretamente al título del rey de Israel, descendiente de David, prometido por Yahvé a través de los profetas al pueblo hebreo, para cumplir el pacto hecho con Abraham sobre la tierra de Israel y su dominio político sobre todas las naciones.

De acuerdo con el judaísmo, cuando el Mesías llegue, establecerá una tiranía teocrática global[1] (עולם הבא; Olam Ha-Bá) que, según las enseñanzas rabínicas modernas, pondrá fin al democrático y secular Estado de Israel y dará inicio a un nuevo "Reino de Israel". El Mesías será un dictador mundial, y todos los gentiles serán sus esclavos,[2][3] asimismo, podrá legislar como le plazca, incluso podrá ordenar la muerte de personas sin permiso de nadie.[4]

Según el judaísmo, el Mesías no es un ser divino, ni "Dios hecho hombre", sino sólo un ser humano ordinario, un líder espiritual semejante a un Papa o a un Dalai Lama[5], si bien a partir de su investidura obtendría ciertos poderes sobrenaturales como el de ejercer "juicios perfectos", basado en pasajes como Isaías 11:3-4, o percibir y conocer los pecados de los individuos.

La idea de que el Mesías es el hijo de Dios nacido de una virgen y enviado para salvación de toda la humanidad y redención de los pecados, a través del sacrificio en la cruz, fue agregada posteriormente por el cristianismo.

El mesianismo es la creencia religiosa que se caracteriza por la esperanza en la llegada de un Mesías (rey ungido de Israel) que surge como resultado de un largo proceso histórico y político, en la antigua Palestina. La cultura mesiánica, depositaria de un saber escatológico que habla sobre el fin de los tiempos y sobre un salvador redentor del pueblo judío, estaba centrada en el concepto del Mesías o Ungido, y su origen se remonta a la época del profeta Daniel, cuando los judíos estaban bajo el poder de los seléucidas.

Etimología

El término «mesías» proviene del hebreo מָשִׁיחַ (mashíaj, 'ungido'), de la raíz verbal למשוח (mašáḥ 'ungir'). La unción con aceite era una costumbre ceremonial para la investidura de un alto cargo, como la de sumos sacerdotes y reyes como Saúl, David y Salomón, por eso David llama a Saúl "el Mesías de Dios" (Samuel I 24:6), e incluso el mismo David es llamado "Mesías" varias veces. Por préstamo, el título "Mesías" se emplea también para referirse a los enviados por Dios a algún cargo, como Ciro, rey de Persia: "Así dijo Dios a su Mesías Ciro" (Isaías 15:1), como expresión del hecho de que su reino recibió ayuda celestial para restaurar al pueblo de Israel a su tierra y para establecer el Segundo Templo. Incluso el mismo profeta Isaías fue "ungido" en este sentido. También se usaba aceite de la unción para los primeros vasos del templo para que pudieran desempeñar sus funciones.

El aceite de la unción se elaboraba principalmente a base de aceite de oliva, ya que era el aceite usado para encender las lámparas, por lo que se convirtió en un símbolo de "iluminación". También se añadía mirra, canela, algalia e incienso.

Después el término se refirió a un esperado rey, del linaje de David, que liberaría a los judíos de la servidumbre extranjera y restablecería la edad dorada de Israel. El término equivalente en griego es χριστός (khristós 'ungido'), derivado de χρίσμα (khrísma 'unción'), y es el término ampliamente utilizado en la Septuaginta y el Nuevo Testamento, que en español derivó a la forma 'Cristo', misma que unida al nombre de Jesús, que los cristianos consideran el mesías definitivo, dio la palabra Jesucristo.

Dos Mesías


Bastón episcopal ortodoxo con la cruz de Cristo en medio de dos serpientes enfrentadas, semejantes al Caduceo, y cuyo significado se asocia al Nehushtan, y a los dos Mesías del judaísmo en base al valor gemátrico idéntico de las palabras en hebreo tanto para 'Mesías' como para 'Serpiente'.

En el judaísmo se habla de la llegada de dos Mesías o "ungidos" que trabajan para un fin común para establecer la "era mesiánica"[6]. En Zacarías 4 son simbolizados como "dos olivos", uno a la izquierda y otro a la derecha de un candelabro de oro: "los dos ungidos que están delante del Señor de toda la tierra", una idea que se repite en el Nuevo Testamento, en Apocalipsis 11:3-4.

El primero, Mesías ben Yossef ("a la izquierda"), sería el precursor que "despeja el camino" (destruye los ídolos y los cultos paganos), conocido por los esenios como el "Sacerdote Malvado" o "Sacerdote Impío" (הכהן הרשע, Kohen HaRosh). La profecía judía, expresada en las llamadas "Canciones del Siervo" del libro de Isaías, dice que debe ser rechazado y sacrificado por los pecados de los judíos a quienes redimirá a través del sufrimiento, sirviendo así de sustituto perpetuo para el ritual del Yom Kipur, por lo que se le conoce como el "Mesías Sufriente", y es quien reúne y guía a "Los Hijos de la Oscuridad" (los gentiles). Su misión sería la de tomar el trono de los gentiles para "ser como cachorro de león entre rebaños de ovejas" (Miqueas 5:8), y destruir Edom (Roma) desde dentro.

El segundo, Mesías ben David ("a la derecha"), es el "Mesías Triunfante" que guía a los "Hijos de la Luz" (judíos) y los lleva a Israel. Aparecerá después de que en el "Día de Yahvé" los gentiles sean exterminados por el "león destructor de los gentiles" (Jeremías 4, 7.) y marcará el comienzo de la utopía judía: la "Era Mesiánica de paz universal" durante la cual reinará como rey absoluto sobre el mundo entero desde su trono en Jerusalén.

Los cabalistas señalan que la palabra Mesías y la palabra serpiente en hebreo tienen el mismo valor numérico, y por lo tanto estan relacionadas.

  • Mesías en hebreo es משיח, (Mashiaj): mem (מ): 40, shin (ש): 300, yod (י): 10 heth (ח): 8, =a 358
  • Serpiente en hebreo es נחש, (Najásh): nun (נ): 50, heth (ח): 8 shin (ש): 300, =a 358
El valor numérico de la palabra hebrea para serpiente es 358. Y el valor numérico de la palabra hebrea para Mesías también es 358. El Mesías, el redentor, es la serpiente: él es el alma de la raza, de la nación o del pueblo. El Mesías, siempre comienza como una serpiente, es odiado por sus contemporáneos, es envenenado, apedreado, crucificado, quemado, etc. Pero más tarde es elevado a héroe, a dios.
—Rabino Harry Waton.[7]

Mesías ben Yoseph es la Serpiente de la Muerte, Mesías ben David es la Serpiente de la Santidad. Esto simboliza que "el veneno de la serpiente es también la cura", de forma similar al Nehushtan de Moisés (Números 21:8-9; Juan 3:14-15; 2 Corintios 5:21). El veneno (Mesías ben Yossef) debe entrar a los gentiles (Esaú) para ser rectificado y convertirse en la cura (Mesías ben David) para los judíos (Jacob).

Historia

La idea de un Mesías no existe en la Torá (c. 450-350 AEC.), los cinco primeros libros del Tanaj, sino que fue un concepto añadido posteriormente pero que fue adoptado a partir del 537 AEC (fin del cautiverio babilónico y construcción del Segundo Templo), cuando los hebreos mantuvieron contacto con los cultos persas y numerosos conceptos del zoroastrismo fueron tomados por el judaísmo, entre los que se encuentran la figura del Mesías, mismo que deriva del Saoshyant iraní. El Saoshyant se menciona por primera vez como un salvador en los Yashts escritos alrededor del 625 y 225 AEC.

Los primeros en mencionar este concepto fueron Hageo y Zacarías, ambos profetas del período persa temprano. Vieron al mesías en Zorobabel, un descendiente de la Casa de David que parecía, brevemente, a punto de restablecer la antigua línea real, o en Zorobabel y el primer Sumo Sacerdote, Josué (Zacarías escribe de dos mesías, uno real y el otro sacerdotal). Estas primeras esperanzas se desvanecieron (Zorobabel desapareció del registro histórico, aunque los Sumos Sacerdotes continuaron siendo descendientes de Josué), y a partir de entonces solo hay referencias generales a un Mesías de David (es decir, un descendiente).

En el desarrollo judío, el Mesías, rigurosamente hablando, es el rey de Israel. Pero, en la Tanaj, vemos cómo se utiliza esta expresión para hablar indistintamente de personajes como David, Salomón, Samuel, y también de otros que no son necesariamente judíos, pero que en su calidad de Salvador de Israel, se les denomina de igual forma. Este es el caso de Ciro, rey de Persia, quien ayudó a los judíos a retornar a Palestina tras largos años de destierro y deportación en Babilonia.

No obstante, la imagen más ampliamente extendida en el siglo I sobre el Mesías evoca, de manera irrefutable, a la mítica imagen del Rey David. Es a su figura, mítica o no, a donde deben volverse todas las miradas si se quiere tener una idea relativamente confiable de lo que los judíos de entonces llegaron a representarse por Mesías. El Ungido de Dios, en el mundo judío, es por excelencia el Rey David. Las esperanzas mesiánicas que se reavivaban cada vez que el pueblo judío se veía expuesto a la derrota y la humillación, constantes ambas de su peculiar historia política, tendían a volver siempre sobre esa época dorada que fue su reinado, en cuya descendencia muchos esperaban al Mesías.

Lo cierto es que ese Mesías davídico, en rigor una figura mucha más rústica y concreta de lo que muchos se imaginan, no suponía más que la idea de un rey, descendiente de la casa real de David, que restablecería el reino de Israel, unificando el reino del norte (Israel) con el reino del sur (Judá) y traería al pueblo judío una época de paz, abundancia y prosperidad para todos los judíos (derivado del saqueo económico contra otros pueblos) como la que recordaban de los días del rey David y el rey Salomón. Cierto es que, a medida que avanzaba la historia, y los judíos se iban haciendo de un sin fin de otras necesidades, el restablecimiento de todas ellas también pasó a formar parte de las muchas cosas que se esperaban del Mesías. Así, cuando sucedió que los judíos fueron deportados, y su templo destruido, la restitución de éstas también fueron contadas entre las cosas que debía hacer el Mesías.

Genealogía del mesianismo

El mesianismo del mundo judío estaba basado, esencialmente, en dos componentes completamente diferenciados que no se vinculan entre sí necesariamente. El primero de ellos es la creencia o la esperanza en la llegada de este Mesías davídico. El otro componente del mesianismo es la creencia de que el advenimiento del Mesías será precedido por una época terrible que marcaría de un modo escatológico el fin de los sufrimientos de Israel. Esta concepción escatológica fue elaborada sobre la base de un conjunto de profecías que, en su verdad desnuda, no eran otra cosa que una manera de defenderse ante la amenaza o la realidad de la opresión. De hecho, los judíos fueron los únicos en desarrollar este tipo de profecías, la profecía escatológica que habla sobre el fin de los tiempos. Los judíos se diferenciaban de los otros pueblos en el hecho de que su actitud ante la historia estaba unida a la convicción de que tenían una misión en la historia. A diferencia de los otros pueblos ellos fueron los únicos en estimar que su dios no era únicamente de ellos, sino que era el único dios verdadero de todas las naciones, y que los había escogido a ellos para llevar a cabo la misión de realizar su voluntad, la dominación del mundo. De esas creencias los judíos sacaban variadas consecuencias. Algunos creían que por ser el pueblo escogido de dios, ello les obligaba a iluminar a las otras naciones para llevar la salvación de dios hasta los más apartados rincones de la tierra. Pero, paulatinamente, se fue haciendo más popular la creencia, según la cual, ser el pueblo elegido era sinónimo de un triunfo total sobre las otras naciones (dominación del mundo) y una prosperidad ilimitada que dios les otorgaría en el fin de los tiempos. Esta creencia pudo haberse forjado ante la dura realidad que los judíos tenían que enfrentar sometidos, como estaban, a las derrotas, las deportaciones y la dispersión.

El Profeta Daniel

La apocalíptica escatológica, antes del profeta Daniel, señalaba ya que la Nueva Jerusalén surgiría de una inmensa catástrofe cósmica como un nuevo Edén; que por apartarse de dios, el pueblo judío debería ser castigado con el hambre y la peste, y debería ser sometido a un juicio muy severo que diera lugar a una total purificación; que dicho juicio tendría lugar en el "Día de la Ira" en el que el Sol y la Luna se oscurecerían, se juntarían los cielos y la tierra se estremecería; que allí serían juzgados los incrédulos, pero que un remanente salvador de Israel sobreviviría a estos castigos, cumpliéndose con él el designio divino; que, luego de esto, Dios no insistiría en su venganza y se convertiría en un libertador; y, por último, que Dios, junto con el único sobreviviente, el salvador justo, y los santos muertos, se reuniría de nuevo en Israel para ser Juez y señor.

Con Daniel, sin embargo, se inicia una apocalíptica escatológica dirigida a los estratos más bajos de la población. Allí, en cuanto al castigo, el tono de voz es aún más crudo. En el sueño de Daniel, escrito hacia el año 165 antes de la era cristiana se fija el primer texto apocalíptico que puede ser tomado propiamente como tal. Este es escrito en una época en que Judea estaba bajo el poder de la dinastía greco-siria de los seléucidas. El pueblo se hallaba dividido entre aquellos que adoptaban fácilmente las costumbres griegas y aquellos que se aferraban a las tradiciones judías. Es entonces cuando Antíoco IV Epífanes interviene a favor del partido pro-griego y prohíbe la práctica de la religión judía. Los pro-judíos responden violentamente a las pretensiones de Antíoco IV Epífanes y dan lugar a la insurrección conocida en la historia judía como la Revuelta de los Macabeos. El sueño de Daniel es escrito en estas circunstancias.

Daniel en su sueño (Daniel 7:1-28) ve cuatro bestias que representan cuatro reinos sucesivos, seguidas por una visión del juicio celestial donde el "Anciano de Días" otorga autoridad y reino eterno al "Hijo del Hombre", quien es identificado como el Mesías. Según esta visión, el mundo es dominado por un poder tiránico cuya capacidad de destrucción es ilimitada. Según los judíos, el despotismo de ese dominio se hará cada vez más insoportable, hasta que llegue la época del Mesías en las que guiados por él lograran la redención completa, heredando la tierra, y así culminará la historia. El reino de los judíos superaría, supuestamente, a todos los reinos anteriores no teniendo sucesor, y todas las naciones le servirán y obedecerán.

En la interpretación tradicional, las cuatro bestias representan los siguientes reinos que sucesivamente conquistaron y dominaron Judea:

  1. La primera bestia, que es como un león con alas de águila, representa al Imperio babilónico.
  2. La segunda bestia, que es como un oso levantado de un lado y con tres costillas en la boca, simboliza al Imperio persa.
  3. La tercera bestia, descrita como un leopardo con cuatro alas y cuatro cabezas, representa al Imperio de Alejandro Magno y su sucesor, el Imperio seléucida.
  4. La cuarta bestia, descrita como terrible y espantosa, con grandes dientes de hierro y diez cuernos, representa al Imperio romano.

Construcción de la Idea del Mesías

Desde la anexión de Judea por Pompeyo, en el año 63 antes de la era cristiana, hasta la primera guerra judeo-romana de los años 66-73, la lucha de los judíos en contra de los romanos era estimulada por esta apocalíptica militante que databa de los tiempos de Daniel y que no había dejado de elaborarse desde entonces. Así, la propaganda subversiva en contra de los romanos se acomodaba muy bien con la fantasía de un salvador escatológico. Ese salvador del pueblo de Israel fue concebido, al comienzo, como un simple monarca descendiente del rey David y restaurador de la nación. Pero con el tiempo, a medida que la situación política se hacía más desesperada, el semblante de este salvador se fue transformando, paulatinamente, hasta aparecer como la figura de un ser sobrehumano dotado de poderes excepcionales. En el sueño de Daniel (Daniel 7:13-14), el "Hijo del Hombre" (forma particular que cobra en Daniel la figura del Salvador), parece personificar a todo Israel. No se trata allí, por tanto, de la figura de un solo hombre: el Mesías profetizado no sería otro que el propio pueblo judío. Pero, apenas un siglo más tarde, esta idea había cambiado, adquiriendo los ribetes fundamentales con los que aparecería en los tiempos de Jesús.

Desde Daniel a Esdras el sentido y la significación del Mesías se ha ido transformando, precisando y especificando. Menos de un siglo los separa. En Esdras, la significación del Mesías es mucho más concreta que en Daniel: el Mesías es el León de Judá, que con su rugido consume a su última bestia, el águila romana; y es también, el Hijo del Hombre, que aniquila con la tormenta y con el fuego de su aliento a las multitudes de gentiles y reúne a las diez tribus dispersas de Israel por tierras extrañas y establece un reino de paz y de armonía. En todos estos apocalipsis la cizaña, el rencor y el espíritu revanchista en contra del victorioso Imperio romano es evidente.

Apocalipsis de Baruch

En el Apocalipsis de Baruch, el Mesías aparecerá únicamente en el momento culminante de la historia. Según Baruch, debe venir un tiempo de terrible opresión e injusticia, el del último y peor imperio, que para ellos, por cierto, se identifica con el Imperio romano (visto como encarnación de Edom). Cuando el poder de los romanos sobre los judíos haya alcanzado su punto culminante aparecerá el Mesías. El Mesías de este período es representado como un gran guerrero que vencerá y aniquilará a los ejércitos enemigos, tomará cautivo al caudillo de los romanos y lo ajusticiará en el Monte Sión (Abdías 1:17-18). Luego de esto establecerá un reino que permanecerá hasta el fin de los tiempos. El pueblo judío, entonces, dominará sobre todas las naciones.

Mesianismo en el siglo I

La cultura judía del siglo I, se halla particularmente sugestionada por las esperanzas de una era mesiánica. Como nunca antes, los judíos del siglo I esperaban la llegada del Mesías. No hay que olvidar que el levantamiento en armas contra Roma tiene lugar el año 66 de la era cristiana, apenas veinte años después de la muerte de Jesús. Los manuscritos de Qumrán, que dan cuenta de una profunda religiosidad escatológica y mesiánica, han sido datados, de acuerdo con el método paleográfico, entre el año 175 antes de la era cristiana y el año 70 de la era cristiana. Es una época ampliamente influida por el pensamiento apocalíptico y escatológico del profeta Daniel y los Apocalipsis de Esdras y Baruch (escritos apenas 80 o 90 años antes del nacimiento de Jesús). Es, definitivamente, una época mesiánica como no la había conocido nunca antes Israel, y como no la volverá a haber nunca más.

Debido a que el conflicto con Roma se hizo cada vez más duro, el mesianismo se fue transformando en una cuestión cada vez más popular. Fue precisamente esta fe demencial en un Mesías prometido lo que impulsó a los judíos al levantamiento contra Roma que culminó con la destrucción del Templo y de Jerusalén hacia el año 70 de la era cristiana. Y fue también el mismo mesianismo el que los condujo a la sangrienta revuelta del año 131 de la era cristiana, encabezada por Simón bar Kojba, el último de los Mesías de ese período de la historia de Israel. La ejemplar represión contra este último levantamiento judío terminó por opacar su belicosidad política y acabó definitivamente con sus esperanzas en un Mesías guerrero. A partir de allí, surgirán entre las comunidades dispersas muchos Mesías, pero ninguno de ellos capaz de encabezar un levantamiento armado.

El mesianismo en el siglo I estaba alentado por la ocupación romana y el despótico reinado de los reyes Herodes. Pues, aunque dichas concepciones se remontan a una época muy anterior a la ocupación de Roma, está claro que desde que Pompeyo anexó Palestina al Imperio Romano, las fantasías mesiánicas del pueblo judío se agudizaron hasta transformarse en una apocalíptica militante y subversiva. Este es el contexto histórico que ve nacer a Jesús. La Palestina de esos días es el escenario del nacimiento de muchos Mesías: sabemos del caso de Judas el Galileo, que hacia el año 6 de la era cristiana se sublevó contra los romanos auto-proclamándose Mesías. Luego hay un tal Theudas, que hacia el año 44 persuadió a una muchedumbre para que le siguiese llevando sus bienes hasta el Jordán y que tras auto-proclamarse Mesías, fue ordenado decapitar por el procurador romano Fadus. En los mismos días de Jesús, el procurador romano Poncio Pilatos, ordenó ajusticiar a Al Yaced, el Mesías samaritano, en las faldas del monte Jerisín. Y, bueno, para que hablar de Juan el bautista, también considerado Mesías, en su época, y decapitado por Herodes Antipas. Luego están Jesús el carpintero de Nazareth, crucificado en Jerusalén, y Santiago, su hermano mayor, también decapitado en Jerusalén; Simón el mago, Simón Bar Cochba e incluso, el propio Franz Montano, entre otros tantos, pues la lista es larga. Y no podía ser de otro modo, dado el grado de sugestión que los judíos de esa época experimentaban con el tema mesiánico. Jesús es uno más, entre otros muchos, que creyeron ser portadores de las buenas nuevas para el pueblo judío. Este es un punto central para lo que venimos diciendo. Pues nos ayuda a poner las cosas en orden, a situarlas en su contexto histórico y a limpiarlas y despejarlas de todas las leyendas sobre Jesús que fueron elaboradas después. Reescribamos, pues, la historia de Jesús, sirviéndonos únicamente de los datos que pueden ser probados por la moderna historiografía, y reconstruyamos, luego, la forma en que, paulatinamente, se le va a ir invistiendo de caracteres que, ciertamente, el Jesús real nunca tuvo.

Cristianismo

El cristianismo establece la creencia de que las profecías hebreas respecto al Mesías se referían a Jesús de Nazaret, por lo cual es llamado con el título, traducido al griego como "Cristo" ('Ungido').

Jesús de Nazaret fue uno de tantos predicadores judíos que hubo en Judea durante la convulsa ocupación romana y que se autoproclamaron Mesías. Muchos judíos le reconocieron como tal y le siguieron, sin embargo, las autoridades fariseas, con un autogobierno limitado bajo Roma, estaban obligadas a suprimir cualquier tesis sediciosa como como la que predicó Jesús al proclamarse "rey de los judíos" y proclamar el inminente establecimiento de su reino. Debido a ello, y a instancias de los fariseos, el predicador y líder de la secta fue ejecutado en Jerusalén hacia el año 33, mediante crucifixión con el cargo de sedición contra Roma.

Posteriormente el judío fariseo Saulo de Tarso no tardaría en llamarlo, en vez de Mashiaj, Χριστός (Christós), que es la traducción griega de la palabra "Mesías". Tras cambiarse el nombre a Pablo, predicó la figura de "Cristo", indisolublemente unida a la rebelión contra Roma, por todo el Imperio, difundiendo el cristianismo fuera del estrecho círculo judío e introducido en Roma cual doctrina de agitación y subversión en contra de la autoridad del emperador.

Esta secta judía marginal, conocida luego como los primeros cristianos, abrazó las esperanzas mesiánicas contenidas en el sueño de Daniel (Daniel 7:13-14). Para ellos, ahora esas esperanzas mesiánicas estaban puestas en una segunda venida de Cristo. Los cristianos, o nazarenos, como se les conocía entonces, consideraban la historia (al igual que los judíos que los habían precedido) como dividida en dos épocas, en el antes y el después de la victoriosa venida del Mesías. Como el Mesías se había apersonado en la figura del carpintero Jesús, los nazarenos confiaban en la inminencia de una segunda venida, victoriosa y final. La convicción de los cristianos era la de que la segunda venida de Jesús ocurriría muy pronto, en poder y majestad, y que se establecería un reino mesiánico sobre la tierra que duraría mil años. Dado que los cristianos no eran otra cosa que un movimiento de reforma del judaísmo, imaginaron la era mesiánica con las categorías de las apocalípticas judías. No obstante, la idea de que la segunda venida era inminente fue, poco a poco, perdiendo su vigor y su fuerza. A medida que pasaban los años fue haciéndose evidente que la segunda venida de Jesús no iba a producirse pronto tal como falsamente afirmaban los evangelios (Mateo 16:27-28; Marcos 8-38 y 9:1; Lucas 9:26-27). Paulatinamente, los innumerables Apocalipsis cristianos fueron siendo desacreditados hasta no subsistir más que uno solo, el Apocalipsis de Juan. De todos modos, pese a que la segunda venida de Jesús no se produjo nunca, el cristianismo logró imponerse.

Rechazo del judaísmo oficial

El judaísmo oficial ha rechazado que Jesús sea el Mesías y nunca ha aceptado ninguno de los supuestos cumplimientos de la "profecía" que el cristianismo atribuye a Jesús.

Por ejemplo, un versículo de Isaías en la traducción cristiana dice:

Por tanto, el Señor mismo os dará señal: He aquí que la virgen concebirá, y dará a luz un hijo, y llamará su nombre Emanuel.
—Isaías, 7:14

Sin embargo, el judaísmo argumenta que en el texto original en hebreo, la palabra usada en lugar de "virgen", es almah (עַלְמָה‎) que no significa "virgen" sino "mujer joven". 'Virgen' en hebreo es betulah (‏בְּתוּלָה). Asimismo, se señala que el nombre "Emanuel" ("Dios con nosotros") no está relacionado con "Jesús" ("Yahvé es Salvación").

La traducción griega de Isaías 7:14 usa la palabra parthenos ('virgen') lo que para algunos sugiere que los autores de los Evangelios solo conocían la traducción griega y, por lo tanto, no sabían que traducía la palabra hebrea almāh como virgen en lugar de “mujer joven”. Sobre la base de esta traducción, los autores de los Evangelios pensaron que, para hacer cumplir la profecía de Isaías 7:14, la madre de Jesús necesitaba ser representada como virgen.

Además, el judaísmo prohíbe y condena como idolatría tanto la adoración de una persona, como la idea de la encarnación de Dios en la tierra, ya que una creencia central del judaísmo es la absoluta unidad y singularidad de Dios. Por ello el cristianismo es considerado como una forma de idolatría.

Los judíos ven a Jesús de Nazaret no sólo como un personaje que les tentó a cometer idolatría, sino que se opuso a algunas costumbres judías como la Ley del Talión y la de no curar enfermos durante el sábado. Por ello desempeñó el papel de tentador, acusador, prosecutor y castigador que son funciones de Satán ("adversario"), por lo que la figura de Jesús es vista como una manifestación satánica, un vínculo que se observa especialmente en el ritual del Yom Kipur, en el que los judíos ofrecían un chivo a Satán para que no los acuse ante Yahvé y que sus pecados sean perdonados y transferidos al animal sacrificado. Posteriormente, el sacrificio de Jesús en la cruz sirvió de sustituto de este ritual del "Antiguo Pacto" en el cristianismo y el "Nuevo Pacto".

El rabino Harry Waton escribió sobre la razón secreta del rechazo del judaísmo a Jesús:

Por casi dos mil años los cristianos odiaron a los judíos porque rechazaron a Jesús y porque clamaron por su crucifixión. ¡Qué cosa tan ingenua e inconsistente! El fundamento absoluto del cristianismo yace en la crucifixión de Jesús. Él vino a este mundo para ser crucificado para que las naciones sean redimidas. Si Jesús no hubiese sido crucificado no habría existido el cristianismo y no habría redención para los cristianos. Era también necesario que los judíos rechazaran a Jesús, y esto por el bien de las naciones. Si Jesús no hubiese sido rechazado por los judíos él habría permanecido dentro de la esfera del judaísmo. Jesús habría sido considerado como otro profeta más, como Isaías, y hasta ahí habría terminado todo. Las naciones no habrían podido nunca aceptar a Jesús, pues para eso tendrían que haber aceptado al judaísmo y a los judíos, y esto era imposible porque las naciones eran meros infantes. Por ello, el rechazo de Jesús por parte de los judíos lo liberó e hizo posible que las naciones lo aceptaran.
—Rabino Harry Waton.[8]

Función y significado

El concepto de lo que significa la figura del Mesías se extrae principalmente de los textos proféticos (Isaías, Jeremías, Oseas, Miqueas y Zacarías) que anuncian la aparición de un futuro líder judío, descendiente directo de la línea de David, que llevará a cabo la redención (גְאוּלָה, geulá) política y espiritual del pueblo judío. Reunirá a todos los judíos del mundo y los llevará nuevamente hacia la Tierra de Israel y llevará a cabo la restauración de Jerusalén (Isaías 11:11-12, Jeremías 23:8, 30:3; Oseas 3:4-5). Establecerá un gobierno teocrático en Israel que será el centro de todo el gobierno mundial, tanto para los judios como para los gentiles serviles (llamados "justos entre las naciones"), poniendo a todas las naciones (goym) en absoluta sumisión y servidumbre hacia los judíos[2][3] y hacia su dios Yahvé (Isaías 2:2-4; 11:10, 42:1, 45:23-25). Este líder restablecerá el culto en el Templo de Jerusalén (Jeremías 33:18 y Miqueas 4:1-5), restaurará el sistema de corte religiosa de Israel y establecerá la ley judía como la única ley sobre la tierra (Isaías 2:3 y Jeremías 33:15).

En la Olam Ha-Ba עולם הבא ("El Mundo Venidero" o "La Era Mesiánica"), todas las naciones que no sean exterminadas serán sometidas al noajismo y reconocerán al dios judío como el único y verdadero dios y a la religión judía como la única religión verdadera (Isaías 2:3, 11:10, Miqueas 4:2-3; Zacarías 14:9, Salmos 22:27-29). Todas las naciones del mundo reconocerán al Mashiaj (Mesías) como el líder mundial, aceptarán su dominio y se arrodillarán ante él (Sofonías 2:11).

Cristianismo e islam como necesarios para la venida del Mesías y la adoración universal del dios judío


El judaísmo no puede entenderse en su totalidad sin colocar en la ecuación el importante papel del cristianismo y el islam para el cumplimiento de sus profecías. Pese a que el judaísmo oficial ha negado para sí mismo a Jesús de Nazaret como el Mesías, es un hecho que los judíos tuvieron que influir de alguna manera en la población gentil, y esa fue a través de una nueva versión de su religión, lo que en esencia conduciría al crecimiento de su propio poder. Ellos jamás habrían podido ejercer la enorme influencia que hoy poseen sólo con su religión, misma que a nadie interesaría sino a ellos. Sin esta astuta influencia ideológica, actualmente los judíos serían tan solo una pequeña tribu de Medio Oriente encerrada en su propio mundo supersticioso y apenas con alguna importancia. Sólo con el auge del cristianismo y el islam, los judios pudieron convertirse en un factor muy importante en el mundo, simplemente porque estas dos ramas se vinculaban a ellos como su origen.

Si no hubiera habido Jesús ni Pablo, el Dios de Israel seguiría siendo el Dios de un puñado, el Dios de una tribu de judíos, mezquina, oscura e insignificante. Si no hubiera habido Jesús ni Pablo, las enseñanzas morales divinas de Moisés todavía estarían confinadas a los creyentes del judaísmo, escasamente dispersos, y el gran mundo de hombres y mujeres habría quedado mucho más pobre debido a su ignorancia de estas enseñanzas benignas. Entonces, como judíos, agradezcamos que hubo un Jesús y un Pablo.
B'nai B'rith, 1899.[9]

El 11 de octubre de 1899, el rabino Emanuel Weill (1841-1925) escribió sobre el papel de Jesús y el cristianismo para el judaísmo:

No conozco el secreto de Dios, pero creo que Jesús y el cristianismo fueron medios providenciales, útiles a la Deidad para guiar a todos los hombres gradualmente y con esfuerzo, a la par del estado mental de la mayoría de los hombres, desde el paganismo hasta la idea pura y verdadera de la divinidad.
—Emanuel Weill.[10]

Los judíos han proclamado con orgullo que pese a la existencia del antisemitismo cristiano, los cristianos "nunca pueden negar la verdad de la Torá".

El filósofo y comentarista religioso del siglo XII Mosheh ben Maimon, conocido en Occidente como Moisés Maimónides, considerado uno de los principales cimientos de la ley judía moderna y la autoridad más ampliamente aceptada en filosofía judía, ve a las dos religiones principales, el cristianismo y el islam, como preparativos necesarios para la venida del Mesías y la adoración universal del dios judío que "seguirá en el futuro".

En su obra jurídica Mishné Torá, Maimónides afirma que:

Todas las obras de Jesús de Nazaret y de aquel ismaelita que surgió después de él (Mahoma) sólo servirán para preparar el camino para la venida del Mashíaj y el mejoramiento del mundo entero, motivando a las naciones a servir a Dios. Gracias a estas dos religiones, el mundo se ha llenado de las ideas del Mesías, las ideas de la Torá y las ideas de los mandamientos, de modo que estas se han extendido a islas lejanas y a muchas naciones sin circuncisión, y ahora discuten estas ideas y los mandamientos de la Torá.
—Maimónides.[11][12]

Legalmente, Maimónides dice que los cristianos son idólatras y herejes, lo que les hace acreedores al castigo contemplado a los que no obedecen las leyes noájidas: la muerte por decapitación. En su interpretación de la Mishná, el tratado Avoda Zara 1:3, escribe:

Saber que esta nación cristiana, que proclama su reivindicación de un mesías divino/humano, son todos idólatras y (celebrar) sus festividades está prohibido, y con respecto a los asuntos religiosos, ya que los tratamos como lo haríamos con los paganos.

Y agrega Mishnah, tratado Avoda Zara 4:

Por lo tanto, uno debe saber que cada altar de iglesia cristiana es como una casa pagana de idolatría sin ninguna duda.

Aunque Maimónides considera que tanto los cristianos como los musulmanes son herejes, principalmente debido al reemplazo de la Torá como autoridad máxima y el estatus especial del pueblo judío, en la ley judía, tanto el islam como el cristianismo son, para el judaísmo, mucho mejores que las religiones paganas.

En el artículo sobre los movimientos mesiánicos de la Encyclopaedia Judaica, se lee que:

Una tendencia del mesianismo judío que abandonó el redil nacional estaba destinada a "conquistar a los conquistadores", mediante la cristianización gradual de las masas en todo el Imperio Romano. A través del cristianismo, el mesianismo judío se convirtió en una institución y un artículo de fe de muchas naciones. Dentro del redil judío, el recuerdo de la resistencia gloriosa, de la lucha por la libertad, de los mesías, profetas y hacedores de milagros mártires permaneció para alimentar futuros movimientos mesiánicos.[13]

Marcus Eli Ravage, biógrafo de la familia Rothschild, expresó ideas similares en A Real Case Against the Jews, donde muestra que la destrucción del mundo clásico europeo y la persecución a los paganos en la Antigua Roma, fue la forma en que los gentiles cristianizados hicieron el trabajo sucio del judaísmo antipagano:

De vosotros hemos hecho los portadores inconscientes de nuestra misión al mundo entero, a las razas bárbaras del mundo, a las incontables generaciones por nacer. Sin una comprensión completa de lo que os hemos estado haciendo, vosotros os habéis convertido en los agentes de nuestra tradición racial, llevando nuestro evangelio a los confines inexplorados de la tierra.

El papel futuro de los gentiles cristianizados, esperanzados en la segunda venida de Cristo, es su obediencia y sumisión ante el Mesías hebreo, y el único propósito del cristianismo es que reconozcan a los israelitas como su autoridad y así entreguen todas sus tierras y riquezas a Israel.

El Mesías rechazado es finalmente aceptado

Muchos cristianos creen que en el "fin de los tiempos" todos los judíos se convertirán al cristianismo, es decir, que reconocerán a Jesús como el Mesías. La base bíblica para esta expectativa se encuentra en Romanos 11:25–26, donde Pablo de Tarso, citando Isaías 59:20-21, afirma que "todo Israel será salvo".

Hermanos, quiero que entiendan este misterio para que no se vuelvan presuntuosos. Parte de Israel se ha endurecido, y así permanecerá hasta que haya entrado la totalidad (plenitud) de los gentiles. De esta manera todo Israel será salvo, como está escrito: «El redentor vendrá de Sion y apartará de Jacob la impiedad. Y este será mi pacto con ellos cuando perdone sus pecados».
—Romanos, 11:25–27

Una frase similar se encuentra en Lucas 21:24, donde Jesús dice que "Jerusalén será hollada por los gentiles, hasta que los tiempos de los gentiles se cumplan", es decir, en el momento en que "el dominio gentil en la tierra termine y comience el dominio de los judíos".

Estas oscuras palabras hacen una referencia secreta a textos bíblicos, donde se predica que los judíos (Jacob/Israel) serán salvados y sobrevivirán a los gentiles (Esaú/Edom) los cuales serán completamente erradicados y aniquilados en el Gran Día de Yahvé (Abdías 1:8, Abdías 1:15-18, Jeremías 30:11, Jeremías 46:28, Jeremías 49:10, Zacarías 8:13 y Malaquías 1:1-5 -Ver también: Salmos, 110:1-6 y Hebreos, 6:15-20.)

Isidore Singer (1859-1939), editor de la Enciclopedia Judía, dijo:

Considero a Jesús de Nazaret como un judío de judíos, uno a quien todo el pueblo judío está aprendiendo a amar. Su enseñanza ha sido un inmenso servicio al mundo al llevar el Dios de Israel al conocimiento de cientos de millones de seres humanos. El gran cambio en el pensamiento judío respecto a Jesús de Nazaret, no puedo ilustrarlo mejor que con este hecho: Cuando yo era niño, si mi padre, que era un hombre muy piadoso, hubiera escuchado el nombre de Jesús pronunciado desde el púlpito de nuestra sinagoga, él y todos los demás hombres de la congregación habrían abandonado el edificio, y el rabino habría sido despedido de inmediato. Ahora, no es extraño, en muchas sinagogas, escuchar sermones predicados elogiando a este Jesús, y nadie piensa en protestar; de hecho, todos estamos contentos de reclamar a Jesús como uno de nuestro pueblo.
—Isidore Singer.[14]

El rabino Harry Waton escribió que con la aceptación de Jesús por los judíos, "el judaísmo alcanzará su destino más elevado":

Que los cristianos comiencen a comprender y darse cuenta de que Jesús sólo simboliza al pueblo judío ... Ya es hora de que los judíos acepten a Jesús como alma de su alma, sangre de su sangre y carne de su carne. Ahora que los propios cristianos se están emancipando de lo que se consideraba cristianismo y se están acercando al judaísmo, la aceptación de Jesús por parte de los judíos no significa la aceptación del cristianismo. Sólo ahora, cuando los judíos se reconcilien con Jesús, sólo ahora el judaísmo alcanzará verdaderamente su destino más elevado. En Jesús los judíos y los cristianos pueden unirse como hermanos e hijos de Jehová.
—Harry Waton.[15]

Algunos judíos jasídicos como Ariel Cohen Alloro e Itzhak Shapira han emprendido la "tarea profética" de revelar a Jesús/Yeshua como el Mesías judío y de devolverlo, "en vestimentas kosher", de regreso al pueblo judío. Eso es porque el rechazo del Mesías era parte del guion bíblico:

La piedra que los constructores rechazaron se convirtió en la piedra principal.
—Salmos 118:22; Marcos 12:10; Mateo 21:42; 1 Pedro 2:7; Hechos 4:11

El rechazo del Mesías es fingido y siempre estuvo planeado, ya que era necesario para establecer la oposición dialéctica entre el antiguo pacto y el nuevo pacto y que los gentiles pudieran aceptar la cosmovisión israelita. La intención siempre fue reconocer a Jesús como el Mesías cuando llegara el momento oportuno.

En El Retorno del Cerdo Kosher Shapira describe la verdadera identidad del Mesías judío, que antes era considerado "no kosher", "impuro" e "inaceptable" por el pueblo judío y que está asociado a la figura de Mesías ben Yossef. Shapira afirma que "esta es la generación que restaurará el nombre y el honor de rabí Yeshua", pues su figura ha estado perdida, y oculta durante 2000 años en manos de los "malvados goyim". El pueblo judío, busca regresar a Jesús a Israel y colocarlo en el recipiente de la judería para que así él sea libre de la prisión de los cristianos. Los gentiles (Edom/Amalek) son un recipiente maligno y Jesús ha sido mantenido prisionero dentro de ese recipiente por más de 2000 años y no ha podido ser rectificado.

El cerdo es símbolo de la inmundicia para el judaísmo, por lo que no es considerado "kosher" pero, según Shapira, está destinado a ser kosher para poder ser consumido. De la misma forma, Yeshua es ahora "impuro" al haber entrado al "otro lado" (Sitra Ajra) para habitar y reinar entre los gentiles, y aún no pueden tenerlo, asimismo el nombre de Yeshua es un nombre maldito y prohibido entre los judíos. El fruto prohibido del Árbol del Conocimiento (es decir, el Árbol de la Muerte que es la vid y la cruz), es inmaduro y venenoso por lo que los judíos no lo pueden recibir y consumir, y es dado prematuramente a los gentiles para que perezcan, pero a partir del séptimo milenio, se volverá maduro y apto (kosher) para el consumo de los judíos y "serán como dioses" como dice el Génesis y entonces el nombre de Yeshua será el nombre más popular entre los judíos y será el más bendito de los nombres.[16]

Alloro afirma que el segundo advenimiento de Cristo "ocurrirá cuando la higuera esté lista"[17][18] (en referencia a la parábola de la higuera en Mateo 24:32-33, Marcos 13:28-29 y Lucas 21:29-31, y al pasaje de la maldición de la higuera en Mateo 21:18–22 y Marcos 11:12–14; 11:20–25) al terminar "el tiempo de los gentiles". El fruto inmaduro de la higuera es una maldición y el secreto del Mesías se esconde en esta maldición:

el colgado [en un madero] es maldito de Dios
—Deuteronomio 21:23
Cristo nos redimió de la maldición de la ley, habiéndose hecho maldición por nosotros (porque escrito está: "Maldito todo el que cuelga de un madero")
—Gálatas 3:13

Los judíos no pueden aún hablar de Jesús porque eso equivale a comer del fruto inmaduro, por lo que el vino de la Eucaristía, que es la sangre de Cristo que llena la copa de la ira de Yahvé, es una maldición para los gentiles idólatras. Cuando el fruto del árbol del conocimiento madure, su cáscara protectora (Kelipá) "será desechada".

Cuando Jesús regrese tendrán un festín y alegóricamente lo consumirán, con la idea de que Jesús fue dado a los cristianos con la misión de eliminar el paganismo, construir un imperio mundial y condicionar al mundo no judío a la idea de que el "Rey de los Judíos" gobernará ese imperio al final de la Era de Piscis, la era astrológica que comenzó con el inicio del cristianismo. En su regreso pasará de ser el Mesías ben Yosef o "Mesías Sufriente" a convertirse en el Mesías ben David o "Mesías Triunfante", ungido para la guerra que liderará contra los gentiles y los exterminará.

En su primer advenimiento, Cristo actuó como un testigo, acusador y tentador contra los judíos, pero en su segundo advenimiento él actuará como el testigo y acusador contra los no judíos en el Juicio Final y su juicio presentará las acusaciones por el pecado de idolatría, por las persecuciones que los cristianos cometieron contra los judíos durante 2000 años, además de otros actos de inmoralidad (homosexualidad, abortos, libertinaje, etc. instigados por el judaísmo, en este contexto, para poder justificar el genocidio), y por estos pecados serán condenados a muerte. Cristo deja así de ser el Acusador de los judíos, convirtiéndose en defensor de los judíos y "destructor de los gentiles" y regresa como el "Anticristo", tal como el "ángel guardián de Esaú y de los gentiles" los traiciona una vez al año en el Yom Kipur al recibir al chivo expiatorio como ofrenda.

El villano de la historia resultará ser en realidad el héroe de la historia.
—Itzhak Shapira

Durante más de 2000 años los cristianos han creído estar adorando al agente de su salvación, cuando en realidad han estado adorando al agente de su perdición. Lejos de brindar protección espiritual y sobrenatural al no judío, Jesús es la garantía del judaísmo de que cualquiera que lo adore perecerá (yimaj shemó) y será condenado eternamente con todo el peso de los pecados judíos (Yom Kipur).

Comienzo de la Era Mesiánica

Artículo principal: Era mesiánica


Según el propio judaísmo y la masonería, los judíos tienen un tiempo limitado para cumplir todo esto, o al menos es lo que ellos mismos han establecido con el propósito de motivar a sus congéneres a acabar y tener éxito en la "restauración de la edad dorada del Jardín del Edén", la utopía judía llamada Olam Ha-Ba (עולם הבא "Mundo Venidero"), es decir, la creación del Nuevo Orden Mundial, que se contrapone con el Olam Ha-Ze (עולם הזה "Este Mundo").

Según las fuentes clásicas judías, el año hebreo 6000 (año gregoriano 2239) marca el último tiempo para el inicio de la Era Mesiánica. El Talmud[19], el Midrash[20], y la obra cabalística, el Zohar[21], establece que la 'fecha límite' en la que debe aparecer el Mesías es de "6000 años a partir de la creación". Según la tradición, el calendario hebreo comenzó en el momento de la Creación, datada en el año 3761 AEC. El Rebe de Lubavitch, como otros, sostiene que el Mesías debe llegar antes del comienzo del Shabat del año 6000[22], o de lo contrario habría "desastrosas consecuencias".

El año hebreo correspondiente al año 2024 es 5784, por lo que a partir de ese año quedan alrededor de 216 años para que los judíos hagan cumplir sus profecías, que no son más que sus planes políticos a los que atribuyen un origen supuestamente divino. Para el año 2030-2050 planean ya haber exterminado totalmente a la raza blanca de la faz de la Tierra y posteriormente arruinarán por completo a China, Japón, la India y otras potencias.

Requisitos para establecer la era mesiánica

En Pesachim 5a se dan tres requisitos fundamentales que deben cumplirse para establecer la era mesiánica:

  1. Erradicar a los descendientes de Esaú. Identificados actualmente por el judaísmo como los europeos étnicos[23][24][25][26][27] (Genocidio blanco). La geulá (גְאוּלָה) o "redención definitiva de Jacob" implica la aniquilación definitiva de Esaú. Según el Zohar, la redención depende de la destrucción de Amalek.[28]
  2. La construcción del Tercer Templo. El último líder de Edom (o los descendientes de Edom) ayudará a construir el templo. Se ha revelado que Donald Trump ha sido elegido por la judería para construir el templo. Asimismo, otras fuentes establecen que la descendencia de Amalek debe ser aniquilada antes de construir el Tercer Templo.[29]
  3. El nombramiento del Mesías.
En recompensa por las tres veces que se pronuncia la palabra rishon[30] con respecto a las festividades observadas por el pueblo judío, tenían derecho a tres asuntos también denominados rishon: erradicar a los descendientes de Esaú, la construcción del Templo, y al nombre del Mesías. El tanna proporciona las fuentes de su declaración. Para erradicar a los descendientes de Esaú, como está escrito: "Y el primero [harishon] salió rojo, todo como un manto peludo; y llamaron su nombre Esaú" (Génesis 25:25). Y a la construcción del Templo, como está escrito: "El Trono de Gloria, en lo Alto desde el principio [merishon], el lugar de nuestro Templo" (Jeremías 17:12). Y el pueblo judío también tenía derecho al nombre del Mesías, como está escrito: "Un presagio [rishon] daré a Sión: He aquí, he aquí; y a Jerusalén un mensajero de buenas nuevas" (Isaías 41:27).
—Pesachim 5a.14-15[31]

En Sanhedrin 20b se escribe sobre el mismo tema, sólo cambiando el nombre de Esaú por el de Amalek y definiendo un orden para cada evento:

Tres mitzvot fueron dados al pueblo israelita al entrar en Eretz Israel: establecer un rey para sí mismos (ver Deuteronomio 17:14-15), cortar la descendencia de Amalek en guerra (ver Deuteronomio 25:17–19), y construir la Casa Elegida, es decir, el Templo, en Jerusalén (ver Deuteronomio 12:10–12) pero no sé cual de ellos tenga prioridad. Pero cuando se dice: "La mano sobre el trono [kes] del Señor, el Señor tendrá guerra contra Amalek de generación en generación" (Éxodo 17:16), hay que inferir que esto significa que primero deben establecer un rey para sí mismos, antes de hacer la guerra a Amalec, ya que un trono implica un rey, como está escrito: “Entonces Salomón se sentó en el trono [kisei] del Señor como rey” (I Crónicas 29:23), indicando que un rey se sienta en “el trono del Señor”. La baraita continúa: Y todavía no sé cual de los otros dos es primero, construirles la Casa Elegida, o cortar la simiente de Amalek, es decir, después del nombramiento del rey. Cuando el versículo dice: “Y Él os dará descanso de todos vuestros enemigos en derredor, para que habitéis seguros; entonces sucederá que al lugar que el Señor tu Dios escoja para hacer habitar allí su nombre, allí traerás todo lo que yo te mando” (Deuteronomio 12:10-11), debe inferirse que el pueblo judío primero debe exterminar la simiente de Amalek.
—Sanhedrin 20b.13[32]

Requisitos para ser el Mesías

Los requisitos legales para reconocer al Mesías están contenidos en el Tanaj; Estos identifican al Mashíaj esperado por los judíos y los cuales deben cumplirse al pie de la letra.

  • El Mesías debe de ser judío. (Deuteronomio 17:15, Números 24:17).
  • Tiene que ser miembro de la tribu de Judá (Génesis 49:10) y descendiente varón directo tanto del Rey David (I Crónicas 17:11, Salmos 89:29-38, Isaías 11:1, Jeremías 23:5-6, Jeremías 33:17, II Samuel 7:12-16) como del Rey Salomón. (I Crónicas 22:10, II Crónicas 7:18).
  • Tiene que reunir al pueblo judío del exilio y devolverlos a Israel. (Isaías 11:11-12, Isaías 27:12-13, Jeremías 23:3-6, Jeremías 31:7-10, Ezequiel 36:24-28, Ezequiel 37:21-22, Amós 9:14-15, [Deuteronomio 30:3-5]).
  • Tiene que reconstruir el templo judío en Jerusalén. (Zacarías 6:12-13, Miqueas 4:1, Ezequiel 37:26-28, ).
  • Tiene que traer la "paz mundial". (Isaías 2:4, Isaías 9:6-7, Isaías 11:6, Miqueas 4:3-4, Zacarías 9:10, Salmos 72:7-8).
  • Tiene que hacer que el mundo entero reconozca y sirva a Yahvé cómo dios único y verdadero. (Daniel 7:13-14, Isaías 2:2-3, Isaías 11:9-10, Isaías 40:5, Isaías 45:23, Zacarías 8:23, Zacarías 14:9, Miqueas 4:2, Sofonías 3:9, Jeremías 16:19-20, Salmos 86:9).

Numerosos mesías

Dentro del judaísmo existe la idea de que en cada generación puede haber un Mesías potencial, es decir un candidato a Mesías, un concepto que se basa en la posibilidad de que un tzadik hador (צַדִּיק הַדּוֹר; "el justo de la generación") sea elegido por Dios para convertirse en el Mesías si la generación es digna de recibirlo y merece la geulá (גְאוּלָה; 'redención'). Esta creencia no está explícitamente establecida en la Biblia hebrea, pero se desarrolla en la tradición rabínica y el pensamiento místico judío, por ejemplo, en el Talmud Babilónico (Sanedrín 98b). Algunos líderes jasídicos, como Rabí Najman, y Menachem Mendel Schneerson, reforzaron la idea de que siempre hay un Mesías potencial esperando ser revelado cuando se alcancen las condiciones adecuadas.

Por ello, desde los días del profeta Daniel hasta Simón bar Kojba una innumerable cantidad de candidatos a Mesías hizo su aparición en todo el mundo judío, reivindicando uno u otro aspecto de los contenidos esenciales del mesianismo. Sin embargo, estos candidatos no cumplieron con las expectativas mesiánicas y no pudieron ser reconocidos como el Mesías, ya que su misión debe completarse en su totalidad (por ejemplo, traer paz mundial, reunir a los exiliados y reconstruir el Templo).

Una lista detallada de aquellos Mesías que han logrado cruzar la barrera del tiempo y llegar hasta nuestros días ilustra hasta qué punto la obsesión mesiánica era algo extraordinariamente popular en esos días. De los cientos de Mesías que hubo en la Palestina de los siglos I y II los siguientes son aquellos de quienes se tiene registro en la historia.

Judaísmo mesiánico

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Referencias

  1. Compilación de judíos que afirman que el gobierno del Mesías es el Nuevo Orden Mundial
  2. 2,0 2,1 Eruvin.43b.6 Sefaria.org: ... una vez que el Mesías venga, todas las naciones serán esclavas (עֲבָדִים) del pueblo judío...
  3. 3,0 3,1 Shabbat, 32b.6 Sefaria.org: "Cualquiera que esté atento al realizar la mitzvá de los flecos rituales merece que dos mil ochocientos esclavos le sirvan en el Mundo Venidero
  4. Rabino Yuval Ovadia: "El Rey Mesías es un dictador que podrá hacer lo que quiera y el Reino de Israel no es una democracia"
  5. Who Is Moshiach (the Jewish Messiah)? Chabad.org
  6. Mashiach ben Yossef Chabad.org
  7. Harry Walton, A Program for the Jews: An answer to all anti-semites, a program for humanity, Committee for the preservation of the Jews, New York, 1939. p. 209.
  8. Harry Walton, A Program for the Jews: An answer to all anti-semites, a program for humanity, Committee for the preservation of the Jews, New York, 1939. p. 178.
  9. B'nai B'rith, Messenger, 28 de julio de 1899
  10. George Croly, Tarry thou till I come: or Salathiel, the wandering Jew, New York: London: Funk & Wagnalls Company, 1901. P. 565.
  11. Mishneh Torah, Kings and Wars. 11.7-8. Sefaria.org
  12. Maimonides: Islam Good, Christianity Bad, Muslims Bad, Christians Good
  13. Encyclopaedia Judaica, v. 14 (Mel-Nas) PDF
  14. George Croly, Tarry thou till I come: or Salathiel, the wandering Jew, New York: London: Funk & Wagnalls Company, 1901. P. 552.
  15. Harry Walton, A Program for the Jews: An answer to all anti-semites, a program for humanity, Committee for the preservation of the Jews, New York, 1939. p. 178.
  16. Yaron Reuven habla sobre el Ángel de la Muerte
  17. Ariel Cohen Alloro habla sobre Jesús/Yeshua como fruto inmaduro que será maduro para los judíos
  18. Ariel Cohen Alloro habla con Itzhak Shapira sobre Jesús/Yeshua
  19. Rosh Hashana 31a y Sanhedrin 97a
  20. Pirke De Rabbi Eliezer, Gerald Friedlander, Sepher-Hermon Press, New York, 1981, p. 141.
  21. Zohar 1:117a y Zohar Vayera 119a
  22. Significance of the year 6000 Chabad.org
  23. Esau, Ishmael, and Christian Europe: Medieval Edom Cambridge University Press.
  24. Edom Sefaria.org
  25. Origin of Edom, Babylon, and Rome, or Christianity Jewish-American History Foundation
  26. Megillah 6b.2 Sefaria.org
  27. Israel, The West & The Conflict With Edom
  28. Zohar 1.20.231 Sefaria.org
  29. Melachim uMilchamot - Chapter 1 Chabad.org: "Amalek's seed should be annihilated before the construction of the Temple, as II Samuel 7:1-2 states"
  30. Palabra hebrea que significa 'primero'
  31. Pesachim 5a.14-15 Sefaria.org
  32. Sanhedrin 20b.13 Sefaria.org

Fuentes

  • Martín Geneve, El Mito de Cristo.

Artículos relacionados

Enlaces Externos